DEL
REY ABAJO NINGUNO
Oportuna
recuperación
Título: Del rey abajo ninguno.
Autor: Francisco Rojas Zorrilla.
Versión:
Laila
Ripoll.
Escenografía Miguel Ángel Coso y Juan Sanz.
Vestuario: Almudena R. Huertas.
Iluminación: Luis Perdiguero.
Peluquería
y maquilaje:
Joel Escaño
Asesor
de costumbres, canciones y bailes tradicionales:
Marcos
León
Asesor
de verso:
Vicente
Fuentes
Ayudante
de vestuario:
Lucía
Benito
Ayudante
de escenografía:
Alicia
Pardilla
Realización de escenografía:
Odeón, Maceinos,
Peroni, Pinto’s
Realización
de vestuario y complementos:
Cornejo,
Petra Porter. Carlos González,
Patricia Sofía, Crispim Dos Santos,
F. Javier
Cifuentes
Fotos
del montaje:
Chicho
Fotos
de actores:
Alberto
Nevado/Pedro Gato
Diseño
gráfico:
Antonio
Pasagali
Ayudante
de dirección: Héctor del Saz.
Músicos: Melissa Castillo (Violín barroco),
Mabel
Ruiz (Tiorba y guitarra),
Rodrigo Muñoz (Percusión y zanfona),
Arquímedes Artal (Vihuela de arco).
Intérpretes: Elena Rayos (Azafata de la reina), Miguel
Cubero (Rey), José Luis Santos (Mendo), Diego Toucedo (Don Gonzalo), Juan
Meseguer
(El
conde de Orgaz), Pedro Almagro (Tello), Víctor
Rubio (Bufón), Ione Irazábal (Reina), Joaquín
Notario (Don García), Pepa Pedroche (Doña Blanca), (Toni Misó (Bras), Montse Díez (Teresa), Íñigo Asiain (Labrador/Ginés),
Francisco Piquer (Belardo), Sergio
Mariottini (Caballero de plata).
Dirección
musical: Alicia Lázaro.
Dirección: Laila Ripoll.
Estreno
en Madrid: Teatro Pavón (CNTC), 10.X.2007. |
FOTOS: CHICHO |
Es
un texto habitual en el canon literario dramático, pero, desde hace muchos
años, poco visitado por los directores de escena. No ha sucedido así siempre, lo cual nos
obliga a reflexionar de nuevo sobre la importancia de la recepción de los
textos en los diferentes momentos históricos. Ahora, la circunstancia del cuarto centenario del nacimiento de Rojas Zorrilla ha aconsejado a
la CNTC la posibilidad de
escenificar su más célebre obra: Del rey
abajo ninguno o El labrador más honrado, García del Castañar. La decisión, sin embargo, no puede
considerarse oportunista, por cuanto la compañía en los últimos
años ha procurado ofrecer, junto a los grandes títulos, aquellos otros
menos conocidos o menos frecuentes en los escenarios, criterio que
indudablemente enriquece el horizonte de nuestro teatro clásico, siempre
insuficientemente conocido.
