LA VERDAD SOSPECHOSA LA MENTIRA, LEGADO DE LA HUMANIDAD
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DAVID LORENTE / RAFA CASTEJÓN / PEDRO ALMAGRO FOTO: www.madridteatro.net |
De La Verdad sospechosa (CLIKEAR)tuvimos una primera referencia en el s. XX con la versión de Pilar Miró en el Teatro de la Comedia, a través de la Compañía de Teatro Clásico que, en aquel entonces, dirigía Adolfo Marsillach. Junto a figuras como José María Pou, Emilio Gutiérrez Caba, Enric Majó, Adriana Ozores ... estaba Carlos Hipólito como intérprete principal. A raíz de este montaje, su buen hacer, acrisolado en el TEC (Teatro Estable Castellano) y TEI (Teatro Español Universitario), bajo la tutela de Layton/Narros se difundió y su trayectoria teatral se expandió hacia un público más amplio en teatro, cine y televisión. De este modo comenzó una carrera meteórica que sigue manteniendo. La dirección, calificada de acierto y sabiduría por la crítica, era de Pilar Miró. Esto sucedía el 20 de noviembre de 1991.
Veintidós años después Helena Pimenta retoma este texto del mexicano Juan Ruiz de Alarcón. Ha llovido bastante sobre la Compañía de Teatro Clásico. Los espectadores llevan años reconciliados con el teatro clásico, los montajes han ido ganando en frescura y los actores se han ido familiarizando con el verso y su modo de decir.
La temática en la que se engolfa Ruiz de Alarcón, sirvió de inspiración para Corneille (Le Menteur) (CLIKEAR) y Goldoni (Il bugiardo). El protagonista es un mentiroso compulsivo, cuyas aventuras están adornadas de tal exquisita palabrería y descripciones que, transforma la mentira en verdad. Tal sarta de mentiras va creando un gran tejido en el que termina por quedar prisionero, incluyendo su elección amorosa. La intención de la mentira tiene como fin medrar en lo económico o en amores. Aquí resulta que las damas también mienten para conseguir a sus galanes. El tema sigue vigente en nuestra sociedad y, posiblemente, de modo más pujante. No hay que olvidar la sarta de mentiras a través de Internet en solicitudes amorosas, que suelen terminar en tragedias y las promesas publicitarias. El mundo de hoy se ha aficionado a la mentira y a la apariencia. Ruiz de Alarcón, aunque en clave de comedia, hacía una radiografía del ser humano y su colectivo que no ha perdido vigencia.
Como en toda comedia del siglo de Oro que se precie, la sangre no llegar al río. Por eso, al final, hay que dejar todo bien equilibrado según las convenciones sociales. Cada pareja de enamorados encuentra su lugar justo, según dichas convenciones. Este contentamiento establecido de los clásicos hay varios modos de entenderlo. Uno es conducirlo por el "happy end" holliwodiense, que consiste en el final feliz. Claro que tal final feliz, podría ser una fina ironía del autor. Lo denunciado, denunciado estaba. Otro deja que el espectador saque sus propias conclusiones- Esta última interpretación parece ser la que ha escogido Helena Pimenta.
Manteniendo el texto y la convención del maridaje de las parejas, utiliza una imagen final que insinúa una vida futura no muy feliz. Lucrecia se acerca a Don García. Él tiene una expresión de desconcierto y ella reclina su cabeza sobre el hombro de él, de espaldas al público. Tal final, a nivel visual, es más congruente que el final feliz ya que si "Zamora no se tomó en una hora", menos el amor. No parece que el emparejamiento de Don García y Lucrecia, tenga un futuro muy prometedor, a no ser aquello de que el "roce" hace el "amor".
El espacio escénico es origina y funcional, muy adecuado al ritmo que Helena ha inyectado a esta comedia. Unas paredes con cuadrículas como las de un blog, forman ángulo como si se tratase de las dos páginas de un libro abierto. Sobre tales paneles se irán abriendo sucesivas aberturas y puertas a lo largo y alto, creando los diversos ambientes, aderezados con algunas proyecciones más en la línea de la sugerencia que del realismo. Un espacio limpio y eficaz que favorece la ambientación y el ritmo.
