LA PLAZA DEL DIAMANTE EL VALOR DE LA PALABRA DE LOLITA
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LOLITA FLORES FOTO: www.madridteatro.net |
Del 24 de septiembre al 23 de noviembre de 2014 Lolita ha interpretado en la Sala Pequeña del Teatro Español a Colometa, la protagonista de La Plaza del diamante de Mercè Rodoreda. Casi desde su estreno sobre el cartel de la entrada se estampó el "No hay localidades para ninguna función". La temporada estaba cubierta. Tal éxito, desde el comienzo y antes de que aparecieran las críticas, provenía de varios alicientes: La Plaza del diamante fue popular a través de la serie televisiva y Mercè Rodoreda, gracias a la serie, fue conocida en el resto de España. Otro aliciente era el que lo interpretara Lolita Flores, popular como cantante, hija de Lola Flores y, ahora, matriarca de toda la familia, amén de sus apariciones en diversos programas televisivos. Todo este "curriculum" parateatral, le servían de aval a nivel divulgativo. A este itinerario musical y social, para los más seguidores del teatro y el cine, se unía la validez de Lolita como actriz: un Premio Goya en el cine por Rencor, y, en teatro, por Ana en el trópico y Sofocos, más sofocos. Para los sesudos del teatro la garantía de toparse con un buen espectáculo era la dirección de Joan Ollé, director catalán con mucho de prestigio en la profesión. Tales expectativas no se han frustrado, y para decirlo de una vez: la interpretación que nos ofrece Lolita resulta convincente.
El texto adaptado por Carles Guillén y Joan Ollé resulta buena, pues sintetiza con habilidad la novela, ya en clave de monólogo, a una dramaturgia monologada con un lenguaje que respeta el de Mercè y mantiene viva la imaginación a través de las imágenes tanto descriptivas como emocionales. Curiosamente, a pesar de conocer la serie televisiva - ya lejana en la memoria - no se echa de menos nada. La palabra emitida inteligentemente por Lolita, recrea perfectamente la historia de Colometa y su entorno familiar y social. Los personajes que evoca se describen de tal modo, que terminamos por verlos. El valor de la palabra se hace protagonista.
La puesta en escena prefiere el minimalismo: unas ajetreadas tablas como suelo, por el que despuntan hierbajos, y un añoso banco, sufridor de las inclemencias de la climatología, evocan la golpeada vida de Colometa, así como desprende un aroma poético. Intermitente, una ristra de bombillas verbeneras que vienen desde las alturas y reposan sobre el suelo, evocan aquellos momentos de esparcimiento en la vida de Colometa. Este minimalismo escénico potencia el protagonismo de la palabra, así como apoya, humildemente cuando se requiere, la atmósfera de la vida de Colometa. Una discreta música, más evocación que realidad, termina por dar el toque final del ambiente. Todo un acierto.
A todo este "acierto" se añade otro: la interpretación de Lolita. Lo que tiene que emprender es un camino nada fácil. Sin acción, todo el tiempo está sentada en el banco, narrando a los espectadores, muy cercanos, las alegrías y desdichas de su vida, sin estridencias ni melodramatismos, salvo algún momento puntual más trágico. Combina, con habilidad, el humor, el distanciamiento de su propia vida y el dramatismo. Todo ello con contención y verosimilitud. Un buen trabajo que precisa de concentración. Da la sensación de que sus palabras brotan de su propio corazón.
Asistí el martes 18 de noviembre de 2014. Se cumplía el "no hay localidades", con un público muy preferentemente femenino, y con una buena dosis de edad madura. Es posible que muchas conocieran la novela y, sobre todo, la serie televisiva. Como anécdota curiosa y, para mí, ocurrida por vez primera, fue el simpático preludio. Indudablemente la obra necesita de la mencionada concentración, y, sobre todo, teniendo al público tan cerca. Un exabrupto ruido puede hacer perder el hilo del texto. No es lo mismo si existieran las antiguas candilejas, y cierta lejanía que amparan del público. El tal preludio consistió en que una persona advirtió de tal necesidad de silencio y recogimiento. No esperó a que la megafonía dijera aquello de "no se olviden de apagar sus teléfonos móviles", sino que pidió a todo el respetable que delante de él apagasen los móviles, y quienes no supieran apagarlos, él se ofrecía para hacerlo. Tal promesa se cumplió, pues varios móviles fueron pasando por sus manos, obteniendo el silencio requerido. Otro aviso fue el que si alguien tomara caramelos que, ¡ya!, quitara el papel de celofán, y no esperara a la función. Por lo visto, tales advertencias, eran el resultado de imprudencias telefónicas o alimenticias anteriores. A pesar de todo, durante la representación, algún teléfono abortó su melodía, algún "crick" de celofán escuché a mi lado y, para más "inri", alguna señora protestaba, porque las piernas de la persona de atrás se apoyaban sobre su respaldo. Lógicamente a todos nos dio un espasmo, y también obligó a un sutil silencio de Lolita, del que salió airosa.
La plaza del diamante, eso ya está en la novela, es un texto que no solamente se atiene a las vivencias históricas de un personaje como Colometa, sino que nos transmite una crítica mirada, sin acritud, de una sociedad, en la que los poderosos mantienen sus distancias frente a una población que la vida les ha llevado a practicar la humildad, y convertirse en sufridores de la injusticia. También revela que en la vida se encuentran seres bondadosos como la propia Colometa y su segundo marido, un pedazo de pan.
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LOLITA FLORES FOTO: www.madridteastro.net |
Título:La Plaza del Diamante Autora:Mercè Rodoreda Adaptación:Carles Guillén y Joan Ollé Traducción al castellano:Celina Alegre y Pere Rovira Iluminación:Liones Spycher Vestuario:Ana López Música original:Pascal Comelade Ayudante de dirección:Irma Corea Producción:Teatro Español Intérprete:Lolita Flores Dirección:Joan Ollé Duración:1 hora 15 minutos Estreno en Madrid:Teatro Español (Sala pequeña), 24 - IX - 2014
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Teatro Español Sala Pequeña
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