EL AMOR BRUJO
GITANERÍA EN UN ACTO Y DOS
CUADROS
1ª
Parte
Título
global: Dans
Nouveau
Coreografía: Rafael Amargo
Piano: Rafel Planas
Título: Pavana Para Una Infanta
Difunta
Música: Maurice Ravel
Intérpretes: Vanesa Gálvez / Carmen Angulo
(Infanta),
Leticia Castro, Jonathan Guijarro, Raúl Prieto,
Rubén Puertas,
Fabián Thomé, Fran Vilchez
Voz: Edith
Salazar
Título: Gymnopèdie Nº 1
Música: Eric
Satie
Intérpretes: Fabián Thomé (El Hombre),
Vanesa Gálvez/
Carmen Angulo (
La
Mujer), Yolanda Jiménez,
Jonathan Guijarro, Rubén Puertas,
Fran Vilchez, Raúl Prieto
Título: Goyescas (Intermedio)
Música: Enrique Granados
Cristina
Montalvo (La Monja),
Yolanda Jiménez (La Manola),
Rubén Puertas (El Torero), Raúl Prieto (El Guardia Civil),
Leticia Castro,
Jonathan Guijarro, Fabián Thomé,
Fran Vilchez
y Carmen Angulo
Título: Farruca (1943), Homenaje a
José Greco
Música: Roger Machado (Shubert Theatre
Orchestra (Grabación original)
Coreografía: José Greco
Baila José Greco II (hijo)
2ª
Parte
Título: El Amor Brujo, Gitanería en un acto y dos cuadros
Versión
1915
Música: Manuel
de Falla
Libreto: Gregorio Martínez Sierra y María Lejárraga
Coreografía: Rafael Amargo
Diseño de escenografía y vestuario: Roger Salas
Diseño
de iluminación:
Sergio
Spinelli
Diseño
de sonido: Javier
Isequilla
Diseño
Gráfico: Barbeito & Manrique
Ayudante de dirección: Douglas Mcnicol
Repetidora
y Coordinadora artística: Vanesa Gálvez
Ayudante
de escenografía: Rogelio
Quintana
Grabación
Orquestal, Dirección Musical: Edith Salazar
Orquesta
Clásica Amadeo Vives:
Violines 1º: David Moreira (Concertino) Y Moisés Gómez.
Violines 2º: Sonsoles Rodríguez Y
Osmay
Torres.
Violas: Ana María
Alonso y Marina Yakut.
Violonchelos: José María Mañero
Y Guillemo González.
Contrabajo: Francisco Ballester:
Flauta: Enrique Adam.
Oboe: José Ricardo Grau.
Trompa: Joaquín Carrasco.
Trompeta: José Miguel Sanbartolomé.
Piano: Luis Ramiro.
Percusión: Alfredo Anaya
Coordinador
De Orquesta: Luis
Muñoz
Intérpretes: Lola Greco/Carmen Ángulo
(Candela), José Greco (Gitano), Carmen Angulo (
La Luna), Edith Salazar/Pepa
Charro (2 Gitanas)
Bailaoras
y Bailaores: Carmen
Angulo, Leticia Castro,
Vanesa Gálvez, Jonathan Guijarro, Yolanda Jiménez,
Raúl
Prieto, Rubén Puertas, Fabián Tomé, Fran Vilchez
Bengues: Fabián Thomé, Jonathan
Guijarro
Realización
de escenografía: Grupo
Ink
Telón y
suelo del conjuro: Odeón Decorados
Realización
de vestuario: En
Escena
Realización
de zapatería: Don
Piel Flamenco
Realización
de máscaras: Guzmán
Nava
Pintura
Textil: Salas
& Quintana
Técnico
de sonido: Ricardo Peláez
Técnico
de iluminación: Carlos
Bessia
Regidor: Douglas Mcnicol
Maquillaje: Fabián Niño
Sastrería: Antoñita Hernández,
Mari Luz Teló
Producción: Noelia Muñoz
Producción
Ejecutiva: David
López
Dirección: Rafael
Amargo
Estreno en Madrid:
Teatro Alcázar,
10 - IX
-2008 |
LOLA
GRECO
JOSÉ GRECO
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En el 2003 Rafael Amargo
recurría a la primera versión de El amor
Brujo de Manuel de Falla,
estrenada en 1915 y desaparecida hasta que se descubrió en las bodegas del
teatro Lara, con motivo de una remodelación. Reencontrado el libreto original, el crítico y musicólogo Antonio Gallego estrena una versión en
concierto en
1987. A
partir de entonces no se prodigó mucho. En el Festival de Otoño de
Madrid de 1997 Ricardo Franco, ex
bailarín de la compañía Nacional de Danza, coreografió un montaje de
dicha versión para Esperanza Fernandez
que se enfrentaba con el baile, canto y texto, como se hizo con Pastora Imperio. Una de las razones de
ser tan remiso con su recuperación, puede deberse a la imposibilidad de
encontrar alguien que cante, recite y baile. Ya en su momento Pastora no quedó muy bien parada en eso
del recitar, según las crónicas de la época.