La dirección de Helena ha preferido un trepidante ritmo tanto en el movimiento de los acores, transición de escenas como en la recitación del verso. Es una de ls grandes virtudes de este montaje, ya que no permite que el espectador esté inactivo y se aburra. Pero este valor tiene su "lunar", ya que tal velocidad uniforme lleva a cierta monotonía. Me explico. Al ritmo, si le queremos buscar una definición teórica, podría definirse como la unidad en la variación. Dicho así resulta muy fácil. No obstante, no deja de dar en el clavo. Este aspecto "variación", a nivel recitativo y de movimientos de los actores es lo que empaña, un poco, el ritmo total. Por eso he hablado de "lunar", más que de oscuridad total.
Tal velocidad contamina a la recitación del texto, que si bien le proporciona ese ritmo laudable, en primera instancia, hay momentos, pocos, en que nos sentimos perdidos, y eso que la versión de Ignacio García May está muy cuidada y limpia de términos oscuros. De todos modos, la recitación de los actores consigue unir la intelección del texto con la musicalidad de los versos, así como cierta naturalidad, sin caer en lo prosaico. Ello le da más cercanía.
El vestuario nos ha traído la acción a los finales del siglo XIX y principios del XXI. Funciona. Esto le permite a Helena el utilizar cierto modo interpretativo con ráfagas expresionistas como es el primer encuentro de Don García y los amigos, que recuerdan, en la forma visual, al Esperando a Godo de Samuel Beckett.
Una unidad recitativa e interpretativa campea entre todos los actores y es difícil destacar uno más que otro. Joaquín Notario en Don Beltrán, el viejo, como ya es habitual en él resulta espléndido y cómico. Rafa Castejón en el gran mentiroso Don García, despliega su capacidad histriónica, en el buen sentido de la palabra, que yo ya le había visto en sus comienzos. Marta Poveda es Jacinta, un papel de diversos matices que encara bien. En segundo plano queda el personaje de Lucrecia, por su menor longitud, que Nuria Gallardo aborda con su profesionalidad habitual. Destaca también la intervención de Fernando Sansegundo como Tristán, el criado, que transmite la comicidad como algo natural y sin esfuerzo. Se puede decir que hay una buena labor de conjunto, lo cual refleja una dirección cuidada e inteligente.
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MARTA POVEDA |
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DAVID LORENTE / RAFA CASTEJÓN / PEDRO ALMAGRO FOTOS: www.madridteatro.net |
Título: La Verdad sopechosa Autor: Juan Ruiz de Alarcón Versión: Ignacio García May Escenografía: Alejandro Andújar Vestuario: Alejandro Andújar/Carmen Mancebo Iluminación: Juan Gómez Cornejo Coreografía: Nuria Castejón Selección y Adaptación Musical: Ignacio García Maestro de esgrima: Carlos Llavador Asesor de Verso: Vicente Fuentes Realización de escenografía: Proasur Realización de vestuario: Ángel Domingo/ María Calderón Realización de pelucas: Fent i Desfent Utilería: Tapicería Hermanos García, El clavo, Carlos del Tronco Realización de video: Vicente Fontecha Ayudante de escenografía: María Matas Ayudante de vestuario: Maite Onetti Ayudante de iluminación: David Hortelano Ayudante de dirección: Javier Hernández-Simón Producción: Compañía Nacional de Teatro Clásico Pianista: Miguel Huertas/Luis Noain Intérpretes (por Orden de intervención): Fernando Sansegundo (Tristán), Joaquín Notario (Don Beltrán), Rafa Castejón (Don García), Juan Meseguer (Letrado/Don Juan de Luna), Marta Poveda (Jacinta), Nuria Gallardo (Lucrecia), Pepa Pedroche (Isabel), David Lorente (Don Juan De Sosa), Pedro Almagro (Don Félix), Juanma Navas (Don Sancho), Óscar Zafra (Camino), Alberto Gómez (Paje/Vendedor), Anabel Maurín (Criada/Vendedora), Mónica Buiza (Vendedora) Dirección: Helena Pimenta Duración: 1 hora y 50 minutos Estreno en Madrid: Teatro Pavón (Compañía Nacional de Teatro Clásico)
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Teatro Pavón (Compañía Nacional de teatro Clásico) Director: Helena Pimenta C/ Embajadores, 9 (Plaza de Cascorro) 28012- Madrid Tf. 91 528 28 19 Metro: La Latina Entradas: ServiCaixa 902 332211 Precios especiales grupos: Tf. 91 521 45 33
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