EL ZOO DE CRISTAL ESCRITO DE UN AYER PARA UN HOY
|
|
|
CARLOS G. CORTÁZAR / SILVIA MARSÓ / ALEJANDRO ARESTEGUI FOTO: www.madridteatro.net |
Actualmente El Zoo de cristal es un clásico del teatro contemporáneo, aunque pertenezca al 1944. Su estreno en Chicago fue un tanto vacilante. El propio Tennessee Williams anota en sus Memorias (CLIKEAR) :"En Chicago nadie supo entender El Zoo la primera noche; era, en cierto modo, una innovación teatral, y, pese a que Laurette - Laurette Taylor - ofreció una actuación increíblemente luminosa, electrizante, eso no le pasó inadvertido al público. Pero el público es el público y, terminada la función, volvió a casa para entregarse a sus entretenimientos habituales con una fruición por lo menos igual a la que había experimentado en el teatro. A Claudia Cassidy, aquella mujer adorable que llevaba la crítica de teatro del Chicago Tribune, le costó mucho tiempo convencerles de que se encontraban ante algo especial (...) Con el tiempo, sin embargo, El Zoo se convirtió en un éxito sorprendente, éxito que yo atribuyo, en gran medida a Laurette. Es, como he dicho en muchas ocasiones, una eximia intérprete, y sigo considerándola la mejor de cuantas actrices he conocido". A partir del reconocido éxito ha sido una obra que se ha paseado internacionalmente y muy recurrida por las Escuelas de Teatro. En 1950 encontró su primera versión cinematográfica con Kirk Douglas (padre) como Jim, el visitante, Gertrude Lawrence como Amanda, la madre, cuyos hijos eran Arthur Kenedy como Tom y Jane Wiman como Laura, versión que Tennessee Williams califica de "espantosa (...) la peor película que se haya hecho de alguna de mis obras, por culpa, principalmente de las alteraciones realizadas para darle un final feliz (...) Gertrude merecía más y la obra también".
Al Teatro Fernando Fernán Gómez llega una nueva versión de Eduardo Galán con dirección de Francisco Vidal, e interpretada por Silvia Marsó (Amanda), Alejandro Arestegui (Tom), Pilar Gil (Laura), y Carlos García Cortázar (Jim). En principio, la motivación de volver a un texto, basta por ser un clásico con unos personajes muy atractivos para cualquier actor. No obstante, al contemplar la representación, se cae en la cuenta de que, sin considerar las motivaciones de versionador, director y equipo de actores, la obra, por lo que respecta a España, es de una tremenda actualidad. No una actualidad traída por alfileres, como muchas veces sucede, sino que se ha convertido en este 2014 en un fiel retrato de nuestra sociedad española en crisis económica y anímica. La crisis económica familiar, con su consiguiente venir a menos y arañar un centavo para comprar algo; el quedar desdibujados los horizontes de realización de toda una juventud, por la crisis laboral; el cejar en sus ambiciones lícitas... Existen, también, otras temáticas, como son las que emanan de la propia existencia de cada uno de los cuatro personajes. De sobras es sabido que ellos cuatro reproducen el ambiente familiar del propio Tennessee, y la obra se convierte en una especie de exorcismo de sí mismo al sacar fuera un cierto sentido de culpa con respecto a su hermana, su madre y su existir.
No es un texto fácil, aunque sí goloso para cualquier actor, ya que cada personaje está lleno de matices, y en este montaje, los cuatro actores salen más que bien parados.
La versión de Eduardo Galán ha agilizado el texto y ha limado las intervenciones monodialogadas de Tom que trocean la narración, siendo a fiel a la indicación del propio Tennessee, al asistir al estreno en Chicago: "Cuando escribía El zoo de cristal no tenía conciencia de estar capturando lo que he descrito, y convengo con Brooks Atkinson(crítico teatral del New york Times , 1894- 1984) en que los recitados del narrador desdicen de la obra. En su momento, yo tampoco los creí a su altura. Doy gracias a Dios de que en la versión televisiva de 1973 - Katherine Hepburn, Sam Waterston, Joana Miles, Michael - los recortaran. Eran excesivos. Y la obrase entiende sin necesidad de recurrir a ellos" (Memorias, pag. 125, versión española). En esta ocasión han sido reducidos al prólogo y al epílogo, ya que todo lo que vemos, surge de la memoria del propio Tom como si de una confesión se tratara, pidiendo el perdón. La traducción de los diálogos es fluida y con un vocabulario y sintaxis cercano, que proporcionan más contemporaneidad a la obra, sin romper el estilo literario del autor.
