RESEÑA, 1983
NUM, 144 PP. 24 – 25 |
A hierro muere
CARMEN
CARLOS SAURA
En 1983 con la película Carmen de
Carlos Saura y Antonio Gades y
antes con Bodas de Sangre revolucionaban el
concepto del musical español. Se creaba una fórmula
nueva que se prolongaría en Fuego (El amor brujo)
y Flamenco. |
ANTONIO GADES, LAURA DEL SOL |
Título: Carmen
Nacionalidad: España 1983.
Producción: Emiliano Piedra.
Dirección: Carlos Saura.
Guión y coreografia: Carlos Saura y Antonio Gades (inspirados en
la novela de Merimée y ópera de Bizet.
Fotografía: Teo EscamilIa.
Música: Paco de Lucía. Fragmentos de la Opera "Carmen" de
Georges Bizet, en versión de Joan Sutherland y Mario del Mónaco.
Montaje: Pedro del Rey.
Vestuario: Teresa Nieto.
Intérpretes: Antonio Gades (Antonio), Laura del Sol (Carmen),
Paco de Lucia (Paco), Cristina Hoyos (Cristina).
Duración: 98 minutos.
Distribución: Emiliano Piedra.
Estreno en Madrid: Lope de Vega. Cid Campeador y Novedades, 6 de
mayo de 1983.
No sé de dónde se quiso sacar Carlos Saura eso de que en su
Carmen quería poner ante los espectadores la necesidad de
libertad en la mujer. Porque ella, la Carmen de Prosper Merimée,
dice Saura que fue una mujer libre que se quiso comportar,
imposiblemente, como un hombre. Y que, a partir de la novelita
del folklórico francés, se podía rastrear esa condición
libérrima de una mujer que tiene necesidad de no sentirse
supeditada a nadie ni a nada. Y que esta lucha utópica por la
libertad es lo que más ha querido reflejar en una película que,
evidentemente, ha cuidado al máximo los aspectos formales,
aunque fuera a costa de la lógica inducción de estos propósitos
por parte de la protagonista. Parece más evidente que lo que a
Carlos Saura le ha salido en la película ha sido un intento no
frustrado de lo que es la puesta en imágenes de un ballet que
aprovecha desde España las músicas de Bizet y los panfletarios
romanticismos del novelista galo, que hizo de Carmen un
prospecto bastante preciso de lo que podía ser viajar por España
a la búsqueda de algunos tópicos que se sostienen precisamente
por eso: porque son tópicos que al artista - y Saura lo es - le
conviene ir comprobando en la misma medida en que se echa al
coleto el tema de la Cigarrera y su transformación en un ballet
ideado por ese genio suelto que es Antonio Gades.
|
El caso es que Carlos Saura ha influenciado suficientemente a
Antonio Gades como para montar en Carmen un ballet que tiene de
apasionante su propio estado de provisionalidad, de invención
constante sobre las tablas. Se parte de una idea: la ya
existente de Merimée y Bizet, el hombre que convirtió en ópera
la historia de la Cigarrera, de don José y del
Escamillo.
Historia de mujer apasionada, gitana, voluble, instintiva.
Historia de amores encontrados que pueden conducir a un hombre a
la infidelidad militar. Historia de unas atmósferas populares y
populistas que sólo se sostienen en pie porque los tópicos son
siempre sagrados y porque a Merimée le hizo mucho caso el cine
de todos los tiempos. Ahora mismo se sabe que están en marcha
dos nuevos tratamientos cinematográficos del personaje andaluz:
el que se va a llevar a Ronda nada menos que Francesco Rosi con
mil millones de pesetas, y el que se imagina Jean-Luc Godard que
va a poder hacer no con música de Bizet, sino con música de
Beethoven. que también son ganas de buscar el quinto pie del
gato. |
Hay una condición indispensable que debiera respetar creador de
hoy cuando se quiere meter a fondo con la naturaleza de un mito.
Y Carmen lo es. Esa condición es que se tenga respeto a las
claves de funcionamiento del personaje. Y que se pretenda
desmadrarlo. Porque los mitos tienen la mala costumbre de
vengarse aquellos que no les dan suficiente importancia.
