CABARET
ATRACTIVA VERSIÓN
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CRISTINA CASTAÑO / EDUARDO SOTO FOTO: www.madridteatro.net |
Cabaret es de los musicales, cuyas puestas en escena han ido variando a lo largo de todos estos años tanto en Broadway, como en Londres, España y otros países. La memoria colectiva lo que tiene en la cabeza es la versión cinematográfica de Bob Fosse de 1972, que fue pionera en una nueva concepción del musical al fusionar alternadamente de manera magistral los dos mundos, en el fondo el mismo, el del cabaret y el de la vida real por aquello que le inspira la canción: La vida es un cabaret. En esa versión Liza Minelli, que no era la primera Sally Bowles, fagocitó de tal modo al personaje que, prácticamente no se puede pensar en Sally sin tener el rostro y la interpretación de la Minelli.
Bob Fosse fue más allá, con respecto a la trama original de la comedia musical, ya que buceó en el original literario Adiós Berlín de Chistopher Isherwood, y el guionista Jay Presson Allen incorporó nuevas tramas y personajes. Ello ha motivado que cuando hemos visto los montajes teatrales, sintamos que algo nos falta, tanto a nivel argumental como de algunas coreografías y canciones. Por ejemplo, se quejan de que en esta versión, la de 2015, no está la "canción de las sillas" - Mein Herr - o falta la historia de amor de la niña bien con el alumno judío Fritz. Curiosamente lo que más echan en falta es la tal canción Mein Herr. Es lógico, ya que es una de las coreografías más inspiradas que ha terminado por ser emblemática a todos los niveles. Incluso la cartelería de publicidad alude a la silla como evocadora del mundo del cabaret. Para entender un poco tales ausencias conviene un poco de historia.
Lo primero fue I Am a Camera (Yo soy una cámara), frase extraída del original literario de C. Isherwood, que es una versión teatral de John van Druten, la cual encontró su traducción cinematográfica (1955) con guión de John Collier y dirección de Henry Cornelius. Julie Harries, Laurence Harvey y Shelley Winters fueron sus intérpretes.
Sandy Wilson - autora musical de The Boy Friend (1953) que había sido un éxito - intentó convertirla en musical, bajo el título Adiós Berlín (Goodbye to Berlin). Se confeccionó el libreto y la mayoría de las partituras, pero el productor David Black se había olvidado de renovar los derechos de las obras de John Van Druten y C. Isherwood. Harold Prince los había adquirido. Joe Masteroff escribió el nuevo libreto. Respecto a la música de Sandy Willson les pareció que no captaba la atmósfera del Berlín de finales de los años veinte. John Kander y Fred Ebb se encargarían de las nuevas partituras y las canciones.
Volvió a tener modificaciones, y al final el profesor de inglés fue estadounidense, y no inglés, la dueña de la pensión, antes antisemita, se hace más tolerante y se enamora del frutero que es judío y se incorporan la prostituta Fräulein Kost y el nazi Ernst Ludwing, dos oscuros personajes. Los dos estudiantes de inglés se suprimen y sólo aparecen como referencia, así como la alusión al barón. La estructura se hilvana en dos espacios: el cabaret y el de sus habitantes que se prolongaba en el exterior.
El montaje fue innovador. No había telón sino un gran espejo en el que se reflejaban los espectadores que llegaban al teatro. En el desarrollo de la historia la alternancia de diálogos con canciones y números de cabaret impregnados de crítica social fue impactante. No era el musical almibarado al uso. Para más inri se apuntaban temas como el homosexualismo, el aborto y la denuncia del nazismo. Esta es la esencia de los libretos teatrales.
La película de Bob Fosse añadiría otras tramas en las que intervendrían nuevos personajes: el cazafortunas Fritz Wepperal al que Bryan da clases de inglés; Natalia Landauer, la rica heredera judía de la que se enamora Fritz; Maximiliam, el aristócrata bisexual. Personajes sacados de las otras historias de Adiós Berlín. Tales historias se publicaron aisladamente, pero hoy forman un cuerpo: Diario Berlinés (Otoño, 1930), Sally Bowles, En la isla de Ruegen, Los Novak, Los Landauer, Diario Berlinés (Invierno, 1932-33).
