EL CASCANUECES
Variedad, precision y ritmo
BALLET CLÁSICO DE MOSCÚ
(МОСКОBCКИЙ КЛАССИЧЕСКИЙ БАЛЕТ)
Título: El Cascanueces (Ballet en 2 actos, 5 cuadros con prólogo y epilogo)
Dirección artística: N. Kasatkina y V. Vasiliov
Libreto: N. Kasatkina y V. Vasiliov
Coreografía: N. Kasatkina y V. Vasiliov
Diseño del decorado: L. Solodovnikov (Artista de Honor de Rusia)
Diseño del vestuario: B. Dvorkina
Intérpretes:
Mary: Ludmila Doksomova
Príncipe: Nikolay Chevychelov
Drosselmeier : Maxim Gerasimov
Ratonilda: Daria Liakisheva/ Svetlana Lobanova
Frans, hermano de Mary: Ivan Trukhin/
Luisa, hermana de Mary: Alexandra Lezina/Svetlana Lobanova
Hans, novio de Luisa: Ion Kuroshu
Parientes de Mary:
Madre: Polina Kyrova/
Padre: Alexander Pushkarev
Abuelo: Anatoli Strizhak
Abuela: Alexandra Shilkova
Muñecas: Nueva: Ekaterina Berezina /Ludmila Doksomova / Victoria Smirnova.- Rota: Irina Grishina.- Polichinela: Ivan Trukhin./Osito: Sergey Belorybkin
Dos Copos de Nieve: Ekaterina Berezina /Ludmila Doksomova /Polina Kyrova / Daria Liakisheva / Natalia Zharkova / María Glukhova / Svetlana Lobanova
Danza Española: Polina Kyrova y Pavel Kochetkov
Danza Oriental: Polina Kyrova
Danza China: Irina Grishina/Andrey Filatov
Danza Rusa: Sergey Belorybkin /Ekaterina Sturova, Alexander Didenko
Paso a tres: Ekaterina Berezina / Ludmila Doksomova / Alexandra Lezina / Victoria Smirnova,Ivan Trukhin, Maxim Surov
Ratones: Pavel Kochetkov, Alexei Orlov, Artem Khoroshilov, Alexander Pushkarev, Andrey Cherkasov
Soldaditos: Sergey Petrov, Andrey Filatov, Maxim Surov, Anatoly Strizhak
Copos de Nieve: Irina Grishina, Maria Glukhova, Natalia Zharkova, Alexandra Kudriashkina, Daria Liakisheva, Svetlana Lobanova, Anna Morozova, Ekaterina Sturova, Olga Starikova, Svetlana Sprygina, Viktoria Smirnova, Alexandra Shilkova Soldaditos de Plata Alexei Orlov, Artem Khoroshilov, Alexander Pushkarev, Andrey Cherkasov, Andrey Filatov, Ion Kuroshu, Maxim Gerasimov
Oriente: Olga Starikova, Alexandra Kudriashkina, Anna Morozova, Natalia Zharkova |
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El Ballet Clásico de Moscú vuelve una nueva temporada con un repertorio más amplio. Abren y cierran con Giselle, del cual ya dimos cuenta en su paso por Madrid en noviembre de 2007. En esta temporada retoman El lago de los cisnes y El Cascanueces y ofrecen dos espectáculos nuevos: Romeo y Julieta y La Creación del mundo.
Lo que nos ocupa en este momento es El Cascanueces. Este ballet es uno de los que más han acudido a nuestros teatros por Navidad en diversas versiones y con la indicación de Ballet para toda la familia. En realidad es un cuento de Navidad, aunque como todo ballet clásico, detrás de su fábula se encuentra un análisis más profundo de las pasiones y de las situaciones a las que se ve sometido el ser humano a lo largo de su existencia.
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Natalia Kasatkina y Vladimir Vasiliov responsables de las adaptaciones de los libretos, de las coreografías y de las puesta en escena nos ofrecen un Cascanueces, una de cuyas virtudes es que se sigue muy bien narrativamente, cosa que no sucede siempre con este ballet cuando se le adapta aquí y allá o se suprimen y sustituyen ciertos pasajes. No sólo por esta muestra, sino en general ambos creadores tienen la pericia de saber transmitir la línea narrativa con fluidez e intelección, hasta el punto de, casi, no necesitar la aclaración del programa de mano, algo imperioso en la danza, por lo general. |
El Cascanueces tiene un prólogo y primer acto muy lógico en su narración y en el que la danza está muy al servicio de ella, y un segundo acto más gratuito narrativamente, puesto que, entrando en los mundos mágicos por el que Mary transcurre en su sueño, las danzas se pueden multiplicar al infinito, algo convencional y aceptado en la fiesta de las bodas del ballet clásico. Aquí no hay fiesta de bodas, pero el esquema es muy similar en el país de la nieve y los dulces.
