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HAPPY DAYS
Un recital |
Título: Happy days (Días felices)
Autor: Samuel Beckett
Dirección: Deborah Warner
Escenografía: Tom
Pye
Iluminación: Jean Kalman
Ambientación
sonora: Mel
Mercier
Sonido: Christopher Shutt
Vestuario: Luca Costigliolo
Producción: National
Theatre of
Great Britain
Intérpretes: Fiona Shaw
(Winnie), Tim Porter (Willie)
País: Reino Unido
Idioma: Inglés con sobretítulos en
español
Duración
aproximada: 1
hora y 40 minutos
Estreno
en España
Estreno
en Madrid: Naves del Español.
Matadero de Madrid, 16 – X - 2007. |
Fiona Shaw
FOTO: HUGO GLENDINNING
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La estatura dramática
de Beckett se agiganta a medida que
transcurre el tiempo. A diferencia de lo que sucede con otros dramaturgos, que
conocieron un momento de esplendor, pero el paso de los años va
diluyendo la trascendencia de su obra, las investigaciones y las elucubraciones sobre
el teatro de Beckett se multiplican,
mientras se suceden las escenificaciones a partir de sus textos y sus
propuestas dramáticas siguen fecundando las tentativas más vanguardistas del
teatro contemporáneo. Porque, si bien su
escritura es deudora de un período histórico concreto, la genialidad del
escritor irlandés le permitió adelantarse a aquel tiempo y anticipar las
percepciones y sensibilidades que caracterizarían a los espectadores que
vivimos cuatro y cinco décadas después del estreno de sus más célebres obras.
Fiona Shaw
FOTO: H.
GLENDINNIN |
La tendencia a la síntesis y a la
reducción, el empleo de la elipsis drástica y la preferencia por la ambigüedad
y hasta la deliberada oquedad del texto dramático, o el gusto por la sugerencia
o la imagen de fuerte valor metafórico han perfilado las líneas directrices de
la dramaturgia contemporánea, que ha encontrado siempre un referente en la
producción beckettiana. Y, como ocurre también con otros dramaturgos geniales,
la obra del escritor irlandés suscita agudos y brillantes estudios e indagaciones,
pero su intención última se resiste a una interpretación unívoca y
totalizadora, aunque, paradójicamente, su singular sentido de la teatralidad le
permita la comunicación inmediata con el espectador, que percibe nítidamente una
visión del mundo vertida a través de una nueva expresión dramática. Parece felizmente superado el
cómodo, pero confuso, marbete de “teatro del absurdo”
en el que se englobaba a Beckett y se resolvían falsamente de paso, mediante ese fácil expediente, los
problemas de interpretación que su obra plantea. Hoy somos más conscientes de
la implacable lógica beckettiana y de la dificultad para encerrar en una
fórmula el significado de su obra, pero también lo somos de la extraordinaria
riqueza de su legado teatral y literario. |
Fiona Shaw
FOTO: H. GLENDINNIN |
Happy
days,
traducida al español habitualmente como Los días felices, alcanza
unode los niveles más elevados en el
proceso beckettiano de despojamiento y condensación, así como en la búsqueda de
una situación límite, cuya dramaticidad resulta particularmente intensa. Winnie,
la protagonista, aparece desde el comienzo de la obra enterrada hasta la
cintura en una montaña de escombros, lo que no le impide considerar que
el día que comienza es divino e insistir frecuentemente en que se encuentra
ante un día feliz, mientras ejecuta con escrupulosa precisión los ritos
cotidianos y habla a su pareja, Willie, a pesar de que queda fuera
del ángulo de su visión. Su largo monólogo, sólo contrapunteado por alguna
puntualización o respuesta del enigmático Willie, adquiere el carácter de una
partitura de compleja elaboración: juegos de palabras, reiteraciones rítmicas, momentos de extraordinaria
intensidad poética combinados con
referencias tan cotidianas que parecerían vulgares fuera de
este contexto. La espera inútil, la
sensación de que la vida se repite sin variaciones o la resistencia frente al
evidente deterioro físico y moral que lleva consigo el paso del tiempo se
acentúan a lo largo de este proceso tragicómico que conduce, en el segundo acto,
a la imagen de Winnie cubierta ya de escombros hasta el cuello, mientras
prosigue su imparable letanía.
DEBORA WARNER
FOTO: BRIAN SLATER |
No es necesario insistir en que un texto semejante
requiere ante todo una extraordinaria actriz. La precisión de un texto que
carece casi por completo de desplazamientos por el escenario y de lo que
tradicionalmente se concibe como acción, y que recurre a una palabra no
dialógica hace descansar por completo la responsabilidad del espectáculo en la
actriz que encarna a Winnie, sin duda, uno de los grandes iconos del teatro
contemporáneo. Situación límite desde el
punto de vista dramático, pero situación límite también para una actriz que
debe responder a una tan drástica reducción dramática sin más ayuda que la de
su talento teatral. Fiona Shaw dispone de sobradamente de él. Su
trabajo es un verdadero recital. Dueña de amplios
registros y capaz de una contención que le permite mantener siempre al personaje en el filo mismo entre lo
trágico y lo cómico, entre lo terrible y lo entrañable. Su voz prodigiosa y su imaginación, que le permite aportar constantes
soluciones físicas a la aparentemente anodina partitura de movimientos,
contribuyen a perfilar una Winie memorable, que renuncia de
antemano a cualquier subrayado, a cualquier
explicación del su personaje, a cualquier agarradero o a cualquier tipo de
complicidad con el público. Allí está
siempre la actriz, sólida, segura, imprevisible y seductora, dando vida a uno
de los grandes personajes dramáticos del siglo XX. Una lección de teatro, a
cuyo éxito contribuyen, justo es decirlo, su compañero de reparto, Tim Potter, y la directora, Deborah Warner.
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