ASI QUE PASEN CINCO AÑOS
FEDERICO GARCÍA LORCA SIEMPRE VIVO
Se ha
vuelto a montar Así que pasen cinco años. No es un texto
que se prodigue con generosidad. No es fácil y no es para el
gran público. Vamos que muy comercial no es. Siempre se alaba en
los circuitos de los entendidos. El mismo Lorca ya habló de –
junto con El Público – comedias irrepresentables. La
primera lectura se tuvo el 4 de octubre de 1931 en casa de
Morla Lynch. La incomprensión y el poco interés por la obra
fue la tónica general. El mismo resultado obtuvo la lectura en
casa de Margarita Xirgu. Al no ser comprendida no
engendra entusiasmo para representarla. Pasados cinco años el
texto se prepara para el ensayo. Lola Membrives y
Margarita Xirgu, parecen ser las encargadas de llevarla a
escena. Será Pura Ucelay las que tome las riendas de ese
extraño caballo lorquiano.
Cuando, en la transición, Miguel Narros arremetió con
ella (1978) yo tuve que hacer la crítica. Era la primera vez que
asistía al texto representado. Sólo lo conocía por la lectura y
siempre quedaban esos enigmas y la dificultad de las
transiciones y la sospecha de que era un preludio para
desarrollar después Yerma, Bodas de Sangre, La casa de
Bernarda Alba.
Julián Argudo (1978)
Foto: Carlos Sánchez |
Por otro lado, a pesar de que comenzaban a caer muchas
palabras tabú como “homosexualidad”, aquella
representación y ya antes la lectura expelían el aroma
de lo que se llamaba el “amor oscuro”. También éramos
conscientes de la vida amorosa de Federico, pero en
aquel tiempo aún había mucho pudor en adjudicarle el
término “homosexual”. El silencio de la dictadura ya no
existía, pero se solía correr un tupido velo. Los
tímidos e incipientes ambientes homosexuales – todavía
no eran tiempos de lo “gay” – comenzaban a airear a los
intelectuales, artistas, políticos y hombres
inteligentes que vivieron en el pasado y que eran
homosexuales. Era un modo de comenzar a entrar en la
normalidad de los sexos. |
Manuel A. Egea/
Mª Luisa San José (1978)
Foto: Carlos Sánchez |
Con respecto a la obra el subtítulo de Lorca Leyenda del
tiempo, orientaba la interpretación por ese lado, dejando
aparte su auténtica desesperación: su amor imposible.
De todos modos, ahora que Federico ya ha salido del armario a
través de ensayos, films, danza, biografías y otros testimonios,
Así que pasen cinco años aparece como más inteligible. Lo
que sucede es que hay el peligro de orientarla exclusivamente a
la desesperación del protagonista por encontrarse encerrado en
un mundo en el que no puede expresar su auténtica vida
emocional. No sé si Federico usó la poesía y enigmas o
simbologías para enmascarar su trágica anécdota personal o más
bien fue consciente, a partir de ella, de universalizar el
problema a todo ser humano. Sea como fuere lo que nos ha quedado
es una obra que va más allá de la mera anécdota afectiva y se
transforma en un discurso más amplio: el enfrentamiento del ser
humano con la fugacidad del tiempo y su incapacidad para poder
rehacer esa madeja que le une desde el nacimiento hasta la
muerte.
Así que pasen cinco años y El Público fueron dos
manuscritos, digamos, malditos. En su época probablemente nadie
los comprendió. Iniciaban un tipo de teatro totalmente distinto
al habitual e incluso al del propio Lorca. Para Lorca, era
“el teatro que quiero hacer”,
el verdadero teatro. El poeta era consciente del peligro de su
contenido, en aquellos años, y en concreto con El Público
pidió a Rafael Martínez Nadal que destruyese el paquete
que le entregaba. Ese paquete contenía El público, un
texto incompleto o cuyo orden de escenas nunca ha sido seguro. A
la mañana siguiente el 14 de julio de 1936 Lorca llegaba a
Granda. Rafael no destruyó El Público.
Lorca, Pura Ucelay y Valle Inclán
|
Así que pasen cinco años lo había terminado el 19 de
agosto de 1931. Sobre este texto se cierne el misterio en las
sucesivas etapas por las que pasa. Se sabe que
“en cierto modo” estaba
satisfecho y lo poco que habló sobre él lo concreta en:
“Es un misterio, dentro de las
características de este género, un misterio sobre el tiempo,
escrito en prosa y en verso”.