El personaje que más ha ido dando tumbos desde la novela hasta la escena y la pantalla es el profesor de inglés que irá recibiendo diversos nombres, según los montajes. El propio autor de Adiós Berlín, Chistopher Isherwood en Chistropher y su gente - la auténtica autobiografía de Adiós Berlín - recorre ese trayecto nominal y su vida sexual.
"El principal personaje masculino de la obra se llama Chistopher Isherwood. Al tratar de su vida sexual - o mejor, la ausencia de ella -, John(John Van Druten) utilizó una escena de la novela. Sally pregunta a Chistopoher si está enamorado de ella. Él contesta que no, y Sally replica que le alegra que no lo esté. "Desde el primer momento en que te vi, quise gustarte. Pero me alegra que no estés enamorado de mí. No sé por qué, pero creo que me sería imposible enamorarme de tí" Ese "no sé por qué" puede interpretarse como que Sally sabe instintivamente que Christopher es homosexual.., pero puede que no. En cuanto a Christopher, en una ocasión comenta vagamente que ha perdido mucho tiempo "buscando sexo", pero no especifica de qué clase.
En la película I am a camera, Christopher se emborracha e intenta violar a Sally. Ella se resiste. Después de eso, sólo son buenos amigos. En la obra musical (teatro) Cabaret, el principal personaje masculino se llama Clifford Bradshaw. Se trata de un norteamericano completamente heterosexual; tiene una aventura con Sally y le hace un hijo. En la película Cabaret, el principal personaje se llama Brian Roberts. Es un inglés bisexual; tiene una aventura con Sally y, más tarde, otra con uno de los amantes de Sally, un barón alemán. Al final de la película está deseoso de casarse con Sally, pero ésta le recuerda su desliz (con el barón) e insinúa que puede haber otros en el futuro. Las tendencias homosexuales de Brian se presentan como una debilidad reprensible pero cómica, apta para suscitar risitas disimuladas; como mojar la cama". (Chistopher y su gente (Christopher and his kind, pp. 84-85, ;Muchnik Editores S. A., 1998)
El personaje de Sally Bowles, está inspirado en el personaje real de Jean Ross. De la relación real de ambos, Christopher en la misma obra escribe:
En la vida real Jean y Christopher sostuvieron una relación asexual, pero más íntima que cualquiera de las relaciones de Sally con sus diversos amantes de la novela, las obras de teatro y las películas. Jean se mudó a un piso de Nollendorfstrasse poco después de conocer a Christopher, a comienzos de 1931, y no tardaron en ser como hermano y hermana. (...) Jean no intentó nunca seducirlo. Pero recuerdo una deprimente tarde de lluvia en la que ella comentó: "Es una lástima que no podamos hacer el amor; no hay nada más que hacer", y él admitió que así era. Con todo, en una ocasión por lo menos, a causa de algún problema económico o de alojamiento, compartieron una cama sin el menor embarazo. Jean conocía a Otto(Novak) y a los demás compañeros sexuales de Christopher pero nunca mostró ningún deseo de compartirlos, aunque a Christopher no le habría importado que lo hiciera. (Ibidem, pp. 85-86)
Sirvan estos datos para poder entender el lío que el espectador se hace cuando sólo ha visto la versión cinematográfica, y después se encuentra con la versión teatral.
