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RESEÑA, 1984
NUM. 150, pp. 25 |
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LA GATA SOBRE EL TEJADO DE CINC CALIENTE
VACIAR A WILLIAMS
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TENNESSE WILLIAMS |
El mismo Elia Kazan (nadie mejor que él conoció y comprendió al escritor norteamericano) quiso prologar con su presencia en una emotiva mesa redonda el acontecimiento de este reencuentro español con la mítica Gata. El proyecto de la compañía ABIDE (anterior al fallecimiento del dramaturgo, ninguna sospecha de oportunismo en este sentido) se había elaborado – dicen - minuciosamente, y en él aparecian nombres como los de Carlos Gandolfo, Max Bignens, Eusebio Poncela y Luis de Pablos. Todo parecía indicar que disfrutáramos de un gozoso estreno. Pero una cualidad no les negaremos a nuestros profesionales: su inagotable capacidad para asombramos.
Asombroso resulta, sí,- que un director con el crédito de Gandolfo presente -se atreva a ello un trabajo teatral tan desencajado y distante de los valores que el texto elegido encierra. El drama de T. Williams (que tiene mucho de su propio drama personal simbolizado en el personaje Brick) es un relámpago psicológico, una chispa candente donde un puñado de vidas contradictorias se calcinan en una atmósfera de asfixia. El contexto de rica jaula sin posible salida donde transcurre el drama ha sido perfectamente sintetizado en la escenografía de Bignens, única aportación estimable en todo el espectáculo. Un bellísimo e inteligente entramado de barrotes transparentes que delimitan los diferentes espacios, los comunica entre sí y los cierra al exterior en sugerente laberinto. Dentro de este hermoso continente, sin embargo, el contenido naufraga de principio a fin. Y es que nos encontramos ante una pieza maestra confeccionada para el lucimiento del talento del actor; excelente principio, en efecto, o siempre que el talento del representante a la propuesta. La profundidad humana que T. Williams concede a sus personajes necesita, pues, de una respuesta actoral sin reservas, y cuando esto no ocurre puede sobrevenir la catástrofe; rozando este punto transcurrió la representación. Ni los intérpretes ni su director perecieron reparar en que el auténtico drama psicológico precisa, sobre todas las cosas, un sutil análisis interior de las diferentes criaturas, del mismo modo que que el naturalismo pictórico no puede renunciar al perfecto dominio del dibujo.
Asistimos a un torbellino de gritos, gestos excesivos y repetitivos, movimientos confusos, incapaces de centrar la atención, de dosificar las tensiones, de transmitir ese mundo diabólico y atormentado propuesto por el autor. El drama individual y colectivo (sexo, droga, frustración, muerte, egoísmo) se escapa en boca de unos actores que, a pesar de su reconocido prestigio, intentan suplir ingenuamente el espíritu de sus personajes por medio de simples formas externas que rozan lo grotesco. Todo se reduce a un torpe esquema estereotipado, asainetado incluso: desde la sobriedad/frialdad de Eusebio Poncela, hasta los aspavientos barriobajeros (que otro tipo de desgarro requiere un capataz americano) de Carlos Lemas, pasando por la forzada sexualidad de Carmen Elías (el resto de los personajes transitan sin mejores resultados), el fruto de esta Gata para nada se acerca al deseado. Incluso los apuntes musicales de Luis de Pablos no subrayan debidamente, sino que impiden la perfecta audición de los personajes en un imperdonable desajuste en el volumen.
No se trata en este caso, claro es, de luchar contra un texto inédito o de discutible interés. La Gata sobre el tejado de cinc es un producto bien probado (al gusto de los empresarios, cada vez más celosos de asegurarse el éxito económico), y ninguna razón puede justificar hoy que un reconocido grupo de profesionales teatrales lo conviertan en una lastimosa sombra de lo que debe ser.
Título: La gata sobre el tejado de cinc caliente
Autor: Tennessee WiIliams
Intérpretes: Eusebio Poncela, Carmen Elías, Marisa Paredes, Julieta Serrano, Carlos Lemos.
Dirección: Carlos Gandolfo.
Estreno en Madrid: Teatro Reina Victoria, julio, 1984

MIGUEL MEDINA VICARIO
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