El silencio escénico cae sobre el texto.
Hubo un conato de montaje a cargo de Lola Membrives.
Lorca le había dejado una copia y se sintió animada al estar el
autor presente. Por eso se había negado con anterioridad. No
obstante, a la mañana siguiente se vuelve atrás y la razón que
da es la falta de tiempo de ensayo, una vez que están a final de
temporada.
Vuelve el silencio y, por fin, el propio Lorca anuncia que
Pura Maortua de Ucelay piensa montar la obra en su Club
Teatral Anfistora.
ENSAYOS EN EL ANFISTORA
Y ABORTO DEL ESTRENO.
Lo que fuese el Club Anfistora lo relata el periodista
Agustín
de Figueroa el 29 de diciembre de 1934 en Ahora.
“En el estudio, situado en el torreón más alto del Capitol,
reina una bulliciosa y alegre cordialidad, una amable y juvenil
camaradería de Universidad o de piscina… Mujeres bellas,
muchachos de una generación moderna y emprendedora se agrupan en
torno de la mujer excepcional que es Pura Maortua de Ucelay.
Frente a nuestro teatro mediocre y rutinario, más en decadencia
que nunca, cuando debiera reaccionar enérgicamente ante la
peligrosa rivalidad del cinema, el Club Teatral “Anfistora”
representa un noble esfuerzo, una bella promesa, y para los que
conocemos a fondo su actuación, una innegable realidad”.
Federico García Lorca, el dibujante Santiago Ontañón y el
escenógrafo Fontanals colaboran con Pura Ucelaya en 1933 para
estrenar al Lorca de Amores de Don Perlimplín y La Zapatera
prodigiosa.
Pura Ucelay con sus colaboradores
de Anfistora |
El grupo Anfistora en palabras de la propia Pura Ucelay no es un
grupo de aficionados: “Los aficionados consideran el teatro como
una distracción, un pasatiempo; mientras que nosotros, vivimos
consagrados por completo al estudio, al trabajo. Además, lo que
se llama afición me parece reflejar un sentimiento tibio. No, no
somos aficionados. Somos… ¿cómo diría?... Apasionados del
teatro”.
(A. de Figueroa) |
Pura Ucelay rechaza, para sí, el término de “directora”. “Soy
creadora”. Saca de los ignorantes del arte escénico, la
capacidad interpretativa, impostación de voz y filigranas con el
gesto. Prefiere brillantes en bruto. No gusta de aquellos
actores
que han caído en la desgracia de “tics” teatrales en la voz o en
el gesto.
Por aquellos años los proyectos más inmediatos son Peribánez o
el Comendador de Ocaña y un estreno de Lorca: Así que pasen
cinco años.
Doña Rosita la Soltera
(Estreno en Barcelona, 12 de diciembre de 1935) |
Comenzaron los ensayos y ahí se quedó todo. Hay un cierto
misterio sobre este parón. Ian Gibson lo desvela al afirmar que
“Lorca teme que Así que pasen cinco años pueda fracasar, por
bien montado que esté …ha convencido a Pura Ucelay de que no lo
ponga en Anfistora hasta después del estreno madrileño de
Doña
Rosita la soltera, previsto para el otoño, cuando Margarita Xirgu vuelva a España una vez terminada su gira americana.
Probablemente calcula que si Doña Rosita cosecha en Madrid el
éxito que se le asegura, Así que pasen cinco años tendrá más
posibilidades de gustar”
Doña Rosita la soltera (Última Versión, 2004)
(Teatro Español de Madrid) |
El 29 de mato de 1936 (siempre Ian Gibson) el Heraldo de Madrid
anuncia que Así que pasen cinco años por Anfistora ha sido
aplazada hasta octubre y así la podrá dirigir el propio Lorca.
