SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ
Fotomontaje: J.R.Díaz Sande
MUJER Y
MONJA ATÍPICA EN EL CONVENTO
Y EN LA CORTE DE NUEVA ESPAÑA
“La
Décima Musa", "Fénix de México" y "La Monja Mexicana", estos son
los títulos para Sor Juana Inés de la Cruz.
Su nombre ha quedado en la historia de la literatura como la
gran poetisa mexicana del s. XVII, literatura que venía a ser
copia de la española: preferencia por el culteranismo, por la
exclusividad del verso como medio de expresión literaria,
alambicación de un lenguaje para expresar un concepto simple. Si
se podía hablar complicado ¿para qué hablar simple? Tales juegos
literarios era un modo de emplear el tiempo en descifrarlos. En
este proceloso mar agua nada nuestra monja.
Su vida es un claroscuro. Hay más que lagunas. Que fue famosa en
la corte del virreinato no hay duda. Desconcierta no obstante la
última parte de su vida en que, prácticamente, desaparece del
escaparate y, voces aquí y allá, hablan de oscuras decisiones,
motivadas por negras persecuciones.
DOBLE NACIMIENTO
Una versión oficial la hace nacer el 12 de septiembre de 1651 en
San Miguel Nepantla (México). Año al que enseguida ponen
interrogantes. Más fidedigno parece ser el de su muerte: 1695 en
Amecameca (México).
San Miguel de Nepantla, descansa en las faldas del Popocatepel.
Allí nace Juana Asbaje hija de un vasco de Vergara (Guipúzcoa),
D. Pedro Manuel de Asbaje y Vargas Machuca que, llegado a
México, conoció a una hija de españoles: Isabel Ramírez de
Santillana, nacida en Ayacapixta. Su madre es la que le da
lustre con su ascendencia. Se le emparenta con el linaje de
Leonor de Xuarez, primera mujer de Hernán Cortés. Si
esto es así Juana es de buena cuna de la Nueva España.
Llegado el momento de la desmitificación y ahondando en la
investigación el abolengo es de otro modo. Una fe de bautismo en
la parroquia de Chimalhuacán, cuya jurisdicción es Nepnatla,
atestigua que el 2 de diciembre de 1648 es bautizada:
“Inés, hija de la iglesia: fueron sus
padrinos
Miguel Ramírez y Beatriz Ramírez”. |
Los tales Ramírez son hermanos de Isabel, la madre de Juana
Inés. El año y el ser hija de la Iglesia,
trastocan un poco el perfil. El año 48, le da tres años más (el
bautismo se solía hacer en el mismo año del nacimiento) y el ser
hija de la Iglesia, venía a ser un eufemismo para indicar
que era hija natural.
Existe el testamento de Isabel, su madre. Allí aparecen seis
hijos y todos naturales: cinco mujeres y un hombre. Los tres
primeros son de Pedro Manuel de Asbaje y los otros tres
del capitán Diego Ruiz Lozano.
Su primer biógrafo y amigo personal el padre Diego Calleja
mantiene la tesis de 1651.
Con respecto a su apellido Asbaje parece ser una mala
trascripción de Asuage o Asuaje.
SER HIJA DE LA IGLESIA
Así como el año tiene menos importancia y se reduce a un mero
toque de coquetería, sí lo es el ser hija de la iglesia,
porque determina su entorno social y su consideración en la
sociedad. El abolengo y alcurnia que provenía de ser hija
ilustre de dos personalidades importantes, se viene abajo y se
reduce a ser simplemente la hija ilegítima de una criolla
que en opinión de Octavio Paz – uno de los que más buceó
en las incongruencias biográficas de la versión oficial,
redactada según el género hagiográfico – se agrava más al decir
que el padre de Juan Inés es “un presunto guipuzcoano al que no
llegó a conocer la escritora”.
Si este segundo planteamiento es el correcto, se explica cierto
silencio de ella misma sobre su nacimiento. No obstante acentúa
su capacidad personal al triunfar en una sociedad que, a nivel
de clasismo, podría menospreciarla.
NECESIDAD DE TRAVESTISMO
Desde la niñez aflora un talento especial. A los tres años ya
sabe leer (otras fuentes dicen que a esa edad tiene ansias de
saber leer y escribir como su hermana) y a los siete compone
versos de metros disímiles. A pesar de la exageración que pueda
haber en esta afirmación, sí consta que desde muy joven hay un
especial interés por el conocimiento hasta el punto de pedirle a
su madre que le permita “ir a la Universidad disfrazada de
hombre” y esa afición por el saber
“en mí es natural”. Sus
primeros conocimientos los adquiere en Panoayan, en casa de su
abuelo materno, donde se crió.