Por todo el mundo han circulado varias versiones teatrales. En España se han dado tres. En 1992 el director francés Jérôme Savay presentó en el Teatro Novedades de Barcelona su versión en coproducción con el Teatre Principal de Valencia y el Teatro Arriaga de Bilbao. En Madrid se presentó en el Teatro Madrid. Nina era Sally Bowlles, Ramón Madaula, Cliff y el francés Michel Dusarat (el intérprete de la versión francesa) como Emcee (el maestro de ceremonias). En 2003, se presentó el montaje de Sam Mendes con Natalia Millán como Nina, Manuel Bandera como Cliff y Asier Etxendía como Emcee. El libreto y canciones al castellano corrieron a cargo de Gonzalo Demaría y Jaime Azpilicueta. Marta Ribera sería la Sally Bowlles, en gira. Esta versión se mantuvo hasta el 2007.
Ahora en 2015 llega una nueva versión, apartada del montaje de 2003 que había situado en el patio de butacas las mesitas de un cabaret. Los espectadores estamos más cómodos sentados en el patio de butacas y anfiteatros, mientras en el escenario se desarrolla las peripecias de Sally Bowlles. En esta ocasión repiten Jaime Azpilicueta como adaptador y director, y Marta Ribera, pero en el personaje de la srta. Schneider.
Conocido este ir y venir del libreto, la versión de Jaime Azpilicueta se atiene más a la versión teatral, pero deja más definida la vida sexual del profesor de inglés que responde al nombre de Clifford. Descubrimos que es homosexual, por la indiscreción de uno de los personajes. Esta temática de la homosexualidad de Clifford, dejada un poco de lado en otros montajes pero manifiesta en el mundo del cabaret, es posible que se tratase más o menos explícita a tenor de la censura de la época. De todos modos, el propio Christopher, en una entrevista concedida a Gay Sunshine Journal en 1973, declaraba:
Me preguntan con frecuencia si lamento no haber expresado abiertamente en The Berlin Stories (Adiós Berlín) que yo era homosexual. Sí, desearía haberlo hecho. Pero, de haberlo dicho, habría tenido que ser de forma muy accidental. Si no, habría hecho que el personaje Christopher sobresaliera demasiado, fuera muy raro, y eso habría destruido el desequilibrio entre él y los personajes. Christopher es el narrador, así que no debe sobresalir demasiado. En esos días - los años treinta -, haberlo hecho homosexual habría sido presentarlo como alguien excéntrico. Habría hecho una estrella de un actor secundario. Esa es una razón literaria válida. Pero también debo decir, francamente, que entonces me habría sido violento crear un carácter homosexual y darle mi propio nombre.
(...) en esos días, la gente esperaba que anunciaras el tema de la homosexualidad con toque de trompetas. Para cuando hubiera acabado de presentar, explicar y justificar a Christopher, el homosexual, no habría quedado espacio en el libro para mis otros personajes. habría desequilibrado la embarcación.
Lo que se desprende de todo este "subtexto", es que el personaje de Cliff es más un observador que un participante, que se explica por la famosa frase Yo soy una cámara y que Jaime Azpilicueta ha partido de ella. Es alguien que observa lo que le viene encima a la Alemania de los años treinta, y que posee un nombre concreto: Hitler. Lo curioso es que Isherwood, en aquella época no era tan consciente de ello. En la mencionada entrevista se sincera:
Hacia el final de mi estancia en Alemania llegué a ser mucho más consciente de la situación política. The Berlin stories fue escrito con bastante conocimiento actual de la política de entonces. No pude resistir presentarme como alguien profundamente preocupado por el destino de Alemania desde el mismo día de mi llegada. Eso simplemente no fue cierto. Para empezar, yo era tan indiferente como ignorante. ¡E incluso me parece que, todavía en 1932, escribí a mi madre y puse mal el nombre de Hitler!
La obsesión del Christopher real fueron los chicos obreros alemanes y el desfogue de su reprimida sexualidad, más que la preocupación política.
Esos chicos tenían una idea muy vaga de la política. Sólo querían algo de acción para aliviar la frustración de sus vidas. Algunos cambiaban continuamente de bando. Muchos de los que se habían llamado a sí mismos comunistas se convirtieron en nazis cuando fue obvio quién iba a ganar (Gay Sunshine Journal).