Por aquel entonces Lorca está ocupado con La casa de Bernarda
Alba y en junio da los últimos toques a la obra. El 12 de julio
hace su última lectura de La Casa. La Xirgu piensa volver a
España en septiembre. Acaece el doble asesinato de Castillo y de
Calvo Sotelo. Lorca queda impresionado y comenta
“¿Qué va a
pasar?”. El 13 de julio come con Rafael Martínez Nadal. Lorca no
sabé qué hacer y comenta: “Rafael, estos campos se van a llenar
de muertos. Está decidido. Me voy a Granada y sea lo que Dios
quiera”. Por la noche antes de ir a la estación entrega un
paquete a Rafael: “Toma. Guárdame esto. Si me pasara algo lo
destruyes todo. Si no, ya me lo darás cuando nos veamos”.
Entre el 17 y 18 de agosto, hasta ahora sin determinar, no se
sabe nada más Lorca. Probablemente fue el 19 de agosto. Habían
pasado cinco años. El joven de su comedia muere de un
pistoletazo. De Lorca solo hay conjeturas con ciertas garantías.
“¡Todavía estoy vivo!”, parece que gritó y suenan varios tiros
de gracia. El testimonio fanfarrón de Juan Luis Trescano, uno de
los esbirros, testificó aquella mañana por Granada:
“le he
metido dos tiros en el culo por maricón”. Antes ya había
declarado a su practicante: ”Yo he sido uno de los que hemos
sacado a García Lorca de la casa de los Rosales. Es que
estábamos hartos ya de maricones en Granada. A él por maricón, y
a “la Zapatera” por puta”. (Ian Gibson)
Lorca en 1935 (Huerta de San Vicente)
Un año antes de su muerte |
Así que pasen cinco años, queda sin estrenar. La guerra se ha
echado encima. Vestigios de aquella aventura escénica es el
manuscrito mecanografiado de Pura Ucelay que sirvió para los
ensayos y que contiene bastantes correcciones de puño y letra
del propio Lorca. Entre ellas el final. Suprime el último
diálogo entre Eco y Joven. La última palabra que hace caer el
telón no será: ”Segundo Eco: Aquí…”
sino: ”Joven: Mi amor…”.
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José Ramón Díaz Sande
Copyright©diazsande
LOS ASÍ QUE PASEN CINCO
AÑOS
DESDE LA REVISTA RESEÑA
ASÍ QUE
PASEN CINCO AÑOS
UN HOMENAJE PARA
FEDERICO GARCIA LORCA
Título: Así que pasen cinco
años.
Autor: Federico García Lorca.
Escenografía y vestuario: José Hernández.
Iluminación: Francis Maniglia.
Compañía: Grupo TEC.
Intérpretes: Guillermo Marín, Manuel Angel Egea, Esperanza Roy,
María Luisa San José, Heliodoro Pedregal Carlos Hipólito, Begoña
valle, Claudia Gravi y grupo del TEI.
Dirección: Miguel Narros.
Estreno en Madrid: Teatro Eslava, septiembre 1978
|
RESEÑA 1978, n 117 pp 31 |
Desempolvar un texto del 1931,
apenas representado, y encaramarlo sobre el escenario, no es
tarea fácil. A su favor, su autor: García lorca. En contra, la
difícil intelección del lenguaje en que está escrito: El
surrealismo. Un texto, en principio, no rentable. Pero no es
éste el parámetro que se ha impuesto el TEC (Teatro Estable
Castellano), al menos el único, ya que su meta es una labor
cultural a través del teatro. Y esto siempre hay que elogiarlo.
Así que pasen cinco años, juega además con un handicap:
la duda del mismo Lorca en representarlo y la distribución
teatral en años posteriores a través de círculos pequeños,
digamos de élite. M. Narros y su grupo lo lanzan al
público que se pasa por taquilla, y digamos que han conseguido
en gran parte su objetivo, al prestar a la obra un brillante
montaje escénico y una acertada dirección de actores. Un
espectáculo que fascina y agrada, aunque no acaba de llenar
totalmente. Cuál sea la causa, es complejo y creo que no se le
puede achacar del todo a la versión de Narros, sino al texto
original.
Muestra del más duro surrealismo de Lorca, la obra se encuentra
en plena fase surrealista cuando crea Un poeta en Nueva York,
La doncella, El marinero y el estudiante, El Paseo de Búster
Keaton, Quimera. Es un texto que ha quebrado la cabeza a más
de un crítico para ahondar en su significado. Es lógico, ya que
bajo un mundo de signos y símbolos, a veces enigmáticos y
plenamente surrealistas, se envuelven personajes (si es que los
hay), situaciones, lugares y tiempo. Obliga, pues, a una
traducción de significado. La primera la hizo el mismo Lorca al
hablar de la obra como “leyenda del
tiempo… el tiempo que pasa”. Sin embargo, los
diálogos y situaciones acavalgan sugerencia tras sugerencia,
acumulando una gran variedad de temas.
