ÍTACA
La Odisea y
otros retornos
Título: Ítaca.
Versión a partir de
la
Odisea de Homero: Félix Grande.
Dramaturgia: Francisco Suárez.
Música original: Juan de Pura.
Escenografía: Ricardo Sánchez Cuerda.
Ayudante de
escenografía: Emilio Valenzuela
Figurines: Alejandro Andujar.
Ayudante de vestuario: Carmen Mancebo
Iluminación: Ramón Loredo.
Coreografía: Alegría Suárez
Lucha
escénica: Iñaki Arana
Voz solista: Aurora Losada “Aurora”.
Coro de Cantaores: Samara Losada, Vanesa Losada, Jacob
Quirós, Rubén Quirós.
Músicos: Juan A. Suárez “Cano” (Guitarra), Pablo Suárez (piano y
teclados), Daniel Suárez “Sena” (Percusión), Nacho
Arimany (Percusión), José Luis López (Violonchelo),
Konstantin Chakarov (Violín), Pedro Martín (Contrabajo)
y Raúl Marqués (Trompeta)
Arreglos musicales: Cachapines
Ayudante de
Dirección: Pilar Ruíz
Producción: Teatro Español
Intérpretes: Esperanza Roy (Deportada doce/Circe),
Iñaki Arana (Sargento), Gorka Zubeldia (Militar 1), Damiá Plensa
(Militar 2), Paco Gallego (Militar 3), Pablo Menasanch (Militar 4),
Antonio Medina (Deportado Uno/Euemo), Alicia Agut (Jefe de Estación/Homero),
Alejandro Albarracín (Deportado dos/Telémaco), Vicky Lagos (Deportada tres/Madre de
Ulises), Alegría Suárez (Deportada cuatro/
La Aurora de rosados dedos), Raquel Gribler
(Deportada cinco/Calipso), Zulima Memba (Deportada seis/Atenea), Macarena
Vargas (Deportada siete/Nausica), Miguel Molina Deportado ocho/Ulises) , Tomás
Pozzi (Deportado nueve/Polifemo), María Isasi (Deportada diezx/Penélope),
Guillermo Montesinos (Deportado once/Hermes) y Juan de Pura Aedo/Cantaor).
Coro de cantaores: Samara Losada, Vanesa Losada, Jacob Quirós y
Rubén Quirós.
Dirección musical: Juan de Pura.
Dirección: Francisco Suárez.
Estreno en Madrid: Teatro Español, 9 – XI - 2006. |

MARÍA ISASI/ MOGUEL MOLINA
ALEJANDRO
ALBARRACÍN

ESPERANZA ROY/
G. MONTESINOS

ANTONIO MEDINA
FOTOS: CHICHO |
En
la impresionante primera escena de Ítaca,
un tren avanza en medio de la noche desde el fondo del escenario hasta
detenerse en él, convertido en estación de ferrocarril. De los vagones
desciende un nutrido grupo de gitanos deportados que son recibidos en el andén
por agentes nazis. Allí, en aquel lugar desangelado, bajo una gigantesca
marquesina metálica, han de aguardar la llegada de otro tren que les llevará a
algún campo de exterminio. Será cuando amanezca. Para entretener la larga
espera, el jefe de estación les lee fragmentos de
La Odisea, un libro para ellos desconocido, pero
en el que bien pronto se reconocen. A partir de ese momento, hacen suya la
aventura de Ulises y asumen los papeles de los personajes del poema homérico. Así,
los deportados interpretan al héroe, a su madre y a su hijo Telémaco,
a Calipso,
a Atenea,
a Nausica,
a Polifemo,
a Hermes…
Reproducen las etapas del largo camino que devuelve a Ulises a Ítaca y
participan de su felicidad. Recibido por
la Aurora de Rosados Dedos, unido de nuevo a
los suyos y a su fiel criado Eumeo y abatidos quiénes, en su ausencia,
turbaron la paz de su casa, los gitanos vuelven a ser ellos mismos,
protagonistas de otra historia con final muy distinto. Ellos no verán el final
de su destierro. No retornarán a la región india de Punjab, cuna de sus
antepasados, sino que continuarán su fatídico viaje hacia la muerte.

MARÍA ISASI
VICKY LAGOS
FOTO:CHICHO |
El espectáculo concebido
por Francisco Suárez tiene la
belleza y la enorme fuerza que emana del flamenco, arte capaz de hurgar en las
entrañas de los hombres e incendiar cuanto les rodea. La tentación de dignificarle
proporcionando a lo que se cuenta un soporte literario de peso es loable, pero
a veces juega malas pasadas, rebajando la grandeza de lo que se muestra. No se
llega a tales extremos en Ítaca,
pero, en ocasiones, el riesgo acecha peligrosamente. Sucede en la primera
parte, la que describe el viaje de Ulises. El mosaico de aventuras que
se muestra no alcanza la homogeneidad deseable, ni todas están resueltas con
igual acierto. Tampoco la lectura de fragmentos de
La Odisea, a veces demasiado extensos, ayuda a
unir las piezas. Al contrario, abre fisuras que rompen un ritmo que pide a
gritos que nada le interrumpa. Hay, con todo, momentos brillantes, fogonazos de
creatividad que mantienen viva la esperanza de que se produzca el milagro.
Llama la atención la inclusión de algunas escenas de humor que nada tienen que
ver con la estética del espectáculo, que, sin embargo, no desentonan y son bien
acogidas por el público. En una, Polifemo, interpretado por Tomás Pozzi, se presenta como un ridículo monstruo a mitad de camino entre Hitler y Mussolini. En otra, la morada de Circe se convierte en un muy norteamericano escenario circense, en
el que la diosa, interpretada por Esperanza Roy, se convierte en una deslumbrante Marilyn Monroe.
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Si algo cupiera reprochar
a la inclusión de esta parodia del mundo de la revista en un espectáculo de la
naturaleza de Ítaca, todo queda
compensado por el placer de volver a ver a tan estupenda actriz en una faceta
profesional en la que fue maestra.
El
esperado milagro se produce, al fin, en la segunda parte. La acción transcurre
en el hogar de Ulises. Allí es recibido por
La Aurora de
Rosados Dedos (Alegría Suárez),
que le bendice con su baile; por Atenea (Zulima Memba), su protectora; por su criado (Antonio Medina); por su hijo Telémaco (Alejandro Albarracín); y
por Penélope,
su esposa (María Isasi). Miguel Molina alcanza los momentos de
mayor intensidad en el papel de Ulises. Todas las piezas
encajan perfectamente. Música, baile, cante flamenco y teatro se funden y
funcionan como un reloj.
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ALEGRÍA SUÁREZ
FOTO:
CHICHO |
Lo
que habían sido destellos, alcanzan cimas de perfección.
Nadie sobra. Nadie queda en un segundo plano.
Allí están, en primera fila, los cantaores Juan
de Pura y Aurora Losada “Aurora”, el coro, los músicos del
foso… Es el momento en que ninguno de
los intérpretes destaca sobre los demás. Es el momento, en fin, en el que a uno
le gustaría que la explosión de arte gitano no cesara.


ESPERANZA ROY,
BOYS Y , MIGUEL MOLINA |
FOTO:
CHICHO |
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