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WINCH ONLY
(SÓLO
CABESTRANTE)
De Monteverdi al Palacio de Justicia
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Título: Winch only.
Basado en textos de: H. Michaux, F. Kafka, M. Maeterlinck y de
los propios actores.
Basado en música de: Monteverdi, Schubert, Bach, Wagner, Saint-Saëns, Brahms,
Massenet, Chaikovsky, Schönberg, Frémaux, The Kinks.
Dramaturgia: Malte Ubenauf, Lise Bruyneel.
Escenografía: Anna Viebrock, Frieda Schneider.
Vestuario: Sarah Schittek.
Iluminación: Dierk Breimeier.
Intérpretes y
cantantes: Marc Bodnar (Marc), Bendix
Dethleffsen (Bendix), Olivia Grigolli (Olivia), Rosemary Hardy (Rosemary),
Sasha Rau (Sasha), Graham F. Valentine (Graham).
Piano: Bendix Dethleffsen.
Dirección: Cristoph Marthaler.
País:
Bélgica
Idioma:
Francés, alemán,
italiano, inglés
Duración
aproximada:
2 horas y 30 minutos
Estreno en
Madrid: Teatro Valle-Inclán
(Centro Dramático Nacional), 7 – XI - 2006.
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FOTOS:
DOROTHEA WIMMER |
Intenso, singular e interesante espectáculo. Desde el extraño
título, Winch only,
alusivo a una intrigante inscripción en un ferry italiano, que funciona
pretendidamente como metáfora de la situación escénica, a la relación con su
principal referente, la ópera de Monteverdi titulada La coronación de Popea.
El espectáculo de Marthaler nos presenta a seis
personajes, que funcionan como trasunto de los de Nerón, Popea, Octavia, Otono, Drusila y Séneca,
que aparecían en la historia de Busenello -autor del libreto- y Monteverdi,
pero situados en el ámbito de una familia belga contemporánea, y, a la vez, en
una manifestación más del juego de cajas chinas que configura el espectáculo,
mantienen los nombres propios de los actores que los interpretan, en una
solución que acentúa el aspecto metateatral del trabajo.
FOTO: DOROTHEA WIMMER
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La libérrima relectura de la historia de Busenello-Monteverdi, inspirada a su vez en el libro XIV de los Anales,
de Tácito, se transforma así en un
sugestivo, pero
no
menos enigmático territorio, en el que
se mueven, se agitan, se sientan, permanecen en pie, hablan, cantan, discuten o
callan seis personajes ataviados con un vestuario contemporáneo, que comparten
confidencias o enfrentamientos, que conciben planes contra los otros, que se
refugian en ensoñaciones, recuerdos, manías o vicios, que cantan y
bailan, que disputan espacios a los demás, o que llevan o traen muebles que
disponen en el salón familiar, mientras pronuncian largos parlamentos
o mientras permanecen en silencio
durante un prolongado período de la representación. El humor sarcástico y, en ocasiones,
dislocado y hasta delirante, la ironía en el tratamiento del referente
histórico-legendario y en el de la sociedad occidental contemporánea apuntan
hacia un elaborado discurso crítico que pretende revelar la existencia de conductas dominadas por el
deseo de poder, el odio, la voluntad de destrucción, la venganza, la
mezquindad o la envidia que se esconden
bajo la capa de la hipocresía.
FOTO:
DOROTHEA WIMMER |
El escenario está
compuesto por dos alturas. En la altura inferior se nos presenta un salón, con
su chimenea, su piano y otros muebles, pero el espacio adquiere también rasgos
propios del vestíbulo de una gran estación o del Palacio de Justicia, con sus enormes puertas o con el mobiliario
adecuado a los lugares destinados a los juicios. La parte superior a la que se
accede por unas escaleras, que sólo parcialmente quedan a la vista del
espectador, es un extraño ámbito con características de guardarropía o
de museo, con su raíl circular del que penden
tutús de ballet, sugiere
también el espacio de lo oculto, de lo privado, de
lo oscuro o de lo clandestino, frente al
territorio común, sugerido por el salón de la plana baja. Esta división
propicia transiciones continuas, relaciones singulares con ámbitos espaciales,
elección de refugios o lugares desde los que contemplar la acción, que, a su
vez, ofrecen al espectador una rica y cambiante perspectiva desde la que
analizar la correlación de fuerzas o las transformaciones de la situación
dramática.
La complejidad de
la expresión teatral desarrollada por Marthaler,
a pesar de que en algunos momentos el espectáculo ofrezca la apariencia de
sencillez, la densidad de su propuesta - en la que advertimos, en estado puro,
algunas de las tendencias más innovadoras de la escena contemporánea - y la
maraña de símbolos, alusiones, detalles y referencias, o la combinación de lenguajes y estilos, hacen,
ciertamente, de Winch only un espectáculo difícil e incómodo, pero, a un
tiempo, atractivo y estimulante. Y no es
la menor de sus cualidades la extraordinaria capacidad teatral de sus
intérpretes, en su triple dimensión de cantantes, actores y bailarines, y hasta de músico en uno de los casos.
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