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Julio César o laambición de poder PDF Imprimir E-mail
Escrito por Salustiano Martín   
Sábado, 26 de Noviembre de 2011 12:49

RESEÑA, 1977
NUM. 10, pp. 23

 

 

JULIO CÉSAR O LA AMBICIÓN DEL PODER
SHAKESPEARE-HORMIGÓN

En 1977 estaba estrenada la democracia. Un ansia de novedades se apoderó del teatro. Era época en que se investigaba sobre adaptaciones y versiones nuevas sobre textos milenarios. Juan Antonio Hormigón lo intentó. 

 

Lo primero que hay que dejar claro de este Julio Cesar materialista es que no es Shakespeare; que, en cierta forma, Brecht; que es, desde luego, Juan Antonio Hormigón. El espectador inadvertido no sabemos si llegará a sospechar que lo que está viendo no es, precisamente, aquello que pensaba le iban a ofrecer. No estamos, de ningún modo, en contra de la adaptación o actualización de los clásicos. Estamos, sí, en contra de la tergiversación de la ideología que predican.

 

Hormigón, en un texto que leemos en la revista "Tiempo de Historia"(1)  afirma que, la obra del dramaturgo inglés es una reflexión sobre el poder absoluto; esto, creemos, no es cierto. Es, sin embargo, sí, una reflexión sobre el castigo que la acción contra el poder personal estatuido atrae sobre los actores de la misma. Una parábola moral que trata de convencernos de lo peligroso que es, para la propia seguridad del tiranicida, su acción, por muy justa que se pretenda. Hormigón afirma que el Julio Cesar de Shakespeare es como es por falta de datos arqueológicos o de conocimiento de la estructura social de la época. Shakespeare es un moralista del Renacimiento, pero su obra no traza de forma superficial los hechos históricos, añade el adaptador. Hormigón señala que el texto del inglés presenta las luchas entre los senadores , romanos como algo al margen del pueblo y concluye con ello que la intención del dramaturgo isabelino era advertir esa marginación y el consecuente manejo. Lo que el adaptador debe hacer, pues, es poner de relieve, acentuar de cara al espectador esa dicotomía. Esto es lo que no podemos creernos de ninguna manera: que Shakespeare cuando construí su teatro - cuando construía este Julio Cesar -, quisiera «mostrar los mecanismos del poder ( ... ), el popel. a que se relega al pueblo».

 

No hay más que leerse unas cuantas de las obras del dramaturgo de Stradford, para darse cuenta de varios hechos incontestables: en primer lugar, que en ellos no existe lo que pudiéramos definir como estado llano (campesinos, artesanos, pequeños mercaderes), y que no existe porque al propio dramaturgo no le in teresa para nada; en segundo, que cualesquiera historias de Shakespeare tienen como héroes positivos, no ya como protagonistas asépticamente tratados, a elementos de la aristocracia, de la clase detentadora del poder hegemónico; en tercero, que .en ningún caso, el autor de Julio Cesar se cuestiona el orden social, político o económico estatuido, sino que parte de la base de que este está ya definido - y bien definido - para siempre; en cuarto, que siempre que en algún sentido un personaje intenta subvertir el entramado jerárquico, dicho personaje sale dolorosa e ineficazmente malparado; finalmente, que es el jefe, el dictador, el monarca, el que, "en todo caso, detenta la absoluta primacía, y que su desaparición suele engendrar, además del correspondiente vacío de poder -y precisamente por ello -, bruscas conmociones, sangrientos enfrentamientos propiciados por las múltiples ambiciones de poder de quienes rodeaban al dictador: conmociones y enfrentamiento solo superados con el advenimiento de un nuevo conductor, que ordenará las rencillas y pondrá orden dentro del tinglado urdido por las clases dominantes. Ya que, como dice Cándido Pérez  Gallego en su Shakespeare y la politica, «la idea de la sociedad en Shakespeare - y en sus comedias - es el orden, la paz, la tranquilidad, con todo lo que tenga de engañoso y antisocial ese postulado», pues, en Shakespeare, «todo acto humano está sujeto a la vigilancia implacable de ese ser superior que es el poder» pues «el bien podrá desafiar al mal, pero nunca en el mundo de las comedias de Shakespeare - el hombre podrá desafiar al poder». (2)

 

Queda claro, así, que el Julio Cesar que vemos en el María Guerrero no es el del dramaturgo inglés. En este se conducía al espectador a la falaz conclusión - conclusión puesta, sin duda, al servicio de las clases dominantes - de que no puede existir la nación sin un poder personal fuerte, que no es recomendable el tiranicidio ni aun en nombre de la libertad, que la falla del jefe lleva a la desintegración nacional, que esa desintegración solo se supera con el ,triunfo y dominio de un nuevo jefe.

