LAS VISITAS DEBERÍAN ESTAR PROHIBIDAS
POR EL CÓDIGO PENAL
Extravagantes
criaturas
Título: Las visitas
deberían estar prohibidas por el código penal.
Autor:
Miguel Mihura
Dramaturgia: Ignacio del Moral y Ernesto Caballero sobre
textos de Miguel Mihura.
Escenografía: José Luis Raymond.
Vestuario: Ikerne Giménez.
Iluminación: Juan Gómez Cornejo.
Espacio Sonor:
Ignacio García
Creación multimedia:
Mirentxu Menchaca
Movimiento escénico:
Esther Acevedo
Profesorado canto:
Mercedes Díaz
Caracterización:
Raquel Rodríguez
Fotografía:
Ros Ribas
Ayudante de dirección:
Aitana Galán
Ayudante de escenografía:
Bengoa Vázquez
Ayudante de vestuario:
Sol Curiel
Ayudante de iluminación:
Esther Zalamea
Intérpretes: Natalia Hernández (Lírica), Susana Hernández
(Novia), María Jesús Lorente “Chupi” (Finolis), David Lorente (Ladrón), Juan
Antonio Lumbreras (Bombero), Jorge Martín Inventor), Nerea Moreno (Moderna),
Carles Moreu (Señor Misterioso), Rosa Savoini (Nuestra Señora de
los Calditos), Nathalie Seseña (Falsa Monja), Juan Carlos Talavera
(Señor de Murcia) y Pepe Viyuela (Mayordomo).
Dirección: Ernesto Caballero.
Estreno: Teatro María Guerrero (CDN), 7-XII-2006. |
FOTOS: ROS RIBAS |
La
celebración del centenario del nacimiento de Miguel Mihura ha provocado
no pocos quebraderos de cabeza a quiénes tenían la responsabilidad de
organizarla, sobre todo desde las instancias oficiales. No era para menos. Si
gracias a Tres sombreros de copa el dramaturgo alcanzó merecida fama por
su carácter vanguardista y un lugar de privilegio en el panorama teatral
español, el resto de su producción, escrita bajo criterios comerciales,
no alcanzó cotas tan elevadas, aunque tenía calidad y gozó del favor del
público. Excluida la posibilidad de reponer su obra maestra en los teatros públicos,
pues ya se había representado en temporadas anteriores en el Español,
cuando lo dirigía Pérez Puig, y había vuelto de su mano a la escena
comercial, no parecía que ninguna otra justificara su
PEPE VIYUELA
FOTO: ROS RIBAS |
programación en ellos. En
el citado teatro Español el problema se resolvió programando lecturas de
sus textos, que fueron arropadas por con varias exposiciones y mesas redondas,
amén de la proyección de algunas películas en las que había participado como
guionista. Concluido el año del centenario, el Centro Dramático
Nacional se ha sumado a los homenajes con un proyecto que, a priori, parecía
discutible, pues, de alguna forma, venía a reconocer las dificultades
expuestas. Se optó por ofrecer un espectáculo que reuniera fragmentos de las
obras del dramaturgo y otros materiales procedentes de sus colaboraciones en revista de
humor, como La codorniz y Gutiérrez. La tarea de de materializar
la idea fue confiada a Ignacio del Moral y a Ernesto Caballero.
Ambos firman el trabajo de dramaturgia y Caballero el de dirección. El
resultado no sólo ha sido satisfactorio, sino que ha permitido confirmar, para
quiénes albergaban alguna duda sobre la hondura de la vena surrealista de Mihura,
que ese es su mayor activo como escritor.El
escenario ha sido convertido en una sala de visitas – uno de los espacios
favoritos del autor - a la que van llegando diversos personajes, todos hijos de
su imaginación. No se conocen entre ellos, ni saben el motivo que les reúne
allí, ignorancia que alcanza al mayordomo de la casa, un apesadumbrado Pepe
Viyuela. Luego averiguaremos, en un guiño pirandelliano, que esperan
la llegada del que será su autor. Para disfrutar de sus disparatadas
conversaciones no es imprescindible que los espectadores sepan de qué obras proceden,
pues no estamos ante una antología de escenas, sino ante los sorprendentes
retratos de sus protagonistas. Pero a los familiarizados con el teatro de Mihura les
FOTO: ROS RIBAS |
divertirá, sin duda, reconocerlos, porque entre los visitantes están un
señor misterioso y un inventor de aparatos inútiles (Carles Moreu y Jorge Martín) que vienen de Ni pobre ni rico, sino todo lo
contrario; Nuestra Señora de los Calditos (Rosa
Savoini), que ya los repartía en La canasta; La finolis (María Jesús Llorente), versión femenina del ilustrado
torero de El caso del señor vestido de violeta; la falsa
monja (Natalie Seseña), inspirada en la Sor María de Melocotón en almíbar; el señor de Murcia (Juan Carlos Talavera), aquél que cayó en la redes de Ninette;
el ladrón (David Lorente), uno de los cacos que, en la ya
citada Ni pobre ni rico, sino todo lo contrario, era contratado por el
adinerado protagonista para que le desvalijara; a la misma obra pertenece el
bombero (Juan Antonio Lumbreras); y la novia (Susana
Hernández) es la contestataria y burlada mujer de La bella Dorotea, abandonada
al pie del altar por
el que iba a ser su esposo. Hay otros personajes
que el crítico no ha encontrado entre las criaturas creadas por Mihura,
como la Lírica (Natalia Hernández) o La Moderna (Nerea Moreno), aunque aquella sintetiza a una legión de mujeres
casquivanas, con las que tan familiarizado estaba, y ésta se hace eco, en un
largo monólogo, de uno de los temas de los que se ocupó, el de las corridas de
toros.
En
suma, un trabajo muy elaborado, del que cabe destacar la adecuada selección de
los textos y el buen ensamblaje. Los intérpretes, por su parte, se divierten y
divierten. Si el Código Penal llegara a prohibir las visitas, habría que
pedir que, en el caso que nos ocupa, se hiciera una excepción.
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