EROS
EL DESASOSIEGO DEL AMOR
Título: Eros.
Autora: María Jesús Romero.
Dirección, espacio escénico y vestuario: Raúl Luján y María Jesús Romero.
Intérpretes: Sol Salcedo (Conejo), María Jesús Romero (Mujer), David Alba (Eros), Jorge Frade (Hombre), Mercedes Nieto ((Nada 1), María Juan Senabre (Nada 2).
Estreno en Madrid: La grada, marzo, 2005.
|
|
Eros es un espectáculo de alguna complejidad. La compañía La novia, que encabezan María Jesús Romero y Raúl Luján, aborda un trabajo ambicioso, intimista y cargado de influencias culturales y dramáticas. El título apunta ya al poder del amor y el discurso nos lo muestra como omnipresente y, a la vez, como portador de inquietudes para quien lo experimenta, aunque su aceptación final suponga el previsible triunfo de ese amor que avasalla.
La propuesta de la compañía, en la que podrían verse tanto las huellas de la vanguardia clásica como el influjo de algunas de las más novedosas experiencias teatrales contemporáneas, admite una pluralidad de lecturas. La mujer es, quizás, el eje en torno al que gira esta historia poblada de personajes que no son sino facetas de sí misma y de las relaciones con sus sentimientos, lo que nos recordaría fórmulas lorquianas de proyección del personaje protagonista en una multiplicidad de seres. Y la conversación, de vago aire dieciochesco, que mantiene la mujer con el hombre, con el conejo y con la imagen de Cupido, sugiere la idea de las disputas clásicas entre la razón y la pasión, tratada acaso con ese distanciamiento irónico tan común a determinadas fórmulas del teatro contemporáneo. El empleo deliberado y hasta provocador de la verbosidad y de un lenguaje propio del ensayo, la cita continuada o la glosa nos remiten a formas de intertextualidad reconocibles en creadores tan diversos como Rodrigo García o Thomas Bernhardt, aunque, ciertamente, su intencionalidad y su lenguaje difieren radicalmente del que aquí emplea María Jesús Romero.
A todo esto se añade la presencia, a modo de contrapunto, de dos personajes corales, de lejana filiación beckettiana, que comentan y explican humorísticamente la parte seria de la historia, en un lenguaje no exento de rasgos propios de la farsa.
El desenlace, vertido a través de la utilización de la imagen cinematográfica, apunta hacia la necesidad - ¿ritual?, ¿psicológica? - de un desnudamiento de la vieja piel, de una asunción de lo que el amor propone.
Este conjunto de elementos dispares, al que se suma, por ejemplo, la utilización de la danza en alguna ocasión, genera un espectáculo atractivo e interesante, aunque no siempre ofrece la sensación de plenitud o de acabamiento, para la que quizás se requiera un mayor grado de depuración en algunos momentos, o una mayor exigencia en el trabajo interpretativo de algunos actores. Pero merecen consideración la complejidad ambiciosa de la propuesta y el riesgo que supone la utilización de lenguajes más inciertos, así como la sucesión de momentos felices y brillantes del espectáculo.
|