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Esta primera versión debió ser un
experimento novedoso y no conforme a unos cánones. Hay música, baile, canto y
texto hablado sobre la música en un entramado que no se parece a otro género
como podría ser la zarzuela o a la comedia musical, si nos atenemos a los
ingredientes. Aunque en su segunda versión deambuló claramente por la forma de
ballet, en esta primera versión se podría decir que esta dimensión balletística,
también, es el centro, lo cual no es extraño puesto que, como ya se sabe,
fue un encargo de Pastora Imperio –
bailaora por excelencia – que, por vez primera, se comprometía con un texto
recitado y canciones. Un experimento muy personal que en un futuro sería
irrealizable, ya que no es fácil encontrar una baialora/bailarina que aúna
todas estas cualidades. De hecho, según las crónicas, el semifracaso de aquel
estreno se debió a la deficiente interpretación textual de Pastora e incluso en el cante.
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La historia ocupa dos espacios: el cuadro primero la cueva de los gitanos, gitanos de Cádiz
y no del Sacromonte como el director musical Manuel Arbós escribió en la partitura de ballet de 1925, y por ello
las alusiones al mar y el Romance del Pescador. El cuadro segundo se
desarrolla en la cueva de la hechicera.
A Candela, gitana ella, le ha abandonado su novio, un gitano.
Acuna su tristeza. El rumor del mar justificará el Romance del Pescador. Las cartas del Tarot no le auguran un buen
porvenir y, desesperada, arroja incienso al fuego, que provoca
la Danza del Fuego como conjuro.
El intermedio musical permite la transición al segundo cuadro, al mimso timepo que prepara
la atmósfera.
Estamos en
la Cueva de
la Hechizera. Los fuegos fatuos y el graznido de las aves nocturnas acosan y persiguen a
Candela. Se finge bruja
para atraer a su ingrato amante mediante la magia, lo cual da pie a
la Danza de
la Tarántula. Con ella conjura los malos espíritus. Un rayo de luna desvanece la maldad.
Con el rostro velado, Candela
embruja a su amante. Fascinado y creyéndola la dueña de la cueva cae en
sus brazos. Se hace el día y las campanas del amanecer refrendan la
reconciliación de los amantes.
El ballet de 1925 y esta
Gitanería de 1915 lo más en común que
tienen es el principio y el final, y la música de Manuel de Falla.
Ciñéndonos a
la Gitanería, la abstracción de la historia de amor
no correspondido, nos lleva al misterio del amor: un sentimiento tan fuerte que
descontrola totalmente al ser humano en un momento muy concreto, cuando la
pasión le invade. Un sentimiento que no deja de ser enigmático e irracional, de
ahí toda la dimensión ocultista y mágica. Gregorio
Martínez Sierra y María Lejárra, su mujer – a estas alturas el
secreto está desvelado – como autores del libreto centran la historia en
el mundo gitano, probablemente, por lo que
tiene de pasional, mágico y “jondo”. A ello colabora de forma
especial la música de Manuel de Falla,
de la cual, ya, decir que es maestra es superfluo. Los muchos años de
vida y éxito la avalan, sean en esta versión, en la de concierto o de ballet. |
FOTO: JESÚS VALLINAS |
Rafael
Amargo con motivo de
la Quincena Musical de San Sebastián estrena una nueva
versión en las Cuevas de Zugarramundi,
lugar con historia de ocultismo y brujería.
FOTO: JESÚS VALLINAS |
El coreógrafo Rafael Amargo y el escenógrafo Roger Salas, imagino que este
espectáculo - tal cual se ha montado - surge en comandita, extraen del original
la esencia: el trallazo que es el amor y tratan de traerlo a nuestros días a
través de alguna coreografías de corte contemporáneo y con una escenografía y
vestuario que sin perder el origen ancestral de la gitanería, se acercan más a
nuestros tiempos. El tema del ocultismo y lo
mistérico ha vuelto con más presencia, pero sin encerrarse en cuevas materiales.
