Cinco Horas con Mario. 1979. Reseña. Imprimir
Escrito por Florencio Segura   
Martes, 18 de Septiembre de 2012 08:20

 

RESEÑA, 1980
NUM. 124. pp. 19-20

 

CINCO HORAS CON MARIO
de
MIGUEL DELIBES
 
Cinco horas con Mario fue una sorpesa en el panorama teatral. español. En principio parecía ser un monólogo más. No fue así, pues arrastró al gran público y varias temporadas lo mantuvieron en cartel siendo Lola Herrera el incono de la protagonista: Carmen Sotillo. Era 1979 y aún, en aquella generación, flotaba el ambiente que la obra de Delibes refleja. El público entraba en sintonía, además de apreciar la gran labor interpretativo de Lola Herrera y la dirección de Josefina Molina  
 
 
 
 
 
 
LOLA HERRERA
FOTO: J.R. DÍAZ SANDE
La novela de Delibes, publicada en 1966, fue un éxito justificado. EI autor hacía - a lo largo del monólogo de Menchu ante el cadáver de su marido, Mario - un examen de conciencia, propio y generacional. En la misma estructura de la novela destacaba ya una oposición dramática: el conflicto de valores entre marido y mujer. 
Sabiamente iba Delibes - siempre a través de las consideraciones de Menchu - desvelando no sólo dos caracteres distintos, sino dos mundos diversos. EI mundo burgués, tradicional, provinciano, sometido a la autoridad de los padres (el monólogo de la protagonista está salpicado continuamente de: "Como decía papá ... ", "Mamá siempre decía .. ."), católico de devociones y exclusiones, frente a ese otro mundo español de los sesenta representado por Mario, cató1ico postconciliar y ecumenista, de inquietudes sociales, intelectual "progre", abierto a nuevos valores y preocupaciones, un mundo, en fin, que puso a revisión profunda los valores, toda la axiología por la que se hizo nuestra guerra civil. Este profundo e histórico examen de conciencia - hábilmente puesto por Delibes "a parte contraria" al expresarlo por medio de su antagonista - va pasando revista, sólo aparentemente deshilvanada, a los principios y valores que entraron en conflicto en la sociedad española - sexo, justicia, religión, libertad- cuando llegaron a la madurez las primeras generaciones que no habían hecho la guerra. 
Toda confrontación ideológica lleva en sí una potencialidad dramática evidente. Pero lleva también el peligro de convertirse en esquema desencarnado, en conflicto de "buenos" y "malos". Delibes salva el escollo limpiamente a base de humanidad y de humor consiguiendo que su novela, sin perder profundidad en el análisis, sea al mismo tiempo tremendamente humana e incluso divertida.
 
EL HECHO TEATRAL
 
El mismo Delibes ha realizado la adaptación de su novela, reduciéndola hasta lograr encajarla en la hora y media que dura la sesión teatral. Y ha puesto de relieve en su trabajo de adaptador unas sorprendentes dotes de dramaturgo. El texto dramático, conserva fundamentalmente el contenido ideológico, pero lo hace teatral perfilando cuidadosamente tanto la riqueza humana como el desgarramiento interior de los dos protagonistas. Porque - a pesar de tratarse de un monólogo - son dos realmente los personajes que "actuan" en escena. La figura evocada de Mario, el marido, va poco a poco haciéndose presente al espectador a través de los recuerdos de su mujer. Y precisamente es esta evocación la que va idealizando la figura de Mario como hombre honesto, concienciado y cabal. Hubiera sido m error el sacar a Mario a escena para realizar más palpablemente el Monólogo. Su figura, simplemente, cariñosamente evocada, tiene más fuerza dramática que la que hubiera podido darle la presencia real de un actor. En cambio me parece un gran acierto teatral el presentar en escena - aunque brevísimamente, al final de la obra - a Mario hijo. Su figura desgalichada y seria - sobria y justa mente interpretada por el joven actor Jorge de Juan¬ vuelve a evocar, y esta vez corporeizado y vivo, a Mario padre, dando al espectador esta pequeña satisfacci6n visual, que hace, al mismo tiempo, culminar muy dramáticamente el drama con el grito de la madre.
Pero, naturalmente, el centro de gravedad del texto teatral es la figura de Carmen Sotillo, la viuda de Mario. EI tratamiento del largo monólogo dramático es, como el de la novela, un tratamiento cíclico. Los diversos temas aparecen simple mente apuntados, desaparecen del monólogo y vuelven en sucesivas oleadas a ser desarrollados progresivamente hasta su culminación. Esto permite al autor el ir desvelando poco a poco el carácter de la protagonista y marcar muy sutilmente su evolución. Evolución que va de Menchu a Carmen, es decir, de la "niña bien" vallisoletana a la mujer madura y golpeada, no sólo por la muerte del marido, sino por sus propias dudas y remordimientos, que en esas horas de vela solitaria, van apareciendo en su conciencia. Delibes ha trazado un perfecto retrato de mujer media española, tan cercano, tan verdadero, que en el descansa sólidamente toda la estructura ideológica y teatral de la obra.
 
