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LA TRAVIATA

Título: Traviata
Ballet- melodrama en 2 actos
Libreto: N. Kasatkina y V. Vasilev basado en la historia
de “La Dama de la Camelias” de Alejandro Dumas - el hijo
Música: G. Verdi
Redacción y coreografía: N. Kasatkina y V. Vasilev
Diseño del decorado y del vestuario: E. Dvorkin
Solistas:
EKATERINA BEREZINA (Margarita Gautier, la cortesana),
ION KUROSHU /ALEXANDER ORLOV (Armando Duval, joven poeta), VLADIMIR MURAVLEV /ANDREY CHERKASOV (Conde, protector de Margarita), NATALIA ZHARKOVA (Olimpia, Alcesta),
ION KUROSHU /ALEXANDER ORLOV (Apolo)
Compañía: Ballet Clásico de Moscú
Estreno en Madrid: Teatro Gran Vía, 16-X-07

La Traviata (La descarriada) es de las óperas más populares y una gran mayoría del público conoce las aventuras y desventuras, incluida la muerte, de Margarita Gautier, más que la novela original: La Dama de las Camelias de Alejandro Dumas (hijo).  El cine se ha ocupado en diversas ocasiones de la rica cortesana de París, siendo un título mítico la versión de Greta Garbo. Esto tiene sus pros y sus contras. A su favor está en que el público conoce de antemano la historia y la sigue más fácilmente. En contra el que es imposible no evitar comparaciones. Con este riesgo el Ballet Clásico de Moscú ha coreografiado este, siempre atractivo, melodrama y lo ha denominado ballet-melodrama.
 
No es la primera vez que a partir de partituras de ópera se ha montado un ballet. Por ejemplo el tema de Carmen ha sido de lo más socorrido y últimamente Ramón Oller  ha coreografiado el argumento de Madama Butterfly. Y ha habido las dos tendencias: coreografiar sobre Suites de la ópera o bien hacerlo sobre fragmentos orquestales y cantados de la partitura de la ópera. Tanto uno como otro han funcionado.

En esta ocasión se ha reelaborado la partitura musical a partir de los principales temas que Verdi compuso y que son claves en la historia. En el programa de mano no se nos informa quién o quiénes han sido los autores, qué orquesta la ha interpretado y bajo qué batuta. Sea quienes fueran, lo han hecho muy bien y la partitura sobre la que se baila, toma entidad propia como música de ballet.

La historia de La Traviata, es sobradamente conocida: Un joven de buena familia de París se enreda con una prostituta de lujo y vive amancebado con ella. Tal decisión afecta al buen nombre de la familia y el padre del joven pide a Violeta – nombre operístico de la descarriada – que renuncie a su hijo. La gran licenciosa es capaz de dicho sacrificio. Cuando mese más tarde Alfredo la reencuentra y ambos redescubren su mutuo amor, es demasiado tarde. Violeta morirá de tuberculosis.
ESTRENO DE LA TRAVIATA
(ÓPERA, 1853)

En el momento de su estreno se daban varios ingredientes que provocaron el escándalo: la historia se desarrollaba en la época  contemporánea del momento – año 1853 -; se ensalzaba a esa prostituta al ser capaz de sacrificarse por su verdadero amor, que en realidad estaba acorde con aquel precepto evangélico “las prostitutas os precederán en el reino de los cielos”, y mostrar, con naturalidad, el amancebamiento. Tales fueron las presiones previas de la censura que como en Rigoletto, se cambió la fecha. La Traviata del estreno se fechaba en el siglo XVIII (1700), en vez del 1853. Fue un fracaso. Posteriormente recobró su fecha inicial: ese 1853. Una de las últimas versiones la trasladó a la época hitleriana.

Como tal la historia podría ser tema de un ballet clásico, pero a nivel de estructura dramática cuenta con varias dificultades. Es obra de interiores y salvo el primer acto y el tercer acto – o el segundo cuadro del Acto II, esa es otra clasificación – el resto no es nada coral, sino intervenciones, casi exclusivamente, a dúo. Tal estructura lo pone difícil para un ballet. No obstante este escollo ha sido sorteado con inteligencia. Se ha creado una dramaturgia muy coral en la que se combinan cuerpo de baile y pasos a dos.

