LA DUDA
El abuelo de
Galdos
Título: La duda
(Basada en la Novela El Abuelo de Benito Pérez Galdós)
Autor: Benito Pérez Galdós
Adaptación: Juan Altamira y Carlos Villacís
Escenografía: Alfonso Barajas
Iluminación: Juan Gómez Cornejo (A.A.I.)
Vestuario: Javier Artiñano
Producción: Juanjo Seoane
Intérpretes: Esperanza Alonso (Gregoria), Zorion
Eguileor (Venancio), Manuel Aguilar (Don Salvador), Carlos Manuel Díaz (Senen),
Patricia Ponde de Leon (Dolly), Esther Palomo (Nelly/Dolly), Nerea García
(Nelly/Dolly), Nati Mistral (Doña Mariana), Jorge Merino (Don Carmelo),
Emiliano Redondo (Don Pío), Marisa Segovia (Doña Lucrecia).
Dirección: Ángel Fernández Montesinos.
Duración: 2 horas (con intermedio)
Estreno en Madrid: Centro Cultural de la Villa,
16 – I - 2007 |
PATRICIA P. DE
LEÓN/
ESTHER PALOMO
FOTO: JAVIER NAVAL |
NATI MISTRAL/ CARLOS M. DÍAZ
FOTO: JAVIER
NAVAL |
A propósito de La
duda, Juanjo Seoane, su productor, ha dicho: “Hago teatro de museo porque, al fin y al cabo, es donde se guardan las
obras de arte depuradas por el tiempo”. No lo dice, pues, el
crítico, sino el responsable de haber programado, en los albores del siglo XXI,
este melodrama basado en la novela decimonónica El abuelo, de Galdós.
Se esté o no de acuerdo con el contenido de la declaración, hay que agradecer
la sinceridad de su formulación, pues nadie que acuda a ver el
espectáculo lo hará engañado respecto a lo que
se
le ofrece. Al descorrerse las cortinas del escenario,
el espectador se sumerge en un mundo pretérito que le aleja de la realidad que
sigue desarrollándose a sus espaldas. Todo cuanto sus ojos contemplan remite a
aquellos tiempos en los que el teatro era feudo exclusivo
de una burguesía que disfrutaba con las puestas que reproducían elegantes estancias
habitadas por personajes representados por reconocidas y adoradas figuras de la
escena. Una burguesía dispuesta a soportar las críticas vertidas sobre sus pecados
habituales, siempre, claro está, que el desenlace incluyera su absolución.
Tiempos en los que, como aquí sucede, la entrada a escena de la primera figura
provocaba una oleada de aplausos que paralizaba durante unos instantes la
acción.
JORGE MERINO/ MANUEL AGUILAR
MARISA SEGOVIA
FOTO: JAVIER NAVAL |
Así, pues, nadie debe
llamarse a engaño. Esto es lo que se ofrece y justo es decir que se hace
con abundancia de medios y con la calidad que suelen poseer los espectáculos
producidos por Seoane. La duda es una adaptación para la escena
de El abuelo, novela de Benito Pérez Galdos, quién también hizo,
con éxito, una versión teatral de ella. La novedad de la actual es que el
abuelo creado por el escritor canario, ha mudado en abuela. Por otra parte, Juan
Altamira y Carlos Villacís, responsables de la versión,
han relegado a un segundo plano el
retrato
social que de la época en que se desarrolla
la acción había en el original galdosiano. Se nos
muestra, pero no se hace excesivo hincapié en ello, una aristocracia rancia venida
a menos y el ascenso al poder económico de quienes fueron sus criados, embrión
de lo que,
ZORION EGUILOR/
ESPERANZA ALONSO
EMILIANO REDONDO
FOTO: JAVIER NAVAL |
con el tiempo, llamaríamos “los nuevos ricos”. Lo que importa en
esta propuesta es la melodramática historia que se cuenta: la de una abuela que
ostenta el titulo de condesa que, tras la muerte de su único hijo y en el tramo
final de su vida, pone todo su empeño en averiguar cuál de sus dos
nietas lleva su sangre, pues la otra es fruto de una relación extramatrimonial
de su nuera con un pintor. Lo que la anciana pretende es hacer depositaria a la
nieta legítima del legado moral de la noble familia, único bien que posee, pues
la fortuna de antaño se ha esfumado. Cuando está convencida de
saber la verdad,
descubrirá su error, pues la
niña que muestra
mayor apego por ella es la hija
del pintor. La sangre y el honor no van, pues, de la mano.
No faltan, como
corresponde al género, escenas cargadas de emoción y situaciones desgarradoras
que persiguen conmover al espectador sensible. A conseguirlo contribuye el
trabajo de todo el equipo, empezando por la pulcra dirección de Ángel
Fernández Montesinos, que ha subrayado las situaciones extremas, poniendo
buen cuidando, al mismo tiempo, en que los personajes no sean de cartón piedra.
La sólida escenografía concebida por Alfonso Barajas, una inmensa sala
de una casona cántabra decorada con atrezzo de lujo, es el espacio adecuado
para enmarcar la acción y el vestuario diseñado por Javier
Artiñano, de
gran belleza, reproduce con fidelidad el de la
época en que se desarrolla. |
NATI MISTRAL/MARISA SEGOVIA
FOTO: JAVIER NAVAL |
Nati
Mistral es
la protagonista indiscutible. A su alrededor giran los demás personajes. A
quiénes los interpretan, todos actores solventes, no les faltan ocasiones para
mostrar su talento, pero cuando la Mistral entra en escena, precedida de
las notas potentes de una música con reminiscencias cinematográficas, se
adueña de ella. Es como si regresáramos al tiempo de las grandes divas.
Hace uso de todos sus recursos, que administra con habilidad para que el
público se rinda a su talento. Se diría que la anciana condesa es ella, al fin
y al cabo otra aristócrata, en este caso del teatro. No cabe duda de que el personaje
le viene como anillo al dedo.
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