Los cuernos de Don Friolera. Crítica. Imprimir
Escrito por Jereónimo López Mozo.   
Domingo, 04 de Abril de 2010 08:30
LOS CUERNOS DE DON FRIOLERA
SAINETE TRUCULENTO

[2008-07-17]


Valle-Inclán ha sido y es el sueńo de muchos directores de escena.



 


LOS CUERNOS DE DON FRIOLERA
Sainete truculento

Título: Los cuernos de don Friolera.
Autor: Ramón María del Valle-Inclán.
Dramaturgia: Ángel Facio.
Escenografía: Almudena López Villalba.
Vestuario: Begoña del Valle-Yturriaga.
Iluminación: Jaime Llerins.
Ayudante de vestuario: Sonia Ofelia Santos
Ambientación de vestuario: María Calderón
Banda sonora: Jesús Martínez
Fotos de ensayos: Javier Naval
Utilería: Susana Moreno
Peluquería y maquillaje: Antoñita,
viuda de Ruiz
Cartel: Miguel Zapata
Realización vestuario femenino: Rocío Pañero
Diseño gráfico: Vicente A. Serrano
Dirección técnica: Ernesto Ruiz Mateos
Produción ejecutiva: Sonia de Rojas
Asistente de dirección: Alfredo Angarita
Ayudante de dirección: Celia Nadal
Producción: Teatro Español
Intérpretes: Alfonso Delgado (elciego/Nelo El peneque), Inma Cuevas (La moza/Manolita), Manuel Millán (Don Estrfalario/Niño del melonar), Antonio M.M. (Don Manolito/Un  limpiabotas), Pepe Soto (El Bululú/Coronel Pancho Lamela), Josema Díez-Pérez (Rapaz del Bululú) , Rafael Núñez (Don Friolera), Luis Arrasa (El cabo Alegría/Cardona), Nancho Novo (Pachequín), Teté Delgado (Doña Loreta), Isabel Ayúcar (Dpña Tadea), Sergio Macías (Don Lauro Rovirosa), Gloria Villalba (Doña Calixto), Diego Pizarro (Barallocas), Fernando Ruíz (Teniente Campero), Pepe Maya (Curro Cadenas) y Mahue Andúgar (Doña Pepita).
Dirección: Ángel Facio.
Estreno en Madrid: Teatro Español,
26
-VI-2008.

telé delgado/nancho novo
FOTO: ROS RIBAS

RAFAEL NÚÑEZ
FOTO: JAVIER NAVAL


FOTO: JAVIER NAVAL
Valle-Inclán ha sido y es el sueño de muchos directores de escena. Desde que la censura levantó la veda, y aún antes, pues en los años sesenta ya era representado por los grupos de teatro universitario, las puestas en escena de su obra dramática se han sucedido con desigual fortuna, sobre todo cuando de los esperpentos se trataba. Ha habido representaciones abominables y algunas aceptables, pero puede decirse que ninguna de estas últimas ha satisfecho plenamente, no ya a la crítica, sino a sus propios realizadores. Pocos reconocían en aquellas puestas en escena el esperpento y dado que entre sus directores e intérpretes estaban los más acreditados de nuestro teatro, va siendo hora de que nos preguntemos si el genial invento de Valle no fue un regalo envenenado para los que quieren recrearlo sobre el escenario. Visto lo visto, está claro que da más quebraderos de cabeza que satisfacciones. Cuando nuestros  profesionales se ven obligados a definir el esperpento, suelen recurrir a lo que el propio Valle dijo de él, sin añadir nada de su cosecha. Todos aluden a los espejos cóncavos del callejón del Gato y a los héroes clásicos que se pasean por él, a Goya, al temblor de las fiestas de toros, al compadre Fidel, a la superación del dolor y de la risa y a las conversaciones de los muertos al contarse historias de los vivos  Cuando son los estudiosos los que teorizan sobre el esperpento, llegan más lejos y ahondan más. La razón, a mi modo de ver, es que estos lo consideran, en esencia, un género literario en el que farsa y tragedia se funden. Es, pues, una cuestión de lenguaje. Luego, si se quiere, se puede hablar de estética. Ignorarlo ha sido, tal vez, la razón de tanta insatisfacción, cuando no fracaso.