Por ello se han ideado unas estructuras de corte metálico – tipo andamio con
ruedas para las necesarias traslaciones - cubiertas con plásticos traslúcidos
sobre los que se ha dibujado, en línea, la esencia de la relación amorosa: dos
desnudos gigantes – sin cabeza – de estilo clásico en los que los genitales son
protagonistas. Al estar dibujados sobre paneles de plástico traslúcido, tales
transparencias tendrán su valor narrativo. En la estructura del centro: un corazón/víscera
en medio de unas ocres llamas. También una mano gigante con las líneas de la
quiromancia evoca las líneas del destino. Las fogatas son paralelepípedos en
plástico luminoso. Según informaciones de prensa, sobre el suelo del escenario
una espiral con el conjuro de la obra. Como telón de boca una gasa sobre la que
está pintada una carta boca abajo. Y tras este conjunto escenográfico las
paredes del propio escenario, en el que quedan al aire el telar, con sus barras
de luces y demás tramoya y los hombros del teatro, proporcionándole un cierto
toque brechtiano. Se trata, pues, de una escenografía con marcado carácter
simbólico, al mismo tiempo que pretenden adentrarse en la contemporaneidad y
hacer abstracción de la historia.
FOTO:
JESÚS VALLINAS |
El espacio escénico funciona en
cuanto que nos acerca la historia a nuestros días, y no sitúa la historia en un
ámbito más de tipo psicológico interno que en una fantasiosa narración externa.
Sin embargo, algo desconcierta. Se habla del suelo del escenario como elemento
narrativo/escenográfico. En un teatro como el Teatro Alcázar y similares, desde el patio de butacas el suelo no
se ve. ¿Se ha pensado para un tipo de teatro (pongamos el Teatro Madrid) en el que
los
espectadores están por encima del
nivel del suelo? Y en tal caso, la
coreografía exigiría una visión más cenital. Otro elemento que resulta
extraño es la grandiosa mano con las líneas del destino. Es un acierto,
pero, pronto, queda como arrinconada sin mayor protagonismo y sólo adquiere
cierto relieve a través de la gasa del principio.
Lo que he llamado toque brechtiano – las paredes del escenario y
sus tramoyas a la vista -, creo que aporta poco. Resulta todo muy confuso y
empastado, sobre todo en un espacio, como el del teatro Alcázar, que no es muy amplio. Hay demasiados elementos
ajenos a las ingeniosas y acertadas estructuras. La escenografía original
estaba pensada para las Cuevas de
Zugarramundi, las cuales no conozco, imagino que allí tendría más sentido,
y al constituir el fondo las paredes de la cueva las estructuras metálicas
cobrarían mayor relieve y estarían más aireadas. De no contar con un espacio
teatral similar a aquel y más amplio, me pregunto ¿no sería mejor recurrir
a la caja negra?
El vestuario, también de Roger, es un acierto concebido con una
gran significación simbólica y como tránsito entre la tradición y la modernidad.
Trabaja, no es la primera vez, con un vestuario sobre el que pinta los dibujos
cabalísticos. Para el personaje de Candela ha ideado unos trajes – rojo
y negro – con una hechura de corte moderno, destacando por su elegancia el del
segundo cuadro, el vestido negro. En esa línea de acercamiento está el vestir al
gitano con traje de chaqueta y corbata roja. La blanca y reluciente bata de
cola con ojos pintados en sus volantes, émula de la estela de un cometa, la deja para el personaje de
La Luna. En cuanto a la puesta en escena, no es posible calificarla
solamente como coreografía en el sentido más puro del
término. Hay que destacar diversos niveles: El del
texto, el de las canciones y el de la danza.
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LA LUNA
FOTO:
JESÚS VALLINAS |
Rafael
no ha caído en la tentación de recurrir a una sola intérprete para texto,
canciones y baile. Prudencialmente ha repartido estos menesteres: baile y
discreto texto para Candela (Lola Greco/Carmen Angulo), texto más amplio para
una gitana
(Pepa Charro) y canciones para la
otra gitana
(Edith Salazar).
CANDELA
FOTO:
JESÚS VALLINAS |
Los textos son creíbles tanto
por parte del personaje de Candela, como del gitano. Esta observación sobraría
en un teatro exclusivamente de texto. Aquí tiene su interés una vez que parte
de los textos, de corte poético, se encomienda a bailaores. Candela
y el gitano
además de bailar, su principal encomienda, tienen que recitar.