A los ocho años se traslada a la capital, lo que le da pie a
leer abundantemente. Su talento e ingenio son notorios en la
corte virreinal del Marqués de Mancera que alaba sus dotes
intelectuales, así como su belleza. De esto es ella consciente
al afirmar que:
-
“(mi temperamento es de)
un natural tan blando y tan afable
que me aman mucho por él… y con esto gustan mucho de mi
compañía”
Triunfó en la corte como mujer hermosa y como intelecto bien
estructurado en el estilo y en el contenido. De ahí que su
retirada al convento se entiende menos. Algo que ella misma
explica en la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz:
-
"Entréme religiosa, porque aunque conocía que tenía el estado
cosas (de las accesorias, hablo, no de las formales) muchas
repugnantes a mi genio, con todo, para la total negación que
tenía al matrimonio, era lo menos desproporcionado y lo más
decente que podía elegir en materia de la seguridad que deseaba
de mi salvación; a cuyo primer respeto (como al fin más
importante) cedieron y sujetaron la cerviz todas las impertinencillas de mi genio, que eran de querer vivir sola; de
no querer tener ocupación obligatoria que embarazase la libertad
de mi estudio, ni rumor de comunidad que impidiese el sosegado
silencio de mis libros. Esto me hizo vacilar algo en la
determinación hasta que alumbrándome personas doctas de que era
tentación, la vencí con el favor divino y tomé el estado que tan
indignamente tengo. Pensé yo que huía de mí misma
pero,¡miserable de mi!, trájeme a mí conmigo y traje mi mayor
enemigo en esta inclinación que nosé determinar si por prenda o
castigo me dio el Cielo, pues de apagarse o embarazarse con
tanto ejercicio que la religión tiene, reventaba como
pólvora y se verificaba en mí el privatio est causa appetitus".
Hay otra explicación, causada por su condición de hija
ilegítima. De hecho sus hermanas crearon familias ilegítimas.
Puede ser que este fuese también su destino y por lo tanto pocas
posibilidades tenía en aquella sociedad de salir adelante con
cierta dignidad social. Admitiendo que esta presión social le
llevara al convento, sí destacan en ella dos aspectos: el ansia
del estudio y su necesidad de vivir sola. Vivencia cultural e
independencia son dos aspectos no propios de la mujer de aquel
siglo. Por ello Juan Inés aparece como una mujer atípica y si se
me apura revolucionaria.
PECULIAR CONCEPCIÓN DEL CONVENTO: CABALLEROS Y SORES.
La reflexión en su sentido más puro y bien intencionado le llevó
al convento de las carmelitas. El rigorismo extremo y ansiando
una reflexión más cultural que religiosa, le lleva a dejarlo.
Tres meses de paro y por fin ingresa en el Convento de San
Jerónimo con el nombre de Sor Juana Inés de la Cruz.
Este nuevo ingreso no le impide su desarrollo intelectual. Es
más, lo potencia. Esto se explica si analizamos un cierto tipo
de conventos de clausura de la época. Caballeros, damas y sores
compartían tertulias y amistad. Las celdas venían a ser pequeños
y cómodos apartamentos que en el caso de Sor Juana estaba
inundado de 4.000 libros. Personajes como Carlos de Sigüenza Y
Góngora son amigos suyos, con los que intercambia pensamientos,
conocimientos y estilo literario.
La corte seguía en contacto con ella. La llegada de la virreina
María Luisa, condesa de Paredes, a la que le une una gran
amistad, la potencia enormemente. Años y años en los que se
fecunda literariamente y engendra toda su obra poética –
considerada como lo mejor del barroco hispánico - y, en menor
medida, dramática. Sus composiciones poéticas son requeridas
aquí y allá en la corte para diversos acontecimientos colectivos
y personales.
CON LA IGLESIA HEMOS TOPADO
Si ya en la sociedad civil era un ser atípico como mujer,
rompiendo los clichés de la época, terminó siéndolo más en el
ámbito religioso al entrar en una contienda teológica.