Foto: Carlos Sánchez |
Narros ha ofrecido “su traducción”
y no sin fundamento. Es muy probable que estuviera en el
subconsciente y en el consciente del mismo Lorca, sólo que ahora
se destaca más en primer plano. Ya desde el primer acto hace su
opción y destruye un tratamiento de la obra como “drama”
(situación dialogada entre varios personajes distintos) para
convertirle en “monograma” (situación dialogada de un personaje
consigo mismo). Los diversos actores que tejen la trama de “El
joven” abandonado por su “novia” después de esperar cinco años,
no son sino prolongaciones de él mismo. Un recurso escénico
ayudado por el surrealismo, que le permite proyectar fuera de sí
los mundos que pululan en nuestro interior. En el original más
confuso, y aquí más patente mediante el recurso de la
escenografía y el vestuario. El protagonista viste un pijama
mitad realista, mitad surrealista con una de las mangas
convertida en membrana de palmípedo (como indicando que le falta
algo). Los amigos, el viejo y los jugadores del final están en
el escenario desde el principio, retenidos por traslúcidas
membranas fijadas en la parte inferior de los lomos de enormes
libros que cubren las paredes de la biblioteca. Acertada
composición escenográfica de José Hernández, trasladando
el surrealismo del texto al mismo decorado que Lorca concibió
con mayor realismo. La mecanógrafa, al recordar la infancia de
“El joven” acaricia una de las membranas tras la que se oculta
el amigo 2º. El resto de los personajes, conociendo la
producción poética de Lorca, no son sino prolongaciones de su
mundo creativo.
En su afán de concretar y anclar el texto va más lejos.
Identifica a Lorca con el protagonista. Para ello se ha servido
de algunos cambios significativos: olvida la anotación del acto
3º: “El joven” viste con “un traje de campo con medias” y lo
presenta con el conocido pantalón bombacho y chaleco de punto,
que Lorca usó en buena parte de sus fotografías. Otra muy
significativa es la dramatización que ha hecho en el primer acto
del diálogo de “El joven” y “el Amigo 1º”. El modo de
relacionarse ambos a nivel gestual es la de la seducción
ambigua, que atemoriza al protagonista. ¿Una alusión al mundo
afectivo de Lorca? Y por último, la sustitución de las capas
blancas de los jugadores de cartas por otras talladas a
hilachos, sugeridoras de plumas, y el ocultamiento de los
rostros mediante caretas de aves rapaces, ¿no evocan la
persecución a la que fue sometido el poeta?
Su mundo creativo tampoco está ausente, aunque ello ya no lo
aporta Narros, sino el texto original. Una novia que huye en la
grupa automovilística del jugador de rugby, no es sino el boceto
de la “novia” de Bodas de Sangre. El maniquí, lamento de
infecundidad, está muy cerca de la patética Yerma. La
mecanógrafa, represión callada, anuncia a las hijas de
Bernarda Alba, y por último el mundo de los títeres es el
mundo de Lorca y al que dedicó tantas horas y entusiasmo. Visto
así el espectáculo podría titularse muy bien en terminología de
Lindsay kemp Un homenaje para García Lorca o más
prosaicamente Vida creativa y tragedia existencial de
Federico García Lorca.
La existencia angustiosa del artista acosado por el mundo que le
rodea, se combina con la fantasía de su mundo creativo que
encontrará su concreción en obras posteriores. El “hijo que se
quiebra en sus entrañas” y la represión de una sociedad que
agobia serán temas que Lorca no abandonará.