Por las razones expuestas el diseño del personaje teatral Cliff, mantiene, a lo largo de la obra, cierto distanciamiento al que en esta versión se es fiel. Daniel Muriel ha sabido entender el personaje en este aspecto, y nos lo comunica con eficacia. En esa línea de observador de la realidad, no deja de haber alguna incongruencia. Las juventudes hitlerianas de la época eran proclives a aporrear a civiles que no gustaban del brazalete nazi. Tal violencia había que mostrarla escénicamente, y el varón de dolores es Cliff. No recuerdo si en otros montajes es así. En la película no, desde luego. La paliza la recibe el dueño del Cabaret, ya que anteriormente uno de los jóvenes nazis había sido expulsado de malos modos del Cabaret por él. La paliza se alterna con uno de los números musicales. Número musical y paliza son congruentes entre sí y con la narración. En esta versión teatral entra un tanto forzada al hacer inmiscuir dramáticamente al personaje de Cliff en la contienda nazi. Se le ha buscado una lógica. Tal paliza es la motivación para que Cliff abandone Alemania.
Otro de los números musicales que se fuerza, y me parece no respetar su espíritu, es Tomorrow belong to me. En la película es la canción popular que entona el adolescente nazi, una de la secuencias más magistrales de toda la película de Bob Fosse. Comienza como una canción popular sencilla y deliciosa, y lentamente se transforma en un himno nazi, lleno de amenaza, cuando debía ser de esperanza. Refleja bien lo que son las esperanzas predicadas por los nacionalismos: amenazas enmascaradas de huecas promesas. En la versión teatral que nos ocupa, tal número entra a contrapelo, primero a través de un fonógrafo de los años treinta. No hay una motivación dramática de por qué aparece. La razón externa es que después utilizaremos esa canción en la celebración de la pre-boda del frutero judío sr. Schultz (Enrique R. del Portal), y la srta. Schneider (Marta Ribera), en la que, cuando apedrean el cristal de la frutería, la prostituta Kost (Pepa Lucas), entona agresivamente la canción y se la escupe al frutero. En el modo de abordar musicalmente tal fragmento, tan cargado de odio desde la primera nota, se rompe la fuerza de la escena. La srta Kost arranca desde el principio con agresividad hacia el sr. Schultz, con lo cual se pierde el crescendo de la canción, y la progresiva transformación de la canción popular en un himno de amenaza nazi. De todas formas el público, en el estreno, consiguió acusar el impacto final del coro pleno de un heroísmo hitleriano, y vibrar.
No es de buen tono, en una crítica, poner por delante los aspectos más desfavorecedores, pero ha sido algo que me ha chocado notablemente dentro de una puesta en escena muy aceptable y acertada.
Huelga insistir en la temática de Cabaret, ya que es muy conocida, cuyo centro termina por ser el ascenso al poder de Hitler y sus secuaces. Jaime ha querido darle un toque final que es mejor dejarlo en la sorpresa. Cuando Christopher Isherwood escribió Adiós Berlín en 1939 no sabía cómo terminaría esa historia. Sólo lo intuía. "Sin abrigo ni sombrero, salgo a dar por última vez mi paseo matinal. Brilla el sol y Hitler es el amor de esta ciudad (...) docenas de amigos míos (...) está presos, si es que no están muertos (...)". Nosotros sí conocemos las consecuencias y Jaime se encarga de recordarlas. Un efecto que arranca los aplausos del público.
Por declaraciones del propio Jaime Azpilicueta la concepción de este nuevo Cabaret, se aparta de otros más cutres para convertirse en un Cabaret de lujo. De este modo nos presenta un lujoso espacio escénico y un lujoso vestuario en lo referente al aspecto musical. Le da empaque y "glamour". Se recibe con gusto. Toda la parte escénica de Ricardo Sánchez Cuerda, así como la lumínica de Juanjo Llorens funciona bien, tanto a nivel técnico como expresivo. Ha enriquecido escénicamente ciertos números musicales como es el de Money, Money (Dinero) y la celebración del regalo de la Piña a la srta Schneider, con un guiño hacia la Revista musical española de toda la Vida, mediante unas escenografías alegóricas y grandielocuentes, propias del género.