Cervantes lo entendió mejor que nadie no quiso asesinar en el
Quijote los libros de caballería. Al revés: los respetó de
manera casi religiosa. Y puso humor donde otros, de no
entenderlos podrían haber puesto malhumor y displicencia. Quiero
decir con esto que a Carlos Saura le funciona la Carmen mucho
mejor allí donde la Carmen es más verdadera: en los esfuerzos de
Gades por encontrarle en su ballet una nueva forma de expresión
más apasionada, más desnuda, menos encarnada que lo pudo estar
en el libro de Mérimée y que lo que pudo estar en música de
Bizet. Lo que Saura y Gades le echan a la
Carmen amor, mucho
amor. ¿Nunca has bailado por amor? le dice
Laura del Sol a Gades
cuando se quedan solos en el estudio y va a producirse la
comunión carnal. Baila, baila para mi. Hazlo por amor. Y
Gades -
don José- se larga una farruca que da pie a una de las
secuencias más espeluznantes del filme. Se le pone a uno la
carne de gallina ante aquella tremenda verdad que Gades le está
echando a su baile. Bailas ahora mejor que nunca, le dirá
después Paco de Lucia al mismo Gades. Y es que Gades y
Laura del
Sol, aunque se saben dominados por el proceso que va tomando el
espectáculo que montan, también se saben metidos en la piel de
los personajes tópicos inventados por Merimée y con más de cien
años encima.
Por este lado, la película no le chirría nunca a
Carlos Saura.
Todo lo contrario. Tiene una fuerza muy superior a la imprimida
a Bodas de sangre, que es el titulo anterior de Saura-Gades
y
con el que no queda más remedio que establecer algunas
referencias, por mucho que ambos hayan querido olvidar el
precedente. Carmen es un musical fascinante, con momentos
literalmente geniales: la secuencia de la Tabacalera, el desafío
de Carmen y Cristina, la pelea de
don José y el marido de Carmen, el largo recorrido que hace la cámara por todo el
escenario - sobre los pies de los bailarines y las bailaoras -
momentos antes de que se desarrolle la tragedia final. Son
momentos alucinantes, difícilmente olvidables. Momentos en los
que uno se da cuenta de cuáles tienen que ser de aquí en
adelante los caminos del musical español, que no tiene necesidad
de copiar a nadie porque hay en nuestro acervo cultural muchos
elementos líricos y dramáticos que pueden potenciar una y mil
películas hechas con inteligencia y sensibilidad. Creo que esta
vertiente es la que hay que agradecer más a Carlos Saura: el
haber experimentado fórmulas nuevas para la expresión de un arte
popular que explica lo mejor que llevamos en nuestra raíz
nacional. Gades ha entendido a Saura. Saura ha puesto a
disposición de Gades una cámara difícilmente superable - iqué
trabajo el de Teo Escamilla!- y un color que presta dramatismo a
cualquiera de los puntos -ya dramáticos- del desarrollo mítico
de Carmen.
El exceso de ambición es lo que ha mermado las posibilidades
expresivas de Carmen. Saura y Gades han querido que el tema les
sirviera para todo: para dar vida a su filme y para meterle el
navajazo al mito y al folklore. Y eso es algo que ningún mito
está dispuesto a conceder. Si hay en la película algo
definitivamente falso es, precisamente, lo que Saura le ha
querido meter como añadidura: la presencia coyuntural de
Marisol
- ya se nos dirá a qué viene aquello – y, desde luego, la
referencia naturalista a la situación de la Carmen que vino de
la escuela de baile a hacer el ballet de Gades para que el
bailaor se enamorara locamente de ella. La visita de Carmen a la
cárcel de Carabanchel es un perjuicio. Y la escenita de sexo
entre las batas de cola, con ser plásticamente tan bella,
tampoco explica mucho el proceso psicológico y de liberación que
Saura ha pretendido en Carmen. Menos mal que un razonado pudor
nos evita la muerte de Carmen a, manos de un Gades que tampoco
ha llegado a cocer suficientemente su olla de celos. En don José
se explican bastante mejor los celos porque la Carmen de
Mérimée
era para él algo así como el fruto exótico y prohibido. En la
Carmen de Saura resulta tan inexplicable para el espectador como
para el lúcido Paco de Lucia, que es quien se lo advierte a
Gades: No sé qué te ha dado a ti esa mujer. Las has tenido
mejores.
Aún con todas estas reticencias, lo que hay que decir es que
esta película de Saura es una de las más hermosas que han salido
de sus manos. Deslumbrante en muchas de sus secuencias. Y con un
futuro prometedor en orden a despertar caminos de sueño y luz
por los que deberá caminar el musical español si es que de
verdad queremos llegar a poseerlo.
|