RESEÑA 1994
NUM. 253, pp. 23-24 |
DON DUARDOS
FIDELIDAD AL ORIGINAL
En el Festival de Almagro de 1994 se presentaba este Don Duardos con una versión de
Llovet, excesivamente fiel a la literalidad de su autor. Tratatdo festivamente se consigue un espectáculo visual y musical excelente, según el crítico.
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Título: Don Duardos.
Autor: Gil Vicente.
Versión: Enrique Llove!.
Música: Joaquín Díaz.
Escenografía y figurines: Mery Maroto.
Intérpretes: Ricardo Vicente, Angel Rojo, Esther Izquierdo, Diego del Pozo, Lucía Quintana, Pilar Castelao, Rosa María Rios, José María Noci, Eva Hernández, Eduardo Usillos, Eva Martín, Juan Antonio Quintana, Santos Ucere.
Músicos: Nacho Corral, Gustavo Corral.
Dirección: Juan Antonio Quintana.
Festival de Almagro
Estreno en Almagro: Teatro Principal, 9 – VII - 94.
Don Duardos es una de las primeras piezas del teatro en castellano, escrita paradójicamente por un dramaturgo portugués. Esta pieza de Gil Vicente ha sido catalogada habitualmente como tragicomedia, tal vez por la presencia de elementos muy dispares que no siempre se integran en una composición equilibrada y coherente. No es este el momento de discutir esta clasificación, pero quizá merezca ser revisada. La temática, inspirada en la literatura caballeresca y amorosa de la época, deja paso a un motivo sugerente e intenso dramáticamente: el deseo de un amor que supere las diferencias sociales. Pero la fuerza de este motivo se encuentra en el alcance simbólico de un personaje que pretende ser amado por sí mismo, por sus cualidades personales, y no por algo extrínseco y en el fondo innecesario precisamente para la relación amorosa.
A partir de esta idea el héroe inicia el camino que le conduzca a la conquista de su ideal amoroso, el cual constituye también un proceso de perfeccionamiento personal. Así, debe vencer las tentaciones que le desviarían de su objetivo - propuesto como plenitud de vida -, derrota a los enemigos que empañan el ideal que representa la amada y sufre con paciencia las reticencias de la mujer a quien pretende y las burlas de sus criadas.
Sin embargo, se advierten numerosas impericias en la construcción teatral del texto, fácilmente comprensibles si se recuerda que el autor se encuentra prácticamente sin referencias ni modelos que observar o en los que inspirarse. Acciones que suceden fuera de escena, cambios bruscos en el curso de la acción o desproporción y reiteraciones en el tratamiento de la historia, son algunos de los rasgos que evidencian esa inmadurez del género en la pluma de este extraordinario poeta que es Gil Vicente.
La versión de Llovet ha preferido la fidelidad al original y ni siquiera ha sustituido aquellos términos, que para un espectador actual resultan difíciles de comprender porque se encuentran en desuso. No sé hasta qué punto se trata de una elección o de una simple falta de criterio a la hora de abordar la revisión del texto. Por otro lado, también resulta discutible la inclusión de un buen número de fragmentos, poemas y canciones, procedentes de la lírica tradicional y de la literatura de época, al comienzo del espectáculo. De nuevo nos encontramos ante la desconfianza frente a las posibilidades de un texto que no necesita adornos.
Juan Antonio Quintana ha optado por un montaje festivo y tierno, en el que prima la belleza plástica y musical, lo que finalmente proporciona al espectáculo un cierto candor, un aire de primitivismo ingenuo. Estos supuestos estéticos revelan un indudable buen gusto, pero tal vez atenúan los contornos más vigorosos de la caracterización del tenaz amador o los aspectos propiamente dramáticos, ya de por sí desdibujados en algunas fases del texto de Gil Vicente. El resultado como espectáculo visual y musical es excelente. Se ha acertado en la creación del espectáculo escénico, en la iluminación, en el diseño de los figurines y en la selección de la música. En la interpretación se aprecia la entrega y el esfuerzo de los actores, aunque los resultados son desiguales y se dejan ver algunas carencias de intérpretes demasiado jóvenes todavía.
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