Agnes de Dios. Crítica. Imprimir
Escrito por José R. Díaz Sande.   
Sábado, 27 de Marzo de 2010 20:21









AGNES DE DIOS
LOS INTRINCADOS RECOVECOS
DEL ALMA HUMANA

[2007-12-20]

Agnes de Dios es un texto de 1980, por lo tanto tiene unos cuantos años encima.


AGNES DE DIOS
LOS INTRINCADOS RECOVECOS
DEL ALMA HUMANA

Título: Agnes de Dios
Autor: John Pielmeier
Versión: Fernando Méndez-Leite
Espacio escénico: Javier Artiñano
Iluminación: Ángel Palomino
Vestuario: Roberto Verino
Fotos: Javier Naval
Fotografías y diseño gráfico: Ouka Leele
Director de Producción: Ángel Gonzalo
Producción: Nueva Comedia y AUNO
Intérpretes: Cristina Higueras (doctora Martha Livingstone), Fiorella Faltoyano (madre Miriam),
Ruth Salas (hermana Agnes, novicia joven)
Dirección: Fernando Méndez-Leite
Duración: 90 minutos (sin inerrupción)
Estreno en Madrid: Teatro Albéniz, 5 – XII – 2007  

FOTO Y DISEÑO: Ouka Leele

Agnes de Dios es un texto de 1980, por lo tanto tiene unos cuantos años encima. En España se divulgó a través de la película de Norman Jewinson y como gancho – al ser un juego de actrices – la interpretaban Jane Fonda y Anne Bancroft. Después de todos estos años lo recupera la productora de Cristina Higueras, Nueva Comedia. Dejando de lado otras motivaciones, está claro que es un texto que a nivel de posibilidades para una productora privada es más fácil de abordar: tres actrices y un espacio escénico polivalente. También está el cebo de interpretación. Se trata de un texto de actores, en el que el buen decir de la palabra y los matices interpretativos pueden satisfacer a las actrices. Y en cuanto al contenido, aún prescindiendo de la controversia ideológica de fondo, mantiene el interés pues transcurre por la vía de la intriga. Hay algo más, el equipo de actrices Cristina Higueras y Fiorella Faltoyano  y el director Fernando Méndez-Leite, había funcionado en el anterior montaje de Nueva Comedia: La Calumnia. ¿Por qué no repetir la fórmula?
 


FIORELLA FALTOYANO
CRISTINA HIGUERAS
FOTO: JAVIER NAVAL
Todo esto viene a cuento porque Anges de Dios, es un inteligente texto que puede leerse a diversos niveles y por lo tanto interesar a un amplio espectro de público. Y de hecho interesa. Baste decir que en el patio de butacas hay un silencio expectante durante toda la representación, ante la intriga de ese bebé dado a luz – y posteriormente asesinado, por no sabemos quién -  por una joven novicia en un convento de clausura, cerrado a cal y canto al mundo a excepción de la entrada de su capellán, un anciano que no parece poder tener muchas fuerzas para dedicarse a embarazar vírgenes. Y aquí está la intriga, que, lógicamente, no desvelaremos.

John  Pielmeier es el dramaturgo que se sintió impactado por esta noticia aparecida en el periódico. Sin necesidad de poseer más datos, la imaginación de cualquiera se puede disparar hacia muchos ámbitos. No es nuevo el hecho de que una joven de a luz y mate a su bebé. Es la secuela de algunos mundos de la inmigración. Lo que ya resulta más enigmático es que esa joven sea una inocente e ingenua novicia de vida contemplativa sin posibilidad de acceso al exterior. La única explicación es que alguien la ha visitado. Pero tal visita puede ser la de un hombre, la explicación racional, o bien una intervención divina o demoníaca, la explicación espiritual. Esta última surge de ciertas manifestaciones en la propia novicia, como son las llagas de sus manos. Y como trasfondo, al moverse los personajes en un contexto católico,  está el referente de la concepción virginal de María. Si se dio una vez, podría darse otra, al faltar una explicación racional más convincente.
FIORELLA FALTOYANO/ RUTH SALAS
FOTO: JAVIER NAVAL

Puestas las cosas así, el texto ofrece varios niveles. El más elemental, el de un género de intriga – el llamado “triller” –, que es el que más nos mantiene interesados. Otro nivel es el recurrir a los dos tipos de explicaciones mencionados y por lo tanto a volver a recapacitar sobre la controversia ciencia y religión. Por último el análisis de la desconcertante personalidad de la novicia Agnes, rayana en lo patológico, que no sabe lo que le ha sucedido, e incluso se sorprende de que de su seno salga un bebé.

El “triller” no lo voy a desvelar. No sería justo. Sin embargo sí podemos indagar en los otros dos niveles. John nos presenta tres personalidades: la psiquiatra Martha  Livingstone; Miriam, la superiora del convento, y Agnes, la novicia. Tres mujeres, de formación católica, que abordan el acontecimiento desde tres perspectivas.


FIORELLA FALTOYANO
CRISTINA HIGUERAS
FOTO: JAVIER NAVAL

La psiquiatra ha abandonado el catolicismo e intenta buscar una explicación en el ámbito científico, no solamente porque se lo pide su profesión, sino también por haber dejado a tras sus creencias, donde el milagro podría darse. La madre superiora prefiere echar tierra sobre el asunto, pero no excluye, sinceramente, la posibilidad de una explicación más trascendente. Lo que no queda claro, al principio, es hasta qué punto usa el elemento trascendente como convicción propia o como arma defensiva. Y por último está Agnes que, en nuestro siglo XXI y ni siquiera en el 1980 cuando se escribe la obra, nos desconcierta por su ingenuidad  e ignorancia biológica. En principio, sus reacciones y explicaciones solamente pueden encuadrarse en un cuadro patológico. No obstante, no hay que llegar a ese extremo, pues así como el amor terrenal mistifica a la pareja y todo se sublima, más aún puede darse en quienes se polarizan hacia ese amor al que se han consagrado (Jesús) que en las terminologías espiritualistas y conventuales le dan la categoría de esposo. El “handicapp” de Agnes es el reunir las dos cualidades: ser joven y ser novicia. El ser joven le lleva al idealismo y el ser novicia a la sublimación de sus inquietas hormonas.

