AGOSTO
UN TEATRO DE ANTES PARA EL SIGLO XXI
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ANTONIO GIL, CARMEN MACHI, AMPARO BARÓ
FOTO: DAVID RUANO |
Con Agosto de Tracy Letts parece como si volviéramos a aquellos autores norteamericanos de mitad del siglo XX, quienes dan un buen repaso a las relaciones familiares. En informaciones previas se ha hablado que la obra es un homenaje a nombres como Eugene O'Neill, Edward Alby y al novelista William Faulkner. No van desencaminadas. Desde que aparece ante nuestros ojos la escenografía, el recuerdo de estructuras de casas de varios pisos, como en La Muerte de un Viajante de Arthur Miller, vienen a nuestra mente. Vuelve todo un teatro que, en su momento, nos impactó por el análisis social y la profundización psicológica en personajes a los que hemos querido.
En Agosto la estructura de la casa de varios pisos la tenemos. Esto siempre gusta. Una casa familiar que ha roto ciertos lazos con el mundo exterior, simbolizados por los plásticos negros que cubren las ventanas. Una casa que, celosamente, oculta un secreto, pero, sobre todo, ha amargado una existencia: final de trayecto para unos, y medio trayecto para otros.
Tracy Letts nos cuenta durante tres horas la historia de tres generaciones, cuyo protagonismo y decisiones familiares recaen sobre las mujeres. Los hombres recurren, cómodamente o impotentes de hallar una solución, a cierta pasividad.
En la casa sólo viven los abuelos y una hija soltera, cuya vida no ha ido más allá del umbral de la puerta exterior. La muerte del abuelo - siempre hay una argucia dramática para los encuentros - es motivo para que todos su familiares se reúnan. Como es lógico a cada uno le ha traído un interés diverso. Quien parece apartarse de todo el batiburrillo que se crea, es la quinceañera Jean (Irene Escolar), el último vástago familiar, que reproduce, físicamente, la Lolita (Domnique Swait) de la versión cinematográfica de Jeremy Irons y Melanie Griffit, dirigida por Adrian Lyne (1997). Hay otro personaje, de mirada objetiva, la India, al servicio de la familia.
El esquema de la obra puede equiparase a las terapias grupales de nuestro tiempo, tan apreciadas por algunos colectivos. Poco a poco va saliendo la "mierda" que se tiene dentro, los sentimientos más nobles, los amores reprimidos por la convención social, el amargor de algunos personajes y un atibo de esperanza. Tracy Letts ha construido unos personajes llenos de vida y de verdad que nos conmueven. Por eso va más allá de una terapia clínica, a menudo un tanto fría y sofisticada. Estamos ante un trozo de vida que puede ser la de cualquier familia y ello le proporciona la connotación universal, lejos de ceñirse únicamente a la vida norteamericana.
Agosto abunda en momentos dramáticos y tensos, pero ello no quita que, incluso en ellos, se cuele el humor, hasta llegar a producir algo más que la sonrisa. Estructurada en diversas escenas , al estilo cinematográfico como ya había inventado Arthur Miller y que hoy es del dominio común, éstas se suceden con buen ritmo y las transiciones no conocen los tiempos muertos. Este concepto del ritmo hace que las tres horas ni se noten. Hay un descanso, pero, imagino, más por el fatigoso trabajo de los actores, que por los espectadores. Éstos, dado el ritmo e intriga, no creo que lo necesiten.
Al principio he mencionado el recuerdo de los jóvenes autores norteamericanos, hoy clásicos, de la segunda mitad del siglo XX. Esta remembranza no quiere decir ni que sea una copia de aquellos, ni que suponga una dramaturgia trasnochada. Esto viene a cuento porque cuando volvemos a reponer los Miller, los Williams, los O'Neill etc..., a pesar de que siguen siendo eternos, no se puede evitar un suave olor a naftalina. Hay que pulirlos y no siempre se hace. En este aspecto me sorprendió, favorablemente, la versión del argentino Claudio Tolcachir con Todos eran mis hijos de Arthur Miller. Uno de los secretos de que, por ahora, Agosto no exude ese suave olor a naftalina, son los diálogos. Dejan de lado un estilo literario, protagonismo de una época, para bajar a ras del suelo, sin perder la elegancia, la frase bien construida o la evocación.
El texto es una golosina para los actores, sobre todo para el elemento femenino. Sus caracteres, bien construidos, ofrecen una amplia gama de personalidades. Y los intérpretes de esta versión saben estar a la altura de sus personajes. A veces se suele decir que no se puede destacar a nadie, por el buen "hacer" de todos los actores. Si en algún momento esa muletilla es verdad, lo es en este montaje. No obstante, permítanme dar algunas pinceladas.
Amparo Baró vuelve, tras muchos años, al escenario. Es la abuela. Un personaje agresivo, realista y con su corazoncito y con inicios de demencia senil. También con su deje de humor. Amparo siempre ha sido convincente. Aquí lo es totalmente.
