VÍCTOR O VICTORIA
EL MUSICAL DONDE NADA ES LO QUE PARECE
MÚSICA, COREOGRAFÍAS Y
LA VOZ DE
PALOMA SAN BASILIO,
UNA GRAN
VICTORIA
Título: Victor o Victoria
Libreto: Blake Edwards
(Basado en el guión de la película de Blake Edwards de 1982)
Adaptación: Jaime Azpilicueta
Música: Henry Mancini
Letras de las canciones: Leslie Bricuse
Música Adicional: Frank Wildhorn
Diseñador de escenografía: Alberto Negrín
Diseño de vestuario: Henri Laurenti
Diseño de sonido: Gastón Brisky
Diseño de peluquería y Maquillaje: Feliciano San Román
Traducción de canciones: Albert Mas Griera
Dirección artística/Diseño de iluminación: Ariel de Mastro
Coreografía: Barry MacNabb
Dirección musical: Alberto Favero
Intérpretes:
Paloma San Basilio (Victoria Grant / Victor Grazinsky),
Francisco Valladares (Carroll Todd "Toddy"),
Manuel Navarro (King Marchand), Noemi Mazoy (Norma Cassidy),
David Amon ("Squash" Bernstein), Javier Enguix (Henri Labisse),
Lorenzo Valverde (André Cassell)
Con:
Guadalupe Lancho / Teresa Cora / Eva Álvarez / Sandra Raussell /
Laura Rodríguez / Yolanda Serrano / Gemma Andreu / Silvia Álvarez /
Vanessa Bravo / Isabel Rúa / Elena de Apraiz / Fernando Prado /
Ana María Alcázar / Javier Toca / Santiago Cano / Carles Sánchez /
Esteban Oliver / Alberto Gabay / David Mur / Carlos Renedo /
Gabriel Nicolás / Mark Dowe / Igor Tsvetkov / Luis Suarez /
Joaquín Arjona / Francesc Esteve
Adaptación y Dirección: Jaime Azpilicueta
Estreno en Madrid: Teatro Coliseum, 28 – IX - 2005 |
PALOMA SAN BASILIO
FRANCISCO VLLADARES
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Musical alegre y dinámico que invita a una vida festiva y alegre, vacía de prejuicios y estereotipos, en el mundo de las relaciones humanas. Desde la vida bohemia del París de los años 30, una “joven” nos invita a acompañarle en su proceso de conversión de estrella de los nigth clubs parisinos. Esta invitación nos introduce en un mundo donde nada es lo que parece y donde sus personajes luchan desenfadadamente por superar determinados roles sociales (hombre/mujer).
El texto de Blake Edwards parte de la película homónima. La raíz se encuentra más lejana: Víktor und Viktoria, un musical alemán al que ya hemos aludido en esta misma página web. www.madridteatro.net. Como sucede, esporádicamente, con otros musicales – uno de ellos fue Siete novias para siete hermanos – primero fue la película y después se llevó al escenario.
Su argumento, que se aparta poco de la versión fílmica, fluye bien durante toda la primera parte. En la segunda parte – convertida en un vodevil de subidas y bajadas y puertas que se abren y cierran - no consigue la fuerza ni la agilidad de la anterior y se pierde demasiado en enredos de alcoba, típicos de José Luis Moreno en “Noche de fiesta”. Estas escenas se desarrollan siempre con el mismo decorado: el interior del hotel. Ello hace que la obra se haga más lenta y produzca la sensación en el espectador de que no se avanza. Sobran algunas de estas escenas por previsibles e insustanciales. Es cierto que en la película también existen estas idas y venidas, pero el ritmo cinematográfico, a través del inteligente montaje, le proporciona la agilidad y la comicidad que en teatro sólo lo pueden salvar los desplazamientos de los actores. A su vez, los insulsos diálogos podrían mejorarse y algunos distan de estar a la altura del resto de diálogos de la obra.
La obra juega con el tema Gay, tanto en algunos personajes, como con el mundo de la representación de Víctor/Victoria, un transformista. Es cierto que en 1982, cuando se escribe la película, el mundo Gay es tomado en la sociedad bajo el punto de vista jocoso, aunque con cierta naturalidad. Ello explica que el tema adolezca de una auténtica reivindicación gay, como se está abordando en estos tiempos. No es que haya que plantear la temática Gay en cánones actuales. Estamos en una comedia, pero, admitiendo el género, se abusa de esta temática, lo cual resta frescura y fluidez al conjunto de la obra. Este debate hetero-homo llega a cansar por reincidente y por presentar de forma un tanto fácil e infantil el mundo gay.
