EL RETRATO DE DORIAN GRAY
RETRATO POCO TEATRAL
Título: El retrato de Dorian Gray.
Autor: Oscar Wilde.
Adaptación teatral: Fernando Savater.
Escenografía: Alfonso Barajas.
Vestuario: Javier Artiñano.
Iluminación: Juan Gómez Cornejo.
Música: José Nieto.
Audiovisuales: Manuel Espinosa.
Diseño gráfico y fotografía: Javier Naval.
Fotos Retratos: J. Cano.
Maquillaje transformación: Romana González.
Realización de escenografía: Odeón Decorados,
S.L.
Realización de vestuario: Sastrería Cornejo, S.L.
Producción: José Manuel Garrido y Juanjo Seoane.
Intérpretes: José Luís Pellicena (Lord Henry
Watton, Juan Carlos Naya (Basil Haltward), Mariano
Alameda (alterna el papel con Alejandro Navamuel)
(Dorian Gray), Lola Cordón Lady Agatha), David Areu
(Lord Fermor y Policía), Pilar San José (Lady Henry y
Orostituta), Esperanza Alonso (Duquesa de Harley y Sra.
Vane), Abigail Tomey (Civil Vane y Gladis de
Monmouth), Daniel Ortiz (James Vane) y (Manuel Aguilar
Alan Campbell).
Dirección: María Ruiz.
Estreno absoluto en Sevilla: Teatro Lope de Vega,
25 –V – 2004.
Estreno en Madrid: Centro Cultural de la Villa
(Sala Guirau),
10-II-2005. |
JOSE LUIS PELLICENA
MARIANO ALAMEDA y J.L. PELLICENA |
ABIGAIL TOMEY |
Las trescientas páginas de El retrato de Dorian Gray, la novela
de Oscar Wilde, que requieren muchas horas de lectura, han sido
convertidas en un espectáculo teatral de poco más de dos.
Fernando Savater, autor de la adaptación a la escena, no ha
puesto nada de su cosecha. Cuanto dicen los personajes figura en
la narración original, pero muchas páginas importantes han
tenido que ser sacrificadas. Savater, que es pensador antes que
creador – su teatro viene a se un apéndice de su discurso
filosófico-, ha seleccionado lo que, en su opinión, mejor servía
para disertar sobre el eterno debate entre el bien y el mal. El
resultado es que nos son hurtados elementos importantes del
proceso que lleva al bello y seductor protagonista a convertirse
en un ser perverso y corrupto. Buena parte de la minuciosa
recreación que el autor hizo de la alta sociedad victoriana se
pierde o queda difuminada.
Una vez más se ponen de manifiesto las dificultades que existen
para convertir la materia narrativa en dramática. Pocas veces
los resultados son satisfactorios y, a
JUAN CARLOS NAYA (BASIL) |
pesar de ello, se
insiste. El caso que nos ocupa es más llamativo, si cabe, pues
se trata de la adaptación de la novela de un autor que también
lo fue de teatro, género al que dio obras tan importantes como
El abanico de lady Windermere, Una mujer sin importancia, Un
marido ideal o la importancia de llamarse Ernesto. ¿Nadie ha
pensado que si Wilde eligió la narrativa para crear El retrato
de Dorian Gray es porque consideró que ese era el vehículo
literario adecuado y no otro? Probablemente, sí. Lo cual no ha
impedido que ésta sea una de las muchas versiones teatrales que
existen de la novela y es que, seguramente, las posibilidades de
lucimiento que ofrecen sus principales personajes a los grandes
actores pesan más que los inconvenientes señalados. Es difícil
encontrar otra explicación. Aquí todo está al servicio de José
Luís Pellicena, que interpreta a Lord Henry Watton, alter ego
del escritor inglés. Se diría que es un papel hecho a su medida.
Aunque sus largos parlamentos estén reñidos con la teatralidad
que se supone debe poseer un texto dramático, y tengan bastante
de conferencia adecuada a otras tribunas, merece la pena ver y
escuchar a un actor que se prodiga tan poco. Lástima que su
éxito se produzca en un ambiente de absoluta frialdad.
ESPERANZA ALONSO/LOLA CORDÓN |
Frío es el espacio escénico, que no parece diseñado por
Alfonso Barajas, un escenógrafo que goza de merecido
prestigio. María Ruiz, responsable de la puesta en
escena, ha recurrido al mobiliario y al atrezzo para definir los
lugares en que transcurre la acción, lo cual sería aceptable si
el ritmo de la representación no se viera continuamente alterado
por las entradas y salidas del escenario del personal que lo
transporta. No es el único reparo a su trabajo. Uno se pregunta
si no hubiera sido mejor ocultar al público el retrato de
Dorian Gray, pues, aunque el que se muestra tiene
parecido con el recreado por algunos pintores, nunca puede
alcanzar la perfección del imaginado por el espectador a partir
de la descripción que de él hacen los personajes que lo
contemplan. En cuanto a la interpretación, a excepción de
Pellicena, los demás actores están desangelados,
representando, en unos casos, papeles que no se corresponden a
sus características, y, en otros, que están por encima de su
capacidad para asumirlos.
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