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Perro muerto en tintorería: Los fuertes. Crítica. PDF Imprimir E-mail
Escrito por Eduardo Pérez Rasilla.   
Sábado, 27 de Marzo de 2010 20:13







PERRO MUERTO EN TINTORERÍA: LOS FUERTES
VIOLENCIA CONTRA LA VIOLENCIA

[2007-12-19]

El Centro Dramático Nacional ha ofrecido su escenario a una de las creadoras más arriesgadas y provocativas del teatro español de vanguardia.


PERRO MUERTO EN TINTORERÍA: LOS FUERTES
Violencia contra la violencia

Título: Perro muerto en tintorería: Los fuertes.
Texto, dirección, espacio escénico y vestuario: Angélica Liddell.
Iluminación: Carlos Marqueríe.
Esculturas: Enrique Marty.
Ayudante de iluminación: Eduardo Vizuele
Ayudante de dirección: Carmen Quintana.
Ayudante de vestuario y escenografía: Liv Ö.
Producción: CDN-Atra Bilis.
Intérpretes: Nasima Akaloo (Nasima),
Miguel
Ángel Altet (Lazar), 
Carlos Bolívar (Octavio), 
Violeta Gil (Getsemaní),
Angélica Liddell (El puto actor que hace de perro, Hadewijch), 
Gumersindo Puche (Combeferre).
Estreno en Madrid: Centro Dramático Nacional, Teatro Valle-Inclán, Sala Francisco Nieva,
8 – XI - 2007.

FOTO: ALBERTO NEVADO

El Centro Dramático Nacional ha ofrecido su escenario a una de las creadoras más arriesgadas y provocativas del teatro español de vanguardia. Angélica Liddell compagina, desde hace ya algunos años, las labores de dramaturga, actriz, directora y diseñadora de escenografía y vestuario en los espectáculos que realiza al frente de su compañía Atra Bilis, que integra junto a Gumersindo Puche. A ellos se unen en esta ocasión otros actores y creadores a fin de responder a la invitación del CDN con el espectáculo Perro muerto en tintorería: Los fuertes, cuyo título sugiere ya la acre reflexión sobre la violencia que el trabajo propone.
 


FOTO: ALBERTO NEVADO
Sorprende favorablemente esta iniciativa de los responsables del CDN: Abrir las puertas a los creadores escénicos que han ofrecido sus trabajos en salas alternativas o en ámbitos minoritarios, pero han consolidado una trayectoria artística notable, merecedora no sólo de un reconocimiento, sino, sobre todo, de la posibilidad de confrontar su experimentación teatral con un público más amplio y acaso distinto de aquel que acude con asiduidad  a aquellas salas. Desde la lamentable desaparición del Centro Nacional de Nuevas Tendencias Escénicas, que precisamente se ocupaba de exhibir las propuestas de los creadores emergentes, las instituciones públicas han vuelto la espalda a cualquier tentativa que supusiera algún riesgo de índole estética, que no se ajustara a determinadas convenciones o, simplemente, que se adentrara por los territorios de la experimentación escénica. La programación de un espectáculo de Angélica Liddell en el CDN, al que seguirá en breve un segundo,  constituye un estimulante precedente y sería deseable que se extendiera a otros grupos y creadores individuales que podríamos considerar con el término, ya demasiado impreciso, pero significativo, de vanguardia escénica.
 

 


FOTO: ALBERTO NEVADO
Perro muerto en tintorería: Los fuertes se construye desde una multiplicidad de referentes, que cabría agrupar en dos bloques: un análisis ferozmente crítico de la actualidad internacional y un entramado intelectual y literario de procedencia clásica, en el más amplio sentido del término.  La obsesión por la seguridad, sustancialmente acentuada desde el atentado contra las torres gemelas, ofrece un contundente punto de partida. La paranoia ante otros eventuales ataques empuja a una compulsión por el blindaje que garantice una imposible seguridad absoluta, lo cual genera un enloquecimiento colectivo y un recorte real y perceptible de las libertades, que se traduce, paradójicamente, en una pérdida de la verdadera seguridad personal y colectiva. Los estados sedicentes democráticos transgreden las normas que les dan sentido como tales estados precisamente en nombre de la defensa de la democracia y sus mandatarios vulneran impunemente la ley y el espíritu que proporcionan el valor moral sobre el que supuestamente se construyen las sociedades democráticas. El contrasentido es dolorosamente evidente, pero no parece inquietar demasiado a casi nadie.
 