La obra, 1944, está estructurada a base de escenas cortas, redescubrimiento del teatro de mitad del siglo XX - los clásicos del siglo XVI y XVII escribieron con esa estructura rompiendo el espacio y el tiempo - sobre todo en Ámerica. En 1949 Arthur Miller con La muerte de un viajante, utilizaría la misma forma teatral. La estructura dramática de los clásicos y la del cine, proliferaría en los años sucesivos hasta nuestros días. En esta ocasión son tres los espacios a tener en cuenta: el salón, el comedor y el callejón. Andrea D'odorico ha creado una sugerente escenografía simultánea de los tres espacios con un toque de realismo poético, de ensueño y de recuerdo. Un acierto, pues destaca lo que puede traer al presente la memoria de Tom. La memoria tiene mucho de selección, espacial y temporal. Esto queda muy bien reflejado en el espacio escénico. En esa misma línea están los efectos sonoros y de "atrezzo": el marcar los números del teléfono se encomienda al sonido, así como el abrir y cerrar de puertas no existentes o el teclear de la máquina de escribir. La comida y bebida es simulada por los actores sin que en el plato aterrice el alimento realista. Buen recurso para meternos en la mente de Tom.
En la dirección Francisco Vidal consigue que las mencionadas escenas fluyan fácilmente sin espacios muertos, así como no desperdicia todo el amplio espacio con el movimiento de los actores, que surge con naturalidad y sin forzamiento. En la dirección de los actores - suele surgir de una colaboración actor/director - nos ofrece unos personajes creíbles.
Amanda, una madre incordiante donde las haya, a pesar de su buena voluntad, es un personaje muy complejo, ya que arrastra toda una historia de frustraciones, que no ha superado, así como una vocación de gallina clueca, infeccionada de dominio. Al mismo tiempo, su comportamiento no deja de ofrecer sus toques de humor. Por lo tanto va desde la tragedia a la comedia. En Amanda, Tennessee rememora a su madre. Es ilustrativa la descripción que Laurette Taylor hace del personaje que ella interpretó en el día del estreno, cuando la madre de Tennessee la visitó en el camerino:
"Y bien, mistress Williams - dijo Laurette tras un breve escrutinio de Edwina Williams en el espejo de su camerino -, ¿se ha gustado a sí misma? - ¿A mí misma? - preguntó inocente mi madre. Laurette no le iba a la zaga, en bondad, a ninguna otra persona que haya conocido yo en el teatro, que está habitado mayormente por fieras salvajes, pero ni siquiera ella, siendo irlandesa, podía despreciar la oportunidad de mostrarse maligna. - ¿Se ha fijado en el flequillo que llevo? - añadió - Me lo exige el papel, porque yo tengo una frente despejada, intelectual, y el papel que represento es el de una necia. Mis Edwina no captó tampoco esa alusión, que dejó pasar sin muestras de ofensa. Probablemente estaba algo deslumbrada por la imagen un tanto sobrenatural que Laurette daba en escena. Es posible que en el curso de esta cosa (las Memorias) hable mucho de miss Edwina. Pero lo que ahora quiero decir es que era una dama y que hoy (1983), a sus ochenta y nueve o noventa años, sigue siéndolo".
