CATANDO BAJO LA LLUVIA DOMINIO DEL BAILE Y EL RITMO
CHAPARRÓN DE LOS MUSICOS
Título:
Cantando bajo la lluvia (Singin’ in the Rain) (Producción
original en Broadway de Maurice Rosenfield, Lois F. Rosenfield y
Cindy Pritzer, Inc. Música publicada por EMI Robbins Catalog
Inc.)
Guión y adaptación: (basado en la película de la MGM)
Betty Comden & Adolph Green.
Canciones: Nacio Herb & Arthur Freed.
Adaptación española: Octavi Egea & Ricard Reguant.
Letrista: Guillermo Ramos.
Creación de obertura y final de la obra: Llorenç
Fernández & Joan Enric Garde.
Producción musical: Joan Enric Garde.
Coreografía original: Gene Kelly & Stanley Donen.
Coreografía en España: (a partir de la original) Chet
Walter (Broadway).
Asistente del coreógrafo: Ana Ruiz de Villalobos.
Escenografía y vestuario: Joseph Massagué.
Peluquería y maquillaje: Cecilia Escot.
Iluminación: Nicolás Fischtel (A.A.I.).
Víctor Ullate Roche
Daniel Caballero
y Xenia Reguant |
Dirección de voces: Carlos Lázaro.
Esgrima escénica: Pablo Menasanz.
Profesor de acrobacia: Luis Suárez.
Asesoramiento mágico: David Rodríguez “Murphy”.
Material audiovisual: Tach Producciones.
Producción: Joan Lluis Goas. www.spektra.es
Grabación musical: Francesc Samsó (batería), Jorge
Fioll(Contrabajo), Llorenç Fernández, (Percusión), Vicent Pérez
(Trombones), David Calvet (Trombón), Mathew L. Simon
(Trompetas), Jaume (Clarinetes y saxos), Joan Barrera (Flautas y
saxos), Santi Aubert (Violín solista), Joan Marsol (Violín),
Gisel López (Violín), Jordi Coll (Violin), Jordi Armengol
(Viola), Josephine Fitzpatrick (Viola), Marc Tarrida (Viola),
Manuel Martínez (Cellos), Gustavo Piqué (Pianos), Jordi barceló
(Pianos y arreglos).
Intérpretes: Daniel Caballero (Don Locwood), Víctor
González (tenor/ cover Don Locwood), Xenia Reguant (Katty Selden),
Belén González (Actriz- Bailarina/ cover de Katty Selden),
Víctor Ullate roche (Cosmo Brown), Oscar Martínez Gil (Ron/
cover Cosmo Brown), Marta Solaz (Lina Lamont), Gemma Andreu
(actriz-bailarina/cover de Lina Lamont), David Venancio Muro
(colaboración especial, R.F. Simpson), Francisco Rivero
(Operador de Sonido/cover Tenor y R.F. Simpson), oscar Nogales
(Actor – Bailarín/cover Ron), Javier Enguix (Dexter), José
Cerrato (Actor- bailarín/ cover Dexter), Freia Canals
(Dora Bailey), Ana Alcázar (Actriz – bailarina/ cover Dora
Bailey), Joan Agulló (Profesor), Georgina Cort (Actriz –
bailarina), Ana Eva Cruellas (Actriz – bailarina), lily Dahab
(Cantante – bailarina), Vanesa Jover (Actriz – bailarina),
Graciela Monterde (Actriz – bailarina), Emilio Morales (Philips).
Locutor en el film: Raúl Sender.
Dirección: Ricard Reguant.
Ayudante de dirección: Jaime Ordoñez.
Estreno en Madrid: Teatro Nuevo Apolo, 27 – IX - 04.
A
estas alturas hablar de las excelencias o detracciones de la
película Cantando bajo la lluvia (1952) tiene poco sentido una
vez que ha terminado por ser un icono del género musical. Por
otro lado, junto con Un día en Nueva York era una forma nueva de
abordar el musical y abrir nuevas perspectivas a su tratamiento
visual. Y lo más importante, como musical, llevaba al máximo el
derroche de bailes y canciones. Un gran movimiento inundaba la
escena así como creaba un número musical sencillo y complicado a
la vez: Cantando bajo la lluvia. Sencillo en cuanto que en una
sucesión de planos de lo más
clásico resolvía el solo bailado y
cantado del protagonista (Gene Kelly), pero al mismo tiempo
complejo, pues a ello se unía la originalidad escénica de la
lluvia – se resolvió, para dar cuerpo a la lluvia, con leche – y
de los charcos, junto con la comicidad ingenua enamoradiza del
protagonista. El número no sólo fue el centro de la película
sino que al mismo tiempo su título era emblemático: Cantando
bajo la lluvia venía a traducir el gran desastre que fue la
caída del cine mudo, casi equivalente a la gran depresión de
1929, pero en el mundo cinematográfico. Muchos actores del cine
mudo se precipitaron en el vacío y en el olvido. Paralelamente
los actores de teatro de prosa – muchos de ellos pensaban que el
cine era un género ínfimo – dan el salto a la pantalla porque
poseen un gran talismán: saben hablar y tienen voces bien
timbradas. Y al pensar en el musical como el género protagonista
de ese comienzo del sonoro, la mirada hacia el Broadway,
cantando y bailado, fue inevitable. Riadas de actores –
cantantes y coreógrafos, en sus diversas categorías artísticas -
desembarcaron en Hollywood. La película no es sino la narración
de esos momentos y termina por ser, al mismo tiempo, la historia
y el documento de una época: la desmitificación de los ídolos
cinematográficos del dorado Hollywood, la transición al sonoro,
y el nacimiento del doblaje olvidando el engorroso sonido en
directo. Hoy, por el contrario, este último aspecto lo hemos
recuperado, gracias a una mejora de la técnica, y el doblaje ha
quedado para la traslación de otros idiomas.