Foto: Carlos Sánchez |
El optar por una traducción así no
supone eliminar la posibilidad de temas diversos que están en la
obra. Es un modo de evitar una dispersión temática evocada por
el texto original, pero perceptible más en una lectura reposada
que en su contemplación sobre el escenario. Y es aquí donde se
encuentra el mayor escollo de la obra y que Narros no ha
conseguido superar. Por mucho que se apele al lenguaje
surrealista hay que reconocer que falta cierta coherencia
temática (elemento conseguido en sus obras posteriores) y una
estructuración dramática. Mientras el 1º, 2º y último cuadro del
tercer acto parecen mantener mayor unión, el primer cuadro del
tercer acto queda como despegado en su conjunto. Incluso en el
interior de cada uno de ellos asistimos como por anhelitos. El
interés crece y decrece, y sólo lo salva la prosa y la poesía de
Lorca, pero incluso ahí la captamos fragmentariamente. No es,
por tanto, negativo sólo el qué nos quiere decir, sino incluso
cómo nos lo dice. La versión del 1978 no ha salvado este
escollo. Me atrevería a añadir que Así que pasen cinco años
es un boceto salvaje, una intuición con grandes aciertos a
ratos.
A crear espectáculo ha ayudado mucho la escenografía, y la ágil
dirección de actores en sus desplazamientos. Un acierto en los
decorados del primero y segundo acto: tratándose con estilo
surrealista, crea una auténtica atmósfera. Menos logrado, tal
vez, el del tercer acto al no darle la importancia necesaria al
teatrillo, lo cual lleva a confusión del texto. Gratuita parece
la transición entre el primero y segundo acto con el cambio de
decorado ante los ojos del espectador, ya que casi nada añade a
la unidad de la acción, al menos en el modo cómo se ha
realizado. Demasiados elementos en escena. Bajar el telón, como
en los otros actos, no le hubiera quitado mayor encanto.
El TEC da pruebas de su probada profesionalidad, así como
Guillermo Marín, y María Luisa San José se revela
como una promesa para el teatro. Menos lograda la actuación de
Manuel A. Egea al recargar en exceso un modo de recitar
afectado y en demasía teatral sin matices. Algo similar sucede a
Esperanza Roy que, aunque magistral en sus
desplazamientos y composiciones, ataca muy artificiosamente en
el tercer acto sin llegar a convencer.
Un espectáculo que conviene ver y al que no se le han regateado
medios escénicos, imaginación e intentos de actualización, pero
no consigue remontar el bache de origen: una dispersión temática
y una falta de estructuración dramática.
Así que pasen cinco años, hoy en el 1978 hace historia de
lo que, tal vez, fue premonición para Lorca en 1931: su muerte,
ocurrida en 1936, una vez pasados cinco años.
José Ramón Díaz Sande
ASÍ QUE PASEN CINCO AÑOS
DIFICIL LORCA
Título:
Así que pasen cinco años.
Autor: Federico García Lorca.
Escenografía, Vestuario y dirección: Santiago Meléndez.
Compañía e Intérpretes: Teatro del Alba, de Zaragoza.
Estreno en Madrid: Sala San Pol, abril 1987. |
RESEÑA 1987, n 175 pp 9
|
Garcia Lorca concluyó esta pieza en agosto de 1931 y le dio el
subtítulo Leyenda del tiempo. Posteriormente sólo se ha puesto
en escena dos veces: la primera realizada por el grupo Anfistora
de Madrid y abortada por el comienzo de la guerra civil, y la
segunda, cuarenta años después, por la Compañía de Teatro
Estable Castellano, bajo la dirección de Miguel Narros.
Destacamos estos datos como importantes, pues revelan la
dificultad de ejecución y comprensión de un texto de esta
envergadura y, por otro lado, resaltan la seriedad de la labor
del grupo que ahora nos ocupa.
En el protagonismo se mezclan y entrelazan realidad y sueños,
fantasías y limitaciones. Coraje y temor a lo largo de un tiempo
que no ordena cronologías, sino que contiene símbolos
aparentemente arbitrarios y sujetos ambiguos que se escurren
entre el amor y la desesperación. El resto de los personajes
participa de este devenir complejo y fatal. Esto explica los
cambios de espacio y de lógica, las cabriolas del discurso y las
transformaciones del vestuario.
Metáforas, imágenes, ritos, propuestas realistas entre otras
maravillosas, exigen del espectador concentración y
sensibilidad, y una cultura adecuada para que la captación del
mensaje resulte posible. Hay que tener en cuenta que este tipo
de obras lorquianas revelan más una gran riqueza lírica que,
quizá, una tensa coherencia dramática, y que en su
representación se corre el riesgo de lograr únicamente la
teatralización de escenas poéticas. Algo de esto sucede, a pesar
del válido trabajo del grupo y de su interesante puesta en
escena.
