TANTAS VOCES…
LOS RELATOS DE PIRANDELLO
Título:
Tantas Voces...
Autor:
Luigi Pirandello
Dramaturgia:
Juan C. Plaza-Asperilla
Escenografía:
Andrea D’Odorico
Vestuario:
Ana Rodrigo
Coreografía:
Marta Gómez
Música:
Luís Miguel Cobo
Iluminación:
Juan Gómez Cornejo
Ayudante
de Escenografía:
Marisa de Laiglesia
Asistente
de Dirección:
Eduardo del Olmo
Ayudante
de Dirección:
Luís
Luque
Realización
de Escenografía:
Odeón Decorados
Realización
de Vestuario:
Cornejo
Transporte:
Transdecor, SA.
Gerencia:
José María Ureta
Prensa
y Comunicación:
Nico García
Ayudante de producción:
Sara Fernández
Fotos
y DVD:
Luís
Malibrán
Fotos:
Luís Castilla
Diseño
Gráfico:
Vicente
Serrano y Esperanza Santos
Distribución:
Producciones Faraute, SL.
Producción:
Andrea D´Odorico
Intérpretes: Lola
Casamayor, Lara Grube, José Luis Patiño, Juan Ribó, Antonio Zabálburu,
Jorge Calvo, Fidel Almansa
Dirección:
Natalia Menéndez
Estreno en Madrid: Naves
Del Español Matadero, 17 – IV - 2009 |
LOLA CASAMAYOR/
LARA GRUBE/FIDEL ALMANSA
LARA GRUBE/ANTONIO ZABÁLBURU
J.L. PATIÑO/ JORGE CALVO
FOTOS: LUIS CASTILLA |
L. GRUBE/A.
ZABÁLBURU
FOTO: LUIS CASTILLA |
De los doscientos cuarenta y un relatos que
Pirandello reunió en Cuentos por un año, cinco han
sido seleccionados para componer un espectáculo titulado Tantas voces… Se trata de La
casa de Granella, El hombre de la flor en la boca, Limones de Sicilia, El
certificado y Alguien ha muerto en el
hotel. El primero, que incorpora un fragmento de
la novela El difunto
Matías Pascal, del escritor siciliano, está protagonizado por un abogado y un
individuo que acude a su despacho para que resuelva el enfrentamiento que
mantiene con su casero, que le ha denunciado, no para desahuciarle como es lo
habitual, sino para obligarle a que renuncie a su decisión de mudarse a otra
casa. Piensa el casero que la marcha de su inquilino perjudica su buen nombre y
éste argumenta que tiene fundadas razones para cambiar de residencia, pues la
vivienda que ocupa con su familia está habitado por
molestos
espíritus,. En El hombre de la flor en la
boca, su protagonista, cuya muerte está próxima a
causa del cáncer que padece, finge desear
el final de sus días, argumentando que siente animadversión por
la gente. Limones de
Sicilia narra el desafortunado encuentro entre un joven provinciano y la
que fue, en la niñez, su compañera de juegos y primer amor, ahora
convertida en cantante de ópera y mujer
de mundo. El certificado alude al
documento que un hombre pretende obtener de un juez dando fe de su condición de
gafe, pues ello le permitirá servirse de ella para ganarse
la vida. Si por gafe fue
despedido de su empleo, por gafe cobrará a quiénes quieran verle alejado de sus
negocios, es su razonamiento. Por último, Alguien
ha muerto en el hotel es una historia de superstición y muerte que se
desarrolla mientras una madre atribulada y dominada por el miedo se dispone a
embarcarse, por vez primera en su vida, rumbo a América.
JUAN RIBÓ/JORGE CALVO
FOTO:
LUIS CASTILLA |
Estos relatos componen un escaparate en el
que la sociedad italiana contemporánea a Pirandello,
la de principios del siglo pasado, es mostrada con cáustico humor. Si los
personajes parecen proceder del costumbrismo, sus discursos, preñados de
filosófica sabiduría, anticipan, a mi parecer, el absurdo que vendría algunos años
después.
Cualquier
duda sobre la conveniencia de teatralizar estos cuentos la despejó, en su
momento, el propio autor, pues adaptó para la escena algunos de ellos con
notable éxito. No era, pues, absurda la vieja pretensión de Andrea D’Odorico de llevar a cabo
la experiencia. El
resultado es satisfactorio, lo que es atribuible, además de a la excelente
materia prima proporcionada por Pirandello, al inteligente
trabajo
desarrollado por cuantos han intervenido en
el espectáculo. La selección de textos es buena.
Los
escogidos completan un amplio repertorio de cuestiones, que, localizadas en el
ámbito local italiano, tienen, sin embargo, alcance universal. Se pone en solfa
el funcionamiento de la justicia y ciertas conductas sociales son analizadas
con la lupa de
la
ironía. Frente a la simpleza, a veces sólo aparente, de
algunos personajes, surge la astucia de los que se sirven de sus propias desgracias
para medrar. El miedo a lo desconocido está también presente, en especial a la
muerte, de la que se huye, pero que ejerce un morboso atractivo que lleva a
escrudiñar su secreto a través del culto a los fenómenos paranormales. Y
en fin, las criaturas que transitan por estos relatos, mezclan desgracias y
alegrías con risas y llantos, como cualquiera de nosotros. El milagro es que,
siendo incapaces de explicar nuestro comportamiento, entendemos el suyo. Esa es
la grandeza de unos textos escritos por un profundo conocedor de la vida y de
sus entresijos.
FIDEL ALMANSA/LOLA CASAMAYOR
LARA GRUBE
FOTO: LUIS CASTILLA |
Cuando en algún caso concreto pesa lo
narrativo, Juan Carlos Plaza-Asperilla,
como adaptador, y Natalia Menéndez,
como directora, se han encargado de alcanzar, con notable acierto, el necesario
equilibrio. Con sólo siete actores, que se multiplican hasta asumir más de
treinta papeles, Menéndez ha alumbrado un ameno espectáculo tragicómico que
invita a la reflexión y discurre con fluidez. A lograrla contribuye la escenografía
de D’Odorico, quien ha
diseñado un limpio escenario único que, sin más ayuda que la excelente
iluminación de
Gómez Cornejo y unos cuantos
bien elegidos elementos
de atrezzo, sirve de marco a todas las
historias. |
En
cuanto a los intérpretes, los papeles se reparten de forma equitativa entre
todos ellos, de modo que cada uno tiene su momento de gloria cuando le corresponde
asumir el protagonismo de
la acción. Pero su entrega no es menor cuando se
integran en el conjunto. Tienen ocasión entonces de mostrar de su versatilidad
interpretativa al dar vida a personajes con registros muy distintos.
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