DIKTAT
LA
PALABRA HECHA CARNE
Título:
Diktat
Autor:
Enzo Cormann
Traducción:
Fernando Gómez Grande
Escenografía y vestuario:
Bengoa Vázquez
Iluminación:
Txabi Pastorius
Espacio sonoro y música original:
Álvaro Renedo Cabeza
Fotografía:
David Gabás
Intérpretes:
Alberto Iglesias (Piet), Pablo Rivero (Val)
Dirección:
Javier Hernández-Simón
Duración:
120 minutos (sin descanso)
Estreno absoluto en Madrid:
Teatro Fernán Gómez,
21 – V -2009 |
FOTO: DAVID GABÁS |
611teatro
ha nacido para ofrecer un tipo de teatro de cierto compromiso. En esta ocasión
se ha presentado cuatro días en
la Sala II del Teatro Fernán Gómez con Diktat, un texto del dramaturgo francés Enzo Cormann, autor poco conocido en
España pero más divulgado en Francia y en el extranjero.
ALBERTO IGLESIAS/
PABLO RIVERO
FOTO: DAVID
GABÁS |
Es obra a dos. Piet
– Alberto Iglesias - y Val
– Pablo Rivero - son dos hermanos –
misma madre pero distinto padre - separados por la guerra civil de su país. La
contienda ha terminado. Piet es un
hombre acomodado y encuadrado en una estructura de orden. Es el único
superviviente. Su hermano Val y su
madre han muerto. Un terrorista lo secuestra y lo confina en un encerramiento
con el fin de reivindicar unos ideales. Al quitarse el pasamontañas, el
tal terrorista es Val, el hermano
que creía muerto. El encuentro no es agradable, ni emotivo. Les separan sus
ideologías nacidas en aquella contienda civil, y además está la sospecha, por
parte de Val, de que Piet no ha mostrado interés en buscarlos porque le era más
cómodo
no saber de ellos.
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ALBERTO IGLESIAS/PABLO RIVERO
FOTO:
DAVID GABÁS |
Este encuentro da pie a revisar
sus posiciones personales ante la vida, las cuales, a medida que avanza la
acción, terminan por universalizarse. Surgen los grandes problemas del ser
humano desembocando en ese gran absurdo trágico como es la guerra, y sobe todo
la guerra civil, aunque todas las guerras son civiles, si consideramos a la
humanidad como una gran familia. Ella aparece como consecuencia
del enfrentamiento de ideologías
diversas
que socavan y destruyen los cimientos de la natural fraternidad familiar. |
Piet y Val
revisan su pasado, cada uno desde su óptica. Piet pertenece al bando de los vencedores y Val al de los vencidos. La virtud del texto está en que no se
reduce a una historia personal y local. Enzo
Corman va desgranando una serie de situaciones en las que todos podemos
vernos reflejados y termina por ser una profunda meditación sobre el sobrevivir
en un mundo, que a veces parece no tener sentido. De un modo más personalizado Enzo nos enfrenta al eterno problema
del mal, que
en su tiempo trataron los existencialistas tras salir de la segunda guerra mundial. Los genocidios y demás ataques a la humanidad parecen proceder de una
causa intrínseca en el mismo ser humano, lo cual convierte el problema en más
preocupante. |
A. IGLESIAS
FOTO: DAVID GABÁS |
PABLO RIVERO
FOTO:
DAVID GABÁS |
Hay algo más en Enzo Cormann: pone en entredicho los
estereotipos que crea una sociedad y que en estos últimos tiempos violentos se
ciñen a dividir la sociedad en los bien pensantes y los terroristas. Un
eterno dilema, en el que parecen tener razón las dos partes, dependiendo de
dónde se sitúe cada uno. Entra de lleno en el eterno tema ya lanzado por Pilato a Jesucristo: “¿Qué
es la verdad?”, o la
frase de la mujer en la obra de Luigi
Pirandello en Así es si así os parece: “Yo soy la que ustedes creen que yo soy”. Es muy significativa la simplista información que emite la radio:
muertos un terrorista y un miembro
honorable de la sociedad. Lo que
sucede
es que cuando llega esa noticia al espectador, ya no somos tan simples, pues hemos buceado en las
entrañas emocionales y racionales de los dos hermanos. Al final el
espectador rezuma preguntas ante la incógnita sobre lo que es el ser humano y
la sociedad que construye. |
ALBERTO IGLESIAS
FOTO:
DAVID GABÁS |
Junto a un acusado pesimismo y
enfrentamiento de los hermanos, la fuerza de la sangre puede más y flota, casi
desde el principio, el sentimiento del amor natural entre ellos. Enzo vuelve a poner sobre la palestra
lo que ya Shakesperare hizo en Romeo y Julieta. Las rencillas entre Capuletos
y Montescos
sólo las puede superar un sentimiento superior como es el amor de los dos
jóvenes y no tanto las disquisiciones teóricas o ideológicas, o la
racionalización de las ideas.
Es obra en la que importa la palabra. Todo se nos comunica a
través de ella y por lo tanto el actor es la pieza clave. Es un texto, en
principio, duro, pero el autor sabe dosificarla con elementos de discreto
humor y de intriga en el
proceso de relación de los
dos
hermanos y su vida anterior, desde la infancia.
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La estructura
dramatúrgica evita el continuado diálogo entre los hermanos. Hay un tercer
personaje: el público. Los reproches, las amenazas, las emociones entre ellos
se ven cercenadas por el cambio de interlocutor. Piet y Val se olvidan
entre sí, para que cada uno, a su debido tiempo, se encare con el público y le
sirva de confidente. Este recurso, además de informar y emocionar, proporciona
una variación y por lo tanto la creación de un nuevo ritmo, que hace que las
dos horas ininterrupidas no se sientan como tal. |
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Alberto Iglesias como el triunfador Piet
y Pablo Rivero como el desvalido Val,
componen bien sus personajes, a lo cual ayuda mucho el físico de cada uno. Su
diálogo, entrecortado por las confidencias con el público, llega con vivacidad y las mencionadas
confidencias proporcionan cierto distanciamiento y análisis de cada una de las
posturas.
PABLO
RIVERO
FOTO:
DAVID GABÁS |
He dicho que es teatro en el que la palabra, y mucha palabra, es
protagonista, pero el texto posee tal riqueza de imágenes verbales que golpean
e iluminan la mente del espectador haciendo que reconstruya cada una de las
situaciones. A ello ayuda la expresividad oral de los dos actores. Un experimento
curioso es cerrar los ojos y dejar libre al oído: en el interior de la mente
van surgiendo los personajes y ambientes de los cuales ellos nos hablan. Por
eso, la acción visual externa es lo justo, pero no quiere decir que no exista
una rica acción visual interna. |
Diktat
es un buen trabajo teatral al alcance del espectador, que le lleva por los
vericuetos del alma humana y nos llena de interrogantes e incertidumbres ante
el significado y sentido de la existencia del hombre. Enzo Cornemann ha resucitado la memoria histórica para contarnos
una sangrante historia, solamente superada por el sentimiento del amor.
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