Corta de mente pero una dama, parecen ser los atributos de Amanda. Silvia Marsó se encarga de esta Amanda. El apelativo de "dama", le viene dado por la belleza y elegancia de la propia Silvia Marsó. La escena de la seducción ante Jim. además de resultar humorística, es elegante. Vemos el antiguo abolengo que tuvo o imaginó tener. El vestuario diseñado por Cristina Martínez ayuda a crear tal imagen. Silvia va más allá de una mera elegancia, despliega toda una serie de matices que nos conmueven y sorprenden. Nos entrega una Amanda, que a pesar de sus ridiculeces y exabruptos dominadores, la comprendemos y queremos. Se ha encontrado ese punto que Tenessee rescata de su madre en sus Memorias: a pesar de la crítica a la que la somete, "sigue siendo una dama".
El resto de los actores jóvenes ofrecen un buen trabajo. Nos los creemos. Pilar Gil, Laura, tiene un personaje nada fácil en cuanto que el autor no le dota de la palabra con frecuencia. Es un personaje que escucha, sufre y teme en silencio. Escuchar en teatro es de lo más difícil que hay, pues te brinda el ausentarte de la escena. Pilar logra que su personaje se mantenga vivo continuamente.
Alejandro Arestegui es Tom, un ser traspasado por la angustia del desencanto y la ilusión de otros horizontes y mares. Alejandro nos lo entrega con autenticidad y con naturalidad. Resaltar la escena del callejón en la escalera con Amanda, ante la Luna. Un momento poético que consigue el don de la naturalidad sin perder la poesía. Este calificativo de la "naturalidad" es tónica general en todo este montaje, sin ocultar la poesía que dimana del texto.
Carlos García Cortazar es el atractivo Jim. Va más allá de lo "atractivo". La irrupción del personaje es como un aire fresco esperanzador que entra en aquella casa. Carlos crea bien ese clima y derrocha la simpatía de Jim. La escena del baile con Laura (Pilar Gil), resulta divertida, atractiva y profesional. Destacar el valor de la iluminación fantasiosa de Nicolás Fischtel, de ese momento - y del resto de la representación - para dar ese toque de irrealidad o posibilidad de una esperanza. Otra de las escenas brillantes es el primer encuentro de Jim con Amanda, por parte de los dos.
En general, la obra fluye bien manteniendo los ritmos adecuados. No obstante, nos cuesta entrar al comienzo, sobre todo en la primera escena, tras el prólogo. Hay cierta morosidad en ese primer encuentro entre madre e hijo, y uno teme lo peor. Tras ese primer trago que tal vez necesite cierto recorte, el interés va en aumento y el ritmo también. El final son agradecidos y fervorosos aplausos, por parte del poúblico.
|
|
|
CARLOS G. CORTAZAR / PILAR GIL FOTO: www.madridteatro.net |
Título:El Zoo de cristal Autor:Tennessee Williams Adaptación:Eduardo Galán Ayudante de dirección:David Huertas Escenografía:Andrea D’Odorico Iluminación:Nicolás Fischtel Vestuario:Cristina Martínez Sonido:Tuti Fernández Dirección de producción:Luis Galán Coord. Artística y producción:Cristina de Cea Coordinador técnico:Luis Bariego Comunicación:Beatriz Tovar Gestoría:Magasaz Transporte:Miguel Ángel Ocaña Diseño gráfico:Alberto Valle / Hawork Studio Fotografía:Pedro Gato Video:Richard García Construcción de escenografía:Luis Bariego / Secuencia 3 Confección de vestuario:Cornejo Intérpretes:Silvia Marsó (Amanda), Carlos García Cortazar (Jim), Alejandro Arestegui (Tom), Pilar Gil (Laura) Dirección:Francisco Vidal Duración:90 min (apox) Estreno en Madrid:Teatro Fernando Fernán Gómez, 6 - XI -2014
|
TEATRO FERNÁN GÓMEZ Sala GUIRAU Aforo: 316 Pz/ de Colón, s/n 28001 - Madrid Metro: Colón, Serrano Bus: 5/14/27/45/21/53/150/1/9/19/51/74 RENFE: cercanías. Entradas: Caixa Catalunya en www.telentrada.com y Tf. 902 10 12 12 Tel-reservas grupos: 91 480 03 33 37 Email:
Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla
|
|