PANDILLA
DE MAMONES
LOA AL SUFRIDO CIUDADANO
Título: Pandilla de mamones
Autor,
interpretación y dirección:
Pedro Ruiz
Dirección
e interpretación musical:
Antoni.Olaf Sabater
Filmación
y diseño de producción:
La Chula Producciones
Diseño
de sonido: Ferran
Baulo
Espacio
escénico: Miguel
Pedrosa
Grabación
Banda sonora: Estudios B+B
Técnico
de Video: Benet
Roman
y Alicia Reginato
Técnico
de sonido: Joseph
Sarquella
Técnico
de luces: Albert
Solis
Personal
Assistant: Malena
Gila
Voces
en off: Joana
García y José Ferrer
Estreno
en Madrid: Teatro
Sala Capitol,
18 – X - 2007 |
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Tras 8 años Pedro
Ruiz vuelve a los escenarios con la fórmula del monólogo arropado por un
pianista, pantalla de video y efectos de luz y sonido. No es un espectáculo
nuevo, ya que la temporada pasada se instaló en Barcelona con buena afluencia
de público, pero sí es nuevo para Madrid.
Como el pintor el Bosco o el cineasta Pier Paolo Pasolini en
su Decamerón y Los cuentos de Canterbury este género pinta a través de la palabra,
con más o menos profundidad, un gran
fresco de la comedia humana. Pedro, uno de los pioneros del género, dibuja y
cincela la comedia humana española, con un viaje hacia Roma por aquello
de que el Vaticano, personificado en Ratzinguer, tiene cierto peso en
nuestra sociedad.. Podría decirse que su exposición verbo-audilovisual es un
gran fresco, como aquellos medievales de las iglesias románicas. Pasa revista a
todos los estamentos sociales.
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Pandilla
de mamones es el título y como subtítulo añade: Del Rey al Papa… nadie se escapa. El tal subtítulo refleja bastante
bien el arco humano que abarca. Personalmente no había visto a Pedro Ruiz en este tipo de actuaciones
desde el 15 de abril de 1983 en el
antiguo Teatro Alcalá. De aquella me admiró su capacidad de respuesta ante el
careo con el público y su continua incorporación de los últimos acontecimientos
para marcar la actualidad y frescura del espectáculo. Era la época de Felipe González y su grupo al frente de
la nación. Un partido que, parte de él, casaba mal con el concepto de Monarquía
y por ello, en boca de Felipe González,
al que imitaba, anunciaba el nuevo nombre del partido: “Monarquicanos”.
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Aquí también inventa términos, en concreto el nombre de
España - un pupurri de iniciales
de las diversas regiones – o bien da con la letra adecuada para el Himno
Nacional de forma que no hiera a nadie. El secreto está en aludir al Corte
Inglés como nombre y bandera para unificar a todos los españoles. Lo
cual no le falta razón. Al fin y al cabo en el consumismo y buen vivir todos
nos ponemos de acuerdo. Es lástima, pero es la realidad.
La virtud de Pedro es
saber incidir en temas de trascendencia, bajo bromas o decires aparentemente
superficiales. En más de una ocasión se le ha aplicado el término “bufón del
reino”. Algo de eso hay. Como todo bufón es inteligente y lacerante en sus
frases y comentarios y también no se alía con nadie.
La fórmula es muy aparecida a
la de otros espectáculos suyos, aunque en esta ocasión con, prácticamente, nula
la intervención del público y con menos parte dedicada a la imitación. Es más
él mismo. Algunos momentos se repiten y suenan a conocidos, pero no por ello
son menos atractivos. Pasa a revista a todos los estamentos y a varios
personajes, algunos con bondad y
complicidad como sucede con Rafael – Natalia Figueroa, su esposa, estaba
en el estreno - , Arturo Fernández y
demás. Al pasar revista a estos diversos estamentos con su lengua un tanto
afilada, es lógico que quien se sienta dentro del grupo puesto en solfa, note
en su interior como cierto malestar. No obstante, en un segundo momento lo que
hace Pedro, no es sino ofrecer
su voz para que ese espectador identificado con su grupo, exprese lo que en el fondo de sus entrañas piensa de su propia institución, por mucho que la ame, ya que no todo es oro lo que reluce. Pedro ha sabido recoger y plantar sobre el escenario, con las artes del
mundo dramático. lo que unos y otros
comentamos o ridiculizamos en petit-comité o ante las desaparecidas mesas
camillas. Su virtud es la de no dramatizar y llevarlo al plano del humor y del
espectáculo.
Este collage de la vida
española, bien ritmado, se hilvana por medio de rápidas asociaciones de
contenido o de forma. Pero, incluso, he creído intuir un tema unitario que
podría calificarse como mensaje que se desprende globalmente de esas dos horas.
Posiblemente esto del mensaje lo odia Pedro,
pues en más de una ocasión ha manifestado no querer ser mensajero
de nada ni de nadie y – hay que pensar que es sincero y no un captacio
benevolencia - al final acaba con la apostilla de que su opinión es una más.
Tal “mensaje” es el mundo de las instituciones y las fórmulas fabricadas por
los colectivos con pretensión de poder, los que parece criticar Pedro. Colectivos o personas que terminan por dominar al honrado y sufrido ser humano
medio. Muestra una gran compasión y ternura hacia él hasta el punto de
dedicarle una canción. Parece como si Pedro se presentase como el defensor del anónimo individuo que tiene que sufrir las
ambiciones, los intereses partidistas y los abusos de los poderosos, provengan
de un colectivo o de un tirano; se vistan de terno político-ideológico o de túnica
religiosa.
Todo esto lo envuelve en el celofán del humor que, a veces, toma
matices esperpénticos e histriónicos, y lo presenta ayudado por una pantalla de
video, efectos de iluminación y sonido y con un piano en directo.
Llama la atención el ritmo y el dominio del tiempo en todo el
espectáculo, máxime al contar con otros elementos, a encajar, que no es él solamente y su micrófono.
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