El ballet está dividido en dos partes. La primera con cinco cuadros y la segunda con 7 cuadros. A lo largo de las dos partes se insertan lo que se llaman visiones de Margarita GautierVioleta en la ópera. Estos insertos visionarios dan pie para crear coreografías de conjunto, amén de las que se desarrollan en las distintas partes de la narración. La dramaturgia posee un gran acierto al combinar, equilibradamente, diversas posibilidades para la danza de conjunto y pasos a dos. Creación de la dramaturgia y reelaboración de la partitura de Verdi, hacen de esta Traviata un auténtico ballet. El libreto un acierto de N. Kasatakina y V. Vasiliov. Comenzamos con el final: el cementerio y su tumba y después un gran Flash back. Tal arranque es, en realidad, su visión obsesiva sobre la muerte.

Al ser el Ballet Clásico de Moscú el responsable de la coreografía, éste se mantiene, a nivel de danza, fiel a un vocabulario clásico sin concesiones a otras formas, lo cual no es fácil. Con todo, hay una diferencia con el estilo tradicional: olvida los exhibicionistas virtuosismos y pone la danza al servicio de la narración. También elimina, prácticamente, la pantomima. Esto no quiere decir que no reelabore danzas provenientes de otras fuentes. Por ejemplo, al comienzo en el teatro de Variedades, asistimos a lo que tradicionalmente se la ha llamado “Can-Can”. Sería burdo acudir a la mimetización de la danza Can-can. Verdi no compuso música de Can-Can. No obstante hay una reelaboración muy inteligente del movimientos de las bailarinas que sugieren tal baile, dentro de los códigos clásicos. De esta forma la animada música de Verdi – que no es para nada la del Can-Can que después populizaría Offenbach en su Orfeo en los infiernos (1858) – engarza muy bien con ese evocador can-can y sus notas se acomodan bien al baile. En esta misma secuencia es un acierto la alternancia lírica del tema de amor de Margarita, más espiritual. Algo similar se hace con las danzas zíngaras en la casa de Olimpia.

De igual manera se sabe explotar lo que en el original es la casa de campo donde Margarita y Alfredo viven su amor. Ese ambiente plácido sugerido orquestalmente  por el aria del padre de Alfredo: Di Provenza il mar, il suol se aprovecha para el ambiente campestre en el que intervienen amigos jugando con las raquetas y esa misma idea de placidez se traslada a otras escenas como son el barco, el balneario etc. creando danzas de conjunto. Preferentemente es una obra coral, en la que se van salpicando, discretamente y con acierto, los pasos a dos. A resaltar el emotivo final carnavalesco, mezcla de realidad y del mundo onírico en que Margarita se multiplican a través de sus vestuarios.

Sin embargo, a pesar de todos estos ciertos coreográficos, personalmente me resultan flojos balletísticamente dos momentos cruciales: El final de la primera parte  y el final de la segunda. La primera parte termina con la desesperación de Alfredo y el gran dolor que Margarita siente con su sacrificio. Tal dolor de Margarita se resuelve no tanto balletísticamente sino a nivel de pantomima. Se pierde una  brillante caída de telón si se hubiera elaborado un solo, aunque fuera breve, para la bailarina. Algo similar sucede con el final. Alfredo, en su desesperación, recoge en brazos el cuerpo de Margarita y avanza hacia el proscenio. No hay más. En ese momento me vino a la mente  una versión rusa de Romeo y Julieta ambientada en la época de la revolución rusa de octubre, en la que al final hay una preciosa y emotiva danza de Romeo con el cuerpo muerto, y por lo tanto pesado, de Julieta en sus brazos.  

A pesar de la cantidad de escenas en lugares distintos, se ha sabido encontrar las soluciones escénicas en modo de no perder ritmo.

No hay que volver a repetir – ya lo apuntaba con La Bella durmiente – el buen hacer de los bailarines y de sus protagonistas Ekaterina Berezina e Ion Kuroshu.


José Ramón Díaz Sande
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