European
house
(pròleg
d’ un Hamlet sense paraules)
Más que
palabras
Título: European house (pròleg d’ un Hamlet
sense paraules)
Creación: Àlex
Rigola.
Iluminación: Maria
Doménech (a.a.i.)
Escenografía: Bibiana Puigdefàbregas y
Sebatià Brosa.
Vestuario: M. Rafa
Serra.
Diseño de
sonido:
Ramon Ciércoles.
Construcción escenográfica:
Centre Cultural de
Sant Cugat del Vallès y los equipos del Teatre Lliure
Fotografía: Ros
Ribas
Coproducción: Teatre Lliure y Temporada Alta
Colaboración:
Centre Cultural de Sant Cugat del
Vallès
Intérpretes: Chantal Aimée (Criada), Pere Arquillué
(Claudio), Joan Carreras (Hamlet), Pere Eugeni Font (Espectro), Àngela
Jové (Criada), Nathalie Labiano (Gildenstern), Norbert Martínez (Rosencrantz),
Sandra Monclús Ofelia), Alícia Pérez Gertrudis), Joan Raja (Polonio), Eugeni
Rogi (Lalertes) y Ernest Villegas (Horacio).
Dirección: Àlex Rigola.
Duración: 1h 15’ sin pausa
Estreno en Barcelona: Sala
Fabià Puigserver, (Teatre Lliure), 31- X- 2006. |


FOTO: ROS RIBAS |
Después
de su dirección de Largo viaje hacia la noche, de Eugene O’Neill,
presentada en el mes de marzo pasado en el Teatro de La Abadía de Madrid; propuesta pulcra, precisa y elegante, un trabajo contenido en un intento,
quizás, de huir de una posible etiqueta de director irreverente, y de la
dirección del texto de Paco Zarzoso, Arbusht, en el pasado
Festival Grec de Barcelona, Àlex Rigola, actual director del
Teatre Lliure, crea y dirige un peculiar ejercicio teatral a partir del Hamlet de Shakespeare. Este European House (prólogo de un Hamlet sin
palabras) se estrenó en el Festival Temporada Alta de Gerona, y ha sido
representado en Bordeaux, Dusseldorf y Berlín, y, tras su estancia en la sala
Fabià Puigserver, llegará en diciembre a Madrid, para visitar el
año que viene Italia y Portugal.

FOTO: ROS RIBAS |
No es la primera vez que Rigola se acerca a la obra del clásico inglés. Anteriormente presentó Ricardo III en el Teatre Lliure y en el Festival de Teatro Clásico de Almagro. Este trabajo
permitía adivinar la línea del director para abordar los textos consagrados,
su traslación a un ambiente contemporáneo
y el sugerente juego plástico
que los arropa. En el montaje destacaba el trabajo interpretativo de Pere
Arquillué, en el papel de Marco Antonio, actor que repite en
esta versión de Hamlet interpretando a Claudio. |
El Hamlet de Rigola, situado en nuestra época, nos traslada a una
casa burguesa (European House) en el día del entierro de un hombre de negocios.
La función empieza con la presencia de su espectro en la parte alta del
escenario dentro de una oscuridad total, espectro que irá apareciendo en
diferentes momentos de la obra, muy bien escogidos, como cuando la imagen se
emite en el televisor del salón de la casa. Después la acción se traslada a la
cocina, donde tendrá lugar la “conversación” entre las dos sirvientas antes de
que llegue la viuda y su hijo: Gertrudis y Hamlet,
acompañados por su amante, Claudio. Poco a poco, a través
de un constante goteo, se sumarán el resto de personajes: Horacio, Gildenstern, Rosencrantz, Polonio, Laertes y Ofelia.