Curiosamente, en este estreno teatral que nos ocupa, el concepto
del doblaje cobró protagonismo. El Nuevo Apolo lucía sus
rutilantes galas lumínicas del estreno. Colas para recoger las
invitaciones. Colas con famosos, profesionales y famosillos.
Enfrente, con pancartas y vocerío de indignada protesta, un
grupo de personas coreaba: “Este musical es un karaoke” “Este
musical es un fraude” “Este musical es puro Play back” (el gran
invento con el que termina la película). Simultáneamente una
chica, procedente de los manifestantes y en honor a la
honestidad de la noticia gritada, repartía unas octavillas
amarillas en que se especificaba las proporciones del tal
Play-Back. Lo enlatado era solamente la música. Los cantantes
ponían su voz en directo durante la representación sobre la
banda orquestal previamente registrada. El mismo método que el
año anterior había utilizado Siete Novias para siete hermanos.
La elección de tal sistema no es porque no se creyera que es
mejor el directo total, sino que era un modo de abaratar el
producto. En esa línea fueron las palabras de Ricard Reguant, el
director, tras los aplausos y saludos de rigor solidarizándose
con el grupo de manifestantes y disculpando el invento por
cuestión económica, ya que se trataba de una compañía privada
sin subvenciones y no adscrita a ninguna multinacional.
En Cantando película el origen y descubrimiento del Play-Back
nacía ante la desagradable y destemplada voz de la gran estrella
Lina Lamont. Aquí surge por un problema de precaria economía
para montar un musical.
DEL CINE AL TEATRO
La canción Singin’ In The Rain (Cantando bajo la lluvia), ya
había sido cantada con anterioridad por otras voces: Cliff
Ukelele Ike Edwars en Hollywood Revue (1929), Jimmy Durante en
Speak Easily (1932), Judy Garland en Little Nellie Nelly (1940)
y tantos otros cantantes. Era una melodía popular cuando llega
en 1952 a las pantallas, bajo la forma de una película
argumental. En las crónicas se habla de que no gustó a público y
crítica. El tiempo – ese que siempre dicen que
coloca las cosas
en su sitio – le fue dando lustre y la catapultó a la fama.
Yo la vi, un poco más tarde, cuando apareció por las pantallas
españolas y, en una primera instancia, me decepcionó y me
fascinó. La decepción me vino al contemplar un endeble guión a
nivel de historia. La fascinación fue por la acrobacia, lirismo
y divertimento de los números musicales, así como la capacidad
interpretativa de los actores. Son de esas películas en que
ninguno está mal. El barroquismo de canciones, bailes y ritmo me
hizo olvidar la historia y me dije: un documental dramatizado de
una época histórica – el nacimiento del sonoro -, muy
entretenido y transmitido con gran fantasía.
Me preguntarán a qué viene este discurso. Sencillamente porque
al contemplar la versión teatral, experimenté la misma
sensación, pero con un agravante: lo endeble del guión y la
sensación de que el hilo dramático es una simple disculpa para
unir números musicales, aflora aún más. Conocida la minúscula
historia, la curiosidad del espectador cobra cierta morbosidad:
ver cómo se han trasladado las secuencias cinematográficas a la
escena teatral. La traslación es casi un calco de la película y
como aquel Cantando había nacido cinematográfico, aquí sobre el
escenario, en algunos números, tiene bastante que perder.
EL LIBRETO TEATRAL
Por la ficha del programa no queda claro de dónde procede el
libreto de teatro. Se menciona Guión y adaptación: Betty Comden
& Adolph Green, y en otro momento: Adaptación: Octavi Egea &
Ricard Reguant. Lo que no se sabe es en qué consiste esta última
adaptación, amén de obligar a la traducción Según mis datos las
versiones teatrales proceden del deseo del actor –bailarín Tommy
Steele (conocido en España por el musical cinematográfico:
La
mitad de seis peniques):
- 1983: El actor
Tommy Steele la llevó a escena en Londres.
