TANNHAÜSER
UND DER SÄNGERKRIEG AUF WARTBUR
UN ESPECTÁCULO QUE ENTRA POR LOS OJOS Y
NO ABURRE AL PROFANO
Título: Tannhäuser und der Sängerkrieg auf Wartbur
(Tannhäuser y el torneo de
cantores de Wartburg)
(Gran
ópera romántica en tres actos)
Libreto
y música: Richard Wagner (1813-1883)
Estrenada
en el Teatro Real de
la Corte de Sajonia de Dresde el 19 de octubre de
1845
Versión:
Edición de Dresde (1845) y París (1861)
Escenógrafo
y figurinista: Gottfried Pilz
Iluminador: Mark Doubleday*
Escenografía
y utilería: Los Angeles Opera Company
Vestuario: Los Angeles Opera Company,
Teatro Real y Sastrería Cornejo
Calzado,
pelucas y caracterización:
Teatro Real
Producción de
la Ópera de Los Angeles
Edición
musical:
(Versión de Dresde y París)
Breitkopf & Härtel Musikverlag
Editores
y Propietarios
Coro y Orquesta Titular Del Teatro Real
Figuración: Borja Alonso, Arnaud Bertrand, Vanessa Calderón, Ricardo Castro, Oiga Cervera, Javier Espada, Silvia De Esteban, Eugenia García,
Marta García, Geraldine Leloutre, Silvina Mañanes, Manu Mencía Calvo, Nacho Rodríguez, Merche Romero, Yolanda Serrano, Beatriz Silva, Javier Toca, José Antonio
Torres,
Igor Tsvetkov, Álvar Zarco
Intérpretes: Günther Groissböck*
(Landgrave Hermann),Peter Seiffert (13, 17, 21, 25,
29. Abril 2) /Robert Gambill (15, 19, 23, 27) (Tannhäuser),
Christian Gerhaher* (13, 17, 21, 25, 29. Abr. 2)/
Roman Trekel (15, 19, 23, 27) (Wolfram von Eschenbach), Stephan Rügamer (Walther von der Vogelweide),
Felipe Bou (Biterolf ),
Joan Cabero (Heinrich der Schreiber), Johann Tilli (Reinmar von Zweter),
Petra Maria Schnitzer (13, 17,
21, 25, 29.
Abr. 2) /Edith Haller*(15, 19, 23, 27) (Elisabeth), Lioba Braun (13, 17, 21, 25, 29.
Abril.
2)/Anna-Katherina Behnke(15, 19, 23, 27)
Venus, Sonia de Munck (Un pastor), Rosa Mª
Caballero/ Gloriana Casero/ Mayte Yerro/ Dolores Coll
(Cuatro pajes)
Director
del coro: Peter Burian
Director
de escena: Ian Judge*
Director
musical: Jesús López Cobos
Duración
aproximada:
Acto I: 1 hora y 20 min./Pausa de 25 min./
Acto II: 1 hora y
5 min./Pausa de 25 min./
Acto III: 52 min.
Estreno en Madrid: Teatro Real, 13 – III- 2009 |
PETER SEIFFERT/LIONA BRAUN
PETRA MARIA
SCHNITZER/PETER SEIFFERT
FOTOS: JAVIER DEL REAL |
Desde que se restauró el Teatro
Real, este es el tercer Tannhaüser. En 1998 fue la producción del cienasta Werner Herzog bajo la batuta de Hans Wallat (en otras reseñas es Christof Perick) –
versión de Dresde (1845) - y en el 2002,
la Deutche Staatsoper de Berlin
con Harry Kupfer
como director de escena y Daniel Barenboim como director musical – versión de Dresde
(según relata el crítico musical Fernando
Peregrín Gutiérrez, en
www.mundoclasico.com), a
pesar de que en una primera información se habló de la versión de Dresde con
algunos añadidos de la de París. La ficha técnico/artistica
que mantiene en sus archivos digitales el Teatro Real, reproduce esta última. Aludir a estas versiones anteriores, además de recordar que Tannhaüser es
familiar en España, se debe a que esta versión de Los Ángeles, a nivel
mediático, ha sido más comentada que las anteriores versiones en los medios
operísticos y en los informativos. Lo curioso es que el comentario literario y
fotográfico, abundaba en
la Venusberg del primer Acto, convertido en burdel de lujo de finales del siglo XIX. Un
burdel con apariencias visuales, eróticas para unos y pornográficas para otros.