FOTO: ROS RIBAS |
Todas las acciones se
suceden sin diálogo verbal explícito. Se trata, como el propio Rigola precisa, de que los espectadores nos convirtamos en voyeurs, como James
Stewart en el clásico de Hitchcock. Esta propuesta de trabajo
supedita la interpretación
actoral. No se trata de una interpretación a la manera del cine mudo, no se ha
planteado ésta con un mayor apoyo
o acento en la expresividad gestual del
actor, sino que, efectivamente, somos voyeurs de las acciones sencillas.
Los actores accionan con normalidad y cotidianidad creando un ambiente de
realidad absoluta. Cada actor se toma el tiempo necesario para la evolución de
la trama. En este sentido conviene destacar los primeros cinco minutos de la
función donde una de las sirvientas se prepara un café con todo el ritual que
esta acción puede llegar a implicar. Es decir, la realización de las diferentes
actividades físicas se desarrollan en su precisión más absoluta, como sucede
también con la ducha que se toma Hamlet. Estamos ante el retrato
de la vida cotidiana. Lógicamente, esta propuesta ralentiza el ritmo que fluye lentamente,
como en una composición musical, ya que no se precipitan las acciones ni los
acontecimientos como podría haber sucedido por el hecho de que no se emplee la
palabra, dando la sensación de que el espectáculo ha durado mucho más que una
hora y cuarto.

FOTO: ROS RIBAS |
Sin embargo, la inquietud
o incomodidad, que como espectadores nos podía provocar el que no se emitiese
la palabra, desaparecía al poco tiempo por la forma en la que se nos introduce
en la intimidad de esta European House. De vez en cuando podíamos medio intuir
una breve conversación telefónica, o la elocución de palabras clave como Hamlet,
o la sensación sonora que se produce en el cuarto de Hamlet, cuando
los diferentes personajes van coreografiando una partitura de
diferentes gritos como elemento de liberación de tensión. Contribuye también a la
creación de este espacio sonoro el canto de un pajarillo enjaulado. |

FOTO: ROS RIBAS |
Uno
de los aspectos más acertados del espectáculo es la escenografía de BibianaPuigdefàbregas y Sebastià Brosa así como el diseño de luces de Maria
Domènech. El espacio escénico nos presenta una casa dividida en tres
plantas y en siete departamentos: el jardín, el
salón principal, el cuarto del matrimonio,
el de Hamlet, la oficina o estudio, el aseo y el cuarto de las
sirvientas. Todos estos espacios aparecen como departamentos estancos, que se
van iluminando dependiendo de dónde se desarrolle la acción. Aparte de este
juego, cada uno de los espacios
cuenta con otra fuente de luz extra a modo de lámparas o flexos. Este tipo de
estructura, con un mobiliario en la línea funcional de IKEA, nos recuerda a
una colmena donde destaca la decoración y pintura del cuarto del matrimonio,
protagonizada por el color rojo, para caracterizar la abeja reina de Gertrudis,
espacio en el que de desarrolla la acción de más violencia, cuando mantiene un
intenso acto sexual con Claudio. Otro elemento decorativo
importante es el póster del Che Guevara que cuelga
de la pared de la habitación de Hamlet, símbolo
de su rebeldía e idealismo juvenil. A la caracterización de los personajes ha
contribuido, también, el diseño de vestuario de M. Rafa Serra,
basado en la eficacia para que los identifiquemos fácilmente: el uniforme
clásico de las sirvientas, el riguroso luto para la mayoría de los adultos, y
la ropa juvenil: vaqueros y camisetas.

FOTO: ROS RIBAS |
La propuesta de Àlex
Rigola es más que interesante, pero no se entiende la introducción de un
elemento concreto al final del espectáculo. Una vez creado el clima y cuando el
espectador ha conseguido entrar en la clave de su
propuesta, este ejercicio de voyeurismo para reflexionar sobre nuestra existencia y sociedad, y como si de repente, el
director tuviera dudas sobre la dificultad de la comprensión del espectáculo,
introduce una serie de textos escritos en un letrero luminoso. Apenas son unas
líneas de contenido existencialista que incluyen el ya clásico Ser o no ser,
esta es la cuestión del texto shakespeariano. La propuesta escénica no se
hubiera visto afectada por la supresión de este elemento. Así como también
parece prescindible, por su obviedad y hasta cierto punto cursilería, la muerte
final del pájaro enjaulado, símbolo, así puede entenderse, del fallecimiento de Ofelia.
 |