- 1985: Se estrena en el
Gershwin Theater de Broadway de la
mano de la coreógrafa Twyla Tharp.
- Desde entonces se ha repuesto en varias ocasiones por cortos
espacios de tiempo.
- Mes de agosto de 2004: en el
Sadler´s Wells de Londres.
|
La versión ofrecida por Reguant es una traslación casi mimética
de la película. Es curioso cómo la memoria comienza evocar las
diversas secuencias cinematográficas y aquí el recuerdo es
cruel: la película gana a la versión teatral a pesar del buen
hacer de todos. Imagino que ya con el primer guión que encargó
Tommy Steel, sucedería lo mismo. La estructura cinematográfica
de escenas cortas y evocaciones se mantiene, pero si en la
película forma parte de su propio lenguaje aquí denuncia la
falta de un lenguaje más teatral, y no basta el que se haya
conseguido un buen ritmo de transición tanto interpretativamente
como escenográficamente.
Dicho esto, y es lo más negativo, el desarrollo de este musical
teatral, posee grandes virtudes y un esfuerzo encomiable. Se
percibe un gran dominio, en todos, del quehacer musical foráneo
y en Ricard Reguant – un experto en estas lides: West Side
Story, Chicago, La tienda de los horrores, Siete Novias para
siete hermanos – un dominio del género, al que con un poco más
de dinero y de espacio podría montar el fascinante y lujoso
musical.
AJUSTADA INTERPRETACION CORAL
Cuando contemplamos – aquí en España - un espectáculo musical al
estilo Broadway, bien por proceder del teatro o del cine,
siempre, al menos yo, me quedo admirado – a pesar de los años
que llevamos de musicales – por la profesionalidad de los
actores cantantes - bailarines. Ese género era impensable en
España. No obstante, todas las hornadas últimas de jóvenes
actores se bandean más que de sobras en estas artes del baile y
cante conjuntado. Puede decirse que, ya, poseemos una escuela de
garantía para afrontar el reto.
Víctor Ullate R.
|
Las coreografías dictadas por Chet Walker - coreógrafo venido
expresamente de Broadway – funcionan tanto a nivel coral como de
solistas. Todos mantienen una dignidad más que suficiente, pero
quien descuella especialmente, y la noche del estreno fue para
él, es Victor Ullate Roche. Interpreta a Cosmo Browb – para
entendernos el cómico y amigo del protagonista – que en el film
fue el inigualable Donald O’Connor. Víctor es actor de gran
versatilidad en el género musical. De voz bien timbrada y de
excelente preparación balletística y variada gama – hay que
recordar su reciente e impresionante “solo” en Kats -, es uno de
los actores mejor preparados para este tipo de obras. Aquí
culmina su experiencia aparecida ya en West Side Story, La Bella
y la Bestia, Grease, Kats… En esta ocasión su baile le lleva a
la acrobacia y reproduce la arriesgada pirueta de Donald
O’Connor sobre la pared en una espectacular vuelta de campana.
Lógicamente el aplauso no se hace esperar. Esta afirmación del
público para otros momentos – a veces expectante y otras
entusiasta – se palpa a lo largo de toda la representación. Hay
escenas en que, a pesar de la buena interpretación del conjunto,
no es sino un pálido reflejo. Dos son las que sufren tal
palidez: el número central Cantando bajo la Lluvia y el paso a
dos que en la película interpreta Cyd Charise y Gene Kelly.
Lo que fue punto central en la película, aquí quiere ser el
cierre triunfal del primer Acto. Hay dos razones: una la
apoteosis de una pieza insuperable y otra el poder secar el
escenario para las próximas actuaciones. En la publicidad y
demás declaraciones previas se ha ventilado mucho el efecto real
de la lluvia. Es un elemento que no se podía obviar, pero este
es uno de los imperativos en que la lluvia siempre ha sido
patrimonio de la cinematografía y en el teatro pocas veces
funciona, a nivel de efecto realista. En el caso que nos ocupa
sucede algo similar. Pierde toda la fuerza de cortina y de
embalse. Los charcos tan sustanciales para los pies de Gene Kelly, aquí son imposibles y el diluvio – al menos desde el
entresuelo – apenas si se percibe. Lo que se habló de cortina
lluviosa, reforzada por el efecto lumínico, es posible que se
capte desde el patio de butacas. Desde las alturas es un torpe
remedo de las cataratas de la película.