Bien, de la conveniencia o no de este burdel visivo, lo dejo para más adelante.
GÜNTHER GROISSBÖCK
PETRA
MARIA SCHNITZER
FOTO: JAVIER DEL REAL |
Ian
Judge, responsable de la puesta en
escena, nos brinda, visualmente, una producción que nos subyuga. Hay
grandes aciertos en resolver las transiciones en pocos segundos y la creación
de climas acordes con el valor musical. El espacio escénico es una maquinaria
muy bien utilizada, que tiene vida por sí misma. Plásticamente recurre a tres
colores sobre la base de un gris oscuro en las paredes: rojo (la pasión),
blanco (la pureza), y verde (la esperanza),
que subrayan bien los diversos
estados emocionales de la
acción. La misma
paleta
cromática la vierte sobre el vestuario. Hay algo más que atrae de ese espacio:
la dinamicidad en líneas de fuga y la posibilidad de movimiento, como sucede en
el primer acto en el Venusberg.
La creación de este espacio con vida propia es uno de los atractivos de este
montaje. |
Siguiendo con Ian Judge hay
que alabar su gran capacidad de crear movimiento con los cantantes y sobre todo
con el coro. En ciertos momentos, como es la salida de los invitados al
Concurso de Canto, consigue una bella coreografía en el desplazamiento de las
líneas de los invitados, que apunta, sin pretensiones, una discreta polonesa. Otras
veces los aglutina como espectadores en una línea de fuga paralela a la del
escenario que se pierde hacia el fondo. Importa resaltar la plástica de
conjunto del mencionado Concurso: una inspirada obra pictórica.
Al trasladar la obra a finales del siglo XIX, le ha permitido
crear un rico y ampuloso vestuario, con una paleta de color monocromo,
fundamentalmente. La ampulosidad de los abrigos y trajes proporciona cierto
carácter épico o ceremonial, acorde con la narración que bebe de la épica más que de la historia cotidiana. |
FOTO:
JAVIER DEL REAL |
Así pues, en líneas generales, este Tannhaüser es un espectáculo que
entra por los ojos y, desde luego, no aburre al profano. Conjuga el elemento
poético de la leyenda con pinceladas épicas. Y en este acertado binomio el
burdel del inicio, aunque atractivo, pose ciertos puntos flacos. Lo dejaremos
para más adelante.
FOTO: JAVIER DEL REAL |
El libreto del propio Wagner podría ser congruente situando
la obra en el medioevo: en la tradición cultural cristiana el gran pecado es el
sexual – lo cual no es la esencia del evangelio – y en un momento en el que el
dominio del cristianismo lo ostenta el Papa, se impone la peregrinación a Roma
para obtener el perdón. Hoy, cuando se quiere trasladar la acción a tiempos más
actuales, aunque sean los de finales del siglo XIX, la congruencia se tambalea.
Más para el espectador actual, el cual no centra el pecado fundamental en el sexo
y duda de que sea pecado. Y, desde luego, no se
le ocurre pedir perdón a
Roma o su equivalente en la confesión.
|
Lo que se puede salvar del libreto es su núcleo fundamental: la
tensión en la que vive el ser humano entre el brutal instinto y la
trascendencia espiritual sea religiosa o artística. Este es el “ser o no ser” –
permítaseme la alusión – de Tannhaüser. Su gran dilema es querer compaginar ambas
pulsiones, que anidan desde el principio y que no es fácil puesto que una y
otra pulsión parecen anularse entre sí. Es hecho comprobado que cierto pacato
sentido de control mata la proyección artística, que curiosamente lleva a la
trascendencia, la cual permite alargar el brazo humano como el Adán
de Miguel Ángel en
la Creación del primer hombre y tocar a Dios.
