ARMENGOL
LOS SUEÑOS ROTOS DE UN INGENUO
Título:
Armengol
Autor: Miguel Murillo
Composición y dirección musical: Arnau Vilà
Escenografía: Ana Garay
Vestuario: Eduardo Acedo
Iluminación: Juanjo Llorens
Coreografía: Javier Castillo “Poty“
Construcción de escenografía: Odeón Decorados
Realización de vestuario: Sastrería Cornejo
Realización de efectos sonoros: Aarón Pozón
Montaje de Audiovisuales: Henrik Feldmann
Diseño de cartel: Kitchen
Fotografía: Pedro Gato
Ayudante de escenografía: Teresa Rodrigo
Ayudante de coreografía: David Campos “el Gitano”
Ayudante de dirección: Amparo Pascual
Producción: Teatro Español, en coproducción con la Consejería de
Cultura de la Junta de Extremadura
Orquesta: Javier Bruna, Juan Carlos Carrasco, Manolo Díaz, Toni
Jarillo, Ricardo Mateos, Toni Molina, Roberto Pacheco, Anatole
Pallas,
Intérpretes: Nacho Aldeguer (Pollito), Pepe Viyuela
(Armengol), Rosa Renom (Maina), Simón Ferrero(Legionario), José
Luis Martínez (Eugenio), José Vicente Moirón (Oficial), Miguel
Foronda (Luis), Ricardo Ruiz (Padilla), Gustavo Piqué (Ventura),
Raúl Rodríguez/José Manuel Martín (Ciriano)
Duración aproximada: 90 minutos (sin intermedio)
Dirección de escena: Esteve Ferrer
Estreno en Madrid: Teatro Español, 21 – XII -2005. |
FOTOS:
PEDRO GATO
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Los premios Lope de Vega han tenido, desde su lejano
origen, una vida azarosa en lo que a su estreno se refiere. El
compromiso de hacerlo figura en una cláusula de quita y pon.
Cuando era obligatorio, no siempre se cumplía, para disgusto de
los autores. Pero también es preciso decir que, vistos los
resultados, para algunos autores hubiera sido mejor que su obra
no subiera al escenario del Español. A veces, porque era mala y
su representación venía a certificarlo, pero, más
frecuentemente, porque al director de turno del teatro no le
apetecía hacerlo. En ocasiones, el rechazo se justificaba porque
él no había formado parte del jurado que había premiado el texto
y, por lo tanto, no se sentía comprometido, pero, cuando se le
incorporó para que no tuviera esa disculpa, el remedio solía ser
peor que la enfermedad: se elegían las fechas más inoportunas o
los peores horarios, se destinaba poco presupuesto para la
producción y la publicidad brillaba por su ausencia. Aunque
quizás sea prematuro lanzar las campanas al vuelo, parece que
existe la voluntad de devolver al premio el prestigio que le
corresponde. Se ha empezado por acometer la publicación de todas
las obras galardonadas y por estrenar algunas de las ganadoras
en las últimas ediciones. Armengol, de Miguel Murillo,
que se alzó con el triunfo en el año 2002, ha roto el fuego. El
crítico ignora las razones por las que esta obra ha sido la
primera, pero no tiene duda de que es un buen principio.
Armengol
es la historia de un ingenuo soñador en la España imposible de
1936, concretamente en Badajoz, la ciudad en la que tuvo lugar
la matanza de cientos de ciudadanos por parte de las tropas
franquistas que, al mando del general Yagüe, la ocuparon
en los primeros compases de la Guerra Civil. Armengol Sempere
Ladrón de Guevara, tal era su nombre completo, daba clases
de gimnasia a muchachos con pocos recursos en un local cuyo
alquiler pagaba con la recaudación obtenida de los bailes que
organizaba los fines de semana. Su ambición era convertir a sus
pupilos en verdaderos atletas y educarles para la libertad y la
convivencia. El viaje a Barcelona para participar en la
Olimpiada de los Pueblos Libres del Mundo, respuesta democrática
a la celebrada en Berlín, era un paso muy importante para
alcanzar su objetivo. La sublevación militar del 18 de julio
impidió que la cita deportiva llegara a celebrarse y el grupo
extremeño emprendió el regreso a casa en un viaje caótico a
través de una España en llamas. Lo que el autor nos cuenta está
inspirado en hechos reales. Por un lado, asistimos a los últimos
días de vida del protagonista, quién detenido en su propio
gimnasio y sometido a duros interrogatorios, será fusilado al
pie de las tapias del Cuartel de Caballería junto al alcalde
socialista de la ciudad y a un diputado de izquierdas. Por otro,
la voz en off de uno de los jóvenes atletas apodado
Pollito, nos narra la frustrada aventura barcelonesa, a
la que había acudido con la esperanza, alimentada por su mentor,
de obtener una medalla de oro. Obra intensa, pues, con la que
Miguel Murillo culmina su inmersión en la memoria histórica,
que ya había iniciado con dos importantes obras: Perfume de
mimosas y Pájaro de plata.
Armengol
es una buena obra. Quizás no la mejor de su autor, pero figura,
sin duda, entre las más intensas y conmovedoras de cuantas ha
escrito. No puede decirse, sin embargo, que sea perfecta.
Resulta curioso que Murillo viera en lo que alguien le
contó materia teatral suficiente para plantearse llevarlo al
escenario y que, siendo ello tan evidente, cayera en excesos
narrativos. Él mismo lo ha reconocido y, con vistas a su
estreno, admitió la necesidad de reducirlos. La sustitución de
la voz en off de Pollito por su presencia física
en el escenario ha contribuido a resolver, en parte, el
problema. Pero algo falla en la puesta en escena de Esteve
Ferrer. Concebida en clave naturalista, el hermoso texto,
privado de aliento poético, no acaba de levantar el vuelo. Es, a
nuestro juicio, un planteamiento equivocado y empobrecedor. Los
actores se ajustan al modelo elegido, renunciando a transitar
por los caminos en los que el drama deja de serlo para derivar
en tragedia. Tampoco la escenografía, excesivamente sobria, nos
parece adecuada, no tanto porque no responda a las sugerencias
del autor, que describe un espacio lleno de aparatos gimnásticos
que, en la puesta en escena, se reducen a unas espalderas y unas
anillas, sino porque no acierta a describir los borrosos
paisajes de la memoria.
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