PEPA PEDROCHE/
JOAQUÍN NOTARIO
FOTO:
CHICHO |
Del rey
abajo ninguno cuenta con una amplia tradición crítica, aunque no siempre precisa ni
sagaz. Acaso haya de buscarse la pérdida
de prestigio de este texto literario dramático en las rigideces morales por las que se gobierna el pensamiento de su
protagonista, que pugnan, ciertamente, con la nobleza de sus sentimientos. El
imperativo de la lealtad al monarca por encima de la propia dignidad personal
alcanza extremos que nuestra conciencia contemporánea contempla con
repugnancia. La oculta condición de noble que afecta al matrimonio protagonista
o la serie, tal vez excesiva, de oportunos (?) encuentros, desmayos,
fatalidades y equívocos amenazan a la
tragedia frecuentemente con el peligro de convertirse en un
mecanicismo sin alma, en una construcción
apriorística independiente de
de la dimensión
propiamente humana
de los personajes. No obstante, emergen en Del rey abajo ninguno indudables valores
literarios, perceptibles en la belleza de algunas tiradas de versos, o, sobre
todo, valores dramáticos como la mencionada lucha del personaje de don García
con el poderoso entramado de normas, prejuicios, exigencias de clase y otros
impedimentos, no siempre justificados, a los que se oponen el limpio amor a su
mujer y una ejemplar pureza moral. Y no
carece tampoco la obra atribuida a Rojas
Zorrilla de aspectos más sugestivos y más interesantes para nuestra
sensibilidad contemporánea, como son la confusión entre apariencia y realidad,
la omnipresencia del engaño, de la impostura y de las actitudes
prepotentes o arrogantes, o el elogio de la sencillez frente a la obsesión por
el medro, el reconocimiento y el éxito en las más brillantes esferas sociales.
FOTO:
CHICHO |
Pero es preciso constatar que la
escenificación supera notablemente las bellezas literarias del texto. Los
últimos trabajos de la compañía revelan una madurez que constituía uno
de sus principales objetivos desde su fundación. La homogeneidad del elenco
actoral, la confianza y el entusiasmo que transmiten los intérpretes o la
impecable factura formal del acabado de los espectáculos dan fe de una labor
coherente y tenaz y confirman la consolidación de un proyecto. Todo ello no
impide, sin embargo, que los
espectáculos
rezumen frescura y juventud, lo
que los diferencia –favorablemente- de prestigiosas y veteranas
compañías cuyas escenificaciones desprenden en ocasiones un olor a
rancio que ahoga la supuesta perfección de los trabajos. Felizmente, nada de
esto está ocurriendo, por ahora, en los trabajos de la compañía. Delicados y limpios, sencillos y eficaces en
su resolución, esmerados e impulsados por el entusiasmo en su ejecución, todos
o casi todos ellos responden a unas pautas semejantes, que no impiden apreciar
las singularidades de cada uno de los directores de escena que los firman. La
utilización de la música parece ya un sello de la compañía, como también
la belleza de un vestuario que parece superarse en cada ocasión o la ágil
funcionalidad de unas escenografías que no necesitan de la pretenciosidad para
ayudar al espectáculo y a los actores sin dejar por ello de ser hermosas.
MONTSE DÍEZ
FOTO: CHICHO |
Todos estos elementos son perceptibles en
el espectáculo que firma Laila Ripoll – otro acierto, el de invitar a
la
CNTC a una directora que lleva muchos años dirigiendo
con eficacia espectáculos basados en textos del siglo de Oro -, quien ha
conseguido, sobre todos los demás logros, una equilibrada interpretación por
parte del elenco y ha sabido extraer lo mejor de cada uno de sus actores. Joaquín Notario da vida –en el
sentido estricto de la expresión- a un García sobre cuyo papel pesan
demasiado los
tópicos
literarios, éticos y políticos, que se disuelven
en la poderosa y entrañable humanidad
del actor. Pepa Pedroche infunde humor y gracia a un personaje que corría
el peligro del acartonamiento, de la
pasividad o del victimismo. Juan Meseguer,
en uno de los trabajos más ajustados que le he visto, se muestra
señorial, contenido, sobrio y preciso. Toni Misó se ha convertido ya en un especialista en los papeles de
gracioso y ofrece un Bras muy elaborado, ajeno a
cualquier esquematismo, pero hilarante y eficaz. Montse Díez, a quien habíamos visto en un papel principal en el Don Gil de las calzas verdes, hace bueno el famoso aforismo stanislavskiano
de que no hay papeles pequeños sino actores pequeños. En el
personaje secundario de Teresa muestra su condición de gran
actriz, su capacidad para construir un personaje de donde no lo hay y su imaginación para llevar su composición
por caminos muy diferentes de los seguidos en trabajos anteriores. Y los
elogios podrían extenderse al resto del elenco.
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