La trastienda que se esconde en El Cascanueces es, según las crónicas de siempre, el paso de la niñez a la juventud. Cascanueces, un muñeco que el sueño e imaginación de Mary transforma en su príncipe, que la traslada ingenuamente por mundos blancos y endulzados, se convierte, al final, en un joven de carne y hueso cuando la realidad se hace presente. El aspecto físico del joven es idéntico al de su príncipe de los sueños. Por lo tanto, no es sino una plasmación poética de ese anhelo amoroso que busca el ser humano y cuyo perfil está en el subconsciente, y unas veces se encarna en una persona y otras no. Ese es el indescifrable sentimiento del amor que se reconoce en un momento preciso, y que nos lleva al riesgo.
Con respecto a esta última escena siempre tengo la impresión de que, si no lo sabes por programa, el espectador neófito no interpreta que el personaje final, idéntico al príncipe del sueño, es el sobrino de Drosselmeier, el tío de Mary y Frtiz, su hermano. Me llamó la atención la observación de una niña: el mago – llamaba a Drosselmeier – convierte al muñeco en príncipe y se lo trae. Interpretaba todo muy mágicamente, cuando también puede tener una interpretación más realista: el abandono de los juguetes por la realidad del joven. En esta versión sucede lo mismo. Al sobrino de Drosselmeier, a lo más, se le viste con una etérea capa blanca. Una vez que en el prólogo – una coreografía discreta pero de mucho efecto - los invitados llegan con los abrigos largos y pieles, ¿no sería posible hacer algo similar con el sobrino y darle un toque más realístico?
La pericia de los bailarines y la adaptación de la coreografía en espacio y número al marco no muy generoso del escenario del teatro Gran Vía, hace que tal estrechez se olvide a los pocos minutos. Diría que es un trabajo muy minucioso y muestra la capacidad de los grandes de saber acomodarse al espacio otorgado sin que padezca lo esencial de la danza, aunque, indudablemente, la espectacularidad del Gran Espacio esté ausente. Con todo, es un goce asistir a una velada como ésta.
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Cabe destacar, a pesar de lo sencillo, el prólogo con la llegada de los invitados por la calle, creando una especie de estampa navideña de finales del siglo XIX, llena de encanto y sugerencias. El mismo decorado pintado proporciona este tono de postal. De alabar, en general, las ágiles traslaciones de ambientes en el que no decae el ritmo y la danza mantiene muy bien ligada la narración. |
El miércoles 12 de marzo la pareja protagonista eran Ludmila Doksomova (Mary) y Nikolay Chevychelov (Príncipe) y Maxim Gerasimov (Drosselmeier). Ludmila es una bailarina de una gran elasticidad y de movimientos limpios, impecables y muy bien ligados, a lo que suma una gran capacidad interpretativa que conecta con el público. De grácil figura, no es difícil que se identifique con el personaje aniñado de Mary.
Nikolay Chevychelov es bailarín de salto potente y caída segura, lo cual en el clásico es un punto importante. También muy elástico, transmite seguridad y también cierto lirismo.
A destacar los desplazamientos en línea o en círculo de ambos bailarines por lo bien medido que están en un espacio que, como ya he dicho, no goza de generosidad.
Maxim Gerasimov, el Hilarion de Giselle, puede ahora, con su Drosselmeier, mostrar su talento balletístico. Digo puede, porque Hilarión es un personaje con bastante de pantomima y con poco lucimiento para una bailarín. En esta ocasión podemos constatar mejor su valía tanto a nivel balletístico como interpretativo. En algunas versiones este personaje queda como alejado e incluso con un toque de antipatía, aquí lo sentimos cercano.
Hay que reiterar otra vez, como ya lo hice en otra ocasión, el valor de todo el cuerpo de baile. En personajes secundarios se van alternando también las primeras figuras, las cuales aportan calidad y brillantez.
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La versión de este Cascanueces sabe manejar muy bien la tecla del ritmo, sin tiempos muertos, en el que la variedad y precisión de la danza, en todos, hacen cada instante diferente.
Ballet Clásico de Moscú muestra que cuando la danza sigue un rigor, se crea el espectáculo aunque no se cuente con la espectacularidad de los grandes decorados y escenarios – que los tienen su país de origen a juzgar por las fotografías. Bienvenidos sean.
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