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LOS QUE RÍEN LOS ÚLTIMOS
Los herederos de una estirpe extinguida

Título: Los que ríen los últimos.
Autor: Eusebio Calonge.
Dirección y espacio escénico: Paco de La Zaranda.
Iluminación: Eusebio Calonge.
Voz de jefe de  pista: José pedro Carrión
Fotografías: Gutiérrez y Tamayo
Cartel: Gustavo Ferrari
Coordinación de transportes: Eduardo Martínez
Producción: La Zaranda
Agrdecimientos: Antonio Orihuela “Roko” y Manolo Guillén
Intérpretes: Gaspar Campuzano, Francisco Sánchez
y Enrique Bustos.
Compañía: La Zaranda
(Teatro Inestable de Andalucía La Baja).
Estreno en Madrid: Teatro Español, 22 – XI - 2007.


FRANCISCO SÁNCHEZ
GASPAR CAMPUZANO
ENRIQUE BUSTOS
FOTO: GUTIÉRREZ Y TAMAYO



CARTEL
GUSTAVO FERRARI
Son tres hermanos pertenecientes una saga de artistas en la que cada generación muerta engendraba a la siguiente, también muerta. Ellos son el último eslabón de la cadena, porque, a diferencia de sus predecesores, nacieron estériles. Se supone que el escenario es un sitio de paso en un viaje iniciado quién sabe dónde y cuándo y cuyo destino ellos mismos desconocen. En realidad, es un viaje a ninguna parte, porque lo cierto es que, por más que intentan desplazarse, no consiguen abandonar aquel lugar, un paraje desolador rodeado de basura maloliente. El medio de transporte que utilizan, un extraño triciclo que tira de una bañara sin fondo, no arranca. Tampoco la bañera, convertida en ocasional barco, navega por agua alguna, ni siquiera a la deriva, que sería, dadas la circunstancias, un mal menor. Permanece varada en el lodazal. Estos artistas de mala muerte, como ellos mismos se definen, se empeñan, sin embargo, en ofrecer su repertorio de números viejos y sin maldita la gracia como si ese espacio degradado del que no logran escapar fuera la pista central de un gran circo. Aunque no siempre, a veces sucede que la información incluida en los programas de mano ilustra fielmente lo que el espectáculo ofrece. Así sucede en este caso. Alusiones a la fatiga ambulante de los artistas en su peregrinaje hacia lo imposible; a la búsqueda de una encrucijada que les permita mantener la esperanza; a la risa de los que, frente a la carcajada desdentada del tiempo, aún sienten la nostalgia del paraíso, resumen a la perfección lo que La Zaranda muestra en el escenario.
 

FOTO: GUTIÉRREZ Y TAMAYO
Algunos críticos comparan este teatro de marcada estética expresionista, en el que los objetos y la música tienen tanto protagonismo como los personajes, con el que “teatro de la muerte” que hacia Tadeusz Kantor al frente de su compañía Cricot 2. Avala esta apreciación el hecho de que los primeros espectáculos de la compañía andaluza datan de principios de los años ochenta, coincidiendo con las primeras actuaciones en nuestro país del creador polaco. En ambos casos, la muerte es omnipresente. Hay más coincidencias, por ejemplo, se diría que la utilerías empleadas proceden de un mismo almacén, aquel en el que se acumulan los más ínfimos objetos de la realidad. Pero también son notables las diferencias. En los espectáculos de Kantor no había reparto de papeles entre los actores, pues cada personaje se representaba a sí mismo, empezando por el propio director, siempre presente en el escenario. Por otra parte, las criaturas muertas del creador polaco acudían al escenario – el escenario de la memoria - convocadas para rememorar el pasado, en tanto que las de La Zaranda no solo ignoran que están muertas sino que persiguen alcanzar la vida eterna.
 

FOTO: GUTIÉRREZ Y TAMAYO
Aunque lo que definitivamente separa a las dos compañías es que, frente a la solemnidad que presidía los trabajos de Cricot 2, los de La Zaranda están impregnados de un humor provocador y amargo destilado de la guasa andaluza, más concretamente de la jerezana, de la que Eusebio Calonge, dramaturgo habitual de la compañía, y el trío de actores que desgranan el texto son destacados representantes. Poco difiere este espectáculo de los anteriores. En él se ofrece lo que se espera de esta compañía que añade a su nombre la coletilla “Teatro inestable de Andalucía la  Baja”. No hay, pues, sorpresas. Como bien dice uno de sus miembros, Francisco Sánchez, más conocido como Paco el de La Zaranda, “el que nos conoce ya sabe qué es esto”.


JERÓNIMO LÓPEZ MOZO
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