El Teatro del Alba, de Zaragoza, se creó en 1982 y desde
entonces ha realizado cinco montajes, entre los que destacan:
Edipo, de Sófocles, El Rayo colgado, de Francisco Nieva, con el
que vinieron a Madrid el pasado años y Cantar de bestias, de su
director. En el estreno de Así que pasen cinco años contaron con
la presencia de la hermana del escritor, Isabel García Lorca,
que se mostró satisfecha con lo logrado.
Mª Victoria Reyzábal
ASÍ QUE PASEN CINCO AÑOS
PLAZO DE AMOR Y MUERTE
Título: Así que pasen cinco años.
Autor: Federico García Lorca.
Escenografía: Andrea D’ Odorico.
Vestuario: M. Narros, H. Sanchos, S. Grande.
Iluminación: José M. López Sáez.
Música: Enrique Morente.
Movimiento: A. Taraborelli.
Intérpretes: Carlos Hipólito, Helio pedregal, Pastora Vega,
Miguel Molina, Gabriel Garbisu, Cristina Marcos, Ana Labordeta,
Begoña valle, Licas, Ginés G. Milán, Manuela Vargas, Ángel de
Andrés, etc.
Estreno en Madrid: Teatro Español, 28 – IV - 1989
|
RESEÑA 1989, n 196 pp 3 |
Miguel Narros vuelve a poner en escena Así que pasen cinco años,
enigmático texto lorquiano que desde hace diez (cuando lo montó
con el TEC) no le ha dejado en paz del todo, bullendo dentro de
él “como una hormiga sola dentro de una caja cerrada”. Es una
buena razón de artista para volver a la experiencia, siempre
difícil, de poner en pie una pieza como ésta.
Texto atractivo por su belleza y su misterio. La poesía de Lorca
se nos ofrece más inquietante que nunca: el tiempo que pasa, que
apremia sofocante, que emplaza inexorable por encima de toda
evasión para enfrentar al Joven con el amor nunca realizable,
nunca sosegado, porque detrás rondan los ecos de la muerte… La
Novia, la Mecanógrafa, el Maniquí o la Máscara son figuras de
amor imposible, deseado y temido, implacablemente asociado a la
dramática intuición del morir. Los Amigos, el Viejo, el Arlequín
y el payaso, los jugadores – mil y un desdoblamientos de la
propia conciencia – animan, frenan, revelan, engañan o empujan
en el único camino por recorrer, que acabará (como el Niño y la
Gata) en la región de los muertos. El plazo planteado para el
amor, esos cinco años no explicados, son el plazo también para
la muerte.
Foto: Fernando Suárez |
En el fondo de los temas barajados por Lorca, cómo no, late el
gran tema de toda su obra, quizá el único: el drama del yo
imposible, de la persona ahogada por el entorno, el grito por
ser uno mismo frente a todo y a todos. La voz de Mariana Pineda,
de la Novia de Nijar, de Yerma, de Adela… La voz de Federico
García Lorca, apenas recuperado de las heridas del desamor, que
escribe esta osadía en 1931 y moriría en 1936. Habían pasado
cinco años. No se puede asistir a su “leyenda del tiempo” sin un
leve estremecimiento interior. |
El misterio de fondo viene en cierto modo reforzado por una
extraña construcción dramatúrgica. No está claro de entrada
quién es quién en la escena; sólo con la previa ayuda de los
eruditos comprendemos que los personajes son desdoblamientos del
Joven protagonista y, por tanto, los diálogos son una forma de
gran monólogo interior. Por eso los tiempos se mezclan, reales o
imaginarios, los objetos y animales hablan, el pasado se
reproduce. Todo ello exige en el espectador un trabajo mental
que, me temo, no todo el mundo afrontará con fluidez. El texto
es difícil, qué duda cabe.
Foto: Fernando Suárez |
Pero además de su dificultad encierra una gran belleza, tanto en
palabras como en posibilidades escénicas. Y aquí es donde
despliega su fantasía y sentido estético Andrea D’Odorico, fiel
escenógrafo de Narros hace muchos años. Sus decorados son
hermosísimos una vez más, siempre sirviendo a la dramaturgia en
manifiesta compenetración con la dirección. Es lo lógico, pero
no siempre ocurre. Contribuyen a esta belleza escénica el
acierto de los figurines y la música sugerente y desgarrada
aportación de Enrique Morente. Todo se conjuga, como era de
esperar, para hacer que la transición de escena a la vista del
público constituya un placer visual donde se armonizan técnica y
actores creando unos instantes de y teatro integral.
