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Los hijos de han dormido. Chéjov-Veronese. Crítica PDF Imprimir E-mail
Escrito por Jerónimo López Mozo   
Domingo, 04 de Noviembre de 2012 07:00

LOS HIJOS SE HAN DORMIDO
UN NUEVO VUELO DE LA GAVIOTA DE CHÉJOV.
 
 
 

 DIEGO MARTÍN / MALENA GUTIÉRREZ / SUSSI SÁNCHEZ /
ANÍBAL SOTO / MIGUEL RELLÁN /  GINÉS GARCÍA MILLÁN  / MALENA ALTERI O/ ALFONSO LARA
FOTO: JEAN-PIERRE LEDOS

Por tercera vez se acerca Daniel Veronese al teatro de Chéjov y, como en las anteriores, lo hace asumiendo la doble función de director y adaptador libre. El calado de esta última tarea es tal que modifica o pone nuevos títulos a las obras y no duda en presentarlas como de su autoría. Las tres hermanas se convirtió Un hombre se ahoga (CLIKEAR). Tío Vania devino en Espía a una mujer que se mata (CLIKEAR) y la que ahora nos ocupa, La gaviota, en Los hijos se han dormido. En ésta, la versión no afecta al argumento ni a la estructura original de la pieza de Chéjov, pero los cambios que introduce son notables. Reduce el texto, despojándole de lo más retórico y de cuanto resulta obsoleto en el lenguaje actual, lo que acorta la duración del espectáculo: fragmenta los largos parlamentos y lo que era monólogo discursivo lo convierte en vivos diálogos; suprime los personajes secundarios y redistribuye sus funciones entre los que quedan; crea nuevas escenas y recompone otras. El resultado de todo ello es que agiliza la acción.
 
El mensaje de Chejov apenas ha sido alterado. Permanece lo que tiene que ver con sus ideas sobre la función de la literatura y, más concretamente, del arte escénico. Se prescinde, eso sí, de la imagen de placidez que parece presidir la vida en la propiedad de Sorin. En el autor ruso, hasta bien avanzada la obra, la procesión va por dentro y son los pequeños detalles, las medias palabras, los silencios y los gestos los que sacan los conflictos a la luz. En la versión de Veronese, la realidad se muestra desde el principio sin tapujos. Si al nuevo título de La gaviota hubiera que otorgarle alguna intencionalidad, de lo que no estoy totalmente seguro, tal vez tuviera que ver con cuestiones generacionales, en concreto con la herencia dejada, por una sociedad amargada, melancólica y enferma, a una juventud inquieta e inmadura, que la recibe sin sospechar que está envenenada. Lo malo es que, de conocer esa condición, no sabría qué hacer con ella y, lo que es más grave, no es capaz de buscar mejores alternativas. En contra de lo que es ley de vida, aquí son los hijos los que abdican o mueren, mientras los padres prosiguen impasibles su cansino viaje hacia la nada.
 
En lo formal, la aportación esencial de Veronese a la nueva lectura de la obra consiste en que la soterrada tensión existente en el texto de Chejov, sugerida a través de las palabras, él la hace aflorar mediante la acción física. No llega en este caso al extremo en que lo hizo en Casa de muñecas, en la que Nora era brutalmente apaleada por su marido, pero está en la misma onda. El propio  dramaturgo lo ha explicado diciendo que, más que a la inteligencia, apela al temperamento neuronal de los personajes.
Si en toda representación teatral el trabajo de los actores es importante, en los espectáculos del director argentino es su piedra angular. Podría prescindir de todo lo demás. En buena medida lo hace. La escenografía es funcional. Posee los elementos mínimos y básicos para enmarcar la acción, que sitúa en el interior de la casa, haciendo abstracción de los espacios exteriores que la rodean. Las tres puertas que permiten el contiguo trasiego de entradas y salidas de los personajes nunca cumplen la función de válvulas de escape para liberar la presión que se acumula en tan deducido espacio. Se diría que es un decorado de usar y tirar si no fuera porque es probable que Veronese lo conserve para reutilizarlo en futuras puestas en escena. No sería la primera vez.
 