 

En ese sentido, la nueva obra que ha resultado de la implacable transformación que sobre Shakespeare han operado Hormigón y sus apoyaturas dramáticas (Brecht, ... ) e históricas «Plutarco, Cicerón, Marx, Kovaliov ... ), nos parece mucho más válida, a un nivel estrictamente ideológico, que el Julio Cesar primitivo. Dramáticamente, la nueva obra presenta lagunas evidentes, perdidas de ritmo, distorsiones en la imbricación de las escenas añadidas, confusión y ambigüedad en la caracterización de determinados personajes. Ello significa el lógico tributo concedido a tan radical transformación ideológica. La falaz mixtificación realizada por Shakespeare para llevar las aguas ideológicas al molino de sus intereses de clase es en el Julio Cesar de Hormigón correctamente salvada: el espectador que hubiera leído a priori la obra del inglés habrá descubierto con harta sorpresa que los conjurados querían, como el dramaturgo isabelino quería hacerles creer, acabar con César en nombre de la libertad de Roma; no, sino en nombre de su libertad, en nombre de su Roma; en definitiva, en nombre de sus propios intereses económicos y políticos como clase hegemónica necesitada de una dinámica de permanente enriquecimiento ante la amenaza del crecimiento económico y político de las clases capitalistas plebeyas. La demagogia populista de César le llevaba a limitar el sistema de los contratos, la percepci6n de intereses usurarios demasiado desmandados, todo ello en detrimento, acaso pretendido como segundo efecto, de la clase de los caballeros y los senadores, golpeados en ese momento por una dura crisis económica. Bruto, que decía amar filialmente a César, no le clavo su puñal defendiendo la libertad de Roma, sino sus privilegios de feroz usurero romano.

 

Pero, pese a todo, pese a su innegable aciertos dramáticos, pese a su idáctico manejo - en el análisis de la formación social esclavista - del feroz instrumento crítico que supone el materialismo histórico, pese a un texto literario de cierta altura y no excesivamente vulgarizado, pese a todo, decimos, en conjunto, la obra naufraga en el María Guerrero, destruida por los escollos de una dirección de actores infame, absurda en el movimiento de los personajes principales, confusa o ridícula como mínima en lo que podríamos denominar escenas de masas. En cuanto a los actores mismos, nadie se salva, realmente, como no sea Felix Navarro, en su línea de siempre. Hay una gradación desde la mediocridad de Marín o Sanz a la absoluta ineptitud de Palenzuela, gritador empedernido y penoso declamador, o Gemma Cuervo, que sigue su perenne naufragio sin posible recompostura. En medio, todos los actores, perdidos sobre el escenario, se limitan a pasar el tiempo de la representaci6n sin saber dónde ponerse y a largarle al espectador los parlamentos correspondientes con su mejor buena voluntad, pero sin demasiada fortuna. El espacio escénico, en fin, cumple con justeza y sin estridencia el papel que Morera, en un trabajo sin imaginación alguna, le reserva.

 

(1) Numero 25, diciembre 1976, pp. 119 - 122

(2) Madrid, Narcea, 1971, p. 40

 

Título: Julio César o la ambición del poder

Autor: William Shakespeare

Adaplación y dramalurgia: Juan Antonio Hormigón,

Dirección: Jose María Morera

Intérpretes: Guillermo Marín (César), Javier Loyola (Marco Antonio), Pablo Sanz (Bruto), Miguel Palenzuela ,(Casio), José Luis Lespe (Casca), Gemma Cuervo (Porcia), Ana María Barbany (Calpurnia), Félix Navarro, Juan Antonio Castro, Gabriel Salas. Dionisio Salamanca, etc

Estreno en Madrid: Teatro María Guerrero, 1976

 


Salustiano Martín
Copyright©salustianomartin

 


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Última actualización el Sábado, 26 de Noviembre de 2011 17:55
 
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