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INFORME PARA UNA ACADEMIA
DEMOSTRACIÓN ACTORAL

Título: Informe para una academia.
Autor: Franz Kafka.
Traducción y dramaturgia: José Luis Gómez
(asistido por Ronald Brouwer y Fefa Noia).

Escenografía: José Luis Gómez
Desarrollada por: Silvia de Marta.
Vestuario: Pepe Rubio
Iluminación: José Manuel Guerra
Realización de escenografía: Odeón Decorados,
Peroni, José Ramón Salguero, Teatro de La Abadía.

Realización de vestuario: Cornejo, Justo Algaba,
Teatro dee la Abadía

Utileria: Porescen, Eduardo García, Teatro de La Abadía
Caraterización: Susana Sánchez
Ayudante de caracterización: Marta Luján
Sonido: Javier Almela, Estudio de sonido del teatro de La Abadía
Diseño gráfico: Estudio Manuel Estrada
Fotografía: Ros Ribas
Agradecimientos: Vicente Fuentes, Markos Marín
y muy especialmente a José Sanchis Sinisterra

Ayudantes de dirección: Carlos Aladro y Fefa Noia.
Producción: Teatro de La Abadía
Interpretación: José Luis Gómez (Pedro el Rojo),
Iñaki Gabilondo (Voz del periodista), Andreas Janousch
(Voz de Busenau)

Dirección: José Luis Gómez.
Duración: 1h. y 15min.
Estreno en Madrid: Teatro de la Abadía,
Sala José Luis Alonso: 30–III-2006.



JOSÉ LUIS GÓMEZ
FOTO: ROS RIBAS

Parecía pedir una recuperación. El espectáculo que dio a conocer a José Luis Gómez en España hace treinta años, a su regreso de Alemania, donde se había formado como actor y como hombre de teatro, marcó una época y se convirtió en una referencia obligada desde entonces. Pero, por obvios motivos de edad, muchos de los espectadores que constituyen el público teatral de nuestro tiempo, no pudieron ver entonces el trabajo. De ahí la conveniencia de esta recuperación, que poco tiene que ver, por muchas razones, con esa tendencia a volver la vista atrás que caracteriza a nuestra cartelera teatral.

Informe para una academia es uno de los relatos más intensos, más inquietantes y más porosos de la obra de Kafka. La potencia de los elementos simbólicos y metafóricos, la sugestiva ambigüedad del personaje - el mono/hombre -, de indiscutible virtualidad dramática, y la amarga ironía que empapa el sentido del relato, explican el interés que el teatro ha tenido en proceder a su adaptación para la escena y que hayan sido muchas las versiones que han podido verse sobre las tablas.

Esta versión nos presenta a Pedro el rojo que se prepara para actuar en su espectáculo de variedades, mientras ensaya y graba el discurso que debe pronunciar ante la Academia, que le ha solicitado informaciones sobre su vida simiesca, a él que piensa, se comporta y habla como un ser humano.
 

FOTO: ROS RIBAS
La superposición de las dos acciones apunta hacia una construcción en abismo y sugiere esa pérdida de seguridad en lo que percibimos. El mono educado como hombre, necesita exhibirse a diario, mostrar una naturaleza que no es la suya, para que su público lo confirme como humano y, a un tiempo, prepara esa otra actuación ante la Academia, en la que, lejos de responder a lo que le han preguntado los sabios, se orientará hacia la justificación de una condición humana que Pedro se empecina en asumir como la única que lo define y de la que, por tanto, puede tener memoria.



FOTO: ROS RIBAS

Sin embargo, el teatro puede ofrecer algo que en el relato sólo está esbozado: la contradicción entre lo que Pedro dice y lo que los espectadores vemos. La obstinada negación de su naturaleza simiesca se contrarresta con la imagen que nosotros podemos ver: la de un mono que, a pesar de sus pretensiones humanistas, a pesar de su palabra y de su apariencia externa, no puede ocultar su condición de mono. La literatura de Kafka, en un ejercicio de agudeza, nos devolvía la imagen a los lectores, que podíamos vernos reflejados en ese ser enajenado que pretende ser algo diferente de lo que realmente es. Las lecturas metafísicas, morales, políticas o sociales que de tal propuesta se derivan son abundantes y siempre atractivas. Gómez no se inclina por ninguna de ellas en concreto, sino que prefiere potenciarlas todas, e incluso reforzarlas con una imagen que toma prestada de Beckett. El magnetófono que Pedro utiliza aquí para preparar su discurso remite al empleado en La última cinta de Krapp, en la que el personaje beckettiano pretende dilucidar su propia identidad, pero termina por sentirse ajeno a su propia voz, que escucha grabada en el magnetófono.

Sobre las consideraciones anteriores, en la dramatización de Informe para una academia hay que atender al trabajo actoral. La interpretación de Gómez es, como cabía esperar, brillante, virtuosa, plena de recursos físicos, vocales y de caracterización. Pero es también inteligente, disciplinada, austera, precisa, limpia, sin adornos innecesarios, al servicio de lectura del texto de Kafka. José Luis Gómez demuestra ser ese gran actor que ha merecido tradicionalmente el reconocimiento por su labor interpretativa y hace buena la decisión de retomar este espectáculo.


Eduardo Pérez – Rasilla
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