Federico Barrios se ha encargado de las coreografías, que son originales. Se ven con agrado y todos los intérpretes parecen estar como pez en el agua. Los movimientos fluyen y se sincronizan coralmente. Todos ellos compaginan bien canto y baile. El primer número musical, el arranque de la obra, Willkommen nos abre las puertas a una buena disposición por su buen hacer y espectacularidad.
El libreto de Cabaret, va más allá de la parte musical y de una historia más o menos dramática. Aunque posee sus momentos de humor y de sarcasmo, es una historia dramática que requiere de buenos intérpretes. Los ha encontrado. Tienen doble valor: la parte dramática y la parte musical. Marta Ribera como la srta Schneider crea un personaje totalmente creíble, lleno de ternura y de inseguridad. Víctor Díaz, como Ernst Ludwing, un personaje breve si se le compara con el resto, transmite bien los dos matices: simpatía del comienzo y dureza del final. Es actor de contundencia eficaz. Enrique R. del Portal, cantante que se ha paseado por todo el mundo de la lírica, desde la zarzuela a la comedia musical, compone un Herr Schultz, tanto dramáticamente como musicalmente, muy convincente. Lo mismo sucede con Pepa Lucas en su Fräulien Kost. Lo advertido líneas arriba de su interpretación Tomorrow belongs to me, que imagino está marcada por la dirección, es algo a revisar.
Por último están los tres protagonistas. De Daniel Muriel ya he anotado que resulta eficaz en esa especie de distanciamiento y de desconcierto ante la inundación vital y alocada de Sally Bowlles.
Cristina Castaño es Sally Bowlles. La dificultad del personaje lo tiene ella y todas las intérpretes que han venido después de Liza Minelli. Gracias a Dios se ha olvidado de la Minelli y ha buscado en sí misma a Sally. Lo consigue fundamentalmente. Al poco tiempo nos olvidamos de Liza y nos quedamos con Cristina, que juega con una ventaja: su atractivo físico. He dicho "fundamentalmente lo consigue", porque creo que su personaje tiene que crecer más y convertirse en su propia carne, pero sabe combinar esa pizca loca del personaje entre un despego de todo y un cierto sentimentalismo sin melodrama. Partiendo de una creación bien concebida, puede tener más futuro. La canción final La vida es un Cabaret, rezuma un buen dramatismo en la interpretación. Cristina tiene en cuenta el aspecto interpretativo nada más entrar en esa escena. Su rostro desconcertado, casi ido, refleja todo lo que hemos vivido con ella. Funciona ese tono dramático. Va más allá de la mera interpretación cantada.
Por fin llegamos a Eduardo Soto en el papel de Emcee, el maestro de ceremonias. De por sí Eduardo Soto, Edu, cae bien desde sus primeras intervenciones escénicas. Su personaje - siempre volvemos a la película por desgracia - se ha presentado como un ser un tanto maléfico y cínico. De alguna manera es el reflejo del poder malvado. En esta ocasión se acerca más al "clown" y se le destituye de esa maledicencia, aunque sigue siendo el irónico, sarcástico y desprejuiciado ser. Tal elección parece tener que ver con el final, que no vamos a desvelar, y que junto a la iconografía de toda la escena da la clave de Cabaret. La interpretación por parte de Eduardo Soto es muy buena y llena de vitalidad. Con todo, siempre hay un "pero", que, imagino, las sucesivas representaciones irán solventando. Al comenzar el segundo acto Emcee interactúa con el púlico en clave picaresca y sube al escenario a los espectadores. Está todavía en el límite interpretativo. Le falta esa espontaneidad y frescura propia de los grandes "Showmen", habituados a encararse con el público. Vemos en Edu al actor que interpreta a..., pero no a un desenvuelto y descarado "showman". Es cuestión de tiempo, como es cuestión de tiempo, que dentro de la dignidad y atractivo que ofrece esta versión, llegue a su plenitud.
