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XXI FESTIVAL DE OTOÑO DE MADRID 2004
THE DOG IN THE MANGER (EL PERRO DEL HORTELANO)

LOPE CON ACENTO INGLÉS |
Título: The dog in the
manger (El perro del hortelano).
Autor: Lope de Vega.
Traducción literal: Gwenda Pandolfi.
Traducción al inglés: David Jonhston.
Coreografía: Heather Habens.
Luchas: Ferry King.
Preparción de voz y dialecto: Jeannette Nelson.
Música original: Ilona Sekacz.
Diseño: Es Devlin.
Iluminación: Ben Ormerod.
Sonido: Tim Oliver.
Intérpretes: Claire Cox (Marcela), Rebecca Johnson
(Diana), Catherine Kelly (Clara), Melanie MacHugh Dorotea), Emma
Pallant (Anarda), Joseph Chance (Fabio), Julius D’Silva (Celio),
Joseph Millson (Teodoro), Osacar Pearce (Conde Federico), John
Ramm (Marqués Ricardo), Matt Ryan (Antonelo),Peter Sproule
(Octavio), John Stahl (Ludovico), Simon Trinder (Tristán),John
Wark (Furio) y Oliver Williams (Lirano, Leónido y Camilo.
Músicos: Ian Reynlds (flautas dulces), Edgard Watson (Clarinetes y madera), David Carroll (Guitarras, Loud y violín),
Hill Heartfield (Violonchelo), Kevin Waterman (Percusión),
Michael Tubbs (Arpa y flauta dulce).
Dirección Musical: Michael Tubbs.
Compañía: Royal Shakespare Company.
Gerente de la compañía: Jondon.
Dirección: Laurence Boswell.
Estreno: Teatro Español, 23-X-2004
El teatro de nuestro Siglo de Oro es bien conocido fuera de
nuestras fronteras por gran número de hispanistas y suele ser
objeto de estudio en los departamentos de lengua y literatura
española de universidades de todo el mundo. No puede decirse,
sin embargo, que, salvo excepciones como La vida es sueño o Fuenteovejuna, figure entre los más representados en los países
de habla no española. Ni siquiera El burlador de Tirso, con ser
padre de tantos donjuanes, recibe parecida atención que el de
Moliere. Por eso es digna de elogio esta iniciativa de llevar a
escena en lengua inglesa y de la mano de la Royal Shakesepare
Company cuatro obras de ese período. A El perro de hortelano,
que motiva estas líneas, seguirán Los empeños de una casa, de
Sor Juana Inés de la Cruz, La venganza de Tamar, de Tirso, y
Pedro de Urdemalas, de Cervantes, selección que responde al
deseo de ofrecer una amplia muestra de la gran variedad de
estilos y temas que exploraron los autores áureos. Ojalá que
este ciclo sea un paso importante para ahondar, en palabras de
Lawrence Boswell, director de la comedia que le inaugura, en el
último cofre del tesoro que queda por descubrir en el teatro
mundial.
Tiene esta obra de Lope algunas singularidades que le otorgan
cierta originalidad respecto a otras suyas o de los autores
coetáneos que abordaron temas parecidos. El perro del hortelano
gira en torno a los celos y al honor. Celos que consumen a
Diana, condesa de Belflor, cuando descubre que su secretario
Teodoro, cuyos atractivos nunca habían llamado su atención, se
ha enamorado de una de sus damas. Todo su empeño, desde
entonces, es conseguir que esa relación se rompa. La forma más
sencilla hubiera sido la de declarar al joven su hasta entonces
ignorado amor, lo que hace a medias, y, luego, casarse con él.
Más esa posibilidad no está al alcance de
su mano, pues, siendo
miembro de la nobleza, el honor la impide unirse a alguien
perteneciente a un estamento social inferior. Así, pues, el
camino que elige es el de estorbar a la pareja, para lo que usa
todos los recursos a su alcance. La originalidad se debe, en
primera instancia, a que, en contra de lo habitual en la época,
la condesa es dueña de su destino, no apareciendo en la obra
pariente cercano varón que controle su conducta, ni que decida
por ella. En segundo lugar, es sorprendente que el desenlace
feliz de la comedia llegue a través de una impostura que deja en
no muy buen lugar a la noble dama. Recurre Lope a la complicidad
de un astuto criado para dotar a Teodoro de un padre ingenuo y
noble, haciendo creer que se trata del hijo que, tiempo atrás,
había perdido en un naufragio. Conocedora del engaño, la
protagonista lo da por bueno, lo que índica cuan laxa es su
moral. Tanto, que llega al extremo de plantearse el asesinato
del criado que con su invención ha resuelto sus problemas, con
la intención de cerrar su boca para siempre para evitar
indiscreciones.
A pesar del prestigio de la Royal Shakespeare Company, la gran
duda era si acertarían en el tratamiento de un tipo de teatro
para ellos desconocido, que no forma parte del activo
profesional de directores y actores. Pronto se advierte que,
salvo alguna mínima concesión a cierta España típica y tópica en
el arranque de la segunda parte, estamos ante un trabajo
riguroso y aleccionador que despeja cualquier duda sobre la
universalidad de Lope. Nuestro clásico está en buenas
manos. Uno
de los mayores retos era trasladar al inglés los versos lopianos
y sus complicados juegos verbales. A partir de una traducción
literal de Gwenda Pandolfi que garantizaba la fidelidad al
original, David Johnston ha realizado un exquisito trabajo que
conserva la musicalidad del texto, ordenado en forma de verso
blanco, y que mantiene vivo el espíritu de la obra. Sobre esta
plataforma textual, Lawrence Boswell ha dotado a la acción de un
ritmo vivo y medido, que funciona con la perfección de un reloj.
Cuenta para ello con un elenco ejemplar en el que voces y gestos
rozan la perfección. Es el fruto de una formación exigente
asentada en los sólidos cimientos de la tradición teatral.
Deslumbrado por lo visto en el escenario del teatro español, más
de uno no se limitó a alabar a la compañía inglesa, sino que,
sacando a relucir el papanatismo del que a veces hacemos gala,
aprovechó para descalificar a los profesionales españoles que se
ocupan de los clásicos. Son comentarios injustos, pues no
responden a la verdad, ni contribuyen a la recuperación de
nuestro teatro nacional. Es cierto que las dificultades para dar
a nuestros clásicos la dignidad escénica que se merecen son
grandes. La responsabilidad de que eso sea así es de todos, de
los actuales profesionales y de los que le precedieron. El
desprecio o el abandono de la tradición tiene estas
consecuencias y eso se pone en evidencia en ocasiones como la
presente. Pero admitido esto, sobran ejemplos en la reciente
historia de nuestro teatro de esplendidas puestas en escena del
repertorio áureo que están en la memoria de todos. En todo caso,
sería bueno que el paso de la Royal Shakespeare por España diera
alas a un debate necesario, así como que obtuviéramos algunas
enseñanzas útiles. Entre ellas, comprobar hasta dónde se puede
llegar cuando la mirada que se vierte sobre la obra es virgen,
cuando se trabaja sin corsés.

 
Jerónimo López Mozo
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