Todo comenzó (1690) a partir de un sermón que cincuenta años
antes pronunció el jesuita portugués Antonio Vieira y que ella
escuchara. Las ideas del tal sermón parecieron interesantes a
alguien y pidió que ella las pusiera por escrito. Diversas
copias cayeron de mano en mano. Una de ellas fue la de D. Manuel
Fernández de Santa Cruz, obispo de Puebla. Éste decidió
publicarla bajo el título Carta atenagórica (“propio de la
sabiduría de Atenea”). Precedía al escrito una carta firmada por
Filotea de la Cruz, seudónimo del obispo, con el fin de no hacer
oficial los consejos y admoniciones que el prelado impartía a
los lectores y a la propia Sor Juana.
El revuelo no tardó en aparecer. Ya había un primer escándalo,
dijera lo que dijera el escrito: una mujer no estaba dotada para
tratar temas teológicos. Tal parcela era patrimonio exclusivo de
los varones altamente intelectuales. En el obispo la cautela -
en su prólogo - no era tanto a nivel de contenido sino por la
preocupación de que un escrito expresado tan brillantemente
pudiera envanecer a la autora. Con su prólogo intentaba, pues,
disparar hacia dos flancos: atemperar – debido a su autoridad
eclesial -las voces de los escandalizables por ver surgir una
mujer teóloga y dejar que la tal mujer no olvidara la virtud de
la humildad. Así se explica la alabanza y la amonestación.
Aquí es donde entra el documento, antes citado, Respuesta a Sor
Filotea (1961), de Sor Juana. Los puntos centrales se concretan
en:
-
defensa del derecho de las mujeres al estudio
-
detallada narración de la vida y vocación de su autora.
-
ese ansiado estudio necesario para hombre o mujer, es con el
fin de llegar a la verdad y por lo tanto a Dios.
Ese mismo año una tal Serafina de Cristo escribe una misiva en
que defiende a Sor Juana de un desconocido acusador con motivo
de la Carta Atanagórica. Aunque tal escrito se atribuyó a la
propia Sor Juana, como autodefensa, hoy se sabe que no lo fue.
La última época de su vida está llena de incertidumbres. Su
biblioteca es vendida y el dinero se destina a los pobres. Ella
se recluye – no se sabe si voluntaria o involutariamente - en su
celda. Se habla de negros nubarrones cargados de represiones y
envidias propias de los conventos.
Una versión que puede expresar este languidecer parece tener
relación con el trágico 1692 en que una plaga destruye el grano.
Emerge la especulación y se encarece la vida en la Nueva España
provocando la hambruna. A nivel general hay como una
reconversión espiritual de la nación y esa riada arrastra a Sor
Juana. Con todo, en contra de lo que a veces se ha dicho, no
dejó del todo el mundo del estudio. Sí el del brillo
superficial, al retirarse de ciertos ambientes mundanos. Su
progreso espiritual le lleva a no poner el centro de su vida en
el conocimiento sino en la caridad.
Una epidemia asola el convento y ella, cuidando a sus hermanas,
cae enferma y muere el 17 de abril de 1695. En el libro de
Profesiones del Convento ella misma había escrito.
-
"Aquí arriba se ha de anotar el día de mi muerte, mes y año.
Suplico, por amor de Dios y de su Purísima Madre, a mis amadas
hermanas las religiosas que son y en lo delante fuesen, me
encomienden a Dios, que he sido y soy la peor que ha habido. A
todas pido perdón por amor de Dios y de su madre. Yo, la peor
del mundo: Juana Inés de la Cruz."
SU OBRA LITERARIA
Góngora, Quevedo y Calderón de la Barca se asoman a sus
escritos. La poesía lírica es su obra más apreciada y va desde
el pensamiento profundo, con gran carga filosófica, hasta lo
epigramático.
Otra parte la conforman los villacincos y sobre todo la poesía
amorosa que viene a ser considerada como de lo mejor escrito en
castellano en esa época. De especial mención es el poema Sueño.
En él se destaca su aspecto imaginativo y, posiblemente, es la
composición de mayor alcance poético en su lírica.
Su obra dramática, de menor producción, cuenta con El divino
Narciso, uno de sus autos sacramentales y la comedia profana,
como sucede con Los empeños de una casa y Amor es más laberinto.
Otros escritos son: Neptuno alegórico, celebración de la llegada
de los marqueses de la Laguna a la Nueva España y las
mencionadas Carta atenágorica y Respuesta a sor Filotea.
Los estudiosos de Sor Juana distinguen dos cualidades:
GRAN CAPACIDAD CREATIVA
Y
VALIENTE DIMENSIÓN POLÉMICA |
JOSÉ RAMÓN DIAZ SANDE
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