LA CENA

POLITICA ENTRE BASTIDORES

Carmelo Gómez – Fouché

Tayllerand – Josep Mª Flotats



Jean Claude Brisville
La Cena es un texto de 1989 de Jean Claude Brisville (Bois-Colombes, 1922), escritor tardío en el mundo del teatro. Se ha movido fundamentalmente en el círculo de la editoriales (1976 – 1981), cuyo ambiente e intrigas ya ha dejado reflejadas en Le Fauteuil à Bascule (1982). Fue su primer éxito de público y su nombre se unió a la dramaturgia. A partir de entonces varios títulos fueron apareciendo.

Hay un denominador común en su teatro: la ausencia de un claro centro argumental. Literatos, pensadores, políticos y en general protagonistas de la historia son los que se encaraman sobre el escenario y se enfrentan en diálogos que rezuman ironía, humor y causticidad.

(más información)



 
Título: La Cena.
Autor: Jean Claude Brisville.
Traducción: Mauro Armiño.
Escenografía y Diseño de Sonido: Joseph María Flotats.
Vestuario: Renato Bianchi.
Iluminación: Albert Faura.
Construcción Decorado: Taller de Escenografía Jordi Castells – Barcelona.
Mobiliario: Balzarotti – París.
Atrezzo: Taller 75 – Madrid.
Realización Vestuario: Talleres Bianchi- París; Peris Hermanos- Madrid.
Pelucas: Carlos Montosa – Barcelona; Vda de Ruiz – Madrid.
Peluquería: Toni Santos – Barcelona.
Calzado: Menkes – Madrid; Casimiro Valldeperas – Barcelona.
Platería: Forjes – Barcelona.
Anillo de Talleyrand: Victor Caparrós- Barcelona.
Cuadro Duque de Enghien: Simil Art Gallery – París.
Sonido: Oido / Jordi Bonet – Barcelona.
Material Luces-Sonido: Música Via/Ramón Mañas – Barcelona.
Músicos: Sergi Claret Alegre, Jordi Claret Alegre, Queralt Prats Bruguera, Alex Arajol Pons.
Producción y Distribución: Taller 75, S.L. (taller75@terra.es)
Intérpretes: Daniel Muriel (Jacques Massoulier, sirviente de Talleyrand, Bruno Ciordia (JeanVincent, sirviente de Talleyrand), Carmelo Gómez (Joseph Fouché, duque de Otranto), Joseph Maria Flotats (Charles Maurice de Talleyrand, Príncipe de Benevento), Abel Fol. (Voz en off de Chateaubriand).
Dirección: Joseph María Flotats.
Estreno en Madrid: Teatro Bellas Artes, 16 – IX – 2004


Tayllerand
(J.M. Flotats)



Fouché
(Gómez)

Llega a España, en el 2004/2005, La Cena que ya en 1993 encontró su traducción cinematográfica en una producción francesa bajo el título Cena col diavolo (Cena con el diablo) que dirigió Eduardo Molinaro, con guión del propio Brisville.

Brisville se hace una pregunta que, en el fondo, es la que nos hacemos todos cuando nos topamos con una convulsión política o social y desde arriba se impone una solución ¿Quiénes han movido los hilos y qué es en realidad lo que ha pasado?

Hechos recientes en nuestra nación fueron el 23 F. ¿Sabremos alguna vez la conversación real de los poderosos ante el golpe de Estado e ir más allá del ya cómico “¡Se siente coño!” ? O más cercanos ¿Qué sucedió la noche anterior a las votaciones para la Comunidad de Madrid para que se diese el transfuguismo? O el tema último ¿Qué hay detrás del 11 M y quién movió los hilos para llegar a una opción política por parte de los ciudadanos?

Brisville se remonta a la historia de su nación en aquel momento en que, tras la derrota de Waterloo, la nación queda en manos de Joseph Fouché, duque de Otranto - en biografías se dice de él que es “padre del espionaje moderno” o bien “un traidor, miserable, intrigante, tránsfuga profesional…” – como presidente del Gobierno Provisional. A los ciudadanos de a pie solamente se nos dan los hechos consumados.

En aquella ocasión los ciudadanos se dividen en tres categorías: quienes prefieren la república de Fouché, quienes piden la restauración de la monarquía de Luis XVIII y los que optan por el Imperio de Napoleón. No son tiempos para referendum y el 5 de julio se celebra un encuentro entre Wellington – el inglés vencedor de Waterloo – el republicano Fouché y el monárquico Charles Maurice de Talleyran, príncipe de Benevento. ¿Qué sucedió en realidad para que el republicano Fouché el 7 de julio rindiera pleitesía a Luis XVIII bajo la mirada satisfactoria del monárquico Tayllerand y el 8 Francia ya tuviera Rey? A esta pregunta responde Brisville con La Cena.

