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¡EL
CONQUISTADOR!
En
un escenario equivocado
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Título: ¡El conquistador!
Creación:
Thaddeus
Phillips, Tatiana Mallarino
y
Victor Mallarino
Diseño
de iluminación:
Jeff Sugg
Compañía:
The
Lucidity Suitcase Intercontinental
Interpretación
y diseño:
Thaddeus
Phillips
Actores
del vídeo: Cristina Campuzano,
Luis Fernando Hoyos, Helena Mallarino,
Tatiana Mallarino,
Víctor Mallarino y Antonio Sanint
Dirección:
Tatiana
Mallarino
País:
EE.UU./Colombia
Idioma: español
Duración
aproximada: 1 hora
y 30 minutos
(sin intermedio)
Estreno
en Madrid: Sala
Cuarta Pared,
23-X-2007
(Festival de Otoño) |
Foto:
Evan Kafka |
Polonio es
un agricultor colombiano adicto a los culebrones televisivos. Su vida cambia
cuando la campaña emprendida por Estados Unidos contra el cultivo de
coca destruye su cosecha. Arruinado, emigra a Bogotá para intentar rehacer su
vida y con la secreta esperanza de convertirse en una gran estrella de
la telenovela. De su
escaso equipaje forman parte su viejo televisor y una pequeña maceta en
la que respira una plantita, único ser vivo con que se relaciona y receptor de
sus confidencias. Pronto encuentra empleo como conserje en un edificio de
apartamentos. El resto de la obra transcurre en su lugar de trabajo, ubicado en
el vestíbulo. Su tiempo se consume hablando a la planta, intentando hacer
funcionar su televisor para seguir viendo su programa favorito y atendiendo los
continuos requerimientos que le formulan por un teléfono interior los inquilinos,
unos tipos raros que le traen de cabeza. Hay, entre ellos, una mujer entrada en
años que intenta seducirle, un narcotraficante que desconfía de la
fidelidad de su mujer y un hombre que lleva años sin pisar la callw.
Foto: Evan Kafka |
Thaddeus
Phillips,
en el papel de Polonio, es el único actor sobre el escenario. A los demás personajes
los conocemos, en el caso de los vecinos, a través de la pantalla anexa al
teléfono y, en el de los protagonistas de su culebrón preferido, cuando lo
emiten por la nunca mejor llamada caja tonta. A veces, el mismo Polonio se convierte en imagen virtual, pues se esfuma para reaparecer incorporado al
vídeo que sustituye a la escenografía física. |
Foto:
Evan Kafka
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A
lo que asistimos es a un monólogo con diversas apoyaturas en el que todo está puesto al servicio del lucimiento de su
protagonista, un actor que, al menos en este espectáculo, se diferencia poco de
cualquier humorista de los que actúan en salas de fiestas o en shows televisivos. De hecho, el hilo
argumental de la obra no pasa de ser un pretexto para hilvanar una serie de gags elaborados por el propio actor y
otros dos miembros de la compañía, Tatiana y Víctor Mallarino, en cuyos
currículos profesionales ocupan
lugar destacado sus
trabajos
para productoras de televisión estadounidenses
y colombianas. Si la aparición de Phillips en escena es celebrada por el público con risas francas y continuas, poco a
poco se van espaciando y apagando. La historia, que en tramo final se convierte
en un auténtico disparate en el que el actor se desdobla en varios personajes,
lo que le permite hace alguna incursión en el travestismo, no da mucho de sí.
Su vis cómica reside en una gesticulación excesiva que pretende mostrar a un
hombre sometido a una actividad agobiante y en el lenguaje macarrónico con el
que se expresa, en el que conviven, en rara armonía, un vocabulario que da
continuas patadas al diccionario y una sintaxis sin reglas. Poca cosa, pues.
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