FOTO: ALBERTO NEVADO
 
A partir de estas reflexiones y de algunas noticias extraídas de la prensa en relación con este conjunto de fenómenos, Liddell escribe un texto que, según sus propias palabras, pertenece al género apocalíptico de la política-ficción.  Un imaginario futuro presenta una distopía en la que el enemigo ha sido aniquilado, pero, naturalmente, no se ha conseguido extirpar el miedo, un miedo oscuro y vergonzante, pero no por ello menos agudo. El espectáculo transcurre en este paraje emocional, configurado por un complejo mosaico en el que reconocemos teselas procedentes de la literatura ilustrada –Diderot, Rousseau- de la literatura bíblica –vetero y neotestamentaria, desde el Génesis al Apocalipsis, pasando por el Libro de Job o los Evangelios - y, por supuesto, de la variada literatura utópica, entre otras. 

 




FOTO: ALBERTO NEVADO
El atractivo del planteamiento es evidente, como lo es la riqueza de los materiales literarios, musicales y culturales empleados y asimilados por la dramaturga, la incisividad de su contundente discurso.  Por lo demás, Angélica Liddell ha demostrado en sobradas ocasiones, y aquí lo confirma, su capacidad para crear imágenes –verbales y escénicas- de inequívoco cuño personal, su pertinencia para la representación de la violencia estética, su audacia para sumergirse en las zonas más oscuras de la conciencia humana y su valentía a la hora de enfrentarse con los monstruos engendrados por el sueño de la razón individual y colectiva y su capacidad para representarlos con singular plasticidad. Perro muerto en tintorería: Los fuertes ofrece también momentos de una rara belleza, emanada precisamente de la fealdad y de la mostración de la irracionalidad a través de una despiadada y rigurosa ritualización. A estos elementos ha de añadirse el trabajo esforzado y poderoso de algunos de los actores – de todos, pero singularmente de Miguel Ángel Altet, de Violeta Gil, de Gumersindo Puche y de la propia Angélica Liddell- o la inquietante y sugestiva construcción del espacio escénico, sonoro y lumínico.
 

 


FOTO: ALBERTO NEVADO
Sin embargo, hay algo que defrauda en este trabajo. Las expectativas que despierta el planteamiento no se ven teatralmente satisfechas a lo largo de un dilatado espectáculo, cuya intensidad decae en muchos momentos y al que le falta la contundencia ideológica y estética que era legítimo esperar, al tiempo que se dispersa por desviaciones innecesarias y por reiteraciones tediosas que desdicen de la poderosa imaginación de Liddell y que hubiera sido preferible que se depuraran en el proceso.  Menos justificable aún es la empalagosa verbalización de las vacilaciones  - excesivas, también - sobre el propio trabajo, que se extienden más allá de las dudas razonables de todo creador y de todo pensador que se asoma a una realidad compleja, y que se aproximan, por el contrario, a una irritación y a un malestar personal, acaso comprensible, pero que, reducidos a la mera expresión infantilizada de la rabia, parecen estéticamente estériles, como lo es su resolución en reconvenciones o en decepcionantes y edulcoradas prédicas “buenistas”. 
 
La pretendida sinceridad de algunos parlamentos, a mitad de camino entre la agresividad o la solicitud de indulgencia, resulta demasiado ingenua y teatralmente está superada ya al menos desde la década de los setenta, como sabe muy bien la artista. La decisión de exhibir o no su espectáculo en el CDN y en unas determinadas condiciones es algo que atañe a la institución y a la creadora, pero no hay por qué implorar el perdón de los espectadores ni asignarles extrañas culpabilidades. Quizás en ese innecesario ajuste de cuentas haya malgastado Angélica Liddell energías que, empleadas en el espectáculo, lo hubieran elevado al nivel que muchos esperábamos y que, sin duda, su creadora y su equipo son capaces de alcanzar y aun de superar.
FOTO: ALBERTO NEVADO

 


Eduardo Pérez – Rasilla
Copyright©pérezrasilla


SALA FRANCISCO NIEVA

TEATRO VALLE INCLÁN
(Polivalente)
DIRECTOR: GERARDO VERA
Aforo: 510
SALA FRANCISCO NIEVA
Aforo: 150
PZ. DE LAVAPIÉS, S/N
28012 – MADRID
TF. 91 310 15 00
METRO: LAVAPIÉS
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Última actualización el Jueves, 29 de Abril de 2010 13:13
 
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