El cristianismo auténtico encuentra la absolución del “hombre pecador”
gracias a la redención del propio Jesucristo que ha asumido y así lavado
los pecados de toda la humanidad. Por eso la injusta decisión de Urbano IV de no perdonar, es castigada.
El Papa no ha entendido la infinita posibilidad de perdón que Cristo ha traído con su muerte en cruz.
En Tannhaüser
dicha redención esta reflejada, como en un espejo, en el amor sin condiciones
de Elisabeth, reflejo a su vez de
la Virgen María como
intercesora en el cielo. La historia del cristianismo ha deambulado entre una
serie de inmisericordes Urbanos y misericordes Elisabeths,
aportando rayos de esperanza. Esta línea de misericordia es posiblemente lo que
el espectador actual puede sacar de Tannhäuser. De todos modos, en esta versión, así como la actualización del Venusberg se nos hace más creíble, pero no deja
de distanciarnos la redención en el Castillo
de Wartburg. |
GÜNTHER GROISSBÖCK
PETRA MARIA
SCHNITZER
FOTO: JAVIER DEL REAL |
Si Tannhaüser resuelve su dilema,
al final, Ian Judge
parece decirnos que el dilema no tiene solución. Tannhaüser
ha vencido la tentación y, en el original, Venus tiene que volver sola a sus
dominios. En la versión de Judge, Venus
vuelve a captar una nueva víctima: el impoluto Wolfram se adentra en el
mundo del Venusbarg,
tal vez para recorrer el mismo itinerario de Tannhaüser.
Musicalmente la versión de López
Cobos consigue unas sonoridades matizadas acordes con la gama que impone la
partitura y que resulta más contundente en los actos 2º y 3º. Al ser
una ópera de transición con una buena dosis de romanticismo, este Wagner es más asimilable para el
público medio, pues se siente el entusiasmo, cuando la línea melódica es
protagonista o los coros irrumpen, que en
PETER SEIFFERT/ PETRA MARÍA SCHBITZER
FOTO: JAVIER DEL REAL |
Ha contado en el primer reparto
– el segundo no lo he visto – con cantantes seguros como son la tríada: (Tannhaüser), Lioba Braun (Venus) y Petra Maria Schnitzer (Elisabeth). El peso vocal más fuerte
lo lleva Peter Seiffert
que muestra seguridad y expresividad vocal. Su voz es nítida y precisa,
combinando lo lírico y lo heroico. |
En línea similar
están Lioba Braun y Petra Maria Schnitzer.
Ambas consiguen dar vida a sus personajes respectivos tanto en la
interpretación como en el canto. La soprano Petra Maria muestra una gran sensibilidad
lírica, proporcionando una variada gama de matices, en su corta intervención.
Lioba Braun
mostró poder y provocación en su Venus, marcando muy bien el
contraste con el lirismo de Elisabeth.
Al no interpretar a Venus y Elisabeth una única cantante, como
en algunas producciones, permite que Venus sea mezzosoprano, como es el
caso de Lioba,
tesitura que aporta mayor contraste con la voz de soprano de Elisabeth.
De todos modos en el estreno en 1845 los personajes los interpretaban dos
sopranos: Wihelmine Schröder-Devrient (Venus)
y Johanna Wagner (Elisabeth),
Christian Gerhaher es un poético y bien timbrado Wolfram
que nos brindó un excelente Himno al
lucero vespertino. Se trata de un aria de gran lirismo en la línea
tradicional, que supo transmitir con delicadeza. |
LIONA BRAUN/PETER SEIFFERT
FOTO: JAVIER DEL REAL |
El resto de los secundarios mostraron una
gran corrección y cabe destacar la intervención de Sonia de Munck en el papel del pastor –
aquí una especie de angelito -, cuya voz llega limpia y candorosa.