Carmen Machi, a la que una buena parte del público adora por su cómica Aida televisiva, muestra un sorprendente registro dramático, que ya habíamos conocido en otras interpretaciones teatrales. Carmen es de las actrices que posee la cualidad de los "cómicos de corazón" enfundada en una piel camaleónica. Sea en la comedia, sea en la tragedia, siempre, nos convence.
Irene Escolar, Jean que es la hija o nieta según con quién la relacionemos, construye un personaje "alolitado" y despegado del resto que nos cautiva. Su interpretación nos evoca la inconsciente y rebelde adolescente de 15 años, que está al margen del mundo de los mayores, con gran habilidad.
Clara Sanchís (una de las hijas) apechuga con un personaje inestable y que se mueve entre dos aguas. Clara posee una belleza marmórea que, en este caso, le ayuda a esa difícil tarea de un distanciamiento que intenta la proximidad, pero que huye del compromiso.
Alicia Borrachero, la hija soltera, encarna bien ese personaje que ha acumulado una sufriente generosidad y que se abre a la esperanza.
Sonsoles Benedito deja fluir la comicidad de un personaje que pretende estar por encima de todo y simplificar las cosas. De alguna manera hoy la llamaríamos una pasota, a pesar de su "mijita" de oscura tragedia.
Marina Seresesky es Johanna, una india que opta por cierto mutismo y soporta con resignación ciertos ataques racistas. Su personaje la deja desamparada, pues no le facilita su labor interpretativa con el diálogo. Es el "saber escuchar" que tanto se alaba en el mundo del teatro. Marina "sabe escuchar".
El resto de los personajes son masculinos: las parejas de cada una de ellas. En el texto, tanto por los parlamentos, como por la acción tiene menos protagonismo. La concepción de ellos por parte de Tracy Letts, es acertada, ya que aquella familia es una familia de mujeres. Ellos son los parientes políticos: cuñados, yernos, primos... En una familia real de mujeres y si el problema que se plantea es el de la familia de esas mujeres, estos siempre quedan en la sombra y su opinión no cuenta. Aquí sí que es un dilema destacar más uno de otro. Todos convencen. Tal vez, por su mayor protagonismo como personaje, cabe destacar a Antonio Gil - marido de Bárbara (Carmen Machi) - que construye bien un complejo personaje que se debate entre ejercer la autoridad y la sumisión a su mujer. Gabriel Garbisu, también se hace más protagónico por su escena con Jean, la quinceañera. Convence.
Miguel Palenzuela, en su pequeña intervención en el llamémosle Prólogo, muestra una vez más su veteranía y su buen decir. No obstante ese Prólogo parece como si sobrase o no se necesitase para el desarrollo de la acción. Algo de lo que no es responsable Miguel, sino Tracy Letts.
Agosto es un teatro como los de antes encarnado, eficazmente, en el siglo XXI, que destaca por su temática y magnífica interpretación coral.
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FOTO: DAVID RUANO |
Título: Agosto (Condado de Osage)
Autor: Tracy Letts
Traducción: Ana Riera
Versión: Luis García Montero
Músicas: Angelo Badalamenti, Eric Clap ton, Bob Dylan, Mariano Marin, Paolo Nutini
Escenografía: Max Glaenzel
Vestuario: Alejandro Andújar
Iluminación: Felipe Ramos
Sonido: Roc Mateu
Videoescena: Álvaro Luna
Caracterización: Eva Fernández
Producción: Centro Dramático Nacional
Intérpretes: Amparo Baró (Violet Weston), Sonsoles Benedicto (Mattie Fae Aiken, hermana de Violet), Alicia Borrachero (Ivy Weston, hija de Beverly y Violet), Irene Escolar (Jean Fordham, hija de Barbara y Bill), Gabriel Garbisu (Steve Heidebrecht, prometido de Karen), Antonio Gil (Bill Fordham, marido de Barbara), Carmen Machi (Barbara Fordham, hija de Beverly y Violet), Markos Marin (Charles Aiken Junior, hijo de Mattie y Charlie), Miguel Palenzuela (Beverly Weston), Chema Ruiz (Deon Gilbeau, jefe de policía), Clara Sanchis (Karen Weston (hija de Beverly y Violet), Marina Seresesky (Johnna Monevata, ama de llaves), Abel vitón (Charlie Aiken, marido de Mattie Fae).
Ayudante de dirección: José Luis Arellano
Dirección: Gerardo Vera
Duración: 3 horas y 45 minutos (incluido intermedio)
Estreno en Madrid: Teatro Valle Inclán, 7 - XII - 2011
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CARMEN MACHI /IRENE ESCOLAR
MARINA SERESESKY
FOTO: DAVID RUANO
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CLARA SANCHIS / CARMEN MACHI /
ALICIA BORRACHERO
FOTO DAVID RUANO |
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