WONDERLAND
PONER EL ALMA PARA DESCUBRIR
LAS ALMAS DE LOS OTROS
Víctor Ullate acude en este 2010 con una coreografía que podría tener un precedente en Samsara en cuanto que parte de vivencias personales. Aquel Samsara surgió, después de una intervención quirúrgica del propio Víctor. Este Wonderland nos desvela su experiencia personal ante la enfermedad de su hermana Marisol, que tuvo que recluirse en un psiquiátrico. Ese lugar y sus pacientes fue impactando a Víctor a lo largo de toda su vida, a través de las continuas visitas. A medida que el tiempo fue pasando no fue para Víctor un lugar siniestro o molesto. Sus ojos se le abrieron y, poco a poco, iba descubriendo la luz y sensatez que esos seres irradiaban. De todo eso nos habla Wonderland: el País de las Maravillas.
Es temerario decir de un artista que ésta u otra obra es la mejor. No obstante Wonderland, si no es la mejor, adquiere unas cotas altas muy llamativas. Y sobre todo muestra una gran autenticidad y que se ha puesto en ella toda el alma. A partir de un guión sólido construye una serie de situaciones que se reparten entre lo que vemos desde el exterior – las incongruencias para la lógica de nuestro razonamiento o sus arranques disparatados -, y los sentimientos y anhelos interiores, ocultos a una mirada superficial, pero lúcidos para quienes conviven con ellos o participan de su mundo. Todo esto lo capta el espectador que asiste al desarrollo con un religioso silencio, que el sábado 30 de octubre interrumpió con fervorosos aplausos. En otras veladas, como la del Viernes 29, según me cuentan, no fue así, pero al final los aplausos estallaron prolongados, obligando al telón que permaneciera en lo alto.
Un gran apoyo es la fascinante música de Philip Glass, a la que Víctor llena de contenido coreográfico e incluso la potencia. Ha conseguido tal simbiosis entre danza y música, que parece que la partitura hubiera sido compuesta para la coreografía. Forman un todo unitario.
Una acusación que algunos analistas – obsesionados por las clasificaciones - han repetido ante las coreografías de Víctor Ullate, es el ambiguo estilo en que se mueve su ballet. Acusación ante la que, en un momento dado, el propio Víctor ha respondido que si quieren clasificarle en un estilo se haga en el de Neoclásico. No obstante Víctor ha recorrido una amplia paleta balletística, llegando al Ballet clásico con Giselle y Don Quijote. Todo esto viene a cuento, porque en este Wonderland, claramente se ha dejado de clasificaciones. Aún más, no ha tenido reparo en acudir a elementos más teatrales cuando los ha necesitado. Todo el desarrollo, pues, va combinando pasos de ballet clásico – sobre todo en los “pasos a dos” de mayor lirismo – movimientos de danza contemporánea y otros claramente de tipo teatral para configurar ciertos personajes. Esta mezcla de estilos se combinan bien y el paso de unos a otros fluyen con naturalidad y buena integración. Y lo que es importante, se ponen al servicio de la narración sin permitir tiempos muertos o concesiones virtuosistas, lo cual proporciona un buen ritmo.
Caben destacar las coreografías corales que producen gran efecto y están muy bien trazadas. Entre ellas, puede ser una cita a El Lago de los cisnes – o un guiño como se suele decir – la salida de los pacientes en una línea ondulante progresiva hasta llenar todo el escenario, muy similar a la que trazan los cisnes en su primera salida en el II Acto en El lago. Siempre me ha parecido de un gran acierto y aquí también lo es.
La obra es coral, aunque, como etéreo aliento de paz y sublimación, una figura femenina irrumpe en movimientos líricos en brazos de su partenaire intentando alcanzar el cielo, aunque, después, vuela a ser pasto de la enfermedad. Imagino que para Ullate es la presencia de su hermana. Todos los bailarines – no es la primera vez - muestran una gran dominio del cuerpo y de cada uno de los estilos, ofreciéndonos una buena labor de conjunto.
Paralelamente al impecable desarrollo coreográfico, hay algo más que proviene del sólido guión que subyace. Movimientos, música y el acontecer de las emociones de los pacientes, optimistas y pesimistas, sugieren en el espectador similares sensaciones que nos trasladan a mundos profundos sobre la realidad del ser humano.
La acción se concibe en un acertado espacio escénico de tres austeras pantallas blancas, elevadas sobre las cabezas, formando las paredes. Sobre la pantalla de fondo unas cuantas proyecciones, simbólicas unas y más documentales otras, completan la descripción de este desconocido mundo para la mayoría de las personas. Una sugerente iluminación proporciona el toque final.
Dicho todo esto sí quisiera anotar algo que, al menos a mí, me desconcierta. Llegando al final se suceden dos coreografías corales, ambas de gran efecto y belleza. Sin embargo se tiene la sensación de que hay un doblete y por lo tanto sobra una de ellas.
Título: Wonderland
Coreografía y puesta en escena: Víctor Ullate
Música: Philip Glass
Iluminación: Paco Azorín
Vestuario: Anna Güell
Audiovisual: LaAgencia
Efectos de Sonido: Miguel Lizárraga
Pianista: Alexandre Khvedkevich
Preparador físico: Carlos Flórez
Ficha técnica/administrativa:
Coord. Técnica: César Esteban
Regiduría: Rtuh Pascua
Iluminación: Tatiana Reverto
Sonido: Miguel Lizárraga
Maquinaria: José Luis Moreno
Utilería: Carlos Gil Espiño
Audiovisual: Luis Gil
Sastrería: Paquita Redondo
Gerencia: Javier Gil
Administración: Mariano Zuffoli
Distribución: Isabel Rufino
Comunicación: Helena Martínez
Secretaría: Cristina Rodríguez-Solano
Relaciones Públicas: Antonio Javier Martín
Colaboran: Harlequín (Suelos para la danza)
Asistente de dirección: Ruth Maroto
Asistente coreográfico: Ana Noya
Preprador físico: Carlos Flórez
Bailarines
Alexander Abdukarimov, Dorian Acosta, Gianluca Battaglia, Guillem Brull, Jean-Blaise Druenne, Matthew Edwardson, Oliver Edwardson, Wang Hao,
Jonatan Luján, Yassaui Mergaliev, Yester Mulens V Javier Lozano
Bailarinas
Ksenia Abbazova, Natalia Arregui, Zara Calero, Levre Castresana, Sophie Cassegrain, Renata Commisso, Arianne Lafita, Diana Miqueo, Ma José Redelico, Reika Sato, Sabrina Wehner V Yasmina Sancayo
Director artístico: Eduardo Lao
Duración: 90 minutos sin descanso
Estreno en Madrid: Teatros del Canal (Sala Roja), 21 – X -2010
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