LA
NOCHE DE SAN JUAN
LOPE
SABIO Y LÚDICO
Título: La noche de San Juan.
Autor: Lope de Vega
Versión: Yolanda Pallín
Escenografía: José Tomé y Pedro Galván
Vestuario: José Tomé,
Pedro Galván y
África García
Iluminación: Miguel Ángel Camacho
Peluquería
y maquillaje: Joel
Escaño
Asesor
de verso:
Vicente Fuentes
Coreografía: Nuria Catejón
Espacio
sonoro:
Eduardo Vasco
Piano: Ángel Galán
Intérpretes: Eva Rufo (Leonor),
Rebeca
Hernando (Inés),
David Boceta (Don Lis),
Alejandro Saá (Dion Juan),
David
Lázaro (Tello),
Javier Lara (Don Bernardo),
Isabel Rodes
(Blanca),
María Benito (Antonia),
Íñigo Rodríguez
(Don Pedro),
Mónica Buiza (Fenisa),
Cristina Bernal (Marfisa),
Rafael Ortiz
(Leonardo/Féix)
José Juan Rodríguez (Favio/Octavio)
Dirección: Helena Pimenta
Estreno
en Madrid:
Teatro Pavón,
5 – II - 2009 |
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FOTO: CHICHO |
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CHICHO |
Helena
Pimenta
se divierte haciendo teatro. Es algo que se nota cuando habla de los proyectos
que se trae entre manos y que se confirma cuando cobran vida en los escenarios.
Da lo mismo que se trate de un drama o de una comedia, pero, claro, si es
comedia, resulta más evidente. Así sucede en esta ocasión, en que la acción
transcurre durante una noche breve, mágica y de muchas mudanzas, como es
la de San Juan. Noche en que
las ataduras sociales se aflojan y el espacio para la libertad se ensancha. Noche
en la que los que más sufren la falta de
aquella, se saltan a la torera, dentro de ciertos límites, las reglas. Límites
que, en esta obra, son rotos por Yolanda
Pallín, autora de la versión, quién con la aquiescencia o complicidad de
Helena
Pimenta, convierte a las dos protagonistas en precursoras
del feminismo que todavía tardaría siglos en llegar. Allí dónde Lope resuelve el tradicional enredo
amoroso estableciendo los emparejamientos de los personajes de acuerdo con el
criterio masculino, Pallín introduce
una coletilla en la que hace constar que, a ese desenlace, no se ha llegado por
voluntad de los hombres, sino porque ellas lo han decidido así.
FOTO: CHICHO |
Al
desenfado de la puesta en escena contribuye, y no en poca medida, el hecho de que se trate de una obra cuyos
personajes son jóvenes, circunstancia que ha influido en su programación, pues,
tratándose
la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico, la presencia de
padres ancianos era un inconveniente. Estamos, pues, ante un reparto integrado
por actores, a la par que bien formados, con la frescura propia de quienes dan
sus primeros pasos sobre las tablas. Para ellos, el escenario es, todavía y
felizmente, un espacio
en
el que jugar. Con su concurso, la fiesta está servida.
La escenografía ayuda. Un balcón elevado sobre pilares que, cual peonza
escenográfica, gira sobre su eje, tiene algo de artefacto de parque infantil.
FOTO:
CHICHO |
Esta pieza llena de sabiduría,
aunque sus versos no estén entre los mejores que salieron de la pluma de un Lope ya entrado en años,
respondió a un encargo del Conde Duque
de Olivares para que fuera representada ante el Rey en la noche de San Juan
de 1631. Es posible que, entre sus objetivos, estuviera el de distraer a Felipe IV de los graves problemas en
que estaba sumida España. Así lo piensa, al menos, Helena Pimenta. Es posible que su actual recuperación, además de
satisfacer las
necesidades de una
compañía integrada exclusivamente por jóvenes actores, cumpla, quizás sin pretenderlo, una
función similar a aquella de entonces: distraernos de los problemas que nos
preocupan, al menos durante la hora y media que dura la representación.
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