RAFAEL NÚÑEZ/TETÉ DELGADO
FOTO: ROS RIBAS
Ángel Facio, al abordar este proyecto acariciado durante largo tiempo, no ha ignorado los fiascos sufridos por quiénes le han precedido, y ha tratado de descubrir sus errores para evitarlos. En su opinión, la obra es una cabriola costumbrista, apenas un sainete violento. En declaraciones previas al estreno, ha llegado a calificarla de berrido realista. No comparto su idea. En lo que sí coincido con él es en otra de sus afirmaciones: que desfigurar lo que ya ha desfigurado el propio autor es una equivocación.

 

El resultado es correcto en líneas generales y tiene momentos felices, como la excelente escena del bululú y sus muñecos. Pero tampoco despeja las dudas existentes sobre el esperpento y su representación escénica. Y no lo hace, porque Facio, que de acuerdo con su criterio no ha buscado tres pies al gato en el asunto del esperpento, se ha ido directamente al sainete, pero el sainete que le ha salido no se diferencia en su hechura del modelo clásico, siendo el grotesco texto con su descoyuntamiento de la realidad el que le eleva a categoría superior. La escenografía de Almudena López Villalba da al espectáculo cierto aire costumbrista. Dividido en dos niveles, el superior, reservado a las dependencias cuarteleras del cuerpo de carabineros, resume la garita que describe Valle y el mirador en el que los compañeros de armas de don Friolera deciden su destino. En el nivel interior, una plazoleta de fachadas encaladas y floridos adornos, está flanqueada por la casa del protagonista y la barbería de Pachequín, que, en esta puesta en escena, sustituye a su alcoba. Sobre este conjunto, dominándole, se sitúa el ventanuco por el que asoma su cabeza la cotilla doña Tadea. Cuando es preciso, el billar de doña Calixta, aquí taberna, ocupa, mediante desplazamientos de la escenografía, este  espacio. El conjunto proporciona al espectáculo un barniz quinteriano que refuerza la imagen de sainete.


FOTO:
RAFAEL NÚÑEZ

El ritmo de la representación sufre altibajos subsanables que nada tienen que ver con los problemas de fondo de la puesta en escena. En el terreno interpretativo, Facio no ha predicado con el ejemplo. Su afirmación de que es conveniente que los rasgos de los actores coincidan con los descritos por Valle con el fin de evitar tener que imitarlos mediante el  recurso de la caricatura, sólo se cumple en algunos casos, entre ellos en el de Rafael Nuñez, que borda su Friolera. No sucede lo mismo con doña Loreta y Manolita, interpretadas, respectivamente, por Teté Delgado e Inma Cuevas. En  ambos casos, la deformación valleinclnesca ha sido elevada a extremos sorprendentes. En el caso de la segunda, malentendiendo la comparación que se hace en el texto con una muñeca de feria, la niña ñoña e inocentona que es, nos es presentada como una deficiente mental, que, al no ser dueña de sus actos, se comporta como una payasa. En cuanto a Nancho Novo, que es un buen actor, su físico responde al cuarentón Pachequín, pero su trabajo se ve perjudicado por su excesiva preocupación por subrayar la cojera de su personaje. En el resto del reparto, se tiende a la transformación de los gestos en máscaras. Sobran también, por innecesarias, algunas acciones, podríamos decir que redundantes, que nada añaden a la definición de los personajes, como aquella en que doña Tadea se orina en el agua de la bañera con la que, segundos después, don Friolera se lavará la cara.


JERÓNIMO LÓPEZ MOZO
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Última actualización el Jueves, 29 de Abril de 2010 11:19