La virtud del autor está en buscar el lado poético de esta extraña situación. Podría haber degenerado en una denuncia de lo absurdo del mundo conventual, y por extensión del mundo religioso, que crea tales personalidades patológicas, o bien en una abstracta disputa de racionalismo y fe. No es así. Para poder crear mayor complejidad parte de una inteligente premisa: las tres mujeres tienen una educación católica. Aunque la psiquiatra ha renegado de su fe, el mundo de lo trascendente le es familiar. En cuando a la madre superiora, representante oficial de la fe, es menos trascendente de lo que parece. John Pielmeier se ha sentido obligado a justificar este aspecto al concebir este personaje como una viuda con hijos y que ha entrado en el convento tardíamente. No era necesario,
ya que en el 1980 el Concilio Vaticano II  había aggiornado el mundo de los hábitos - aunque no todos,
claro está – y se comenzaba a tener los pies sobre el suelo.

CRISTINA HIGUERAS
RUTH SALAS
FOTO: JAVIER NAVAL

A lo largo de 90 minutos – concentración del tiempo de varios meses – las posiciones ideológicas de la psiquiatra y la superiora, se intercambian de modo más complejo. En su relación surgen sus pasados que explican, en parte, sus posiciones ante la vida y descubrimos en ellas una gran humanidad, humor e incluso complicidad. Agnes termina por ser una hija a la que quieren comprender y salvar. El personaje más desconcertante y enigmático es el de la novicia Agnes que viene a ser como un calidoscopio. Depende desde donde se contemple. En el nivel de lectura de “triller”, encarna al de la acusada y lo que en un juicio se resuelve a través de testigos, aquí avanzamos a través de interrogatorios que intentan desvelar la psique de una enferma de histeria. La alternancia entre el desarrollo humano de la psiquiatra y la madre superiora y las declaraciones de la propia Agnes llenan de humanidad la historia.


FIORELLA FALTOYANO
CRISTINA HIGUERAS
FOTO: JAVIER NAVAL
Lo que sucede es que Agnes queda bloqueada en sus declaraciones y John Pielmeier busca el camino más facilón para desbloquearla y contarnos lo que sucedió: la hipnosis. Digo facilón, porque la hipnosis no siempre es un método fácil y fiable. En los años 1980 ya se había desmitificado la excesiva importancia que se le había dado. Da la sensación de que John no sabe cómo salir del atolladero y lo resuelve de un plumazo. También parece preocuparle mucho que psiquiatra y superiora se enteren de lo ocurrido, cuando en realidad es el espectador a quien le interesa. La psiquiatra y la superiora ya se han redimido en su mutuo acercamiento. Podríamos enterarnos de otra forma. Lo que, en cambio tiene valor poético es la descripción que Agnes hace de aquel momento. Sus palabras están llenas de imágenes sugerentes. Entre ellas la de la concepción virginal.

Es obra de personajes y de palabra bien dicha. El día que acudí a la función no era el mejor momento. Ese virus de gripe o similar que, en aquellas fechas, se paseaba por Madrid sin que nadie le llamara la atención, se coló, también, de rondón en el Teatro Albéniz. En el patio de butacas toses aquí y allá, pero no de aburrimiento, sino de la malhaya afección vírica. Y para liarlo más Fiorella Faltoyano se sentía atacada por la tos y también Cristina, hasta el punto de tener que, discretamente, ausentarse entre bastidores para ahogar mucosidades. Quiere decir que no se encontraban en las mejores condiciones físicas. A pesar de eso se puede ver un buen trabajo interpretativo en las tres, siendo el personaje más agradecido el de la madre superiora, Fiorella.

La escenografía de Javier Artiñano es un acierto. Se trata de un espacio y muebles minimalistas en gris, que cumplen bien con los ambientes: despacho psiquiátrico, sala del convento, celda. Sin embargo como tampoco importa mucho el espacio real, sino el psíquico Artiñano con su diseño apunta más al oscuro interior del alma humana que al exterior de una acción realista. Al fondo, un ciclorama de cambiante color apunta al salida del túnel en el Agnes se ha metido y nos ha metido. Tal espacio único delimitado, a veces, por la luz favorece el ritmo de la historia que se cuenta a través de escenas breves. 
CRISTINA HIGUERAS

FIORELLA FALTOYANO
FOTO: JAVIER NAVAL

Fernando Méndez-Leite dirige con agilidad y es autor de la versión, a partir del texto original. Ignoro cuál es su aportación exacta. En conjunto la versión es buena, pero, siempre hay un pero, se podría prescindir de los parlamentos de la psiquiatra al público. Sobre todo el del final. La poética declaración de Agnes bastaba.


José Ramón Díaz Sande
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TEATRO ALBÉNIZ
Teatro de la Comunidad de Madrid
Dirección: Cristina Santolaria
C/ de la Paz, 11
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Tf. 91 531 83 11
Metro: Sol
Autobuses: 3,515,50,51,52,53,150
www.teatroentradas.com

 

Última actualización el Jueves, 29 de Abril de 2010 11:41