Así, pues, es en la dirección de los actores donde Veronese pone toda la carne en el asador. A pesar de que en el reparto abundan más los que han cimentado su carrera profesional en series televisivas que en los escenarios, lo cierto es que ha armado una compañía sólida en la que todos sus miembros responden con creces a lo que se les exige, que en orden de entrega no es poco.  Funcionan como una máquina cuyos engranajes están bien engrasados. Ninguno chirría. El resultado es una función en la que lo coral se impone a los protagonismos. Los hay, sin embargo, y son bien visibles. Los asumen Ginés García Millán y Susi Sánchez. El primero compone un Trigorín decadente que se sabe amado por las mujeres y que, como escritor, es consciente de que su talento le ha llevado a la fama, pero no le ha servido para construir una obra profunda. Susi Sánchez, en el papel de Arkadina, consigue que todo gire en torno a ella. Tiene el empaque de las grandes figuras de la escena. Es odiosa en su papel de madre dominadora y de actriz engreída, pero nos atrae con fuerza. Del resto del elenco, nos atrapa la juventud y desenvoltura de la Nina de Marina Salas cuando da rienda suelta a su entusiasmo por un futuro que promete ser feliz y nos conmueve cuando relata el fracaso de su existencia. La presencia de Miguel Rellán, que atraviesa un momento  luminoso en su carrera, es un lujo. Su Sorín, que tras una vida anodina, se manifiesta en su vejez como un inesperado e inofensivo rebelde es el único personaje que nos hace sonreír. Desde el sofá, en el que pasa el día dormitando, es testigo del drama que tiene lugar ante sus ojos, sin implicarse demasiado en él. Completan el reparto Pablo Ribero (el joven y desgraciado Treplev), Malena Alterio (Masha), Diego Martín (el maestro Semión), Malena Gutiérrez (Polina), Aníbal Soto  (el doctor Dorn) y Alfonso Lara (el administrador Sorín).
  SUSI SÁNCHEZ / MARINA SALAS  / MALENA GUTIÉRREZ  / ANÍBAL SOTO / ALFONSO LARA  /  MIGUEL RELLÁN
FOTO: JEAN-PIERRE LEDOS
 
Título: Los Hijos se han dormido
Versión de La gaviota de A. Chejov
Versión y dirección:Daniel Veronese
Diseño de escenografía:Alberto Negrín
Diseño de vestuario:Ana Garay
Diseño de iluminación:Sebastian Blutrach
Ayudante de dirección:Adriana Roffi
Jefa de casting:Rosa Estévez
Fotografías:Jean Pierre Ledos
Diseño gráfico:Alberto Valle (Hawork Studio)
Producción ejecutiva:Lola Graiño
Dirección de producción:Ana Jelín
Intérpretes: (Por orden de intervención): Malena Alterio (Mascha, su hija), Diego Martín (Semion Semionovich Medvedenko, maestro), Miguel Rellán (Piotr Nikolaevich Sorin, hermano de Irina ), Pablo Rivero (Konstantin Gavrilovich Treplev, su hijo ), Marina Salas (Nina Sarechnaia), Malena Gutierrez (Polina Andreevna, su mujer ), Aníbal Soto (Evguenii Serguevich Dorn, médico), Alfonso Lara (Ilia Schamraev, administrador de Sorin), Susi Sánchez (Irina Nikolaevna Arkadina), Ginés García Millán (Boris Alekseevich Trigorin, escritor)
Dirección:Daniel Veronese
Duración: 1 h. 30 m. (aproximada)
Estreno en Madrid: Matadero (Naves del Español) (Sala 2), 10 - X - 2012

 
 DIEGO MARTÍN / MALENA ALTERIO/ MIGUEL RELLÁN
FOTO: JEAN-PIERRE LEDOSj


JERÓNIMO LÓPEZ MOZO
Copyright©lópezmozo

 

Matadero madrid
naves del español
paseo de la chopera, 14
28045 - madrid
metro: legazpi, líneas 3 y 6
bus: 6, 8,18,19, 45,78 y 148
Cercanía: embajadores
Entradas: Sucursales de la Caixa de Cataluña
y Tel-entrada (24 horas) 902 10 12 12
  
                                                       

 

Última actualización el Domingo, 04 de Noviembre de 2012 15:05
 
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