ILLA REUNIÓN
EL CENTRO DRAMÁTICO GALLEGO
ABRE UNA NUEVA ETAPA
Título:
Illa Reunión
Autora: Ana Vallés
Diseño de iluminación y espacio escénico:
Baltasar Patiño
Vestuario: Marina Wainer-Ana Vallés
Arreglos musicales: Luis Soto
Selección e produción musical: Baltasar Patiño
Diseño gráfico: Taller DD
Fotografía: María Chenut
Imagen del cartel y programas: Baltasar Patiño
Asesoramento lingüístico: Begoña Rei
Realización de elementos escenográficos: Armesa
Ayudante de dirección: Marina Wainer
Auxiliar de dirección: Santi Mañasco
Intérpretes:
Daniel Abreu: dende Canarias con bombilla
Helen Bertels: dende Alemaña con bolso vermello
Matxalen Bilbao: dende Bermeo sen idade para bailar
Xoán Cejudo: de viaxe dende Monelos
Antón Coucheiro: dende Antas de Ulla con táboa para pasar o
ferro
Borja Fernández: en burro dende Salcedo a Francia
Roberto Leal: dende Arxentina en barco
Marta Pazos: dende Pontevedra sen tempo para chorar
Emma Silva: dende Ponferrada con mimosas
Sergio Zearreta: dende Amorebieta con gafas de sol
Músicos:
Pablo Dopazo: bombardino,
Manuel O. Paino: trompeta, Hugo
Portas: tuba
Pablo Santaclara: tuba y tuba con auga,
Borja Fernández:
percusión,
Sergio Zearreta: percusión y asubíos
Dirección: Ana Vallés
Estreno en Santiago de Compostela: Salón Teatro
(Santiago de
Compostela), 3–III–06. |



FOTOS: MARÍA CHENUT |
Muy breve, aunque fecunda, ha sido la etapa de Ánxeles Cuña
(Pontevedra, 1957) al frente del CDG (Centro Dramático Gallego).
En los días en los que se exhibía Illa Reunión se
anunciaba el cese de la primera mujer que se hacía cargo de la
dirección del Centro Dramático Gallego, tarea que abordaba con
entusiasmo y con un espíritu de imprescindible renovación. Una
de las primeras decisiones de Cuña en el ejercicio de su
cometido había sido la de encargar a otra mujer, Ana Vallés,
la creación de este espectáculo -Illa Reunión- para el
CDG.
Ana Vallés, directora del grupo Matarile, al
frente del cual ha realizado hasta ahora sus creaciones
escénicas desde hace veinte años, ha asumido la labor
encomendada y ha recurrido para ello a algunas de las personas
que han colaborado en los últimos espectáculos de Matarile
y a otros creadores de procedencias diversas para configurar un
espectáculo original, rico, misceláneo y múltiple, tanto por su
diseño como por la disparidad artística y geográfica de los
componentes del elenco.

FOTO: MARÍA CHENUT |
Illa Reunión se encuentra en la línea estética de
algunos de los espectáculos últimos de Matarile,
como Acto seguido e Historia natural. Comparte
con ellos su carácter festivo y humorístico, su ruptura
con la trama clásica, su estructura fragmentada e
imaginativa, - que parece construirse ante nuestros
ojos, libre e independiente de los criterios
cronológicos o de la concatenación lógica de las ideas
expuestas, y más próximo a la fórmula musical de las
variaciones sobre el mismo tema -, su metateatralidad
irónica o su cuestionamiento de la ficcionalidad.
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Así, la utilización de recursos propios de la música, la danza,
la actuación teatral clásica, el relato oral, el clown,
el espectáculo de variedades o la acrobacia, entre otros, se
muestra al espectador mediante un proceso de integración de
estas artes y disciplinas en el conjunto del espectáculo, pero
también, o quizás sobre todo, de permeabilidad, de
transformación permanente y fluida, y de interrogación acerca de
su naturaleza. Los actuantes ejercen funciones diversas y
representan diferentes roles. Comienzan con la creación de un
personaje compuesto con los perfiles biográficos del propio
actor, bailarín o músico, pero ese personaje es mirado también
desde la distancia y la ironía, lo que les permite viajar sin
transiciones a otro ficticio, no menos fugaz y de borrosos
contornos que el anterior, supeditado a una situación dramática
ocasional. Sus itinerarios se expresan con la palabra y con la
danza, con el gesto y con la música, con el desnudo o con el
empleo de un determinado vestuario con fuerte potencial
evocador. El espectáculo se nos aparece así proteico y vario,
pero extraordinariamente coherente e intenso.

FOTO: MARÍA CHENUT |
La densidad intelectual de la propuesta y su capacidad de
sugerencia se vierten en una sucesión de situaciones e imágenes
plenas de humor, de ironía y de belleza, entrañables e ingenuas
en apariencia, pero no por ello menos poderosas o críticas. Los
problemas de la identidad del ser humano contemporáneo y su
fragilidad consiguiente encuentran adecuada expresión en una
forma fingidamente desintegrada, pero acorde con una visión del
mundo problemática y limpia, inquietante y dichosa a un tiempo.
Fragmentos de historias rescatadas o mixtificadas, confidencias
biográficas íntimas -acaso no siempre del todo sinceras-,
lecciones y correcciones de unos personajes a otros, guiños
-cómplices o más o menos maliciosos- a un público situado en un
preciso contexto social y político, digresiones filosóficas y
psicológicas explicadas en un lenguaje preciso e irónico, etc.,
son los materiales que se amalgaman en esta Illa Reunión,
parodia de tantos referentes utópicos o míticos. Pero la
exposición verbal se interrumpe, se quiebra o se bifurca
siempre, mediante el uso de otros lenguajes escénicos que
cuestionan o relativizan la palabra. Los principales son la
música, la danza y la acrobacia, pero no menos eficaces resultan
la ritualización repentina y momentánea de las acciones, la
hipertrofia de determinadas exposiciones corporales, o el
traslado de la escena dramática al popular número del
ventrílocuo, por no citar sino algunos de los procedimientos más
significativos, y, sobre todos ellos, la revisión, la relectura
o la parodia de algunos cuadros emblemáticos de la historia de
la pintura.
El espectáculo resultante es dinámico, fluido y limpio, agudo,
profundo y brillante. Contribuye a ello la austeridad de los
elementos plásticos, que sitúa Illa Reunión en un escenario
desnudo, cubierto por césped artificial y que apenas utiliza
accesorios. La iluminación - uno de los aspectos más logrados
del trabajo - evoca los espacios en que transcurre la historia,
que no son tanto lugares concretos, como ambientes
caracterizados por el sentido metafórico: la fiesta campestre,
el barco, el escenario de un modesto espectáculo de variedades,
etc., serían algunos de ellos. No menor interés adquiere el
vestuario, en el que dominan los rojos, los blancos y los
negros, y que se caracteriza también por la evocación que
recupera ese incierto pasado de los personajes.
No es preciso insistir en la entrega y en la convicción de los
ejecutantes - actores, músicos y bailarines - que colocan sus
cualidades y sus muy diferentes estilos al servicio del proyecto
que ha vertebrado Ana Vallés, en quien puede apreciarse una vez
más su original talento y la extraordinaria potencia de su
expresión teatral. Hay que decirlo de nuevo: la creadora gallega
desarrolla uno de los más interesantes lenguajes de la escena
española contemporánea.
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