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EL LINDO DON DIEGO
EL NECIO CASTIGADO
EL MONTAJE DE DENIS RAFTER ES EL
MÁS
BELLO, DIVERTIDO E INTERESANTE
DE LOS QUE LLEVO VISTOS.
RAFTER HA PUESTO EN PIE UN ESPECTÁCULO
EN EL QUE ACCIÓN Y TEXTO
VAN DE LA MANO SIN ESTORBARSE.
FERNANDO CONDE COMPONE
UNA PERFECTA CARICATURA
DEL GALÁN NECIO Y FANFARRÓN. |
Título: El lindo Don Diego
Autor: Agustín Moreto
Versión: Rafael Pérez Sierra
Ayudante de dirección: César Diéguez
Escenografía - Figurines: Pedro Moreno
Diseño luces: Juan Gómez Cornejo
Producción: Darek Teatro S. L.
Distribución: Diabla Siete S.L.
Intérpretes: Fernando Conde (Don Diego),
Alejandra Torra (Doña
Inés),
Ricardo Vicente (Don Juan),
Alberto Closas (Don Mendo),
José Hervás (Don Tello),
Adolfo Pastor (Mosquito),
Luz Nicolás
(Beatriz),
Ruth Salas (Doña Leonor),
María Caudevilla (Criada),
Marta Suárez (Criada),
Maite Basago (Criada)
Director de escena: Dennis Rafter
Idioma: Español
Duración aproximada: 2 h. y 20 minutos (con intermedio). |

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Agustín Moreto no inventó el figurón, pero creó el mejor de
cuantos ha habido. Su Don Diego gana en lindeza a sus
predecesores y el texto que salió de su pluma es un modelo de
originalidad, pues, pareciéndose a muchos de aquella época, les
supera en no pocos aspectos, sobre todo en su enorme carga de
comicidad, en la riqueza de los personajes y en la perfección de
su estructura dramática. No es extraño, pues, que estemos ante
una de las obras más representadas de nuestro repertorio
clásico. Directores que ven ella posibilidades para mostrar su
talento y, sobre todo, actores con compañía propia y dotes para
interpretar al presumido galán han mostrado frecuentemente su
interés por llevarla a escena. Pero las dificultades para salir
airosos son grandes. De ahí que no siempre los resultados sean
los deseados.
No es, por fortuna, el caso de este montaje, el más bello,
divertido e interesante de los que llevo vistos, que ha dirigido
Denis Rafter para la compañía Darek Teatro. A partir de la
limpia versión de Rafael Pérez Sierra, Rafter ha puesto en pie
un espectáculo en el que acción y texto van de la mano sin
estorbarse. Antes al contrario, es notable el equilibrio que se
alcanza entre ambos lenguajes. A estas alturas de su carrera,
avalada por un curriculum rico en éxitos, sabemos bastante sobre
la forma de trabajar de este irlandés de aspecto tranquilo y
buen conocedor de Shakespeare que hace años decidió, para
nuestra fortuna, instalarse en España. Ninguno de los elementos
que intervienen en la puesta en escena es desatendido o relegado
a un segundo plano, ni su empleo resulta gratuito, pero dónde su
labor adquiere especial relieve es en la dirección de actores.

FERNANDO CONDE |
En este tipo de obras no es fácil evitar la tendencia de los
actores cómicos a incurrir en un histrionismo exagerado.
Evitarlo es tarea del director, que, amén de conseguir un elenco
integrado por buenos profesionales, debe situar la
interpretación en un territorio limitado por la mesura y la
exageración, quizás más cerca de ésta que de aquella, pero, en
todo caso, poniendo buen cuidado en que no se desborde por
ninguno de esos extremos. Así se cumple en la representación de
esta comedia. Es un gozo ver que actores como Adolfo Pastor, en
el papel de Mosquito, el clásico gracioso del teatro áureo, o
Luz Nicolás, en el de su compañera Beatriz, superan con creces
el riesgo apuntado. Igual sucede con Fernando Conde, que es el
lindo Don Diego, quién logra disipar el temor de algunos a que
su pasada y ya lejana pertenencia al grupo humorista Martes y
Trece fuera un lastre para sacar adelante este empeño. Quiénes
sospechaban la existencia de un paralelismo entre ambas etapas
profesionales, han podido comprobar que era infundada. Conde
compone una perfecta caricatura del galán necio y fanfarrón.
Estamos ante un actor que no usa para su lucimiento
personal los
recursos cómicos que posee, que son muchos, sino que se sirve de
ellos para construir su narcisista personaje. En cuanto al resto
del reparto, José Hervás saca buen partido al personaje de
Don
Tello, autoritario y bondadoso a un tiempo y un punto despistado
respecto a lo que sucede a su alrededor; Alejandra Torray es una
deliciosa Doña Inés; y los demás, aunque sus papeles sean menos
relevantes, disponen de no pocos momentos para mostrar sus dotes
interpretativas. Denis Rafter ha añadido a los personajes de
Moreto una especie de coro juguetón, que, a veces, sustituye a
los utileros, llevando y trayendo objetos, y, otras, participa
en la acción, subrayándola, o cumple funciones de simple
comparsa.
Pedro Moreno es el creador del bellísimo vestuario y de la
escenografía. Reduce ésta el enorme espacio escénico del Conde
Duque y, al tiempo, se abre hacia las gradas. Se consigue así
que la representación, al ser más íntima, resulte cálida y, por
otro lado, que los actores puedan aproximarse al público, cosa
que hacen frecuentemente. De factura sencilla, unos pocos
elementos sugieren, con la eficaz colaboración de las luces,
diseñadas por Juan Gómez Cornejo, los diversos lugares en los
que transcurre la acción.
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