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VÍCTOR DÍAZ / DANIEL MURIEL FOTO: SOM |
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FOTO: www.madridteatro.net |
Título:Cabaret Libreto:Joe Masteroff Música:John Kander Letras de las Canciones:Fred Ebb Adaptación:Jaime Azpilicueta Ayudante de Dirección:Maximiliano Lavia Diseño de Escenografía:Ricardo Sánchez Cuerda Diseño de Sonido:Gaston Briski Diseño de Iluminación:Juanjo Llorens Diseño de Vestuario:Antonio Belart Diseño de Maquillaje y Caracterización:Laura Rodríguez y Antonio Belart Diseño de Coreografías y Director Residente:Federico Barrios Producción Ejecutiva:Marcos Cámara y Juan José Rivero Producción:Som Produce Productores Asociados:Robin De Lavita Y B2b Músicos: Piano Conductor: Raúl Patiño / Pedro Arriero (Suplente). Teclado / Acordeón: Yuley Díaz / Pedro Arriero (Suplente). Contrabajo: Xavi Sánchez / Kelo Regidor (Suplente). Batería: Eloi López / Maylin Johoy (Suplente). Madera 1: Víctor Bruna (Suplente). Madera 2: Ricardo Moreno / Jose Ángel Vera Bello (Suplente). Trompeta: Jonathan Badichi / Howard Brown (Suplente). Trombón: Roberto Pacheco (Suplente). Violín: Sara Vaquero / Marta Moran (Suplente). Intérpretes:Cristina Castaño (Sally), Eduardo Soto (Emcee), Daniel Muriel (Clifford), Diana Roig (Alternante Sally), Víctor Díaz (Ernst), Marta Ribera (Schneider), Enrique Del Portal (Schultz), Pepa Lucas ( Kost / Cover Schneider), Jose C. Campos (Elenco / Alternante Emcee), Bernart Mestre (Hans /Elenco / Cover Clifford) ,Alex Chávarri ( Víctor /Elenco), José Félix Romero (Bobby /Elenco), Oriol Anglada (Swing), Pedro Martell (Swing), Sarah Schielke (Texas /Elenco / Alternante Kost), Kristina Alonso (Swing), Luciana de Nicola ( Rosie / Elenco / Capitana / Cover Kost), Michelle Marier (Lulú / Elenco), Maria Hinojosa (Helga /Elenco), Tamara Suárez (Swing), Viviana Camino ( Frenchie /Elenco), Alejandro Vera (Alternante Emcee), Carlos J. Benito (Alternante Clifford), Fernando Samper (Alternante Schultz / Cover Ernst), Manu Rodríguez (Alternante Ernst / Cover Schultz) Dirección Musical:Raul Patiño Dirección:Jaime Azpilicueta Duración:2:30 h (incluido descanso) Teatro accesible:Sí Estreno en Madrid:Teatro Rialto, 1 - X -2015
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TEATRO RIALTO
(AFORO: 1.023)
C/ Gran Vía, 54
TF. 910 83 95 00
28013- MADRID
PARKING: Flor Baja, 3 (Leganitos), Tudescos, 6 (Callao), Plaza de los Mostenses (Plaza de España), Soledad Torres Acostas, 2 (Callao). Plaza de Las Descalzas, s/n (Sol), Plaza del Carmen, s/n (Sol).
METRO: Santo Domingo (Línea 2), Callao (Líneas 3 y 5), Gran Vía (Líneas 1 y 5) y Plaza de España (Líneas 3 y 10).
BUS. Líneas 1, 2, 44, 75, 148, 46, 133, 202, 147, 74
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