En cambio el reparto parece bastante desigual. Los veteranos
actores de Narros (Carlos Hipólito, Helio Pedregal, Begoña
Valle) muestran la lógica solvencia y madurez de su ya
manifiesta profesionalidad. Junto a ellos algunos jóvenes
avanzan con buen pie en sus cometidos (Perpe Loma en la Gata,
Milena Montes en la Criada del Joven, despliegan gran capacidad
poética), y muestran notable soltura el Arlequín y el Payaso (Licas
y Ginés G. Millán). Otras presencias resultan menos felices: la
cacareada Pastora Vega, aun con valores probables, no pasa de
ser novicia en la escena, lo mismo que Cristina Marcos (la
Novia), Miguel Molina (Amigo primero) y hasta Manuela Vargas (la
Máscara) que hace un papel más de actriz que de bailaora. Todo
ellos deben madurar escénicamente, sobre todo en el decir. Ángel
de Andrés presta una colaboración especial, muy lejos de sus
clichés habituales. No se entiende bien este reparto. ¿Se ha
intentado alinear algunos nombres que atraigan público a la
taquilla? Lo cierto es que hay desigualdad en la interpretación,
y falta ese toque de armonía colectiva que Narros ha ofrecido en
otras ocasiones. Con un texto tan inquietante y tan hermoso, con
tanta belleza visual, hubiera valido la pena un nivel medio de
más calidad interpretativa que sólo se aprecia en una parte del
elenco.
Juan Luis Veza
ASÍ QUE PASEN CINCO AÑOS
BARCELONA EN EL CENTENARIO DE LORCA
JOAN OLLÉ DEMUESTRA QUE SE PUEDE HACER LORCA
EN CASTELLANO DESDE CATALUÑA
RESEÑA 1998, n 297 pp 9-10 |
El acontecimiento con el que Barcelona se suma al año del
centenario García Lorca: el primer montaje catalán de una de las
obras fundamentales del poeta granadino: Así que pasen cinco
años.
Entrelazada con El Público y Comedia sin título, que Lluis
Pasqual dirigió en su día, vislumbramos aquí ese otro Lorca de
la crispación interior, del desorden emotivo, de la pugna entre
lo masculino y lo femenino, de las imágenes y la premonición de
la muerte; así el estremecedor desenlace, enana obra escrita en
1931, que aparece anticipar su futura muerte en el barranco de
Viznar. Junto a la esquinada reivindicación de la
homosexualidad, se percibe así un quiebro interior, una vivencia
dolida que quiere chillar su
libertad, a la busca de la legitimidad, pero con la conciencia
interior de
quien también quiere excusarse por “no cumplir”, por no ser como
los demás. Son esos “cinco años” de un aplazamiento
Foto: Jordi Vidal |
inspirado en
un relato de Víctor Hugo: una boda que no tendrá lugar, amores
no correspondidos, una quejumbrosa excusa para ir a otro lugar,
para vivir otra vida que Lorca no podía formular con claridad en
aquellos años treinta que le costaron la vida. No otra lógica
guía “explicativamente” la supuesta oscuridad de sus “comedias
imposibles” – en definición del propio autor -, de su
surrealismo de imaginería gótico – romántica, de sus admirables
imágenes poéticas, un caudal creativo que Joan Ollé ha tenido la
pericia de condensar sobre todo en las escenas finales del actor
japonés. No, el maniquí y los clowns, momentos en que lo
lorquiano se nutre del mundo de Poe y Hoffmann.
Son secuencias en las que Ollé apuesta por intensificar ese tono
patético y lúgubre, al par que tierno y preciosista, con que
Lorca tal vez daba expresión a su imposibilidad de ser mujer, de
llevar al límite su identificación con el universo femenino a
través de una efébica androginia a mitad de camino de los
masculino - femenino.