No consta históricamente que la tal “Cena” existiese, pero para Brisville pudo haber existido. Esa es la magia del arte escénico: el enfrentamiento de dos ideologías, la confabulación de las mismas para buscar una salida, los desposorios de dos pícaros de la política pueden perfectamente hacerse presentes en el mismo espacio. Al fin y al cabo el dramaturgo, si es inteligente, puede convertirse en demiurgo. Y en este caso Brisville lo es.

A partir de los rasgos históricos que nos quedan de ambos personajes, por sus biografías y por sus modos de actuar, traza dos personajes que poseen el atractivo de la intriga, del recoveco y del buscarse a sí mismo. La virtud está en que vamos conociéndolos a través de un diálogo lleno de insinuaciones, al tramar el plan del futuro gubernamental de Francia. Otra virtud, y en esto Brisville se muestra un sabio en el arte de la dramaturgia, es conseguir que un simple diálogo, sin apenas acción, vaya, paulatinamente, marcando el interés y el ritmo gracias a interrupciones gastronómicas o anécdotas de uno y otro. Se trata, pues, de un diálogo que va más allá de las meras preguntas y respuestas.

Sabe también huir de la mera anécdota histórica al centrarse en un tema como es la maquinación del poder por parte de los políticos. Por lo tanto no es una metáfora críptica para denunciar a tal o cual político o tal o cual ideología. Por lo tanto no hay que buscarle una actualidad en connivencia con los políticos nacionales e internacionales que nos rodean. No hay guiños a nuestros políticos de uno u otro bando. Hay algo más profundo y en el fondo más lacerante: la corrupción y manipulación de todo tipo de política, sea cual fuere e indistintamente en la época en que se desarrolle. Parece como si la política lleve en sí misma como algo intrínseco: la necesidad del pacto vidrioso y de la manipulación, y todo ello visto desde las alturas con un cierto escepticismo. Por eso el espectador tiene derecho a preguntarse ¿Qué conversación hubo detrás del 23 F, de los tránsfugos madrileños o del 11M? Fouché y Tayllerand se comportan como dos camaleones, dispuestos a servir al mejor postor sin perder ellos ninguno de sus privilegios y sin perder la compostura.

La carga de cierto humor y distanciamiento irónico como se tratan los dos personajes le da un cierto tono de comedia que hace más llevadera esa noche de cuchillos largos que siempre precede a toda desestabilización o restauración institucional.

La fluida traducción de Mauro Armiño ayuda a acercar la relación verbal de los personajes.

Si a nivel temático los dos personajes son apetitosos, a nivel interpretativo este texto es un buen bocado dramático para cualquier actor. Es obra de protagonistas a la par y un desafío actoral. Es obra de “verbo” y por lo tanto necesita un “buen decir” y una buena coloratura de voz que en Carmelo Gómez adquiere relevancia especial. Por lo tanto al duelo ideológico se añade el duelo interpretativo. Tanto Flotats – es un actor que casi parece estar por encima del bien y del mal en el mundo interpretativo, tras sus sonados éxitos – como Gómez consiguen la altura que se requiere. Hay un peligro: el del oírse a sí mismo y me ha parecido intuir que en algunas ocasiones este defecto está presente. Poco, pero presente, sobre todo en Flotats. Es en esos momentos cuando cierta falsedad del personaje, aflora.

Un texto de diálogo sin acción no es fácil de digerir ni de dirigir. Flotats mueve la acción más allá de la copiosa y apetitosa mesa con las viandas más exquisitas, y así consigue la variedad necesaria para que el diálogo no se reduzca tú hablas y yo respondo. Dos criados Jacques Massoulier (Daniel Muriel) y Jean Vincent (Bruno Ciordia), representan, de algún modo, la mirada crítica del pueblo llano: las víctimas.

La escenografía palaciega diseñada por Flotats ambienta, aunque en el Teatro Bellas Artes resultan unos módulos (es escenografía de cuerpo) un tanto monstrencos debido a las dimensiones de la caja escénica. Ante tal diseño escénico parece como si también se necesitara más aire espacial. La mesa en uno de los laterales resulta un tanto agobiante. Es cierto que en otras puestas en escena, en Francia, se ha buscado todavía mayor intimidad. Unas 50 personas en una sala restorant. Con ello se pretendía la cercanía de los dos contertulios y de los espectadores.

Y abundando en la parafernalia escénica y attrezzista todo respira exquisitez y buen gusto, desde la vajilla dieciochesca hasta el cuadro del Duque de Enghien. Algo similar sucede con el vestuario que ha diseñado Renato Bianchi. Todo este marco da una gran verosimilitud a la puesta en escena.

La presencié un miércoles – día del espectador – en la función de la noche. El teatro estaba lleno y me pareció que satisfecho, siguiendo bien las intrigas palaciegas de estos dos camaleones. Los aplausos reiterados del final parecían confirmarlo.

La Cena es un civilizado y cínico pugilato que pone el dedo en la llaga en eso que llamamos política y políticos. Un espectáculo inteligente y con dos intérpretes de excepción.


José Ramón Díaz Sande
Copyright©diazsande

 


Teatro Bellas Artes
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