AUBREY BEARDSLEY |
Vamos ahora al anunciado burdel y que ha
sido lo que más han cacareado los medios de comunicación. El trasladar el Venusberg (Monte
de Venus) a un burdel de lujo ya lo concibió el ilustrador inglés Aubrey Beardsley
(1872-1898) – ilustró
la Salome de Oscar Wilde -, enfrentándose a la época
victoriana y rompiendo cierto tabúes. Escribió Under
the Hill, un cuento erótico inacabado basado
vagamente en la leyenda de
Tannhäuser.
Baste releer algunas descripciones de su narración, publicada por entregas en la
revista artístico-literaria The Savoy, sobre La historia de Venus y Tannhaüser.
|
Venus
y Tannhaüser se habían retirado al exquisito boudoir o pequeño pabellón
que Le Con había diseñado
para la reina en la primera terraza, desde la cual se contemplaba una deliciosa
e inigualable panorámica de los parques y jardines. Era un lugar íntimo,
cautivador, lleno de cortinas de seda y de blandos cojines. (…) Tannhaüser,
pálido y mudo de excitación, recorrió brutalmente con la punta de sus dedos los
miembros divinos, arrancándoles la camisa, pantalones y medias, y después,
desembarazándose de las pocas cosas
que la
cubrían, ¡cayó sobre aquella espléndida dama con un suspiro profundo! (…)
Sé que es costumbre de todos los novelistas pintar héroes que son capaces de
dar a una dama prueba de su bravura al menos veinte veces en una noche. Pero Tannhaüser no poseía esta facilidad gargantuesca, y se sintió muy aliviado cuando, una hora
después, Priapusa
y Doricourt
y otros irrumpieron embriagados en la habitación y reclamaron a Venus para ellos. El pabellón no tardó
en llenarse de una tropa bulliciosa que con bastante dificultad lograba
mantenerse en pie.
|
|
ILUSTRACIONES, AUDREY BEARDSLEY |
Leyendo
este fragmento y los que siguen, uno no puede menos de pensar que la
inspiración, es posible, le haya llegado a Ian
Judge a través de esta narración o similares.
LIONA BRAUN
PETER SEIFFERT
FOTO:
JAVIR DEL REAL |
¿Qué pensar de este recurso burdeliano para plasmar el Venusberg? En principio es
congruente con la época victoriana a la que traslada la acción y mantiene el
espíritu erótico sexual de la descripción de
la Venusberg. Rellena visual y atractivamente
la parte musical, concebida para el ballet de la versión de París. Pero aquí
comienza una especie de esquizofrenia plástica. Ian Judge opta por un realismo pacato
inspirado en la cinematografía porno, sin llegar a ella, pues la frenan los
tangas de los figurantes. Es comprensible. Y si hay un punto de osadía en las
acciones de los figurantes y en su desnudez, esto no se traslada a los dos
cantantes que tienen mucha ropa. También es comprensible, pero no deja de tener
su gracia y su cierta discriminación social.
De
ahí, que aparece como un quiero y no puedo. Por otro lado, esa especie de orgía se calma -
¿el sueño “post
coitum”? – cuando ya
intervienen los cantantes y, muy discretos, los figurantes se transforman en
telones de fondo o alfombras. También comprensible para no distraer. |
FOTO: JAVIER DEL REAL |
Junto a este realismo de posturas sexuales
que, a veces, llega a la monotonía, hay momentos plásticos de conjunto de los discretos
cuerpos desnudos de los figurantes con
la Venus que recuerdan a los pintores sensuales
de finales del XIX. Son magníficas expresiones de la sensualidad, que van más
halla del pretendido realismo. Nos encontramos, pues, con un tratamiento visual
un tanto híbrido. Y este aspecto híbrido choca más con el tratamiento posterior
en la llegada de los peregrinos y la muerte final, más cercana a una liturgia
ceremonial estilizada, muy lejos del realismo del burdel. (*)
|
(*)
La
danza ha creado situaciones eróticas de una gran fuerza, sin caer en el
realismo. Algunos ballets como el Ballet
Clásico de Madrid han utilizado este fragmento de Tannhäuser para idear una
coreografía. |
|
BALLET
CLÁSICO DE MADRID
TANNHÄUSER |
|