LAS
CUÑADAS
Mujeres
desquiciadas
Título:
Las Cuñadas
Autor: Michel Tremblay
Versión: Itziar Pascual
Escenografía:
Alfonso Barajas
Iluminación: Juan Gómez-Cornejo
Vestuario: Yvonne Blake
Coreografía: Mónica Runde
Composición y dirección musical Iluminación:
Luis Miguel Cobo
Fotografía:
Andrés
de Gabriel
Producción:
Teatro Español de Madrid
Intérpretes: Maite Pastor (Linda
Lozano),
Julieta Serrano Encarna Lozano),
Trinidad Iglesias / Carmen Losa (Pilar Enojo),
Isabel García Lorca (Helena de Bernal),
Lola Casamayor (Rosa
Empero),
Arantxa Aranguren (Valentina López),
Rosa
Savoini (Luisa Pradolongo),
Ana Rayo (María
de las Nieves Vereda),
Mariana Cordero (Maite
Pitón),
Karmele Aramburu Catalina Puitón),
Marta Aledo (Maribel del Bulto),
Teresa Hurtado de Ory (Juanita Mena),
Mari Carmen Sánchez (Angelines Salvador),
Lorena Berdún (Sonsoles Bravo),
María Pujalte Paquita Guerín),
Berta Riaza (Voz
en off de una vecina)
Dirección:
Natalia Menéndez
Estreno
en Madrid: 10 –
IV -2008 |
![](images/336_01.jpg)
FOTO: ANDRÉS de GABRIEL
![](images/336_02.jpg)
FOTO BASE: ANDRÉS de GABRIEL |
Si
Michel Tremblay fuera
español, aseguraría que Las
cuñadas es deudora del costumbrismo español y heredera
directa de la zarzuela, dicho esto sin intención descalificadora, pues quién lo
afirma es devoto del popular género español. Pero como es canadiense y
le supongo desconocedor de esa faceta del teatro español, me limito a
constatar que su obra es una divertida comedia que entra de lleno en el teatro al
uso y que cuesta trabajo creer, como pretende su autor, que represente un antes
y un después en el teatro de Québec de hace cuarenta años, fecha en que
fue estrenada. Lo probablemente cierto es que es representativa de una cultura
y una realidad social que hasta entonces no había tenido cabida en los
escenarios locales. Haber roto esa barrera y haber incorporado a la escritura
dramática el lenguaje de la
calle
es, tal vez, el mayor mérito del autor. Pero eso es agua
pasada y lo que aquí y ahora importa es la vigencia de su discurso.
![](images/336_03.jpg)
FOTO: ANDRÉS de GABRIEL |
Lo que se cuenta en Las cuñadas es lo sucedido en una
vivienda modesta cuando su inquilina gana un concurso convocado por un
establecimiento comercial y recibe como premio un millón de cupones. Con ellos
podrá obtener gratis todo cuanto desee para transformar su hogar. No hay
límite. El único límite es el que fije su imaginación. Sólo hay un problema.
Hay que pegar los cupones en un sinfín
de cartillas, tarea que sólo puede llevarse a cabo en el tiempo estipulado por
la organización, si a ella se aplican varias personas. La afortunada mujer
solicita la colaboración de familiares y vecinas. Catorce están dispuestas a
prestársela, casi todas encantadas de habar sido convocadas. Reunidas en la
cocina – era el despacho de la mujer, como
la
radio la ventana por la que se asomaba al
mundo - se ponen manos a
la obra. No están en
silencio, claro. Hablan. Hablan y lo que dicen va conformando un discurso que
se convierte en un descarnado retrato de la sociedad femenina. Vamos
conociendo, de las de más edad, sus frustraciones, la rutina de sus vidas, la
soledad, la historia de tantas batallas perdidas, y como las tablas de
salvación a las que se agarran – la religión, la familia, el sexo…- son, en
realidad, trampas. Las más jóvenes, por
su parte, que aspiran a ser felices y sus sueños permanecen intactos, se
enfrentan a esa realidad ajena y descubren que, si no lo remedian, pronto será
también
la suya. El
retrato que se muestra en Las
cuñadas es antiguo y también lo es la rebeldía de las mujeres que
aparecen en él. Itziar Pascual,
autora de la versión española, ha trasladado la acción a Madrid, ha
adecuado el lenguaje original al nuestro y ha bautizado a las mujeres con
nombres españoles, pero ha mantenido la acción en la década de sesenta
del pasado siglo. Aunque algunas de las cuestiones planteadas siguen vigentes,
la mayor parte pertenecen, pues, al pasado. Los retos de las mujeres de hoy son
otros. Itziar Pascual y Natalia Menéndez lo saben. De ahí que
quepa entender su trabajo como el recordatorio de una batalla pasada sólo
parcialmente resuelta, y, al mismo tiempo, como un estímulo para no dar por
perdidas las de hoy. El himno a la esperanza final, que Itziar Pascual ha añadido al texto de Michel Tremblay, en el que se pide a las mujeres que tengan el
impulso de cambiar el rumbo de
la
Humanidad, apunta en esa dirección.
El texto de la versión
española es fluido y recoge con acierto el lenguaje de la calle. Aunque
no conocemos el original del que parte, todo apunta a que Pascual ha sabido trasladar a nuestro entorno el ejercicio de
estilo en torno a la lengua que se propuso el autor canadiense al hacer hablar
a sus personajes, como ya hemos apuntado, con el vocabulario de los habitantes
de los barrios obreros de Montreal.
No
es tarea fácil dirigir a quince actrices que durante buena parte de la función
están reunidas en el escenario. Natalia
Menéndez lo ha hecho con dinamismo, manteniendo sin desmayo un ritmo
trepidante, al que contribuye la música de Luis
Miguel Cobo, y dando a cada intérprete, en una obra coral, la oportunidad
de mostrar sus cualidades. En el numeroso reparto figuran algunos nombres que
habitualmente los encabezan, como es el caso, por citar uno sólo, de
Julieta Serrano, pero en
esta ocasión el reconocimiento alcanza
a todo el elenco.
![](../../../images/kropka.gif)
|
![](images/336_04.jpg)
JULIETA SERRANO
FOTO: ANDRÉS de GABRIEL |
|