RESEÑA
2003
NUM 345,
pp. 43 |
LA BRUJA
Felicísima
reaparición
En el
2002 Luis
Olmos, al
frente de la dirección del Teatro de
la Zarzuela de Madrid, retomaba un texto poco
frecuente en los escenarios y escasa
discografía. Tras una revisión a fondo, supuso un auténtico éxito.
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Título: La bruja.
Música: Ruperto Chapí.
Libreto: Miguel Ramos Carrión y VitalAza.
Escenografía: Gabriel Carrasca l.
Figurinista: Maria Luisa Engel.
Producción:
Teatro de
la Zarzuela
Orquesta de
la Comunidad de Madrid.
Coro del Teatro de
la Zarzuela.
Intérpretes: Milagros Martin, Silvia Vázquez, Marta Moreno, Carlos Moreno, Carlos
Durán,
Armando de Hoyo, Carlos Brú.
Director
musical: Lorenzo Ramos.
Director
de escena: Luis Olmos.
Estreno
en Madrid: Teatro de
la Zarzuela,
21 de noviembre de 2002. |
FOTO:
JESÚS ALCÁNTARA |
Han
tenido que pasar veintidós años para que una obra tan emblemática como
La Bruja pudiera
volver a verse en Madrid. Afortunadamente, ahora, en el escenario donde se
estrenó con un enorme éxito en 1887, se le ha rendido el mejor de los homenajes
con un montaje espléndido, que permite saborear su inspirada música y su gracia
teatral.
Luis Olmos se
acercaba por primera vez al mundo de la zarzuela como director de escena pero,
con estas funciones, ha demostrado soltura en un género al que se ha aproximado
con respeto y al que ha otorgado una teatralidad muy fresca. Como él mismo
explica en el programa, su versión ha procurado dotar de una mayor continuidad y
coherencia al texto original de Ramos
Carrión. Por lo que hoy sabemos, es muy posible que este tuviese problemas
para finalizar la obra, por lo que, probablemente, Vital Aza se encargó de redondear en la medida de lo posible una
página llena de inspiración pero muy desigual. No obstante, en el giro final
que cierra el Acto III las citadas carencias siguen viéndose a las claras.
FOTO: JESÚS ALCÁNTARA |
En su montaje, Olmos elimina las incoherencias y contradicciones optando por una
lectura abiertamente fantástica, donde los hechizos, los embrujos y los poderes
ultraterrenos tienen una función importante en la explicación de la trama. A
su vez, este planteamiento impregna una escenografía, una iluminación y un
vestuario bañados de magia e irrealidad.
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Para
empezar, debe destacarse una escenografía singular, que sorprende desde el
inicio de la obra -cuando, durante el preludio orquestal, se representa la
visión de Leonardo- por su belleza plástica, su versatilidad y su gran
tamaño. Además, las soberbias coreografías tanto de los
hombres-murciélagos que acompañan a la bruja como de los bailes
populares (jotas, zorcicos ... ) evidencian una imaginación y un buen gusto
ayuno de todo recurso populachero, dando así dignidad a esta zarzuela que tanto
se aproxima a la opereta.
Pero es la genial música de Chapí lo que convierte en inmortal esta
obra. El compositor alicantino cuidó con esmero una partitura llena de
filigranas orquestales y números de notable inspiración. A los conocidos solos
de Leonardo
(como la jota: No extrañéis, no, que se escapen..., o la arieta: ¡Todo
está igual, parece que fue ayer..., hay que añadir los dúo s con
La Bruja (en el 1, II Y III
Actos), los graciosos pasajes de Tomillo y Rosalía (sobre todo en
el Acto
I) y los números de folklore popular
(zorcico vizcaíno). |
FOTO: JESÚS ALCÁNTARA |
La Orquesta de
la Comunidad de Madrid, a las órdenes de Lorenzo Ramos (que se alternó en la
dirección con la más experimentada batuta de Manuel Galduf), salió bien parada en esta difícil partitura, mucho
más comprometida por su riqueza orquestal de lo que a primera vista parece. Lorenzo Ramos empujó con brío a la
agrupación durante la extensa representación yno dejó pasar los momentos de
lirismo (singularmente, los dúos), para subir la temperatura de la sala.
FOTO: JESÚS ALCÁNTARA |
Si hay un papel exigente en el mundo de la
zarzuela ese es el de Leonardo. El tenor que lo acomete debe poseer una voz
robusta, segura en toda la zona de pasaje y en los agudos, con habilidad para
el matiz y hermosa de timbre. Por eso, nuestro Miguel Fleta fue siempre un intérprete magistral de esta parte. Carlos Moreno se enfrentó con valentía
a este papel. Su voz alberga algunas de las cualidades mencionadas, aunque no
todas. En general, cabe destacar su potencia y brillantez, su dicción clara y
su arrojo; en su contra, debe señalarse una emisión excesivamente
vociferante, que se mueve todo el tiempo entre el mezzo-forte y el forte, y
poco proclive a exhibiciones de delicadeza.
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FOTO: JESÚS ALCÁNTARA |
A su lado, la siempre eficiente Milagros Martín encarnó a una Bruja
que tampoco carece de escollos vocales. El papel recorre un amplio registro
desde el sonido más grave y dramático de mezzo-soprano (en los primeros
actos), al de soprano (al final de la obra). Milagros Martín, con una dicción algo menos limpia, mostró una gran
seguridad, hasta en los difíciles dúos, y una actuación muy convincente, lo
que en absoluto es fácil dada su parte.
Estupendo
resultó el Tomillo de Carlos Durán,
un auténtico tenor cómico, de voz bien contrastada con la de Carlos Moreno. Eficaces tanto
la Rosalía de Silvia Vázquez, muy bien coordinada con
su pareja, y
la Magdalena
de Marta Moreno, con una vis
cómica
siempre libre de feas exageraciones. Algo falto
de contundencia el Inquisidor de Armando de Hoyo y correcto el cura de
Carlos Brú.
Excelente
el Coro del Teatro de
la Zarzuela, que muestra una
vez más su gran seguridad y experiencia; y también el cuerpo de baile que
ejecutó la genial coreografía, ya antes mencionado, ideada por Fuensanta Morales.
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