LA INTERPRETACIÓN
 
Lola Herrera se ajusta a este papel de Carmen admirable mente. Cuando uno va a ver una obra con un único intérprete, va siempre dispuesto a presenciar un "recital" histriónico, es decir, un despliegue de recursos y aun de "trucos" interpretativos que den lugar a lo que, en argot teatral, se llama "lucimiento". Lola Herrera realiza su trabajo empleando todos sus recursos: tonos de voz, pequeños pero muy significativos gestos, paseos par el escenario ... Pero lo admirable es que lo hace con una naturalidad y un poder de comunicación can el público, que apenas se nota la técnica recitativa. Apoyada en el texto sincero de Delibes, aprovecha al máximo esa sinceridad, esa cercanía, para llegar hasta el público, divertirle, emocionarle y comunicarle toda la verdad humana del personaje que interpreta. Casi sin trucos. A la dificultad del esfuerzo físico - estar hablando durante hora y media (i y en dos funciones diarias!) sin interrupción - se une la de la memorización, acrecentada par el tratamiento cíclico del texto, que al no ser lineal y retomar repetidamente los mismos temas exige una mayor atención. Lola Herrera, con esta interpretación, se ha incorporado justamente al exiguo elenco de nuestras grandes actrices.
 
EL PÚBLICO
 
Cinco horas con Mario ha tenido una sorprendente respuesta en el público. Y esto hay que señalarlo expresamente porque supone alga muy significativo en nuestro actual panorama de teatro. A priori no se esperaba este éxito. Una obra no estrictamente teatral - al ser adaptación de una novela ya conocida - y de un solo interprete hacía suponer que convocaría a un público muy minoritario. De hecho, los mismos que la hacen previeron una temporada no muy larga en el teatro Marquina. Pero ante la respuesta del público han tenido que seguir en otro teatro, el Lara, y es posible que al terminar su contrato tengan que buscar un tercer teatro o iniciar una gira por provincias para volver de nuevo a Madrid. 
¿Qué es lo que ofrece esta obra al público madrileño que ha provocado una asistencia así? Sencillamente, un buen texto y una excelente interpretación. A fuerza de ver en nuestros escenarios sólo brillantísimos montajes que ocultan la mayor parte de las veces la endeblez de los textos, a fuerza de acostumbrarnos a esta persistente ausencia de autores, de textos, de personajes que reflejen de verdad - y no a través de tanto maquillaje chillón - algunos aspectos de nuestra vida y de nuestros problemas concretos, ha bastado un texto escrito por un escritor de verdadera categoría y un personaje auténtico y cercano, para convocar al público. Aturdidos por tantos montajes seudocinematográficos, habíamos olvidado que el teatro consiste fundamentalmente en sólo dos cosas: un texto y un actor. 
 
Título: Cinco horas con Mario.
Autor: Miguel Delibes.
Dirección: Josefina Molina.
Escenografía: Rafael Palmero.
Intérpretes: Lola Herrera, Jorge de Juan
Estreno en Madrid: Teatro Marquina, 26 - XI -1979


FLORENCIO SEGURA
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Última actualización el Miércoles, 13 de Julio de 2016 16:05