No hay burlas con el amor. Crítica. Imprimir
Escrito por Eduardo Pérez Rasilla.   
Domingo, 04 de Abril de 2010 18:08

NO HAY BURLAS CON EL AMOR
CALDERÓN DE VERANO

[2008-09-05]

La mujer desamorada es un tópico recurrente en la historia de la comedia.


NO HAY BURLAS CON EL AMOR
Calderón de verano

Título: No hay burlas con el amor
Autor:
Pedro Calderón de la Barca
Versión: Domingo Miras y Manuel Canseco
Figurines: Juan Antonio Cidrón
Escenografía: T. del Sol
Diseño Luces: Manuel Canseco
Realización Vestuario: Peris Hermanos - Gabriel Besa
Realización Decorado: T. Baynton - Galileo Teatro,­ Carlos Carballo
Zapatería: París - Antonio Hidalgo
Pelucas: Selina
Sombreros: Concha López
Maquinaria: Carlos Dorrell
Auxiliar Técnico: Gorka Romero
Iluminación: Javier Botella
Sonido: Milán Acústica
Administración: Sylvia Peleija
Ayudante Dirección: Pedro Forero
Ayudante Producción: Raquel Berini
Producción: Escenarios Virtual es S.L.
Intérpretes: (por orden de intervención) Gabriel Moreno (D. Alonso de Luna), Pablo Alonso (Moscatel), Alberto Closas (D. Juan de Mendoza), Pedro Forero (D. Luis de Osorio), Víctor Benedé (D. Diego), Cristina Palomo (Dª Leonor), Natalia Jara (Inés), Alejandra Torray (Dª Beatriz), Joan Llanéras (D. Pedro Enríquez)
Dirección: Manuel Canseco
País: España
Idioma: español
Duración aproximada: 1h 40’
(intermedio: 15 minutos)
Estreno en Madrid: Los Jardines Galileo,
10 – VII - 2008

JOAN LLANÉRAS/PEDRO FORERO
VÍTOR BERNEDÉ

GABRIEL MORNEO/ALEJANDRA TORRAY


JOAN LLANÉRAS/
ALEJANDA TORRAY
La mujer desamorada es un tópico recurrente en la historia de la comedia. Con alguna frecuencia ese retrato de mujer se adoba con el ingrediente de la pedantería,  con lo que la sociedad masculina  considera exceso de sabiduría cuando de una mujer se trata.  Sin embargo, y más allá de la inoportunidad de este juicio, si se tomara en serio, ha de convenirse en que Calderón logra un agudo y desmesurado retrato del personaje – femenino en este caso - que esconde tras la palabrería alambicada e insufrible su negativa a las complejas vicisitudes que exige la seducción amatoria. Y tal vez convenga considerar, desde nuestra perspectiva contemporánea, que la decisión de refugiarse en las letras por parte de esta muchacha imaginada por Calderón acaso constituía una forma de defensa y de protesta frente a las insoportables exigencias del honor y el decoro a que se veían sometidas las mujeres en sus relaciones amorosas.


PABLO ALONSO/NATALIA JARA
El tópico teatral requiere que la mujer desdeñosa se vea finalmente atrapada en las redes amorosas y ceda gustosa ante las proposiciones que se le presentan. Simétricamente, el galán burlón y esquivo al amor, es también arrebatado por la pasión, y el excepcional desorden queda finalmente subsanado en el convencional final feliz.  Mientras tanto, la condición de quienes rehuían el encuentro amoroso ha proporcionado hilarantes situaciones, más brillantes en el caso del personaje femenino, Doña Beatriz, cuya proclividad a expresarse en un lenguaje desmedidamente culterano la convierte en una mujer chirriante y necesariamente antipática en un primer momento, aunque el proceso al que le conduce su propia intransigencia la reconciliará finalmente con los demás personajes y con el espectador.  Se trata, y es preciso entenderlo así también, de un magnífico papel para el lucimiento de una actriz, de un ejercicio de teatralidad, de una exhibición de dominio del género de la comedia, que se prolonga en un alarde de recursos, recurrentes en el género, como los engaños, las confusiones, las coincidencias y, sobre todo,  los juegos de escondites, puertas y escapatorias que han llevado a imaginar a Calderón como un precursor del vodevil en lo que atañe al uso de determinados efectos escénicos y en el desenfado con que los aborda.
 

CRISTINA PALOMO/ALBERTO CLOSAS
El espectáculo de Canseco ha procurado, sobre todo, dos cosas: aligerar el texto en lo que a su duración se refiere y construir un entramado teatral sencillo y limpio, que permita extraer las virtudes cómicas de No hay burlas con el amor, de manera que la comedia calderoniana llegue sin dificultades y con eficacia al público veraniego que ocupa – abarrota - la terraza contigua al teatro Galileo.  Los dos propósitos se consiguen. El espectáculo apenas sobrepasa la hora y media – intermedio incluido - y los espectadores parecen entregarse gozosos a los lances imaginados por don Pedro, a juzgar por sus reacciones, al menos en el día en que asistí a la función.  La escenografía se ha integrado en el espacio escénico que la alberga y  ha hecho visibles al público salidas, recovecos e incluso escondites, de manera que se adviertan sin mayores problemas los mecanismos teatrales de la comedia.

La caracterización de los personajes se apoya en una interpretación muy marcada, clara y sin complicaciones, al servicio de la acción cómica, y en un vestuario vistoso y deliberadamente recargado – como el lenguaje de la protagonista - en el que predominan los tonos azules y blancos, lo que proporciona un aire ingenuo y alegre al espectáculo. Especialmente agradecidos resultan los personajes de la protagonista, doña Beatriz, y los de los criados, Inés y Moscatel. Los actores que los encarnan acometen con entusiasmo y empeño su tarea y arrancan las risas del público.
C. PALOMO/J. LLANÉRAS/A. TORRAY
N. JARA
FOTOS: MANUEL CANSECO

No hay burlas con el amor consigue llenar un hueco en la programación teatral veraniega. No es esta una virtud menor. Las circunstancias festivas de la representación, las fechas en las que se exhibe, el prestigio creciente de los clásicos del siglo de Oro, la adecuada elección del texto, sumadas a la experiencia profesional y de gestión que tiene Manuel Canseco pueden ser las causas que coadyuven al éxito de público.


Eduardo Pérez – Rasilla
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Última actualización el Sábado, 01 de Mayo de 2010 11:37