Foto: Jordi Vidal |
La obra, en su conjunto, da voz y ropaje transmutados a todo ese
conflicto interior, que tanto influyó en las respectivas obras
de Buñuel y Dalí. Montaje acertado, bien declamado y algo
cansino en su primer tramo, tan incierto en su arquitectura
global como el propio texto – donde más que la trabazón domina
el fulgor de unas situaciones apenas hilvanadas entre sí -,
interpretado de forma correcta y ocasionalmente sobresaliente,
destacan ante todo las antedichas imágenes y escenas de enorme
fuerza poético – visual que, por su coherencia con lo
andalucista y el fondo de costumbrismo con que juega la pieza,
consiguen estar a la altura tanto de monumentos al andalucismo
como la reciente Yerma presentada por Miguel Narros – que también dirigió
Así que pasen cinco años – como al nivel de creatividad que exigía el surrealismo
genérico de la propuesta lorquiana. Joan Ollé ha demostrado así
que se puede hacer Lorca en castellano desde Cataluña, con
actores catalanes, sin que chirríe en absoluto el españolismo o
el casticismo en juego.
Ferrán Corbella
ASÍ QUE PASEN CINCO AÑOS
MISTERIO SOBRE EL TIEMPO
Título: Así que pasen cínco años.
Autor: Federico de García Lorca.
Versión y dirección: Ánxeles Cuña de Bóveda.
Escenografía y atrezzo: Marcelino de de Santiago «Kukas».
Máscaras: Jesús Costa.
Vestuario: Carlos Rodríguez.
Canciones: Fernando de Dacosta.
Intérpretes: Fernando Dacosta, Elena Seijo, XoséA. Porto ,”Josito”»,
Suso Díaz, Sabela Gago, Tito R. de Asorey, Xavier Estévez y Nate
Borrajo.
Estreno en Madrid: Círculo de Bellas artes, 18-X-2003 en
(Muestra de Teatro de las Autonomías). |
RESEÑA 2003, n 355 pp 14 |
No tuvo el surrealismo la misma presencia en el teatro que en
otras artes pero si bastaron dos obras de Larca para que quedara
dignamente representado: Así que pasen cinco años y El público.
El autor las llamó criptodramas y, en el caso de la primera, la
describió como un misterio sobre el tiempo. Habría que añadir
que también sobre cuanto está sujeto a su discurrir, que, en
definitiva, es todo lo que inquieta al hombre y provoca su
sufrimiento. Ninguna de las dos piezas ha sido muy representada,
lo que, hasta cierto punto, resulta explicable. En la que ahora
nos ocupa, no es fácil llevar a la escena esa fantasía de vida y
muerte que se desarrolla en la mente del joven protagonista. No
hay, como acertadamente señaló Ruiz Ramón, suficiente coherencia
temática y ha estructuración dramática. Pudieran atribuirse esas
carencias a la desorientación lógica de quien transita por
caminos nuevos. Sin embargo, sin negar que algo pudiera haber de
ello, aunque los avances en el conocimiento de la obra lorquiana
lo desmientan, no se trata de defectos en los que hubiera podido
incurrir el autor, sino de unas propuestas que él quiso
abiertas.
Foto: Mario G. Herradón |
Estas dificultades hacen más meritoria y la decisión de
enfrentarse a su puesta en escena. La compañía Sarabela lo ha
hecho con la solvencia que le dan los diez años largos que lleva
instalada en el teatro profesional, obteniendo un resultado más
que satisfactorio. Ello no significa que no sean discutibles
algunos aspectos de su propuesta. Así, aunque la escenografía
sigue las pautas señaladas por Lorca en las acotaciones, hubiera
sido deseable una mayor presencia de elementos surrealistas.
En cuanto a la interpretación, que, salvando algunas caídas de
ritmo, es correcta, sobran el tono de farsa con el que se
abordan varias escenas y cierta tendencia al recitado con
sonsonete, que no está justificado ni siquiera porque parte del
texto esté en verso. Por otra parte, a pesar de que son
bellísimas, sobran las máscaras de los jugadores de cartas, que
hacen tan explícita la presencia de la muerte. Responde, tal
vez, al intento que se percibe en distintos momentos de la
representación de descifrar para el público el misterio que
encierra la obra, cuando lo adecuado sería mantenerlo en los
límites en los que el autor lo dejó deliberadamente, pues en él
radica buena parte de su encanto.
Jerónimo López Mozo
www.madridteatro.net
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