La obra a veces parece hecha a la medida de Paloma S. Basilio, ella luce su torrente de voz en repetidas ocasiones, lo que impide que otros personajes secundarios de gran calidad arranquen y muestren cosas nuevas. En mi opinión, Paloma abusa de las baladas melosas y almibaradas donde demuestra constantemente su portentosa voz. En el plano interpretativo creo que no llega a encandilar al público a pesar de su esfuerzo y trabajo. Se tiene la sensación de que está un poco rígida durante toda la obra y no llega a transmitir naturalidad, sino un estudiado y aprendido perfeccionismo que le lleva a una actuación demasiado encorsetada, e incluso antinatural que la aleja del público. Por el contrario, la cercanía o proximidad la aporta Paco Valladares, que se convierte en el nexo de unión entre el público y Paloma. Él es el quien coge con una mano a Paloma y con la otra al público y hace caminar a ambos. Metido dentro de un personaje a su medida - bonachón, gay, humano y fresco - ofrece al público momentos de humor y simpatía cargados de sentido común y buenos sentimientos.
Noemí Mazoy en el papel de Norma Cassidy - la contradiva - hace arrancar al público todas las carcajadas de la noche. Ella es descarada, inculta, grosera, atrevida, ordinaria, como una perra en celo... pero, con ella, la obra derrocha todo el desparpajo y salero que llega a tener. Afortunadamente tiene un par de números donde muestra su talento cómico - musical.
Manuel Navarro interpreta a King Marchand, el galán y ganster de Chicago. Le falta un poco de vida, garra interpretativa, para que su personaje sea más creíble. Se queda, un poco, a medio camino y por debajo de los actores principales. No llega a convencer como actor ni como cantante.... También es cierto que la partitura musical de King Marchand, no exige las dotes musicales de los protagonistas.
A “Squash” Bernstein, el rudo guardaespaldas, lo encarna David Amón. Es un personaje que nos muestra el lado más inocente de la obra. Da un toque de ingenuidad ante tanta alcahuetería. Él es el único que se hace permeable a todo lo que sucede a su alrededor y al final esto le lleva a descubrirse a sí mismo. Personaje muy acorde con las dotes físicas del actor. Dudoso su agudo final, a pesar de ser importante para el desenlace humorístico. El público encajó el raspado agudo, por el lado cómico y todos tan contentos.
Con todo, la verdadera protagonista es la música de Henry Mancini. Ella cose escena por escena por muy difícil que sean de unir. Creo que recrea muy bien todo el ambiente parisino, cubre a la obra de una gran calidad y nos da una visión unitaria de la obra, dándonos la sensación de algo completo y acabado.
Las coreografías de conjunto son lo mejor de la obra, inspiradas en los grandes títulos musicales y cinematográficos. En ellos la pequeña Paloma se transforma en una gran vedette al estilo clásico sin derrochar plumas, pero sí elegancia.
No se puede olvidar la gran calidad en los escenarios: la torre Eiffel, el Sena, los callejones parisinos, etc., cuya tramoya funciona a la perfección, algo muy propio de las producciones de Stage Entertainment.
Si hay que resumir, de alguna manera, una impresión general, baste decir que lo más conseguido es la parte musical, tanto a nivel de interpretación orquestal como canora y las coreografías que brillan por su interpretación y por su estética.
Hay un número musical, tanto en la película alemana como en la versión americana, que hace referencia a España. En ambas, se trata el mundo del folklore español mediante tópicos. En la versión cinematográfica de 1982, es el número que después, grotescamente, interpretará Toddy para poder salir airosos del embrollo y no acabar con los huesos en la cárcel. Aquí el número es Sevilla. Paloma, con bata de cola roja, nos ofrece una escena innecesaria y un tanto ajena al resto de la obra. Resulta deslavazada.
Tras lo dicho, la obra posee una gran dignidad y espectacularidad. De seguro que hará las delicias de un público, que en estos años se ha subido al tren del musical con pasión y regocijo.
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