En la representación a la que asistí el Viernes 12 de abril
bailaba Carmen Angulo sustituyendo a
Lola Greco, en el papel de Candela.
Tanto ella como José Greco salen
bien parados. Textos más largos se encomiendan a Pepa Charro, eficaz actriz de texto que, con discreción, acuna sus
textos con cadenciosos pasos, apuntes de discreta danza, ya que recita sobre
música.
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En el original Pastora
Imperio había pedido canciones para interpretarlas ella. No es fácil
encontrar un todo terreno que cante y baile. En la versión de Rafael Amargo las canciones se
encomiendan a una cantante. En este caso a la gitana que encarna Edith
Salazar de espléndida voz matizada, en la que sobresalen unos bajos seguros
y profundos. No es una voz que suena en algún lugar ingoto, como sucede en la
versión de ballet, sino que se incorpora a la acción dramática.
FOTO: JESÚS VALLINAS |
Aunque en esta primera versión
sus creadores no hubieran pretendido un ballet, ni una zarzuela, hay que
reconocer que, a la larga, la parte de danza es fundamental y protagonista. Por
ello, no es extraño que haya evolucionado a una versión balletística. Rafael Amargo crea una coreografía
trazada en dos líneas: una más purista engarzada en el flamenco para las danzas
centrales de la pareja o los solos y otra más contemporánea para los bailes de
grupo, que encarnan las
obsesiones y deseos interiores de Candela.
El tránsito de una a otra se consigue con fluidez. Sirva de
ejemplo, a nivel coral, el austero zapateado del inicio en la línea más
tradicional, que se transforma en formas más contemporáneas como es el asedio
de las inquietudes de la protagonista, plasmados en unas máscaras y un
vestuario en negro a medias entre las aves maléficas y un sabor a sadomasoquismo.
FOTO: JESÚS
VALLINAS |
Carmen
Ángulo es bailarina con garbo y maestría y con gran fuerza como demuestra
en las danzas a dúo. En cuanto a José
Greco sobresale con seguridad y potencia, principalmente, en el estilo más
purista de su baile flamenco, mientras que, en el inicio, los movimientos de
corte más contemporáneo no se acomodan a su figura. Están pensados, en
movimientos y vestuario, para bailarines
de cuerpo más grácil. A destacar sobremanera los pasos a
dos.
Más desangelada queda la coreografía pensada para
La Luna y no creo
que sea problema de interpretación. |
Ya he hablado del valor simbólico de la escenografía y quisiera
añadir como acierto, su incorporación a la danza como sucede en el
ensueño-deseo carnal de Candela. Su danza de deseo se
prolonga sobre las transparencias, a través de las cuales se evoca el cuerpo
humano semidesnudo de los bailarines y el desnudarse y vestirse del gitano.
Dicho todo esto y reconociendo
ciertos valores, existe, a nivel general, como un apelotonamiento de las
figuras humanas y escenográficas. Por ejemplo el tratamiento del personaje de
la gitana
interpretado por Edith Salazar, en
la primera parte queda como desencajado espacialmente al venir justificado
solamente en sus intervenciones cantadas. Desde el punto de vista emocional no siempre nos impacta y vuelve a sobresalir
las danzas y sobre
todo la música de Falla. Requeriría un nuevo planteamiento espacial, al contar
con otros espacios que no son los de aquella cueva guipuzcoana. |
FOTO: JESÚS VALLINAS |
PAVANA
PARA UNA INFANTA DIFUNTA
FOTO: JESÚS VALLINAS |
El programa se complementa con
una primera parte titulada Dans Nouveau,
que consta de varias coreografías de corte moderno de autores contemporáneos a Falla. Llama la atención la
vocalización y expresión sonora de Edith
Salazar en Pavana para una infante
difunta de Maurice Ravel. Goyescas de Granados, se aprovechan para una amable ironía sobre una
España de los años 30 y 40, que viene reforzada por una sugerente
película de toros, amores y muerte. Carmen
Ángulo
interpreta un baile trazado sobre la llamada danza española. Esta
primera parte se ve con agrado y muestra otra faceta de
la Compañía de Rafael Amargo. Siendo una
compañía de corte flamenco y danza española, abre sus horizontes
a una modernidad, como lo hacen muchas compañías de ballet clásico. |
Como homenaje a José Greco
senior, su hijo José Greco
interpreta con energía
la Farruca de 1943 que
hizo famoso a su padre.
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