Algo similar sucede con el mítico paso a dos protagonizado por
las largas piernas de Cyd Charisse. Las tales articulaciones son
importantes y también el modo de filmarlas, porque hay que
reconocer que el “paso a dos” cinematográfico tampoco es
magistral como coreografía en sí misma. Lo es por el modo cómo
se filma y por los efectos visuales que consiguen la traslación
de espacios. Aquí, en el teatro, pierde todo el glamour y la
sugestión.
Marta Solaz |
Advirtiendo que la interpretación de todos mantiene una altura
más que prudencial, es curioso como los dos protagonistas - Don Lockwood (Daniel Caballero/Gene Kelly) y
Kathy Selden (Xenia
Reguant/Debbie Reynolds) – quedan en un segundo plano, mientras
que los que podríamos llamar secundarios – Cosmo Brown (Víctor
Ullate) y Lina Lamont (Marta Solaz) – brillan con luz propia.
Hay un desequilibrio entre unos y otros. Y, sin soy sincero, no
encuentro el por qué de tal desequilibrio, ya que la
interpretación de Daniel Y Xenia no es desastrosa. Simplemente
no tiene brillo.
Cantes, bailes y ritmo de transiciones funciona: No obstante, a
medida que avanza la representación (probablemente estamos
infectados del film), el interés – al ser una traslación tan
mimética – se reduce a ver cómo se resuelve teatralmente tal o
cual escena. Soy consciente de que este juicio es muy relativo,
ya que habría que preguntar a esas generaciones jóvenes que
desconocen la película y que se acercan sin malicia y con
limpios ojos a un espectáculo. Estoy persuadido de que puede
fascinarles.
LA BANDA SONORA
Vistas las protestas ante el teatro del colectivo musical, vamos
a llamar a la orquesta pregrabada: banda sonora. Ya sé que el
todo Broadway actual recurre a la electrónica para cantar y
recitar las letras. Lo que sucede es que mi oído no acaba de
integrar tal invento, ya que todo me resulta muy plano y
estridente. No capto los pianos, pianísmos y los forte de las
voces y la orquesta, como sucede cuando la electrónica está
ausente, como sucede en la ópera. Pero, bueno, a lo que voy.
Aceptado el invento electrónico para potenciar música y voces,
el utilizar la orquesta en directo a través de la electrónica o
poseer una pregrabación, prácticamente el espectador no lo nota
y si se me apura incluso suena mejor una vez que la tal orquesta
ha sido sometida a mezclas y demás efectos. Imagino que para los
cantantes – algunos me lo han confirmado – prefieren siempre la
orquesta en directo, ya que la cinta les arrastra.
En general la tal banda sonora es aceptable. Hay momentos, sobre
todo en la parte hablada, en que, como sucede con Marta Solaz
(Lina Lamont) tiene que fingir esa cómica y desagradable voz, el
micrófono se atropella con los sonidos y cuesta entenderla.
Supongo que esto es un problema menor y si hay quejas al
respecto, puede enmendarse.
Problema aparte es el conflicto laboral planteado a la puerta
del teatro y que he apuntado en las primeras líneas. Es un tema
a considerar y a intentar buscarle una solución. Aquí surge una
pregunta: ¿La banda sonora se compra por un alzado y ya los
músicos no perciben más? O más bien ¿los músicos cobran un
porcentaje por cada día de grabación?
LA ESCENOGRAFÍA, LO MÁS DUDOSO – EL VESTUARIO NADA QUE ENVIDIAR
La brevedad de las escenas situadas en diversos espacios, obliga
a una cambiante escenografía. Ese es un reto y un elemento más
de este tipo de espectáculos en donde la escenografía se erige
en un personaje más y necesita de la espectacularidad. En el
mundo operístico del XIX se contaba con ello y los escenógrafos
del momento idearon veinte mil artilugios para fascinar al
público al que arrancaban el aplauso o la emoción con una puesta
de sol o una tormenta. Algo de eso hemos podido ver en La Bella
y la Bestia, El Fantasma de la Ópera o en Los Miserables. Esto
no existe aquí. Se resuelve bien – con ritmo y agilidad- las
transiciones, pero sobre una escenografía mas bien modesta. Y
volvemos otra vez al tema del dinero.
Por el contrario, el vestuario no tiene nada que envidiar a los
originales y a la ambientación de la época. Dentro de la
plástica es de lo más logrado.
Este Cantando bajo el chaparrón de las protestas de los músicos,
ha sido un riesgo que se resuelve bien a nivel interpretativo y
que rezuma entusiasmo y alegría por parte de todos. Demuestra
que se han subido bastantes peldaños en el arte de la comedia
musical. Es obra para nostálgicos, pero éstos - imagino que los
creadores lo tienen en cuenta – siempre andarán comparando
película y teatro. Y se quedarán con la película. Es también
obra para un amplio público, sin prejuicios, que disfrutarán de
una narración inundada de cantes y bailes.
José Ramón Díaz Sande
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