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Hoy: El diario de Adán y Eva PDF Imprimir E-mail
Escrito por Luis J. Álvarez Garrido   
Miércoles, 17 de Febrero de 2010 09:26

 

HOY: EL DIARIO DE ADÁN Y EVA ,REPRODUCIR LA IRRESISTIBLE EXPERIENCIA DE LA VERDAD.
[2004-08-19]
 Hace cuatro años este Diario se presentó en Madrid dentro del Festival Iberoamericano que la capital recuperaba. Volvieron a Argentina y allí la crítica se volcó en elogios. Retornaron y durante un año continuado la acogida del público, en Madrid, ha sido elocuente

HOY: EL DIARIO DE ADÁN Y EVA

REPRODUCIR LA IRRESISTIBLE
EXPERIENCIA DE LA VERDAD

Hace cuatro años este Diario se presentó en Madrid dentro del Festival Iberoamericano que la capital recuperaba. Volvieron a Argentina y allí la crítica se volcó en elogios. Retornaron y durante un año continuado la acogida del público, en Madrid, ha sido elocuente. También aquí las críticas favorables (muchas entusiastas), y Miguel Ángel Solá, realmente soberbio en su papel, acaba de ser galardonado con el Premio al Mejor Actor de teatro del año. Un éxito que empezó sin hacer ruido, con el boca a boca del, entusiasmo de los primeros espectadores, hasta llenar el teatro con una constancia que provocaría la envidia en cualquIer productor. Esperamos que esta corriente alcance a las distintas ciudades de España por donde hará escala en su gira.

Título: Hoy: El diario de Adán y Eva
Autor: Mark Twain
Adapatación: Miguel Ángel Solá, Blanca Oteyza, Manuel González Gil
Intérpretes: Miguel Augel Solá y Blanca Oteyza
Director: Manuel González Gil
Estreno en Madrid: Teatro Bellas Artes, Mayo 2003 (en gira)

La aventura del teatro es la aventura de la vida pero concentrada, a modo de extracto que recogiera toda la esencia. Nos hace revivir lo habido en las entrañas para vivir más, para resucitar. Y si consigue concitar el recuerdo del mosto exprimido en el lagar de los amores y desamores de nuestra historia particular, evocando el aroma del vino y el pan cotidianos de los que a la postre vive todo corazón, la magia del teatro se apodera del espectador entre risas y sollozos. Este milagro es posible de la mano de Miguel Ángel Solá, Blanca Oteyza y Manuel González Gil, con esta preciosa obra hecha auténticamente a medida de sus autores y actores.

La apuesta por un teatro apoyado sobre la fuerza y la belleza de la palabra y la voz, por un texto inteligente y elegante, y una voluntad de hacer mirar al espectador con amable crudeza, envuelta en risas, a los misterios más abismales y cotidianos del hombre, tal vez sea la clave de este milagro.

Sorprende un discurso tan bien declamado, particularmente por la parte masculina, con largos parlamentos en solitario de un ritmo trepidante bien mantenido y ¡sin perder matices! Sorprende la mutación de personaje que hacen ambos actores sobre el escenario mismo: transiciones hechas teatro, aprovechadas como descanso y asimilación para el público, ocasión para hacer sitio al cambio de registro con nuevas emociones, para modificar la perspectiva y salvar la distancia del espacio como del tiempo. Llegan momentos en la obra que el espectador lo necesita tanto o más que los actores y casi siempre porque ya se desea el cambio, porque el registro ha llegado a su climax y es hora de volver la mirada del pasado al presente o viceversa.

Pero hay algo todavía que sorprende más, algo que va más allá de la buenísima dirección capaz de conseguir un armónico trabajo de los protagonistas: la firme convicción con que se expresan los actores, la extraña manifestación de la coincidencia entre los papeles y sus personas.

¿Qué puede aportar sobre la escena una tal representación? Quizá lo sea todo cuando el texto se arriesga a hablar de lo eterno en el hombre y no renuncia -. a tomar posición sobre el valor de las asignaturas cuyo examen obliga a todo el mundo. ¡Parece que se creyeran lo que dicen! Acierten o no en sus diatribas transmiten una soberana sensación de libertad. Basta con prestar oído al viejo actor en la entrevista del programa de radio: ya posee la edad de despacharse a gusto llamando a las cosas por su nombre cuando sus palabras nadie las solicita. Se vuelve profeta de su tiempo, capaz de denuncia de lo obvio y persistente, de tanta realidad deprimente que nosotros mismos hemos generado. Esa libertad de la ancianidad rebosa en toda la obra, también para revelar la belleza de las cosas más sencillas y permanentes, o la bondad del riesgo del amor, porque las palabras tienen el mejor altavoz en la carne convencida de los actores. He aquí la fuerza del teatro que apuesta por la palabra, del teatro que busca reproducir la irresistible experiencia de la verdad. Si llega a ella o no que cada espectador lo decida.

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Luis Javier Álvarez Garrido
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Última actualización el Martes, 27 de Abril de 2010 15:57
 
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