EN PÉ DE PEDRA
LA DANZA INVADE LA CIUDAD
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Durante los días 25, 26 y 27 de junio se celebró en
Santiago de
Compostela la novena edición de En Pé de Pedra. Danza para
paseantes en Compostela. Está organizado por el Teatro Galán,
sede de Matarile Teatro, uno de los colectivos teatrales más
veteranos y más sólidos del panorama escénico gallego, cuya
proyección ha alcanzado muchas ciudades españolas y europeas.
Ana Vallés y Baltasar Patiño están al frente de la iniciativa,
acompañados por un equipo del que forman parte Helen Bertels,
Eugenia Iglesias, Raquel Araújo, etc.
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EN PÉ DE PEDRA es un singular
FESTIVAL DE DANZA CONTEMPORÁNEA
que ocupa las calles y las plazas de la ciudad de Santiago
durante tres días. Las coreografías se repiten varias veces, y
en lugares diferentes, a lo largo de estas jornadas. Los
espectáculos parecen salir al encuentro del paseante, como
indica el título del evento, en algunos de los muchos rincones
en los que la ciudad puede acoger a sus visitantes, de manera
que las coreografías de En pé de Pedra aportan por unos momentos
un nuevo elemento, efímero, al paisaje estético de Santiago. Por
esta razón, En Pé de Pedra supera la idea de festival
tradicional, para convertirse, además, en un acto cívico, en una
forma de reivindicación de la ciudad para el ciudadano y en una
suerte de democratización de la comunicación estética, de
encuentro entre los creadores y el público, más allá de las
mezquinas leyes de la rentabilidad económica que algunos han
convertido en dogma indiscutible, también en el territorio de
las artes escénicas.
En Pé de pedra ha alcanzado, no sin dificultades, la novena
edición. De manera discreta, silenciosa, pero tenaz y efectiva.
Muy diversos grupos y creadores, de distintos países y
continentes del mundo, han tenido ocasión de confrontar sus
trabajos con ese público ocasional o asiduo, curioso o
especialista, que transita por las calles compostelanas. El
balance es muy positivo en lo artístico y en lo cívico; la
experiencia es, ante todo, entrañable e intensa, pero, como es
habitual, la colaboración de las instituciones resulta
insuficiente, como quizás lo es también su eco en algunos medios
de comunicación.
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Este año, el festival ha contado con grupos procedentes de
Francia, Alemania, Bélgica, Gran Bretaña y de diversas ciudades
españolas. Todos los espectáculos que presencié me parecieron de
una calidad notable, pero recuerdo especialmente algunos, como
Gau Bakar Bat, El aniversario o La cita.
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GAU BAKAR BAT (UNA NOCHE MÁS) es un espectáculo del grupo
alavés Moaré Danza, que presentaba un trabajo de gran intensidad
física, deudor de raíces tradicionales vascas, juvenil y
entusiasta, con gran capacidad de sugerencia, y en el que lo
telúrico ocupaba un lugar dominante.
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EL ANIVERSARIO es un espectáculo de los barceloneses Francisco Lloberas y Mercedes Recacha. En El aniversario dominan los
aspectos narrativos, líricos y humorísticos. La historia se
perfila con nitidez y sirve de eje para otros aspectos de la
coreografía. La separación de una pareja al día siguiente de su
aniversario de bodas sirve como punto de partida para contar una
historia de tentativas, dudas, desencuentros y reencuentros. La
música italiana y la comedia cinematográfica de los setenta
proporcionan un referente estético, abordado siempre desde la
ironía y el humor, aunque no faltan los momentos de ternura y de
lirismo. La relación con la maleta, apresuradamente preparada
por la mujer que se marcha de casa, y, sobre todo, la relación
con esa casa misma, situada en una recoleta plaza de la ciudad
se convierten en los elementos adecuados de la narración, que
alcanzó algunos de los momentos de comunicación con el público
más decididamente abiertos del evento.
- LA CITA, una de las dos coreografías que presentaba Carmen Werner, de Provisional Danza, en esta edición de
En Pé de Pedra,
se apoyaba también en la narración de un encuentro que se
resuelve en desencuentro. Pero predominaba en la historia la
sensación de intimidad y de lirismo, a la que contribuía la
presencia del violinista Reinaldo Maceo. La coreografía, de gran
belleza, elegante e intensa, exquisita y dolorosa, logró uno de
los instantes mágicos del festival, con la impresionante
presencia de Carmen Werner, que utilizaba el siempre sugestivo
espacio del quiosco de la música, plena de fuerza y de
expresividad, en un trabajo sobrio y delicado, pero también
imaginativo y perturbador, y rico en su técnica. Los muchos
espectadores que vieron su excelente trabajo, supieron valorarlo.
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