HERMINIA Y ANA
UN REGALO
Título: Herminia y Ana
Coreografía y dirección: Elena Córdoba
Iluminación: Carlos marquerie
Edición de sonido: Merran Laginesta
Intérpretes: Camilla Hanson (Herminia),
Montse Penela (Ana).
Estreno en Madrid: Sala Cuarta Pared,
11 – X – 2007 (Territorio Danza) |
CAMILA HANSON/MONTSE PENELA |
Herminia y Ana son dos mujeres inseparablemente unidas. Cuando los espectadores accedemos a la sala las encontramos sentadas en el suelo, al fondo del escenario, apoyadas contra la pared, desnudas y entrelazadas por sus cabellos. Una alfombra determina un primer espacio en el que sus movimientos –muy delimitados por la unión estrecha a que están sometidas- se desenvuelven. Pero este espacio queda a su vez rodeado por una franja que enmarca un cordón, como si se tratara de la distancia protectora en torno a un cuadro, tras el cual nos sentamos - también en el suelo- los espectadores que contemplamos las acciones.
No hay palabra, más allá de algún grito o alguna protesta gozosa de Ana más o menos articulada, ante las caricias o las cosquillas de Herminia. Sólo las acciones, cotidianas y sutilmente ritualizadas, que realizan las dos ejecutantes, ajenas a la presencia de unos espectadores físicamente próximos, pero paradójicamente inexistentes para las dos mujeres, que abandonarán finalmente el espacio sin el tradicional saludo, ignorando por completo a las gentes que las han rodeado durante los poco más de cuarenta minutos en los que han estado expuestas a sus miradas. Porque es precisamente la reflexión sobre la mirada la que resulta inquietante, la que subvierte posiciones mentales preestablecidas. La vulneración de la intimidad, la obscena intromisión en un mundo íntimo, entrañable y no exento de conflictividad, nos convierten a los espectadores en involuntarios transgresores de una frontera que caso nos estuviera vedada, porque no hay indicio ninguno de complicidad o de aquiescencia.
Nos encontramos en un interesante cruce de caminos que conducen al teatro, a la danza o, incluso, a las artes plásticas, a la instalación o a la performance, un ambicioso y sugestivo territorio en el que viene moviéndose Elena Córdoba, una creadora independiente y libre, plenamente comprometida con su labor y ajena por completo a criterios de conveniencia, popularidad o moda, que propone trabajos marcados por un sello muy personal, ambiciosos y sin concesiones, sin temor al riesgo, pero plenos de coherencia, de madurez artística y de hermosura.
Elena Córdoba considera a Herminia y Ana una fábula sobre la proximidad, fábula que se despliega en un repertorio de acciones tan leves como incisivas, tan comunes como poéticas, que adquieren una inusitada dimensión. El minimalismo de estas acciones se carga de sugerencias y de plasticidad, adquiere un denso entramado intelectual, se propone como un cúmulo de reflexiones, asociaciones y preguntas al tiempo que se impone con un conjunto de imágenes de belleza perturbadora. Los juegos de oposiciones soledad-compañía, amor-odio, plenitud-vacío, intimidad-dependencia, libertad-sujeción, etc., se esbozan a partir de las acciones y las imágenes consecuentes, que se presentan como un desafío a la mirada de ese espectador clandestino en que nos hemos convertido.
La intensidad y el compromiso de este hermoso trabajo, la entrega apasionada casi dolorosa de sus intérpretes, la generosidad de la propuesta convierten a Herminia y Ana en un regalo para los privilegiados que tuvimos la oportunidad de verlo.
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